Relato erótico
¿Adivina quien viene esta noche?
Era viernes y habían hecho una buena cena en casa, unas copas y después se fueron a la cama a echar un buen polvo. El timbre de la puerta les interrumpió
Javier – ZARAGOZA
Soy un hombre casado, tengo 42 años y mi mujer 35 años, ella se llama Sara y mide 1,68 metros, pesa 58 kilos y tiene un cuerpo, que cada vez que la veo desnuda y con ropa sexy, me dan ganas de hacerle el amor.
En una noche de viernes, eran las 10 de la noche cuando estábamos en la habitación empezando a hacer el amor. Ella se había tomado 3 vasos de vino, por lo que se encontraba relajada. Empezamos a besarnos y a acariciarnos al tiempo que yo le quitaba el vestido rojo apretado al cuerpo, quedándose únicamente en braguitas, sujetador y con un liguero negro, al cual tenía sujetas las medias negras. Entonces le quité el sujetador y le empecé a mamar los pezones
– ¡Aaaah… que gusto… que gusto…! – decía ella mientras desabrochaba la bragueta del pantalón para sacarme la polla que ya estaba gorda y dura.
Después de tener en sus manos aquel miembro caliente, se inclinó y empezó a mamar mi verga como ella sabe hacerlo y que a mí me vuelve loco. Pero en eso estábamos, cuando llamaron a la puerta,
– ¿Quien será a esta hora? – dijo.
Me abroché el pantalón y bajé a ver quien llamaba. Era mi amigo Álvaro, hacia poco que se había separado de su mujer y se notaba que estaba triste y preocupado.
Lo saludé y le deje entrar.
– ¿Como estáis? – me contestó con voz de haber tomado alguna que otra copa de más.
Lo invité a pasar a la sala, cogí del refrigerador un paquete de cervezas, abrí una para mí y otra para él, estuvimos hablando unos 15 minutos sobre su trabajo, lo qué había hecho los últimos días, etc. y en ese momento bajó mi mujer.
– ¿Quién era? – preguntó.
En cuanto vio a mi amigo, él la vio tal y como estaba vestida, con una bata corta de seda color morado, en la cual se le notaban los pezones endurecidos, y bajo esta sus piernas enfundadas en medias negras. Ella no supo qué decir
– ¡Buenas noches! – dijo Álvaro, mientras le miraba los pezones a través de la bata.
– Es Álvaro – intervine yo – Ha venido a invitarme a unas cervezas, pero le dije que prefería quedarme en casa y le invité yo a una cerveza. Ven y siéntate aquí con nosotros.
Sara se acercó, le dio un abrazo y un beso en la mejilla, y notó el enorme bulto de Álvaro en la entrepierna. Era obvio que mi mujer lo había excitado. Ella se sentó junto a mí y frente a Álvaro, que no podía quitar los ojos de los pezones y las piernas de mi mujer y disimuladamente los miraba cada vez que podía.
Entonces me decidí a poner música para relajar el ambiente y cuando estaba sonando una balada que le gusta mucho a mi mujer, ella me invitó a bailar, y mientras bailábamos, notaba en Sara cierto aire de niña traviesa y veía de reojo como Álvaro no quitaba la vista de las caderas de mi mujer. Terminó la canción y luego siguió otra con el mismo ritmo, pero nos sentamos y ella invitó a bailar a Álvaro, diciéndole:
– Ven, enséñale a Javier como se baila este tipo de música.
– ¿No hay problema? – me preguntó él.
– Claro que no, adelante, estamos entre amigos.
Se pusieron a bailar y noté que Álvaro cogía a Sara de la cintura, y la acercaba a su cuerpo. Ella se dejaba llevar, por lo visto le gustaba notar el deseo que había despertado en aquel hombre.
Al verlos bailar de esa manera y en la forma que estaba vestida mi mujer, empecé a sentirme muy excitado y mi polla empezó a ponerse tiesa otra vez. Era una nueva sensación para mí, pero me gustaba mucho y me sentía orgulloso de tener una mujer tan hembra.
Seguimos bailando y hablando entre bromas, hasta que pasó una hora. Yo seguía cada vez más caliente pensando en que no era mala idea que mi amigo le hiciera el amor a mi mujer, sería una forma de demostrarle a ella cuanto la amaba y a mi amigo que lo apreciaba. Cada minuto que pasaba, esta idea se me hacia más atractiva, pero ¿cómo podía decirle eso a mi mujer o a mi amigo sin temor a que alguno de ellos reaccionara negativamente?
Después de un rato de pensarlo, maquiné un plan, le pregunté discretamente a mi mujer si podíamos invitarlo a dormir esa noche, justificando que ya era muy tarde, y que era peligroso conducir con tantas copas encima, ella aceptó, por lo que le dije a Álvaro:
– ¿Qué te parece si te quedas a dormir en casa? Hay sitio de sobras y ya es algo tarde.
El aceptó rápidamente. Le dijimos que podía dormir en el sofá cama que había en la planta baja, y lo preparamos. Álvaro se sentó en él y Sara y yo nos subimos a nuestra habitación. Cuando ella estaba preparando la cama para acostarnos, yo estaba pensando como seguir, y en ese momento Sara me preguntó:
– Oye, está haciendo frío, ¿quieres llevarle una manta a Álvaro?
Este era el momento esperado, por lo que yo le contesté:
– Llévaselas tú, así le ayudarás a tender el sofá-cama.
Ella dudó al principio, pero después aceptó. Cogió una manta y bajó la escalera. Yo, disimuladamente, me asomé por un lado de la escalera y me quedé observando. Cuando ella llegó abajo, Álvaro se giró y cual fue la sorpresa de ella cuando vio que Álvaro solo llevaba puesto un slip por el que se le asomaba en la parte superior el hinchado capullo de su enorme polla. A simple vista, era más grande que la mía y yo no la tengo nada mal. Media por lo menos 22 cm.
Sara se quedó sorprendida viendo aquel enorme “cabezón”, al mismo tiempo que se le caía la manta de las manos, y cuando se agachó para cogerla, Álvaro se acercó a ayudarla, pero al agacharse, en vez de tocar la manta, tocó el muslo de mi mujer y al sentir el roce de la media, subió la mano acariciando su pierna a lo que ella reaccionó soltándola otra vez, le pasó las manos alrededor del cuello y le dio un beso húmedo y largo en la boca, al cual Álvaro correspondió de manera apasionada. Luego la levantó y la apoyó contra la pared, frotando su verga contra el vientre de Sara, pasando las manos por las nalgas de mi caliente mujer, apartándole la bata y le empezó a besar un pecho. Ella solo decía:
– ¡Aaaah… que gusto… oooh… que gusto…!
Él la levantó y presionó su verga contra el coño de mi mujer, que ya debía estar muy mojado y ella solo gemía y decía:
– ¡Ooooh… Álvaro… que gusto me da… sí, sí… que verga tienes…!
Entonces la llevó al sofá cama, ella se quitó la bata quedando solo con liguero y medias, él se quitó el slip y saltó su verga cuan grande era. Yo no podía contenerme de lo excitado que estaba, allí estaba otro hombre a punto de follarse a mi caliente mujer. Ella le agarró con las dos manos la verga y se la empezó a mamar desesperadamente, después Álvaro la acostó boca arriba, le puso el glande en los labios del coño y de un golpe se la metió hasta el fondo. Ella gritó, cerró los ojos y después, mientras Álvaro la embestía fuertemente, ella se giró hacia arriba, me vio en las escaleras, me sonrió y me dijo:
– Baja mi amor, tú también te puedes unir a la fiesta, ya verás de lo que soy capaz.
Álvaro me vio, se sonrió y me dijo:
– ¡Que buena hembra tienes amigo!
Bajé, me quité la ropa y le puse la verga a mi mujer frente a la cara, ella la cogió y me la empezó a mamar, y después de unos minutos ella dijo:
– Quiero cambiar de pollas.
Álvaro la sacó del chorreante chocho, yo me moví, se la metí por delante y Álvaro se la puso para que ella la mamara, así cambiamos posiciones tres veces hasta que ella dijo:
– Quiero sentir las dos vergas dentro de mí al mismo tiempo… ¡folladme los dos a la vez!
Dicho y hecho, en menos de un minuto nos la estábamos follando los dos a la vez. Como os podéis imaginar, el culo lo reserve para mí.
Sara se movía y gritaba de placer. Era una experiencia nueva y viciosa. Para mí fue toda una sensación extraña notar como otra polla se estaba follando a mi mujer. Mi polla podía notar la de Álvaro, era raro pero cachondo.
Estuvimos así por varios minutos hasta que Sara tuvo tres orgasmos, Álvaro se corrió en el coño de mi mujer caliente y yo en su sabroso y apretado ano. Fue tremendamente satisfactorio.
Nos quedamos así por unos minutos, luego nos levantamos y yo me fui al baño a limpiarme, después me fui a dormir. Cuando desperté, Sara no estaba a mi lado, me asomé y vi que se había dormido con Álvaro. Despertaron y al verme se les notaba que tenían cierto sentimiento de culpabilidad, pero les dije que no se preocuparan, que había sido especial la noche anterior y que no había nada de que arrepentirse.
Desayunamos entre bromas, y después de darse una ducha se marchó.
Mi mujer me contó más tarde que cuando subí a dormir, Álvaro la abrazó y no la dejó subir, estuvo besándola y acariciándole los pechos hasta que se le volvió a endurecer la polla, después le hizo el amor dos veces más, una vez se corrió en su coño y después, le dio por el culo. Reconoció que cuando se la metió la primera vez, no estaba segura de que aquella polla pudiera entrar en su estrecho culito.
La vi tan contenta y tan caliente que le dije que si Álvaro aceptada, podríamos hacerlo de vez en cuando.
Besos a todos los lectores de la Revista Clima y os felicito, gracias a vuestros relatos, mi mujer y yo hemos follado muchas noches.