Relato erótico

Acuerdo satisfactorio

Charo
29 de junio del 2019

Son una pareja, amantes del sexo y del morbo. Pusieron un anuncio en la revista Clima para intercambiar fotografías y videos caseros. Les escribió un hombre y el marido se citó con él, llegaron a un acuerdo satisfactorio para todos.

Alba y Jesús – Sevilla
Somos Alba y Jesús, un matrimonio cuarentón asiduos a la revista Clima. Pusimos un contacto para intercambiar fotografías y videos caseros. Nos escribió un hombre que estaba interesado en conocernos. Me cite con él en un bar de las afueras de la ciudad. Tenía 45 años, estaba divorciado. Le aclaré que el contacto era solo para intercambiar fotografías, pero cuando me comentó que le gustaría hacer un trío le dije que llamara a casa y se lo dijera a mi mujer. Le enseñé unas fotografías de Alba y quedo encantado.
Tengo que decir que Alba es una mujer normal pero excitante, según los amigos con los que tenemos correspondencia e intercambio de fotos, con pechos un poco caídos, coño bien poblado de pelo y muslos prietos.
Cuando llegué a casa, mi mujer me preguntó sobre el encuentro. Le dije que bien, que traía una cinta de vídeo y una foto de él pero no le dije que Alberto la llamaría. Así quedó la cosa.
Cuando Alberto llamó por la noche, como yo ya imaginaba que sería él, le dije a mi mujer que cogiera el teléfono, que yo estaba en la ducha. Al salir Alba aún estaba hablando por teléfono así que me quedé escuchando detrás de la puerta.
– No lo sé, a lo mejor. De momento, no. – le oí decir – Sí, a él sí que le gustaría, se pondría como una moto…
Cuando entré en el comedor mi mujer se despidió y me dio el teléfono. Le pregunté a Alberto como había ido.
– Bien, no ha dicho que no al trío – me contestó- pero tampoco dice que sí.
Después de las explicaciones quedamos para otro día para tener una conversación telefónica más o menos guarrilla.
El día convenido, llamó por la noche. Me puse yo, nos saludamos y empezamos la conversación picante, dijo que él ya estaba en pelotas y a punto. Empecé a contarle que le estaba sacando el camisón a Alba y le tocaba las tetas al tiempo que ella me agarraba la polla. Cuando tuve a mi mujer desnuda, le pasé el teléfono. Al parecer Alberto le preguntaba qué es lo que le estaba haciendo yo pues ella decía:
– Me está chupando las tetas, pasando la lengua por mis pezones, ahora está bajando hasta mi coño y empieza a lamer y chuparme el clítoris. ¡Que gusto me está dando!
Yo escuchaba por el auricular como Alberto le preguntaba:
– ¿Te gustaría tener mi polla ahí para que me corriera sobre tus tetas?
Ella, ya muy excitada, le contestaba:

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– ¡Sí, sí, córrete encima de mis tetas, estoy deseando sentir tu caliente leche en mis pechos y pezones!
Pero el que se corrió de verdad sobre sus tetas, fui yo. Luego le esparcí mi leche por sus pechos dejándoselos bien pringados. Ella le preguntaba si también se había corrido él, al parecer, le contestó que estaba a punto de hacerlo y ella le dijo:
– Ya que Jesús se ha corrido en mis tetas a ti te dejo que lo hagas en mi caliente coño. ¡Anda, échame toda tu leche dentro, ooooh ya la siento que calentita está, así, sí, córrete, que yo también lo hago!
Así se corrieron mi mujer y nuestro amigo.
Con Alberto quedamos un día para presentarlo a mi mujer y hacer así que se conocieran pues a Alba le picó la curiosidad para conocerlo de cara y nada más. Pero el resultado fue otro.
Quedamos con Alberto a media mañana. Por cierto era un día lluvioso y frío. A mi mujer le hice poner para la ocasión una minifalda negra, medias y bragas negras, así como el sujetador, y una blusa blanca y encima un abrigo. Cuando llegamos, él ya nos estaba esperando. Al vernos bajó del coche y fue directamente a abrirle la puerta a mi mujer. Se dieron un beso en la mejilla y nos metimos en el coche, ellos dos delante y yo detrás.
Empezamos una conversación normal, como de amigos, hasta que yo, desde atrás, le enseñé unas fotos de Alba desnuda y en poses excitantes. Alberto se relamía mientras miraba las fotos y luego le dijo a mi mujer una cosa que yo no sabía. Era que, por teléfono, él le había dicho que cuando nos conociéramos en persona él le daría un beso en cada pezón. Me quedé sin habla al ver como mi mujer se desabrochaba la blusa mostrándole el canalillo de las tetas. Nuestro amigo, entonces, le dijo:
– ¡Mira como me estás poniendo!
Le cogió una mano a mi mujer y se la puso encima de la bragueta de su pantalón, que estaba abultada. Ella no lo rechazó, al contrario, estuvo sobándolo un rato mientras Alberto le sacaba las tetas del sujetador y, magreándoselas con las manos, empezaba a pasarle la lengua por los pezones. Mi mujer, que seguía sobándole el bulto que él tenía en la entrepierna, me miró para ver que decía yo.
– Sigue, cariño – dije – No te cortes.
Cuando Alberto dejó de chuparle las tetas le dijo a Alba:
– ¿Ves como no pasa nada? Esto es el principio y ahora, si quieres, nos podrías hacer una paja a cada uno en el asiento trasero.
Entonces mi mujer me miró diciéndome:
– Ya me estáis liando más de la cuenta aunque la verdad es que me estoy calentando con tanto manoseo.
Alberto puso el coche en marcha y lo aparcó en un lugar más apartado de un aparcamiento.

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Con la lluvia y el frío, los cristales se empañaron enseguida. Pasaron los dos al asiento trasero. Mi mujer sentada entre los dos. Ella se dejó hacer ya que con los toqueteos anteriores estaba muy excitada aunque, como me confesó después, también un poco confundida.
Alberto terminó de desabrocharle la blusa y los corchetes del sujetador, subiéndoselo y dejando sus preciosas tetas bien libres. Cuando empezó a tocárselas y chuparle los pezones, Alba echó la cabeza hacia atrás, cerró los ojos y soltó un leve suspiro. Le metí la mano por debajo de la falda, empecé a acariciarle el coño por encima de la braga, que noté un poco húmeda. Hice una señal a Alberto para que se sacara la polla. Lo hizo rápidamente y cogiendo una mano de Alba se la puso en su verga. Ella, al notarla, abrió los ojos, la miró y exclamó:
– ¡Que grande y dura está!
Agarrándola bien con la mano, la acarició y a continuación, descapullándosela, empezó a masturbarle. A todo eso mi excitación estaba al máximo viendo a mi mujer tocando una polla que no era la mía. Creí que me iba a reventar si no me la sacaba del pantalón. Me la saqué y cogiéndole la otra mano a mi mujer la coloqué en mi polla, que estaba dura como una barra de hierro, y empezó también a masturbarla. La escena que ofrecíamos en el asiento trasero era de lo más excitante. Él le acariciaba las tetas y yo le estaba acariciando el clítoris. Los suspiros y jadeos de placer creaban un ambiente súper cachondo en el interior del coche.
Mi mujer no paraba de decir:
– ¡Que gusto, que bueno como me magreáis! ¡Me estáis destrozando las tetas, calentorros, así, así, sí, me voy a correr, no pares cariño… oooh…!.
– ¿Te gusta, cariño? – le pregunté.
– ¡Sí… sí… no paréis…! – contestaba.
– Como disfrutas dándole a las zambombas, ¿verdad? – insistí.
Mientras le decía esto me corrí como un desesperado, echando toda la leche en un pañuelo que tenía preparado para la ocasión. Alberto aún no se había corrido y le decía a mi mujer, para que se corriera otra vez:
– ¡Alba, guapa, que gusto me estás dando, estoy a punto de correrme!
Ella, mirándome, me dijo:

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– ¡Que gusto me estáis dando entre los dos… me gusta que me estés mirando mientras otro hombre me hace gozar… mira como me chupa las tetas y tira de mis pezones! ¿No es esto lo que tú querías, cariño?
Le contesté que sí haciéndola callar con un beso de tornillo y, metiéndole la mano en el coño, empecé a acariciárselo. Lo tenía todo encharcado de la corrida anterior. Le metí dos o tres dedos dentro para excitarla al máximo y cuando dejé de besarla, ella le dijo a Alberto:
– Me estás dejando las tetas rojas de tantos chupetones y magreos, tócame el coño ahora un rato, anda.
Aparté mi mano y la metió Alberto exclamando:
– ¡Alba, pero como lo tienes, parece un charco!
Mi mujer le contestaba entre suspiros:
– ¡Que gusto me estás dando, sigue, sigue, méteme tres dedos dentro!
– ¡No pares, cachonda, que yo también me voy a correr, que gustazo me estás dando!
Alba tenía todo el cuerpo en tensión, respiraba agitadamente y le decía entrecortadamente:
– ¡Yo también me voy a correr otra vez… ya me corro!
Al instante explotó en un orgasmo brutal, justo cuando Alberto llenaba la mano de mi mujer con su caliente leche. Era una sensación altamente excitante para mi ver como Alba hacía correr a otra polla que no era la mía y en mi presencia y también como suspiraba de gusto mientras otro le sobaba las tetas y el coño.
Al acabar nos quedamos charlando un rato sobre lo que había pasado, quedando todos muy satisfechos del resultado.
Un fuerte beso y abrazo de este matrimonio.

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