Relato erótico
Acerte en la elección
Estaba buscando secretaria y un vecino le dijo que su mujer buscaba trabajo y que les iría muy que ella trabajara. La entrevistó y le pareció una mujer muy responsable y preparada para el puesto.
Julio – VALENCIA
Esto que voy a contar, querida Charo, se inició seis meses atrás cuando en mi negocio fue necesario buscar a una secretaria. Hablando con un vecino me contó que su mujer no tenía trabajo y si era posible, que pudiera contratarla. Consideré la propuesta pues necesitaba una persona de confianza que se encargara de estas actividades.
He de contarles que me dedico a la distribución de artículos de oficina a muchas empresas, desde hace ya doce años.
Tengo 43 años y llevo 5 de divorciado. Hasta la fecha he disfrutado muy bien estos 5 años con amigas con “derecho a roce” Vamos a cenar, a bailar y en algunas ocasiones acabamos la noche en mi casa.
El caso es que contrate a la mujer de mi vecino, se llama Rosa, tiene 36 años, mide 1,60 y es atractiva, con la que no había tenido ningún tipo de relación amistosa pues no pasaba de saludarla y una que otra vez preguntarle por el marido, sin mayores comentarios. El caso es que pasó la primera semana trabajando en mi negocio y realmente cumplía muy bien con sus obligaciones.
Fue hasta el siguiente viernes que me empezó a inquietar su presencia pues vino vestida con un traje corto de licra negro de tirantes, bastante ceñido que dejaba apreciar su anatomía, con la espalda descubierta casi del todo, los tirantes muy delgados mostrando hasta la parte donde se separan los pechos que, por mas que la observé no logré ver el sujetador, pues no llevaba. Realmente la vestimenta me tenía impresionado al poder ver sus hermosas piernas, caderas y el voluptuoso trasero, que se veía soberbio, pues el vestido le marcaba muy bien la separación de sus dos hermosas nalgas.
Como es costumbre en la empresa, el viernes de cada dos semanas llegan a comentar los pedidos los vendedores, se compra comida rápida y cervezas y se comparte con todos los empleados, para comentar los logros de la semana. Es una pequeña fiesta informal y ese viernes no faltó el comentario de los vendedores sobre lo buena que estaba la secretaria.
Al llegar la hora de salida, todo el personal se fue retirando y en su momento vino a mi oficina Rosa bastante alegre y más desinhibida que de costumbre, asumí que había bebido unas cuantas cervezas y ella llegó a comentarme sobre algunas bromas que le habían jugado los vendedores, se notaba que estaba muy orgullosa por todos los comentarios que le habían hecho por su vestuario.
No pude contenerme y también le comente que estaba muy bien con ese atuendo que llevaba puesto y como hacía poco que había comprado una cámara de vídeo pequeña que tenía en el escritorio, la tomé y dirigiendo la lente a mi secretaria, le dije:
– Realmente valdría la pena guardar para el recuerdo esta imagen que estoy viendo.
Ella, completamente emocionada, se encaminó a la puerta de mi oficina diciéndome:
– ¿Quiere que haga poses de modelo o que baile?
– No – le dije – solo camine despacio hacía mi, luego se da la vuelta y camine de nuevo hacía la puerta.
El espectáculo era genial, con el zoom de la cámara estaba disfrutando al ver el precioso cuerpo de mi secretaria que caminaba balanceando sus hermosas caderas y con el ojo puesto en el lente le dije:
– Lastima que no pueda ver algo más atrevido.
– ¿Como qué? – de inmediato me respondió.
– Tal vez verla con los tirantes caídos – apunté.
Se retiró de nuevo hasta la puerta y se fue acercando lentamente bajándose los tirantes del vestido, mostrándome buena parte de sus grandes y hermosos pechos hasta llegar al inicio de sus oscuros pezones, con una sonrisa picara.
En ese momento yo ya estaba a mil, lo que más deseaba era verla sin el vestido puesto, pero decírselo podía romper la magia del momento, así que me levanté de mi silla y le dije:
– Creo que lo que nos falta es un poco de música para sentirnos más en ambiente.
Puse en marcha el estéreo que tengo en la oficina, y ella me respondió pero que fuera música romántica, y yo se lo aseguré. Al escuchar la música empezó a balancearse como invitándome a bailar, yo dejé la cámara sobre el escritorio y me acerqué a ella, la tomé de la cintura mientras ella me tendía los brazos al cuello y me miraba toda extasiada. Entonces subí mis manos y pude palpar esa espalda desnuda que tanto había deseado tocar y la presioné contra mi pecho, sintiendo como se electrizara todo mi cuerpo, al tiempo que también sentía como mi miembro se endurecía hasta dolerme al sentir su parte baja del abdomen rozarme. La abracé con ternura y ella pegó un suspiro que me llegó hasta el alma.
Continuamos bailando prácticamente parados en dos baldosas del piso sin decir palabra, los dos estábamos gozando al sentir nuestros cuerpos completamente pegados, pero de pronto ella reaccionó, me miró de nuevo con esa sonrisa picara, y me dio la espalda. Yo la cogí por la cintura y continuó bailando pegándome ese hermoso trasero para que yo lo pudiera sentir. En ese instante yo ya no podía más, tenía mi verga pegada en medio de sus hermosas nalgas que, con el vaivén de la música, me estaba torturando y le empecé a besar los hombros, soltando sus manos para gozar de sus pechos y solo oí su balbuceó que me decía:
– Que bien estamos, ¿verdad?
– Sí – le respondí tratando de bajar más los tirantes del vestido para poder tocar sus pechos desnudos.
Pero estábamos disfrutando del momento cuando sonó el teléfono. Sentí como si se hubiera rayado el disco y salimos de nuestro éxtasis. Ella se encaminó hacia mi escritorio a contestar el teléfono. Se trataba de un cliente importante que deseaba hacer un pedido de útiles, y hubiera querido que colgase el teléfono, pero los negocios son los negocios y ella empezó a tomarle el pedido. Medio ofuscado no sabía que hacer, cuando de pronto la contemplé apoyada en el escritorio tomando el pedido pero continuando con el balanceo sus caderas al compás de la música.
Excitado, me coloque detrás de ella, la cogí de las caderas y le hice presión para que sintiera de nuevo mi verga pegada a sus nalgas. Ella giró la cabeza moviéndola en señal de aprobación y ya no pude más.
Le empecé a tocar las nalgas por debajo del vestido. Estaban duras y su piel era suave, busqué el inicio del tanga y se lo bajé hasta las rodillas, le levanté el vestido hasta la cintura y pude apreciar en todo su esplendor ese hermoso culo desnudo. Como pude me desabroché el pantalón, me saqué la verga y se la encaminé al medio de sus nalgas, ella solo abrió un poco sus piernas y de un solo golpe penetré su coño, que estaba completamente mojado. El calor que sentí dentro de ella era algo espectacular, y más cuando empezó a moverse de tal manera que me hacía sentir que estaba en las nubes.
No me di cuenta en que momento terminó de recibir el pedido y colgó el teléfono, lo único que sabía era que me estaba follando a mi secretaria y que estaba deliciosa. Entonces le bajé el cierre del vestido y tomé sus hermosos pechos entre mis manos, sobando sus pezones, grandes y bien duros pero, de pronto, noté que me corría, pero no era posible terminar así, por lo que me termine de quitar los pantalones, me senté en mi silla y la cogí de la mano para que se sentara encima de mí. Se me quedó mirando, siempre sonriente, se terminó de abrir el cierre del vestido y lo dejó caer, dejándome ver su cuerpo completamente desnudo como tanto lo había deseado. Realmente era muy hermosa.
Sin quitarme la vista de encima abrió sus piernas y me ofreció de nuevo su coño, completamente depilado, me cogió la polla y se la fue metiendo poco a poco mientras me ofrecía sus labios para que la besara, esos labios que sabían a miel y eran muy suaves. Nuestras lenguas se encontraron cuando ya la tenía completamente empalada, la cogí fuerte de las nalgas e iniciamos un metisaca increíble, mientras me besaba el cuello, me lamía la oreja y entre jadeos me decía:
– ¡Que bien lo haces… oooh… que gustoooo…!
En mis cinco años de soltería no había sentido tanto placer como ese día, no sé si por tratarse de una mujer prohibida o porque lo estaba haciendo en mi oficina. Pero tampoco quería terminar así, humedecí mis dedos y le empecé a meter uno por el agujero del culo. Al sentirlo dio muestras de no gustarle mucho, pero yo le dije al oído:
– Déjate hacer, cariño.
Ella continuó con su sube y baja, hasta que logré meterle un dedo completo, lo apretado y caliente del culo era increíble, y aunque me costó que cediera su músculo, una vez dentro la empecé a masturbar por el culo sin dejar de penetrarla por delante, sin dejar de saborear esos hermosos pezones. Tampoco sé de donde me salía tanto aguante, pero lo que deseaba era darle vuelta y sodomizar ese monumento de culo. Pronto logré que se corriera y se relajara un poco sin dejarle de masturbar el culo, la besé de nuevo y le dije:
– Date la vuelta, que quiero probarte por detrás.
– ¡Eso no, nunca lo he hecho! – me respondió un poco enfadada.
– No te preocupes, mi amor, lo intentaremos y si no te gusta no hay problema – le dije.
La apoye en el escritorio, tiré la silla para atrás, le metí de nuevo el dedo en el culo y con la otra mano le masajeaba el clítoris. Al principio se quedó quieta, como que no sentía nada, así que le metí un par de dedos en su coño y ella empezó a tomar ritmo de nuevo, entonces le pegué la verga en el culo y se la empecé a meter poco a poco.
– Despacio, despacio, que duele – me decía ella.
En un vaivén, cuando calculé que ya se podía, le metí más de la mitad adentro, ella pegó un grito y me dijo:
– ¡No aguanto más, la tienes muy gruesa, no me va a entrar y me duele mucho!
Yo pensé, ahora o nunca, la cogí de las caderas y se la metí entera de un solo empujón diciéndole:
– Quédate quieta, cariño, que lo malo ya pasó y la tienes toda dentro.
La presión que sentía en la verga era fenomenal y la empecé a bombear, al principio despacio pero cuando la noté relajada, le empecé a dar con todo el vigor que me quedaba, aunque ella se puso a llorar y me decía:
– ¡Ya no aguanto más, me estás quemando por dentro!
Yo ya no entendía a razones. Ese gran culo era mío y estaba dispuesto a disfrutarlo de cualquier forma. La cogí de nuevo por sus caderas y empecé el metisaca de una forma salvaje. Ese choque de sus nalgas contra mi cuerpo me estaba volviendo loco, hasta que ella dejó de llorar y comenzó a jadear y a decir:
– ¡Dame fuerte, mi amor, que mi culo es tuyo!
Yo ya no pude más y se la clave hasta donde pudieron mis fuerzas, pegué un grito y le llené las entrañas de leche caliente, sintiendo como que no terminaba de salir todo el semen que tenía acumulado. Al acabar, se la saqué, le di la vuelta, la abracé y la besé. Su boca estaba salada por las lágrimas que había derramado pero, mientras la besaba, se empezó a reír diciéndome:
– Que enculada me has dado, nunca me habían follado así, seré tuya las veces que quieras.
– Así va a ser, mi amor donde sea y por donde yo desee, ¿te parece?- le dije.
– Sí, como tú lo desees – me respondió.
Le he hecho el amor otras veces pero como esta primera vez nunca, aunque lo cierto es que la sigo disfrutando pues tiene algo que me hace sentirme muy bien.
Saludos de los dos.