Relato erótico
Acertamos de pleno
Necesitaban unas vacaciones, trabajaban mucho y querían disfrutar del mar, la buena comida y poder estar el uno para el otro. Decidieron que Canarias sería un buen destino y acertaron de pleno.
Álvaro – MADRID
Me llamo Álvaro y tanto mi mujer, Isabel como yo, somos de Madrid y quiero contar lo que ocurrió estando de vacaciones en Canarias. La verdad necesitábamos este viaje para relajarnos y disfrutar del sol y de muchas otras cosas. Nos quedamos en un hotel de 5 estrellas, en el cual se incluía todo, o sea las comidas y bebidas ilimitadas, que para mí era lo mejor. Lo estábamos pasando muy bien, la verdad, ya que íbamos a la playa, conocíamos los sitios turísticos y todo estaba saliendo muy bien.
Como hacía mucho calor, mi mujer iba ligerita de ropa y estaba muy atractiva. En la discoteca del hotel lo habíamos pasado muy bien, pero aquella noche iba a ser muy especial.
El día anterior habían llegado al hotel un grupo de chicos catalanes, todos muy atractivos y en buena forma física y aquella noche, algunos fueron a la discoteca.
Isabel llevaba unas sandalias de plataforma destapadas, una minifalda tejana, muy corta, y una blusa que por la parte trasera era totalmente destapada o sea que no llevaba sujetador.
La disco estaba con muy buen ambiente, y comenzamos a bailar muy alegremente. Yo aprovechaba y a veces bajaba mis manos y rozaba sus nalgas redonditas, pero eso a ella no le gustaba mucho. Además habíamos tomado varios combinados fresquitos y estábamos un poquito alegres.
Entonces vimos que varios de esos chicos se acercaban hacia donde estábamos nosotros y comenzaban a bailar solos. Yo noté que a Isabel le llamaban la atención, pero ella es muy reservada para decir algo aunque yo, sin embargo, lo noté.
Era muy tarde y estaban a punto de cerrar, y vimos que dos de ellos se acercaban y nos preguntaron si podían sentarse con nosotros. Vi que Isabel sonreía, y yo sin ningún problema, les dije que podían sentarse.
Bailaron algunas canciones con Isabel, pero todos muy formalitos. Uno se llamaba Esteban y el otro Jorge. Este último, era él más atractivo, ya que medía por lo menos 1,80 m, era rubio y tenía los ojos verdes. Era el que más alegre estaba y era muy simpático.
Cuando cerraron la disco, nos dijeron que querían agradecernos la amabilidad por nuestra hospitalidad y que si queríamos tomarnos unas copas con ellos. Esteban se excusó, dijo que tenía sueño y que prefería acostarse. Yo vi en la cara de Isabel que no estaba muy de acuerdo pero Jorge me parecía bastante agradable y entonces le propuse subir a nuestra habitación para tomarnos unas copas. Él accedió y así lo hicimos. Entramos y sacamos unos vasos y brindamos por las buenas vacaciones que estábamos pasando. Al rato me di cuenta que lo poco que había bebido Isabel le estaba haciendo su efecto. Charlábamos animadamente hasta que Jorge sacó cartas del poker y nos propuso jugar, a lo cual accedimos gustosos ya que a Isabel y a mí nos encanta el juego.
Estuvimos jugando como una hora y ya llevábamos más de cuatro copas, aunque yo me encontraba muy lúcido y Jorge parecía estar bien, pero la
que estaba un poco achispada era mi mujer. Estaba sentada en el sofá sin preocuparse lo más mínimo de lo que estaba enseñando, además sonreía muy picadamente a Jorge.
Noté que Jorge miraba mucho a Isabel, entonces fue cuando él nos propuso un juego llamado strip-poker, que, para quien no lo sepa, consiste en que la persona que pierde debe quitarse una prenda. Aunque él añadió tomarse un trago también. Yo me entusiasmé e Isabel, que como digo, ya estaba bebida, también accedió.
El hecho fue que durante los siguientes minutos que jugamos, yo era el que perdía así que ya me había quedado en ropa interior. Isabel solo se había quitado los pendientes y el reloj, Jorge estaba sin camisa y pantalones, solo con unos calzoncillos que parecían una braguita. Ella ya estaba como ida y al levantarse para ir al baño casi se cayó, pero yo la sostuve y le pregunté como se sentía.
– Bien, pero voy a tomar un poco de agua – dijo.
Jorge miraba a Isabel, y yo sentía como que la desnudaba con la mirada y entonces fue cuando pensé que allí podría ver a Isabel en acción. Me levanté, llené la copa de Isabel de nuevo y cuando ella volvió, le pedí que se tomara el último, lo que hizo con gran esfuerzo aunque se tragó como medio vaso. Todos brindamos y seguimos jugando. Ahora Isabel estaba completamente ida. Fue entonces cuando yo propuse que antes de irnos, el que ganara, si era hombre, podría darle un beso bastante largo a ella y podía quitarle las prendas que le quedaran. Jorge aceptó y Isabel, en medio de su borrachera, también. Hecho mi plan, comenzamos a jugar, durando la partida un buen rato hasta que, al final, Jorge fue el que ganó. Entonces él se me acerco y me dijo:
– ¿Entonces puedo cobrar el premio?
– Claro – le contesté diciéndole que iba al baño.
Me metí en el baño y deje la puerta un poco abierta. Me sentaría en el water y me haría el dormido. A los diez minutos Jorge se acercó al baño y al verme dormido, volvió a salir y se dirigió hacia donde estaba Isabel, que estaba sentada, pero él la puso de pie y le dijo:
– Bueno, voy por mi premio.
Ella no dijo nada y con sus ojos entreabiertos, aceptó, él se fue acercando y comenzó a besarla. Desde donde yo estaba se podía observar todo muy bien. Él seguía besándola de manera apasionada, porque movía para varios lados la cabeza. La agarró de las nalgas por encima de la minifalda, se la desabrochó y cayó al suelo. Seguía besándola y ella con los ojos cerrados parecía que lo estaba pasando muy bien.
Tenía claro que todo aquello acabaría en la cama y así fue.
Mi mujer estaba desmadrada, porque lo tumbó, le bajó los pantalones y los calzoncillos y en cuanto vio su gorda y tiesa polla se la empezó a mamar.
No podía creer lo que estaba viendo, le comía el rabo despacio y de vez en cuando lamía y chupaba los enormes huevos de aquel tío. Jorge tenía los ojos cerrados y gemía a cada chupada que Isabel le propinaba. Le dijo a Isabel que parara que estaba a punto de correrse y quería hacerla disfrutar a ella. Isabel se acostó en la cama y se abrió de piernas, la muy guarra le puso el chocho en bandeja para que Jorge se lo comiera.
Le sacó el tanga y se dirigió hacia la boca de mi mujer y empezó a porrearla despacito y con mucho morbo. Fue bajando poco a poco, le comía las tetas, le chupaba los pezones e Isabel se retorcía de gusto, mientras movía las caderas como si lo estuviera follando. Por fin llegó el momento esperado por mi mujer, Jorge le separó los labios de chocho y empezó a lamerle el clítoris lentamente.
Parecía que estuviera paladeando un rico manjar, y como era de esperar al poco rato Isabel empezó a gemir y a gritar diciéndole que se corría.
Hacia tiempo que no veía un orgasmo tan prolongado en mi mujer y no os negaré que me puse celoso. Estaba tan caliente que inconscientemente me había levantado y me estaba haciendo una paja.
Jorge lamió y chupo toda la corrida de Isabel y siguió con su “trabajo”, le metía la lengua en el chocho, lo succionaba, lo sorbía, le mordía el clítoris y Isabel esta fuera de si.
Entonces ocurrió algo que me dejo de piedra. Mientras Jorge le comía el coño, mi mujer, giró la cabeza y me miró directamente a los ojos. La muy zorra sabia que la estaba mirando y discretamente me mando un beso con la mano. Sonrió y entonces, agarró la cabeza de Jorge con las dos manos y la clavó en su coño mientras le decía:
– Así, no pares cabrón, hacia tiempo que nadie me comía el coño como tu.
Mientras lo decía, me miraba con ojos de golfa. Estaba claro que tenía que quedarme donde estaba y aguantar la situación que yo mismo había creado. De todas formas, reconozco que ver a mi mujer follando con otro me ponía a mil.
Isabel se volvió a correr y en cuanto acabó, Jorge le dijo que se colocara de rodillas en la cama y sin media palabra se la metió en el chocho hasta el fondo.
El bombeo de Jorge era rápido e Isabel le seguía el ritmo acercando su culo para que se la metiera más. Sin decir nada Jorge la sacó y le dijo que iba a correrse en su culo, pero la noche me tenía preparada otra sorpresita.
Isabel le dijo que quería que se corriese en su boca y ni corta ni perezosa lo hizo poner de pie al lado de la cama, se arrodilló y empezó a mamársela mientras le masajeaba los huevos. De pronto, Jorge arqueo la espalda y se corrió. Mi mujer no apartaba la boca de la polla y cuando el acabó, la abrió y pude ver como un hilillo de leche le resbalaba por la barbilla. ¡La muy cerda se la había tragado!
Le dijo a Jorge que se tumbara en la cama y siguió chupándosela hasta que la dejo limpia y reluciente, pero lo que no se esperaba Isabel es que con esta maniobra de “limpieza” la polla Jorge se volviera a poner morcillona. El quiso incorporarse, pero Isabel le dijo:
– Me encanta ver como tu polla me desea, déjate llevar y permíteme que, aunque no vuelvas a correrte, te la ponga tiesa otra vez.
Aquello ya era demasiado, pero estaba tan caliente que aceleré la velocidad de la paja y me corrí desperdiciándose toda la leche en las baldosas del baño. Pero tenía claro que en cuanto Jorge se marchase, me la follaría por todos sus agujeros.
Vaya si consiguió que se le subiese, y no solo eso, sino que cuando el volvió a comerle el coño y también el culo, le permitió que la enculara. En cuanto vi como entraba y salía aquella polla del culo de mi mujer se me puso tiesa otra vez.
Por lo visto, Jorge, debía hacer ser un semental porque al cabo de un rato, sacó la polla del culo de mi mujer y le lleno las nalgas de leche. Esta vez si que en cuanto acabó de correrse quedó desmadejado.
Mi mujer le dijo si quería ir a asearse, pero él le dijo que como yo estaba en el baño, ya se ducharía en su habitación.
En cuanto Jorge se fue salí disparado del baño y le dije:
– Vaya, vaya, por lo que he visto te lo has pasado fenomenal. Eres más putón de lo que creía, pero confieso que me he corrido viendo como disfrutabas. Pero ahora quiero que me hagas disfrutar a mi.
Aún no había terminado la frase y ya se había puesto mi polla en la boca.
Yo estaba de pie y ella sentada en la cama. Me había mamado el rabo muchas veces, pero como aquella noche, nunca. La tenía agarrada con una mano y la subía y bajaba al ritmo de la boca. Chupaba despacio y giraba la mano de una forma que me daba un gusto tremendo.
Me masajeaba los huevos y se los metía en la boca, dándoles calor y chupándolos lentamente. Era una locura, mi polla empezó a babear y note que si seguía iba a correrme.
Le dije que parara, y la tumbe en la cama, mientras le decía:
– Te voy a comer el coño hasta que me digas basta, me ha jodido lo que le has dicho a Jorge de que nadie te lo había comido tan bien.
Metí mi cabeza entre sus piernas y empecé a lamerle el clítoris. Su chocho olía a sexo y a macho, pero aquel aroma casi me hace correr. Coloque su hinchada pepitilla entre dos de mis dedos y empecé a chuparlo y a succionarlo a toda velocidad. Isabel se estremecía y gemía sin parar e intentaba apartar mi cabeza, pero me había propuesto volverla loca de gusto y lo iba a conseguir. De pronto empezó a gritar que se corría y me soltó un orgasmo que casi me ahoga, pero no por eso deje de chuparle el clítoris. Isabel estaba hecha polvo, gritaba y me decía que parara por favor, pero se interrumpía para correrse y volvía a suplicar que la dejara.
Cuando se había corrido unas cinco veces, le di la vuelta y la coloqué de rodillas en la cama. Si Jorge se la había metido por el culo, yo no iba a ser menos.
Mi polla es más gorda que la de Jorge y algo más larga, por eso, en cuanto notó mi gordo capullo en la entrada de su estrecho agujerito empezó a moverse y dijo:
– No cariño, por favor, tu la tienes muy gorda y me hará daño. Te prometo que aunque algún día nos montemos un trío, no dejaré que nadie más me la meta por el culo.
El oírla suplicar me la puso más tiesa, y no me lo pensé ni un segundo. Apunte mi capullo y de una sola sacudida se la metí hasta el fondo.
Isabel lanzó un grito desgarrador, pero como se la acababa de follar Jorge, una vez entró, el metisaca era fácil. No sé lo que me pasaba, pero estaba fuera de mí. Seguí sin parar y sin avisar le llene el culo de leche.
Estábamos derrotados, fuimos a darnos una ducha rápida y nos acostamos.
Al día siguiente vimos a Jorge a la hora de desayunar y vino a nuestra mesa para decirnos:
– Estaba pensando que si te parece bien podríamos repetir lo ayer noche, pero esta vez también vendría Esteban.
Miré a mi mujer y vi que asentía con la cabeza, por lo tanto le dije que los esperábamos sobre las 8 de la noche en nuestra habitación. Cenaríamos allí mismo y después…
Otro día os contaré lo que ocurrió, aun ahora, cuando lo pienso se me pone dura.
Besos para todos.