Relato erótico

Acabó bien

Charo
14 de octubre del 2018

Nuestro buen amigo y asiduo lector nos contó como cayó en las redes de una mujer que llevaba tiempo insinuándose. Hoy nos quiere contar como acabó el “inevitable” encuentro.

Jesús – La Coruña
Recordarás, amiga Charo, que en la primera parte de mi testimonio, dejé a Lucía en el momento en que me gritaba muy excitada:
– ¡Me estas matando de gusto! Sigue haciendo lo que quieras conmigo, me gusta mucho… – gritaba – ¡Me viene, me viene otra vez, que gusto me entra, noto que me chorrea el coño y me moja las piernas!
– Pues disfruta hasta reventar cariño, te voy a dejar relajada.
Seguí masturbándola hasta que me cansé porque ella no paraba de encadenar los orgasmos uno tras otros, con pequeños espasmos, cada vez más suaves.
Pero habrás observado, amiga Charo, nuestra amiga Lucía se lo estaba pasando en grande, pero yo no había todavía ni abierto la cremallera de mis pantalones, aunque el sudor de mi entrepierna delataba mi incómoda situación, pero era tal el espectáculo de aquella mujer, abandonada sobre mi regazo, con sus blandas tetas estremeciéndose con sus corridas, su coño manando jugos como una fuente empapando la braga, el vestido que había bajo su culo y luego vería que también el asiento de coche, y sus piernas abiertas de par en par con un pie sobre el salpicadero del coche y el otro donde podía para abrirse de piernas todo lo posible, que no pensaba siquiera en mi. Así que cuando paré de darle gusto a su coño, le dije:
– Mira tesoro, esto hay que terminarlo de forma que los dos saquemos algo en limpio, así que nos vamos a mi casa y allí rematamos la faena.
Me miró, se puso seria tras unos instantes y me dijo que no estaba preparada para eso, que no había previsto llegar a lo que habíamos llegado en el coche, que ella no era así, que si tal y que si cual. Aquello me dejó tan sorprendido como si una ola hubiese entrado en ese momento por la ventanilla abierta, la ayudé a incorporarse y le indiqué el bulto de mi pantalón
– Esto es consecuencia también de la situación, llevo empalmado desde hace hora y media y no es justo que me dejes sin una mamada o una paja por lo menos.
– Tienes que perdonarme, pero no puedo, es tarde y he de ir a casa.
Su tono y carácter habían cambiado como de la noche al día. Se notaba incómoda. Sin decir nada emprendí el camino de regreso en silencio y la dejé en su casa. Al llegar a la mía me hice una paja para la que no necesité mucha inspiración, pero al menos me relajé un poco, me di una ducha y a dormir tras una cena ligera.
Al día siguiente casi no había entrado en el despacho cuando la secretaria me dice que Lucía me había llamado dos veces. Pero visto el resultado de la tarde anterior, no estaba yo por la tarea de devolver la llamada, pero a eso de las diez de la mañana sonó el teléfono y lo cogí directamente. Al otro lado la voz de Lucía.

– ¿Qué tal estás, cielo? – me preguntó.
– Bien – le contesté escuetamente, medio mosqueado
– Pues yo no he pegado ojo en toda la noche pensando en la putada que te hice. Todavía no acabo de entender por que no quise continuar.
– Tampoco es necesario que le des muchas vueltas – le dije conciliador – Ya está hecho y por pensar en ello no va a cambiar.
– Sí, pero yo me fui a casa con mala conciencia cuando tenía que haber sido al contrario después de todas las corridas que me hiciste disfrutar y he pensado que tratándose de dos adultos como nosotros, que nadie ha forzado la situación a favor del otro y que a los dos nos apetecía, he sido estúpida al haberme negado a terminar como proponías. No obstante debes entender que estoy casada y tengo una familia y nunca había estado en esta situación con nadie.
– Ya te digo que no le des vueltas y lo olvides.
– Quiero arreglarlo.
– No veo como, si no es terminando lo comenzado.
– Pues eso, cuando quieras y como quieras, estoy a tu disposición – me dijo muy seria.
– Hombre, visto así parece un desafío, más que un encuentro amistoso – le repliqué – pero como por teléfono no lo vamos a arreglar, ¿qué tal si nos vemos a la hora de comer y te recojo en el trabajo al mediodía?
– Hecho, eres un cielo – me dijo y colgó.
Hice planes, disponíamos de dos horas y media hasta volver al trabajo por la tarde, contando con el desplazamiento hasta mi casa era de apenas diez minutos desde su trabajo, así que tenía dos horas para comer y poco más. Tocaría charlar y ver que pensaba.
A la hora indicada subió a mi coche y emprendí la marcha, le pregunté donde quería ir a comer y me dijo que a cualquier sitio pero que antes quería que parase un momento el coche en el arcén. Lo hice y se me tiró al cuello dándome un beso de tornillo con lengua como los del día anterior.
– ¿Y esto? – pregunté.
– Es que ayer no te di ni las gracias.
Repitió el beso al tiempo que llevaba la mano a mi bragueta y me daba un apretón en la polla. Todo parecía seguro, pero después de lo del día anterior tenía mis dudas, así que cambié de plan rápidamente y en lugar de dirigirme a mi casa como sería lógico, me detuve en un bar de tapas y le propuse tomar algo rápido.

Ella aceptó un poco extrañada. Nos sentamos en una mesa y me fijé que iba espectacular, con una falda de gasa y una blusa de seda. Pedimos dos cañas y dos tapas y mientras nos servían, le pregunté si estaba más tranquila y me dijo que sí, que temía que estuviera enfadado y no quisiera hablar con ella otra vez, añadiendo que tenía intención de compensarme.
– Pues si eso es lo que quieres, cuando terminemos la consumición, mientras pago, me gustaría que hicieras algo – sin esperar su respuesta, añadí – Te vas al aseo y te quitas el sujetador y las bragas.
– ¿Estás loco? – exclamó.
– No, estoy cachondo perdido y quiero que te pongas cachonda tú también.
– Las tetas se me moverán de tal manera que me mirará todo el local y hay gente que me conoce – me dijo preocupada pero sonriente.
– O eso, o aquí nos despedimos – corté – Pero si lo haces verás que lo que viene después te gustará.
No muy convencida hizo lo que le dije y mientras yo pagaba, se fue al aseo. Cuando volvió llevaba el bolso cogido delante del pecho, por lo que yo le hice una mueca de disgusto y lo retiró. En realidad nadie la miraba pues el único efecto aparente es que estaba más lisa y las tetas se le mueven un poco más. Nos subimos al coche e iniciamos la marcha hacia mi casa que estaba próxima, indicándole que se desabrochase dos botones de la blusa y cuando ella lo hizo yo le metí la mano para tocarle las tetas mientras ella miraba si los conductores de otros coches nos veían. De las tetas, con la mano libre, bajé a sus piernas y le levanté la falda que, al ser de gasa, dejaba todo el muslo al aire, le indiqué que se reclinase un poco y abriera las piernas, tras lo cual le toqué el coño desprovisto de braga. Ella soltó un gemido.
Entonces vi un autobús y le dije que no se bajara la falda, poniéndome a continuación a su altura para que desde el mismo la pudieran ver con todo al aire, aunque yo no le metía mano.
– ¡Eres un cabrón que se está vengando, esto no es lo que yo pensaba! – exclamó…
– Y tú una zorra guarra que está disfrutando como nunca porque tu coño ya está chorreando.
– Es verdad, nunca imaginé que haría estas cosas y me gustarían tanto – confesó.
Llegamos a mi casa, entramos en el garaje y bajamos. Como no había nadie, le levanté la falda, me puse por detrás y con una mano le toqué el coño y con la otra las tetas.
– ¡Me voy a correr aquí mismo! – Dijo – Me siento como si fuera una puta.
– ¡Y lo eres cariño, lo eres! Pero no por obligación, sino por placer, que es como se disfruta.
En el ascensor le abrí del todo la ropa y la mostré desnuda en el espejo al tiempo que la magreaba. Su cara de vicio era indescriptible, juraría que deseaba que el ascensor parase y alguien entrara en ese momento. Por fin en casa, sin preámbulos de ningún tipo, nos fuimos al dormitorio y mientras yo me desnudaba la contemplaba como termina mucho antes, pues tenía menos que quitar. Por fin la veía desnuda.
– Oye, estás buena, pero que muy buena.

– ¿Te gusto de verdad? Soy mayor que tu y podrías estar con chicas más jóvenes, que las hay preciosas.
– De esas tengo alguna, pero como tú cincuentona, zorra y buenorra ninguna. Date la vuelta que te vea de espaldas, ese culo me trae loco desde que te conozco.
Indescriptible amiga Charo, el culo de Lucía era lo que había esperado, rotundo, macizo, grande, bien formado, sin grasa, así que me acerqué y con mi polla ya tiesa, la abracé por detrás y la arrastré a la cama, comenzando el magreo y las caricias, las mamadas en las tetas, los besos, los dedos en el coño, las caricias en el ano, luego bajé a besarle los muslos, subí al cuello y ella entregada, muy caliente y jugosa, su coño ya estaba en condiciones cuando se subió al coche, pues luego me confesó que ya en el baño del bar casi había tenido un orgasmo al pensar en salir medio desnuda delante de toda aquella gente, en su mayoría hombres.
– Te voy a follar.
– Lo estoy deseando.
Entré de golpe, sin miramientos, y ella se abrazó a mí.
– ¡Cuanto tiempo! – exclamó con un suspiro profundo.
– ¿Qué quieres decir? – pregunté mientras detenía mi movimiento pero sin sacarle la polla que mantenía dentro de su coño.
– Hace por lo menos quince años que nadie entra ahí, mi marido y yo no mantenemos relaciones desde hace ese tiempo y no he estado con nadie más que él, de ahí mi reacción de ayer.
– ¡Pues vamos a tener que recuperar mucho tiempo perdido!
Volví a las emboladas, con sus pantorrillas sobre mis hombros para verla expuesta y conseguir buena penetración. En cada movimiento se oía un chapoteo de los jugos que empapaban mi verga y mis cojones hasta que de repente exclamó:
– ¡Me voy cariño, me voy… que bien me follas… haz de mi lo que quieras, jódeme como te apetezca… aaah…. aaah… oooh…!.
Yo no salía de mi sorpresa, pues apenas habían transcurrido dos minutos y ya se estaba corriendo a grito pelado, me pedía más y volvía a correrse. Encadenaba los orgasmos, me pedía que la destrozara, juraba que nunca había gozado así, mientras yo me deleitaba con sus tetazas que en cada movimiento bailaban desde el ombligo a la barbilla, mojaba como podía dos dedos en su coño y se los daba a chupar, le apretaba las tetas y la llamaba de todo menos bonita. A cada insulto respondía con un aumento del orgasmo, por fin, ante aquel espectáculo la avisé de que me iba a correr y que me avisara cuando quisiera la leche en el momento justo.

– ¡Dámela, dámela ahora cabronazo, quiero que me llenes a rebosar! – gritó.
Me dio vergüenza por los vecinos, el piso era un décimo y debían estar oyendo los del garaje ya que los aullidos eran espectaculares y yo disfrutaba con un enano, así que me corrí sin dejar que una sola gota saliera de su coño. Cuando me retiré contemplé el espectáculo, abierta de piernas estaba espectacular, el coño rodeado de su jugo espeso hasta casi el ombligo y medio muslo, mi cuajada asomando entre sus labios y observé que tenía un coño enorme.
– Cariño que polvazo hemos echado, disfruto viéndote en esa posición con el coño expuesto, te lo voy a explorar – le dije.
Metí dos dedos observando que entraban flojos, fui aumentando los dedos hasta que a final metí la mano entera hasta la muñeca sin esfuerzo y eso que mi mano es grande. Estaba dilatada a tope. Luego saqué la mano pringada de sus jugos y los míos y se la ofrecí, procediendo ella a lamerla con ansiedad y deleite.
– No nos queda mucho tiempo, así que nos vestimos y por la tarde volvemos ya sin prisa para completar la sesión – le dije.
– De acuerdo, me voy a duchar.
– ¡De eso nada! Vas a ir a trabajar sin pasar por la ducha, quiero que conserves el coño con toda su crema hasta la tarde, ya te duchas luego y yo contigo. Haremos un 69 y te daré por el culo.
– Nunca hice ninguna de las dos cosas, pero estoy a tu disposición, puedes disponer de mí y de mi cuerpo como quieras.
– Pues si eso es lo que deseas, no te aburrirás, pero piensa bien las palabras porque luego no quiero reticencias, tengo grandes planes para pasarlo bien contigo y en compañía de otros.
– ¿Como?
– Por lo que veo, tu marido se limitó a montarte para preñarte y poco más, así que ahora toca disfrutar y recuperar el tiempo perdido. Aparte de un montón de cosas que nos queda por hacer entre los dos, tengo que hacer de ti una espléndida mamadora de pollas y ese culazo, que es una obra maestra, lo voy a desvirgar hoy y luego te lo voy a taladrar siempre que podamos quedar. ¿Te han comido el coño alguna vez?
– Nunca y lo de que alguien me la meta por el culo nunca lo había pensado.
– Pues eso es lo que te espera, y cuando ya los dos empecemos a aburrirnos y entrar en la rutina, entonces daremos entrada a algún amigo mío para que también te disfrute y cuando podamos hacer algún viaje juntos, te exhibirás como una profesional e incluso si se tercia, serás puta cobrando en algún hotel si alguien se nos pone a tiro como cliente ¿Qué te parece?
– ¡Qué quiero que me folles otra vez, estoy a puntito de correrme de nuevo solo con los planes que haces!

– Pues vas a esperar, así en el coche te mantendrás cachonda, que ya he visto como te gusta que te vean medio en pelotas desde otros coches y cuando te sientes en tu despacho, me llamas y te pajeas por debajo de la mesa sin cerrar la puerta para ver si te sorprende alguien.
Y así fue y así pasó y todavía podría contarte más, pero el relato sería excesivo. Nos hemos divertido muchísimo, hemos gozado plenamente y hemos tenido sesiones de sexo antológicas gracias a un buen precalentamiento o situaciones morbosas. Hasta aquí, amiga Charo, llega mi relato. Daría para más pero sería abusivamente largo. Hoy mantenemos una relación de amistad y gracias a su experiencia conmigo ha conocido nuevos caminos de placer que le eran absolutamente desconocidos y de los cuales me habla cuando nos vemos.
Un beso.

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