Relato erótico

A su disposición

Charo
3 de marzo del 2019

Lleva varios años viviendo en el bloque y conoce a todos los vecinos. Gracias a un curso de enfermería, algunos vecinos, le han “convertido” en el “ángel” que les pone inyecciones.

Fernando – La Rioja

Me llamo Fer, tengo 38 años y me mantengo en buena forma física, ya que el fútbol es la segunda cosa que más me gusta. Siempre he sido una persona muy seria y servicial con los amigos, así que no es de extrañar que a mi casa concurran vecinos por diferentes favores, sobre todo porque soy el único que coloca inyecciones después del curso de enfermería que realicé hace algún tiempo y a decir verdad, no lo hago nada mal y en concepto de mis ocasionales pacientes, tengo una mano muy suave para los pinchazos. Esta habilidad me ha permitido conocerle las nalgas a la mayoría de mis vecinas, lo cual me encanta ya que alucino viendo esos culos blancos, rosados, morenos, bronceados en fin, toda la gama de tonos.
Eso si, mantengo cierta prudencia para seguir manteniendo mi clientela sin sobresaltarla. De estas hay jóvenes y maduras, algunas son tímidas y al momento de la aplicación bajan solo un parte sus braguitas, impidiéndome disfrutar del espectáculo, pero otras son más atrevidas o con más confianza y no tiene reparo en que baje total o en gran parte sus bragas, con lo cual me doy un gran banquete visual. Entre las mas desinhibidas esta mi vecina de enfrente, Olivia, una rubia de 26 años, con un culo de espectáculo, de lo cual ella es consciente ya que a pesar de su fingida seriedad y cuando usa mis servicios, siempre se coloca sugestivos tangas que ponen de manifiesto sus abundantes atributos y le agrada que le acaricie sus nalgas doradas, cubiertas de una fina pelusa rubia que es mi deleite, ya que me tomo mi tiempo en los preliminares sobando y limpiando con alcohol sus nalgas, con el pretexto de desinfectar el área, ese es nuestro pequeño secreto el cual disfrutamos sin pasar de eso, hasta ahora…
Pues bien, una tarde estando solo en casa viendo la tele, ya que mi esposa y los dos niños estaban unos días con su abuela en una ciudad vecina, cuando oí tocar la puerta y al abrirla encontré a mi rubia vecina con un ligero vestido.
– Perdona la interrupción vecino pero es que necesito aplicarme esta inyección de antibiótico y con lo dolorosa que es, solo contigo me atrevo, si tienes tiempo.
– Con todo gusto, pasa a mi habitación, será más cómodo ponértela en la cama- le dije.
Mientras yo preparaba la jeringa en el baño le dije que se acostara y subiera la falda. Cuando regresé a la alcoba tenia subida la falda y había bajado sus braguitas hasta la mitad de su hermoso culo, donde la raja entre sus nalgas se veía deliciosamente atractiva. Me senté a su lado en la cama con la jeringa en una mano y un algodón empapado en alcohol en la otra mano, con el cual empecé a limpiar ese bello pedazo de nalga que iba a pinchar.
– Esto de las inyecciones me pone nerviosa así que tráteme con cuidado.
Seguí sobando, el alcohol se deslizó ente la raja de su respingado culo, por lo cual le pedí si podía bajarle un poco más las braguitas para secarla bien, a lo cual me dio el ok, bajando completamente sus braguitas.

Pude observar totalmente ese culo dorado por el sol y duro por el deporte, entonces cogiendo el algodón empecé a abrir lentamente esa grieta. Tomé delicadamente el trozo de algodón y limpié ese lindo hueco, girando en círculo y admirando como palpitaba cada vez que lo tocaba, conteniendo las ganas de introducir mi lengua en él, abrí aun más el final de su grieta y pude apreciar ahora sus velludos y gruesos labios donde se podía apreciar la cueva vaginal y donde no sé porque me pareció observar unas gotas de humedad que resbalaban entre los rubios y tupidos vellos y bajé el algodón tocando ligeramente sus prominentes labios limpiándolos un poco, diciéndole.
– Vecina, el alcohol está más abajo de lo que yo creía.
Ella abrió un poco sus piernas. Con dos dedos cuidadosamente abrí su chocho y puse mi dedo en la suave parte interna de la vulva de rosado color y pretendiendo con el algodón retirar una humedad cada vez más abundante. Separé los labios y recreé mi vista con la propia entrada tocando pero no entrando. Ella realmente se veía tranquila y confiada pero con esa sonrisa maliciosa que usa en nuestro juego, así que me tomé mi tiempo en esa labor, pero por el líquido que salía de su raja, sabía que estaba deseando que le metiera el dedo o la polla, sin embargo conservé las reglas del juego.
A todas estas mi polla estaba que estallaba, Olivia, de reojo observaba el efecto que su culo me producía y el bulto que se podía ver en mi pantalón, pero disfrutaba excitándome y no se oponía a que usara nuestra confianza para “morbosearla”, a pesar que con su esposo, tengo buena amistad. Una vez seco el orificio, muy a mi pesar cerré esa linda abertura y muy profesionalmente le aplique la inyección, le masajeé las nalgas, procediendo a subir sus braguitas con lo cual ella se levantó y me dijo.
– Fer, tienes unas manos de seda, no sentí casi el pinchazo, además eres tan respetuoso y siendo tan discreto, sé que no comentarás con nadie lo que te tocó hacer por el exceso de alcohol…
– Puedes contar con mi discreción como si fuera un médico de verdad- respondí, esperando que mi pantaloncillo pudiera ocultar la rigidez de mi verga.
Nos despedimos y tan pronto salió, una tremenda paja calmó mi polla. Habían pasado unos cuatro días desde que Olivia había venido a inyectarse cuando me llama por teléfono mi vecina de al lado, Fátima a quien también le he aplicado inyecciones.
– Fer, ¿te acuerdas de Mónica mi hija que estudia en la capital? Pues bien esta en tratamiento de una serie de inyecciones por un problema renal pero se niega a ponérselas y Olivia le aseguró que tú eres el indicado por la suavidad de tus manos.
Le dije que a la orden, que la mandara a la 5 de la tarde. A las 5 en punto sonó el timbre de la puerta y apareció una mujer de 18 años, con unos tejanos ajustados y una blusita por dentro de estos donde resaltaban unas tetas juveniles, con una linda cabellera y una amplia sonrisa. Reconocí a Mónica a pesar del tiempo de no verla y la invité a pasar. Cuando entré a la habitación estaba sentada en la cama con la cremallera bajada y me dijo:
– Estos pantalones no son los más apropiados por lo apretados, así que ayúdame a sacármelos.
Me arrodillé enfrente de ella forcejeando con la rebelde prenda y con tanta fuerza que de pronto estos bajaron pero junto con las braguitas, dejando al descubierto un abultado y frondoso bosque de finos vellos de su vulva.

Con cierta pena me apresuré a quitar mi vista mientras ella se subía las braguitas y se acostaba en la cama.
Le comenté que le había cambiado muy favorablemente su cuerpo. Con cierta prevención baje sus braguitas a medio culo, pudiendo apreciar unas bellas y tersas nalgas cubiertas de cortos y suaves vellos castaños que comienzan desde el final de la espalda bajando hacia la raja. Tomé con diligencia mi función y cuando la iba a pinchar, por reflejo, Mónica movió bruscamente su culo y me dijo que a pesar de la confianza que tenía en mí, las agujas le producían pánico, le dije que se tranquilizara que la sobaría suavemente, lo cual aproveché para bajar todas sus braguitas para terminar de reconocer ese velludo canal que tenía enfrente, mientras ella del miedo enterraba la cabeza en mi almohada y dado que no me veía, bajé mi cabeza y aspiré el suave olor a culo que salía de su raja, al tiempo yo seguía sobando en forma circular para abrir las paredes y poder ver mejor el fondo del canal. La visión y el olor enviaron un mensaje fulminante a mi polla. Una voz me sacó de mi éxtasis.
– Fer, ya estoy lista.
Recobrando mi ánimo procedí a inyectarla suavemente, sin embargo se quejó, porque en realidad este tipo de inyección es dolorosa. Masajeé largamente su dolorida nalga y hablando de lo terrible que son las agujas, mi verga perdió su dureza pero cuando se levantó de la cama volví a divisar su tupido vello púbico, subió rápidamente sus braguitas, que no alcanzaba a cubrir esa amplia zona peluda y que sobresalía abundantemente por los lados, ella alcanzó a ver a dónde se dirigía mi mirada diciendo:
– Qué piensas de las mujeres que no nos depilamos.
– Particularmente me encantan con vello y a ti se te ve muy bien.
Se subió dificultosamente los tejanos que tenía a media pierna. Nos despedimos hasta el día siguiente cuando le tocaba la otra dosis y yo quedé con la imagen de ese afelpado cojín entre sus piernas que me dejó impresionado y solo una rabiosa paja en su nombre me pudo calmar. Al día siguiente llegó muy puntual. Esta vez llevaba una falda.
– Tienes unas manos increíbles pero no soy capaz de aguantar una aguja más, consulté con mi médico y la inyección se puede remplazar por supositorios que ya compré, pero no se hacerlo y me da cosa pedirte que me lo apliques.
– Bueno, no tengo mucha práctica pero con mucho gusto te ayudo y no te debe dar cosa porque para que son los vecinos. Ve a la habitación y quítate esa falda para que no se te arrugue.
Me entregó el paquete de supositorios y leí las instrucciones. Mientras Mónica se quitaba su falda y quedaba en un pequeño tanga que permitía salir sus graciosos bigotitos por los lados, mi verga empezaba a endurecerse y yo hacía esfuerzos porque no se me notara. Mónica se acostó boca abajo solo con la blusa, yo ya con confianza bajé hasta sus muslos el tanga con lo que quedó al descubierto su culo. Le pasé la caja y le dije.
– Por favor, léeme las instrucciones.

– Retire el supositorio e insértelo en el ano, lo más profundo que pueda para mejor efecto – leía en voz ronca.
Siguiendo las instrucciones abrí la velluda raja trasera y al fin pude apreciar el orificio anal, separé los pelos que impedían la entrada y más atrás se veían dos gruesos labios cada cual más velludo, pelos que terminaron de empalmar mi verga como hacía tiempo no me acordaba.
– ¿Te parece bien que coloque algo de saliva para que entre más suave?
– Esto me da vergüenza pero tú sabes lo que haces.
A estas alturas me decidí a ser atrevido, abrí sus nalgas al máximo y acercando mi boca a su hueco trasero saqué la lengua y lamí el centro del ano y empecé a chuparlo con sus cortos vellos que entraban a mi boca. Mónica alzó la cabeza sorprendida por tan inesperada técnica, pero no dijo nada, solo levantó más su culo y con voz suplicante dijo:
– Fer por favor, colócame el supositorio ya
Cogiendo la cápsula la dirigí al centro del agujero e inicié su entrada hasta que desapareció, sin embargo su joven ano lo devolvió.
– Empújalo con tu dedo, recuerda que debe quedar insertado.
Al oír esto, volví a meter seguido mis dos dedos que se metieron hasta el fondo y empecé a moverlos dentro.
– ¿Crees que está bien? Porque mis dedos están bien adentro.
– Quisiera que entrara más pero no sé cómo -contestó con voz ingenua.
– Si te parece bien podríamos probar con mi pene que es más largo y garantizamos que llegue hasta el fondo.
– Me parece bien, tú sabes bien lo que hacer.
Tan pronto lo aceptó, me saqué la polla totalmente erecta y Mónica viéndola esbozó una sonrisa pícara.
– Caramba la tienes muy grande y gruesa pero creo que servirá.
Le quité el tanga del todo, me coloqué detrás, la puse en cuatro patas, por lo que su chocho peludo quedó ante mí en todo su esplendor, coloqué la roja cabeza de mi polla en la boca de su ano y empujé mi tranca en su agujero algo lubricado, que para mi asombro se dilató suavemente y empezó a tragarse lentamente ese trozo endurecido hasta el mismo fondo. Ya en ese momento decidí sincerarme y le dije.
– Creo que esto te gusta tanto como a mí.
Giro su cabeza para mirarme y solo me sonrió. Ante su reacción, la agarré por las caderas, comencé a bombearla y tomamos el ritmo de mete y saca hasta que ella vio que me iba a correr, se retiró sacándose mi verga y dando la vuelta se colocó boca arriba.
– Creo que es hora que entre por donde es debido.

Lo que quedó ante mí fue increíble, ese pubis poblado de finas y largas fibras de color castaño oscuro contrastando con su piel blanca y densamente poblado alrededor de sus gruesos labios exacerbaron mi pasión, me agaché y metiendo mi lengua entre su ya húmeda goteante raja, chupé sus líquidos, lamiendo y comiéndome sus pelos a todo lo largo esa gruta donde no existía separación entre los vellos del chocho y los del culo, una gran avenida de pelos como no pensé que existía. Ya mi inquieta lengua había hecho su trabajo y Mónica jadeaba retorciéndose de excitación, me levanté y me liberé de mi bermuda y camisa con lo que quedé totalmente en pelotas delante de ella, mientras Mónica se sentaba en el borde de la cama y yo con la polla apuntado directamente a su cara en una descarada oferta a que me la chupara, mensaje que entendido inmediatamente, porque tomando la polla se la introdujo diestramente en su boca mamando solo la cabeza al principio, para luego tragársela hasta el fondo de su garganta mientras que con una mano sobaba mis pelotas. Ahí nuestras miradas se cruzaron y mientras me mamaba mantenía su mirada fija en mis ojos como pidiéndome la aprobación de su acción, ¡la muy zorra me estaba llevando al paraíso!
Siguió lamiendo toda mi polla y las pelotas. La hice acostar y empecé a girar el torso hacia un 69 hasta que tuve sus vellos en mi cara y me puse a lamer su clítoris abultado por la excitación, sepultando mi nariz y mi lengua dentro de la peluda y húmeda grieta que ya en ese momento chorreaban sus jugos los que empaparon mi cara y que bebí con fruición. Seguí hasta su ano hundiendo mi lengua en el pardo esfínter trapeando de paso todo el canal, mientras sentía como succionaba con apetito la tranca y es cuando Mónica me dijo con voz ronca y lasciva.
– Fer dejémonos de formalismos, vamos a culear de verdad, necesito ya tu polla dentro de mí, por favor ¡métemela ahora en el coño!
Reubicándome nuevamente, me coloqué entre sus piernas, abrí completamente su bisagra y coloqué mi cabeza brillante por su saliva en medio de los labios de su coño y empujé suavemente viendo como mi polla entraba entre sus labios peludos, hasta que sus vellos se juntaron con los míos, ella recibió la gran dosis de polla. Abrí su blusa, tomé sus pezones erguidos lamiéndolos ávidamente, mientras que la polla se daba un gustazo entrando y saliendo alternativamente como un pistón, levantó sus piernas poniéndomelas en los hombros y así la polla se sumergió en toda su extensión. Con la respiración agitada me decía:
– Métela toda que quiero sentir los huevos contra el culo, ¡qué polla tienes, qué placer!
Y no duró mucho para que Mónica pasara sus piernas alrededor de mis caderas incrustándose el pene hasta el fondo, explotando en un largo orgasmo que aceleró el mío. Los espasmos de su coño precipitaron las descargas de leche sucesivas que culminaron esa notable faena, mí semen y sus jugos desbordándose a borbotones por entre sus labios y la tranca, empaparon su pelambre oscuro. Me levanté lentamente envuelto aún en el fragante olor de su sexo y al momento caí en cuenta hasta donde me había llevado la lujuria con una joven vecina.
– Discúlpame Mónica no sé qué me pasó pero no pude contenerme, es que en pompa eres excitante.

– Tonto no te preocupes, desde los catorce años cuando me inyectabas ya me calentaba cuando masajeabas mi culo y ayer me di cuenta como se te hinchó la verga, por lo que se me ocurrió este truco ya que este supositorio es solo para bajar la fiebre, sin embargo el que me bajó la fiebre fue el tuyo y en ambos huecos.
Sobra decir que mientras estuvo mi esposa de vacaciones, diariamente apliqué en ese bello bosque el tratamiento iniciado.
Besos

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