Relato erótico

A la luz de la luna

Charo
25 de enero del 2018

Le gustaba la tranquilidad de aquella cala. Normalmente se bañaba de noche, desnudo y disfrutaba de la luz de la luna. Unas nuevas inquilinas llegaron a la casa de al lado. Eran tres chicas muy guapas. Una noche, vio que una de ellas fue a dar un paseo por la arena, y…

Pau – Girona
Aprovechando que durante algunas semanas fui el único habitante de aquella cala recóndita, (en la que únicamente su estudio, y el chalet de un matrimonio de jubilados rompían el paisaje con su presencia) solía, después de mi entrenamiento diario en el gimnasio improvisado de mi estudio, darme un baño desnudo y nadar hasta que se hacía completamente de noche.
Pero desde que en el chalet de al lado, alquilado en agosto, me sorprendieron una noche subiendo desnudo a mi estudio. Había dejado de bajar a la playa al atardecer, aunque el calor fuese muchas veces sofocante. No lo hacía por vergüenza, si no por cierto respeto hacia la que era mi admiradora secreta.
Todo empezó cuando se instalaron tres chicas como nuevas vecinas: Pilar, Ángela y Mikaela. Mikaela era la mayor, morena, con el pelo azabache, ojos negros profundos, alta y un cuerpo exuberante. Destacaban sus pechos generosos, colmados, unas caderas grandes, con un buen par de nalgas. Ángela era un poco mas bajita, pero muy espigada, delgada, pura fibra, muy provocativa en su forma de andar, de mirar, no solía llevar ropa interior porque decía que sus tetas no pesaban y que su sexo olía a flores, era lo que se dice una perfecta borde. Pilar era la más pequeña, la más tímida la más dulce. Era alta, rubita, con ojos de miel, y un cuerpo esculpido por la danza, grácil pero que entra en tensión en un instante. Era la que tenía las medidas más perfectas aunque solía pasar desapercibida porque su forma de vestir no era tan provocativa, pero sin duda sus tetas eran las más grandes y bonitas de las tres. Estaba terminando sus estudios de farmacia y aquel verano se dedicaba a estudiar casi todo el tiempo.
Una noche de calor extremo, de esas noches que el sudor se apodera de la piel y le acompaña en sueños toda la noche. Pilar salió al balcón, en bikini, buscando una leve brisa que pudiese refrescar su suave piel. Se tumbó en una mecedora y sin querer o queriéndolo, se quito la parte de arriba del bikini. Sus tetas se bamboleaban ligeramente, al compás de los movimientos de la mecedora.
Era tarde pero era una buena hora para terminar ese proyecto con el que llevaba trabajado tanto tiempo. Satisfecho, sudoroso y contento decidí repetir unos de mis baños nocturnos y me acerque a la playa. Estaba en el agua, jugueteando con las olas, vio claramente acariciada por la luz de la luna el cuerpo desnudo de Pilar. Le sonrió y casi no pudo evitar dar un salto de excitación. Entonces, decidí cumplir uno de sus sueños exhibicionistas, porque al fin al cabo él reconocía que lo era.
Pase por delante de ella y saludar, pero ella se adelanto y le dijo un hola encantador, suave y cálido. Era la primera vez que escuchaba su voz y pensó que sonaba muy madura. Él se paro y saludo:
-Hace un calor horrible y pegajoso ¿verdad? -dijo sonriendo-

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-Si, pero así se puede dormir en sitios insospechados y tomar baños nocturnos ¿no crees? -contesté
A veces, todo sale diferente a como uno se imagina, y ella se adelanto a todo lo que me esperaba. Se acercó, bajando despacio por las escaleras y me beso en la mejilla a la vez que me sujetaba la polla y me decía:
– Ven, yo también quiero bañarme.
Me quedé sin palabras, y seguía notando como tiraba de mi nabo. Unos cuantos pasos antes de la orilla, me soltó y bajándose ligeramente el tanguita blanco, con dos movimientos de cadera lo dejo caer en la arena y andando deprisa y decidida se zambulló en el mar. Me quedé allí esperando. A los pocos minutos salía del agua, andando con una especial gracia, con el pelo mojado, con el cuerpo brillando, con la figura iluminada por la noche, con los pechos oscilando y donde destacaban los pezones en erección.
Nos arrodillamos en la arena uno enfrente del otro, y nos quedamos mirándonos fijamente, y entonces ella me besó los labios. Sin saber cómo, nos fundimos en un beso desenfrenado. Notaba su sexo, pegado a mi vientre, mojado, cálido, y sus pechos pegados a mi pecho. Empecé un ligero movimiento restregándole la polla.
-Tranquilo, yo lo haré, déjame a mi… -me dijo sin perder la sonrisa-
Empezó a masturbarme. Lo hacía con decisión, no muy rápido, subiendo y bajando hasta dejar el glande completamente al aire, tensado por el frenillo. No dejábamos de mirarnos a los ojos, fijamente, ella con la otra mano me acariciaba la cara el cuello, el torso… Casi no me atrevía a rozarla, tenía miedo de que se disolviese como por arte de magia, como un anagrama. Entonces, ella paró un instante, sujetándome la polla por la base y dejándola completamente descapullada. Con la otra mano me pajeaba el capullo. Consiguió que me estremeciese y que cerrase los ojos, su sonrisa se acentuó, le encantaba ver el placer que estaba sintiendo.
Me dejé de contemplaciones y empecé a acariciarle los pechos con fuerza, masajeándolos los a la vez, como intentando sujetarme en ellos y trasladar parte del placer que sentía. Y sin duda que lo conseguí, porque la reacción de los pezones de Pilar era inconfundible, se habían tensado y puestos en son de guerra. Sin duda era una de las zonas más erógenas de su cuerpo y noté como la masturbación sosegada, se volvía más rápida y salvaje.
– Me corro -le dije- fue casi un grito de alerta, con la mirada clavada en los ojos de Pilar.
-No cielo, todavía no. -Me susurró al oído-

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Entonces me apretó la polla justo debajo del glande con todas sus fuerzas, parecía que me iban a estallar todas las venas de la polla, pero casi como un milagro, consiguió retener la eyaculación.
Paro un momento su masaje mientras y cogió mis manos llevándolas a sus tetas. Mientras él le acariciaba, ella, empezó a masturbarse frenéticamente, muy rápido, frotando su clítoris con absoluta maestría, sabiendo perfectamente que es lo que tenía que hacer.
Entonces, sin avisar retomó la masturbación enérgica con absoluta rapidez, acariciándome los testículos y arañando suavemente el escroto.
-Ahora puedes correrte, avísame.
Y no pude aguantar más, noté como esta vez la eyaculación iba a ser más abundante, notaba como el esperma se abría paso hacia el capullo. No hizo falta que la avisase, ella lo supo perfectamente. Con una agilidad eléctrica, sin dejar de masturbarme, adelanto las caderas y empezó a frotar su chocho.
Empezó a temblar, un primer chorro de leche fue a parar justo entre sus pechos. Vinieron más, que acabaron por todo el vientre. Ella seguía frotando, moviendo las caderas, disfrutando de la intensidad del momento.
De repente todo se calmó, solo se oía el ruido de las olas y sus respiraciones agitadas. Me dio, un beso en la mejilla muy suave y dijo:
-Ha sido increíble, nunca había visto a nadie correrse de esa manera.
– Es que nunca me había corrido de esta manera. -le dije-
Me entraron unas ganas tremendas de abrazarla y besarla, pero por alguna extraña razón no lo hice.
Se levanto, y se abrazó los hombros diciendo:
-No tienes un poco de frío, vamos a casa anda, que celebraremos que seguro que has terminado ese proyecto que te tenía encerrado.

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Se agachó a recoger le tanguita sin doblar las rodillas, haciendo gala de una elasticidad increíble. Me cogió de la mano, y empezamos a andar por la arena hacia la casa.
-Con un poco de suerte han llegado mis amigas y veras un espectáculo increíble. -Me susurró mientras me besaba en el cuello-
Y tan increíble que fue, pero os lo contaré en un próximo relato.
Un saludo para todos los lectores de Clima.

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