Relato erótico
A cuatro patas
Tiene un bar en la costa y cada verano necesita contratar a personal para que le ayude. Aquel año, se presento una chica que era un bellezón, pero algo tímida. Cuando cerraban el bar, hablaban y poco a poco fue tejiendo una sutil “tela de araña” en la que cayó de cuatro patas, nunca mejor dicho.
Jordi – Playa de Aro
Hola Charo, me gustaría contarte una aventura que me ocurrió hace ya dos veranos, pero antes me presentaré.
Soy Jordi, 35 años, normal en mi aspecto físico, con una polla normal, de 16-18 cm, de mentalidad muy abierta, morboso e imaginativo. Poseo un bar que en verano amplío con una terraza por lo cual debo contratar personal extra y este año apareció Bea, 1,58 aproximadamente, buena figura, tetas pequeñas, culo salido y mucho descaro en sus 24 años.
Cuando vino vestía con pantalones de cintura baja y tanga que enseñaba. Empezó a trabajar y como es normal cuando terminábamos y mientras recogíamos, hablábamos de todo y de nada, ella siempre con un refresco en la mano y así me enteré de su vida.
Como yo no quería líos y mi esposa venía al bar muy a menudo, las semana pasaron sin otro problema que el dolor de huevos con el que acaba después de ver todo el día su culo y su tanga, hasta que el destino quiso que mi esposa tuviera que ausentarse un par de días a casa de su hermana, en el pueblo.
Esa noche, cuando terminamos de recoger, nos pusimos a hablar pero en vez de un refresco, ella me pidió un cubata. Yo aún no había pensado en nada pero si quería hacer algo, esa era la noche o nunca. Y la verdad es que, desde que me había contado que al follar con su ex novio se calentaba tanto que le pedía que se la clavara por el culo y él se negaba, me obsesioné con no permitir que se perdiera ese placer y disfrutar de un culo que se veía carnoso y muy deseable.
– Estás muy bien – le dije de pronto
– ¡Que dices! – Exclamó – Mírame las caderas. Son enormes y mira mi culo, es demasiado grande.
Como seguía con los cubatas, que se cargaba bien, me decidí diciéndole:
– Mira, Bea, te repito que estás muy bien, debes convencerte de ello, si quieres cojo la cámara digital y te hago algunas fotos desnuda para que veas el precioso cuerpo que tienes.
Me miró, se lo pensó y me dijo:
– Vale, pero, ¿cuando?.
– ¿Ahora te parece bien? – le dije sirviéndole otro cubata.
De repente me echó los brazos al cuello, me besó en la boca y mimosa me dijo:
– Perdona, quería saber como besabas.
Entonces, separándose de mí, empezó a posar quitándose la camiseta que llevaba y moviéndose. Yo me encargaba de que un cubata bien cargado estuviera siempre cerca de ella y con esta excusa me acerqué y le quité el sujetador apareciendo sus tetas, pequeñas pero preciosas que no necesitaban sujeción, Se las sopesé un poco, tanteando el terreno pues de momento solo había accedido a hacerse unas fotos.
– Bea, tienes unos pechos preciosos – le dije.
– Pero mira que caderas y que culo tengo – me contestó.
– Pues con el pantalón no puedo opinar – dije arriesgando – quítatelo y ya verás en las fotos como estás de equivocada.
Rápidamente se lo quitó y le hice más fotos. Bea se movía para excitarme y lo conseguía pues yo tenía la polla que no me cabía en el pantalón. Verla moverse contoneándose, solo vestida con el tanga, era de infarto y cuando se le mojó el cuerpo de sudor, pegándosele el tanga, casi me lanzo encima de ella. Pero su juego era hacerse la calienta pollas, me provocaba semidesnuda, se frotaba contra mi pero, sin que yo dijera nada, me decía que no quería sexo conmigo. La jodimos, pensé, aunque yo quería poseerla y tenía que lograrlo.
– Bea – le dije al fin – quítate el tanga para que se te vea bien.
Al principio no quería pero al final la convencí quedándose complemente desnuda. Yo seguía con las fotos pero aprovechaba para tocarla con el pretexto de colocarla bien. Entonces encendí un cigarrillo y le dije:
– Siéntate con las piernas bien abiertas que vamos a hacer una foto original.
Cogí el cigarrillo y se lo puse entre los labios vaginales aunque tardé para hacerlo mucho más de lo necesario para aprovechar sobando su coño y calentarla, e incluso logré acariciarle el clítoris. Le hice la foto y para quitarle el cigarrillo volví a sobar su clítoris notando que ella ya estaba muy caliente pues gemía suavemente.
– Bea – le dije entonces pensando que ya era la hora – si quieres vamos a mi casa y las vemos en el ordenador.
– ¿Se pueden ver ahora Jordi, de verdad se pueden ver en el ordenador? – me dijo poniendo cara de alegría.
– Sí, Bea, aquí en la cámara no se ven bien, no se aprecia el bonito cuerpo que tienes.
– Vale, pero nada de sexo, ¿de acuerdo? – insistió.
– De acuerdo – le dije mientras se vestía.
Como vivo a cinco minutos, fuimos a casa andando, hablando animadamente.
En esto llegamos al piso y así, desnuda, entró en mi casa y allí le dije:
– Bea, si quieres que se te vea mejor, voy a depilarte el coño.
– ¿Seguro? – me dijo mirándome sorprendida, pero añadiendo – Bueno, si tú lo quieres, vale, pero solo si tú también te desnudas.
– Como quieras – respondí quitándome en el acto toda la ropa.
En el baño, la senté en la taza, le abrí las piernas del todo, con los dedos le enjaboné bien todo el monte de Venus y luego, con una maquinilla, rasuré todo su coño, dejándolo limpito de pelo. Después cogí leche corporal y le dije:
– Te pongo crema para que no te escueza y quede suavecito.
Bea ya tenía la respiración muy alterada y no respondió así que me arrodillé, puse sus piernas en mis hombros y empecé a acariciar todo su coño, en especial su clítoris y como toda la zona resbalaba, mis dedos entraron en su raja y como ella tampoco dijo nada, empecé a masturbarla. Cuando se iba a correr, paraba y le aplicaba crema en el resto del coño para volverla a masturbar y también, usando la crema, quise dilatar su ano y en cuanto se lo acaricié empezando a meterle el dedo gordo, ella dio un respingo y se amasó las tetas.
– ¡Jordi, o me dejas correr o me follas ya! – exclamó de pronto.
Era lo que yo esperaba y con mi polla como nunca me la había visto, me incorporé y le dije:
– A tus órdenes, putita.
Sin más se la metí de un solo empujón notando como su coño era un volcán de lo caliente y de la cantidad de “lava” que contenía. Por su calentura bastaron cuatro empujones para que se desmadejara gritando que se corría y yo aproveché entonces para meterle dos dedos en el agujero del culo, volviéndose a estremecer y alargándose así su orgasmo.
Cuando salí de ese volcán para no correrme, abrió los ojos y me dijo:
– Gracias y ¿cómo sabías que tengo el culo tan sensible?
– Porque cuando hablábamos y me comentabas que follando con tu novio le pedías que te la clavara por el culo y él se negaba, me lo imaginé y me dije que si podía te daría ese placer.
– Pues si lo quieres es tuyo – me dijo entonces – pero con cuidado pues aunque no soy virgen, siempre me ha dolido.
Cuando la conducía a mi dormitorio ella me dijo:
– Deja comerme esa polla.
– No Bea, porque me correría nada más empezar, déjame hacer – le
Contesté.
La tumbé boca arriba y empecé a besarla, bajando por sus pechos y tripa, deteniéndome en su ombligo para amorrarme luego a su coño con ansia. Me lo comí con hambre, chupé, lamí y mordisqueé su clítoris volviéndola a calentar hasta el borde del orgasmo mientras de su boca salían lindezas de perra en celo.
– ¡Cabrón, me matas! – exclamaba- ¡Fóllame… haz lo que quieras conmigo pero para ya de martirizarme!
Mientras tanto yo, con mi mano y la leche corporal, iba dilatando su ano hasta que pude meter tres dedos sin dificultad y entonces me incorporé y le dije:
– ¡Ahora, te voy a romper el culo!
Cogí la leche, eché en su ano y me puse casi medio bote en la polla, pues quería que lo disfrutara y no le doliera. Entonces presioné y le entró el glande, ella gimió y la besé mientras me decía:
– ¡Sí, Jordi, soy tu zorra, hazme lo que quieras pero no pares!
Entonces dijo:
– ¡Ahora sí me la voy a comer!
Uniendo palabra a la acción se la tragó entera empezando una mamada de infarto, lamiendo el talle, chupeteando mis huevos y jugando con ellos. Comprenderéis que yo estaba en el séptimo cielo y mi polla a reventar, pero no quería correrme así que la levanté, la puse frente a mí y fui bajándola poco a poco sobre mi polla, que ella enfiló a su coño hasta que mis huevos hicieron tope con su culo. La besé y Bea empezó a subir y bajar mientras mis manos y mi boca acariciaban sus lindos pechos, que besé y lamí, mordisqueando sus pezones. Luego bajé una mano entre nuestros cuerpos y acaricié su clítoris.
– ¡Jordi, siií…! -exclamó de pronto – ¡Me corro… sí… oooh…!.
– Toma Bea, ¿no querías mi leche dentro?, pues tómala – le dije.
Me incorporé, me cogí la polla poniéndola en su culo y mientras la masturbaba la volví a encular. Entraba y salía hasta que me volví a correr. Bea estaba rota pues se había corrido con mi paja. Nos besamos, nos vestimos y salimos a la calle ya en plena mañana. La llevé a su casa en coche y antes de bajarse me dijo:
– Ahora déjame disfrutar otra vez de tu polla.
Me la sacó del pantalón, se agachó esquivando el volante y se la comió entera haciéndola crecer entre sus labios, aunque le costó trabajo. Así me llevó al orgasmo y aunque la avisé, pues muchas mujeres no les gusta tragar semen, Bea me miró y siguió mamando sin apartarla vista y así me dejé ir. Bea tragó, limpió mi polla, se relamió y mi dio un beso con un ligero sabor a semen que no me desagradó.
Tuvimos muchos encuentros “accidentales” hasta que se acabo el verano. Nos despedimos y no la he vuelto a ver, aunque muy a menudo me hago unas pajas muy guarras pensando en ella.
A lo mejor tengo suerte y el próximo verano vuelve a mi bar para “ayudarme” y para algo más.
Un beso para todos.