Relato erótico
Corriendo por el parque
Son una pareja ideal, o al menos es lo que él pensaba hasta aquel día. Fueron a correr por el parque, y en uno de los bancos en el que se solían sentar, había un hombre haciéndose una paja. Su mujer se lo quedó mirando y siguieron corriendo. Pero aquello, no acabaría allí.
Ramón – Las Palmas
Hola, me llamo Ramón, tengo 39 años y mi mujer Mónica, tiene 32. Es una mujer muy guapa, con unas tetas divinas y un culo que es para volverse loco. Vigila su dieta y le gusta salir a correr cada día por un parque que tenemos cerca de casa.
A mí no me gusta hacer deporte, pero insistió tanto que cada día salía con ella. Como yo no aguanto tanto, solíamos sentarnos en un banco que había en el parque. Aquel día, estaba ocupado.
-¡Vaya! Nos han quitado el banco. Bueno no te preocupes, puedo aguantar hasta el siguiente banco para descansar, voy bien.
-¿Seguro que vas bien? Podemos parar si quieres.
-No, no te preocupes.
Continuamos avanzando hacia el ciclista “usurpa bancos” y nos dimos cuenta de algo raro. El muy cabrón se estaba haciendo una paja. Tenía las piernas separadas y subía y bajaba la mano derecha, masturbándose lentamente, como disfrutándolo, sin prisas. Nos miraba sin pudor. Cuando pasamos a su lado se comió a mi mujer con los ojos. Miraba su coleta que recogía su bonita melena, sus piernas enfundadas en sus mallas negras ajustadas de lycra y sus pechos marcados en la camiseta elástica de color rosa que llevaba. Pude ver que estaba muy bien dotado y Mónica también. Mi mujer no se cortó un pelo y le echó también un buen vistazo. Hasta se dio la vuelta para mirar cuando le sobrepasamos.
Seguimos corriendo hasta llegar al siguiente banco y nos sentamos. Yo estaba agotado pero no me impidió amonestar a mi mujer:
-Joder Mónica, ¿te podías cortar un poco no?
-Pero ¿qué quieres que haga? ¡Es la primera vez que veo eso! Un tío haciéndose una paja en un banco…
Aquella tarde se quedó marcada de una u otra forma en la mente de mi mujer. Empezó a salir sola a correr algunos días. Ya no me esperaba a que llegase del trabajo. Yo intentaba llegar antes para acompañarla, pero me era imposible.
Habían pasado dos semanas desde nuestro encuentro con el ciclista y yo lo daba por olvidado. Una tarde en el trabajo me dieron una grata sorpresa, se había cancelado la reunión de las 7 de la tarde. Si me daba prisa podría alcanzarla y salir con ella a hace footing. Llegué a casa pero ya se había ido. Me puse la ropa de deporte y salí a correr por el sendero que tanto nos gustaba.
La vi a lo lejos, me llevaba bastante ventaja, así que aceleré el paso para darle alcance, pero me paré en seco. El ciclista salido estaba allí, y Mónica se había parado a hablar con él. Pero qué coño hace (pensé). Me fui acercando lentamente pegado a los arbustos. El estaba sentado como siempre, pero no tenía la polla fuera. Sin embargo parecía que estaba empalmado y mientras hablaba con mi mujer se frotaba lentamente el bulto bajo el maillot ajustado. Mónica se reclinó hacia él y se dieron dos besos. El muy cabrón se debía de haber presentado para hablar con mi mujer y ella se reía mientras hablaban y vi como se dieron otros dos besos y siguió su camino. El ciclista permaneció mirándole el culo mientras se tocaba el bulto. Vi como Mónica se dio la vuelta y le dijo adiós con la manita y una amplia sonrisa. Será puta (pensé).
Ante aquello me di la vuelta y volví a casa. Estaba enfadado. Mi mujer no tenía por qué hablar con ese cerdo y mucho menos tontear. Me cambié y fui preparando la cena. Mónica llegó a la hora y me dio un beso, se duchó mientras yo ponía la mesa. Nos sentamos a cenar y yo intenté sacar información:
-Y qué tal hoy, ¿has corrido mucho?
-Sí. Como no venías (no te enfades cariño) he hecho 5 kilómetros más.
-Y ¿Estaba tan solitario como siempre nuestro sendero privado?
-Sí, la verdad es que no me he cruzado más que con una pareja que hacía footing también Me había mentido. ¿Por qué?
Aquella noche mientras cenábamos me contó que había estado con una amiga de compras por la mañana y por la tarde había ido al gimnasio. Yo me encontraba más tranquilo hasta que me preguntó:
-Cariño, ¿mañana vas a venir pronto? Lo digo porque últimamente tienes reuniones hasta las mil y me gustaría salir mañana por la tarde a hacer footing.
No sé si fue su tono de voz o lo rápido que dijo aquellas palabras, pero me hicieron sospechar. Tardé unos segundos en contestar, estaba pensando, y muy rápido…..
-Mañana va a ser difícil, tengo reunión a las 8 de la tarde. Vienen los directores de una empresa alemana. Llegaré tarde, no me hagas la cena.
Lo que ella ignoraba es que no existía tal reunión. Decidí seguirla al día siguiente. O aún mejor, adelantarme hasta el banco del ciclista y esperar escondido en los arbustos a que llegase.
Así lo hice. Llegué antes de lo que esperaba y me escondí en unos arbustos que estaban justo delante del banco donde se solía sentar aquel cerdo. Allí, agazapado, esperé unos 20 minutos, pensando que era una tontería lo que estaba haciendo. De hecho, estuve a punto de levantarme e irme a casa cuando apareció el ciclista y dejó la bicicleta apoyada al lado del banco. Se sentó como siempre, con las piernas separadas y no se quitó el casco. Llevaba la misma ropa deportiva que el día que le vio.
Seguro que estaba esperando a mi mujer. Me fijé en el abultado paquete bajo el maillot. Se veía perfectamente como la tenía hacia el lado izquierdo. Hubiese dicho que estaba empalmado por el bulto que tenía.
A los diez minutos vi a lo lejos aparecer a Mónica. Venía con sus mallas negras ajustadas y una camiseta de lycra de color morado. Su coleta se movía a cada saltito que daba. El ciclista también la vio y empezó a sobarse el paquete por encima.
A su altura Mónica se paró. Se pusieron a hablar y mientras, el muy cabrón se frotaba el paquete. Lo iba recorriendo lentamente desde la base hasta la punta. Ya no cabía duda, estaba empalmado, y bien empalmado. Mónica miraba aquel bulto de soslayo, nerviosa.
En ese momento se sacó la polla y la mantuvo firme con la mano derecha. Mónica la miró y se quedó boquiabierta con cara de sorpresa. Empezó a pajearse delante de ella sin ningún reparo. Yo pensé que mi mujer se levantaría y saldría corriendo de allí inmediatamente, pero la muy guarra se quedó observando cómo se masturbaba, como bajaba la piel y la volvía a subir ocultando aquel capullo gordo y redondo y la volvía a bajar dejándolo totalmente al descubierto, brillante y morado.
-¿Te gusta?
-Sí…. Es muy grande… Joder.
-¿La quieres tocar? Venga tonta, tócala, si por aquí no pasa nadie, no te van a ver.
Sin hacerse de rogar, agarró la polla y la empezó a pajear lentamente, disfrutando de su tacto. Vi que su mano no abarcaba el grosor de aquel pollón. El ciclista la cogió por el hombre y la recostó sobre su pecho, pegándola a su cuerpo.
-Mmmmmmmm que bien hueles. Así, sigue pajeándome. ¿Sabes lo que eres? -le dijo- Eres una mujer mal follada y se nota que no te dan lo que necesitas.
Mónica asintió mientras seguía masturbando el pollón de aquel cabrón. Estaba hipnotizada con el grosor y la dureza de aquella polla mientras permanecía recostada en el pecho de aquel cerdo.
-Dame un beso anda, no te hagas de rogar.
La cogió de la coleta y la empezó a morrear como un guarro, con la lengua fuera chupándola parte de la cara, nariz y barbilla. La soltó y Mónica recuperó el aliento. El muy cabrón la estaba tratando como a una guarra y no sabía por qué no me molestaba. De hecho, empecé a sentir una fuerte excitación al presenciar aquella escena.
-Qué dura se te pone…
-Así, no pares, no pares…
En ese momento y sin previo aviso aquel pollón empezó a soltar chorros de leche. Empezó a salpicar la barriga del ciclista y algunos chorros llegaron a la cara y al pelo de mi mujer, que no paraba de pajearla.
Cuando la leche dejó de brotar, Mónica se apartó de él y le dijo:
-Madre mía, cómo lo has puesto todo. Mírame….
El ciclista sacó un paquete de clínex de su mochila y Mónica fue limpiando toda la leche que había empapado la tripa y parte del pecho del ciclista. Pude contar hasta tres clínex y luego fue a limpiarse ella la cara y el pelo, pero el muy cabrón la detuvo en seco y le dijo:
-Te espero mañana, has nacido para comerme la polla. No faltes a la cita.
Mónica se levantó y echó a correr con la cara llena de leche de aquel cerdo. No entendía como se había dejado hacer eso. Yo nunca le había tratado así. Éramos tan felices. Y, ¿por qué estaba totalmente empalmado? Estaba tan excitado por haber presenciado aquello.
Volví a casa y empecé a preparar la cena. A la media hora llegó mi mujer. Entró y se fue directamente al baño sin decir nada. Yo la seguí y le pregunté.
-¿Estás bien, pasa algo Mónica?
Desde el otro lado de la puerta contestó:
-No, estoy bien, es que me apetece mucho ducharme. Vengo sofocada.
Cerró la puerta pero no echó el pestillo. Fui a la cocina y me noté muy excitado. Mi polla empezaba a ponerse dura otra vez y sentí la necesidad de masturbarme. Sin hacer ruido volví al baño. La puerta estaba cerrada. Oía el ruido del agua de la ducha correr. Abrí lentamente la puerta hasta dejar la ranura suficiente para poder contemplar el esbelto cuerpo de mi mujer detrás de la mampara, bajo el agua. Saqué la polla y empecé a masturbarme recordando las guarradas que el cabrón del ciclista le había hecho una hora antes. Se apretaba los pechos enjabonándolos, y se rozaba el coño con la espuma. Empezó a masturbarse lentamente bajo el agua. Probablemente venía bien cachonda de la experiencia que había tenido. Se acariciaba el clítoris con una mano mientras con la otra se pellizcaba los pezones. No podía creerlo. Era más caliente de lo que jamás hubiese imaginado. Empezó a meterse los dedos en el coño. Su otra mano pasó de sus pezones al coño, y empezó a frotarlo con fuerza. Me di cuenta que estaba diciendo algo, hablaba, decía una frase constantemente, pero no alcanzaba a entender lo que decía. Abrí un poco más la puerta arriesgándome a que me pillase, pero estaba tan excitado que ya me daba igual. De pronto, tuvo un orgasmo bestial.
En ese momento empecé a correrme como nunca. Notaba que los huevos me iban a explotar. Me corrí en la mano aunque algunas gotas cayeron al suelo. Cerré despacio la puerta y fui a lavarme.
Al rato salió del baño. Yo ya había preparado la cena y puesto la mesa. Cenamos tranquilamente y nos fuimos a la cama. Esa noche dormimos abrazados. El uno contra el otro, fuertemente abrazados. La quiero tanto (pensé)…
Pensaba seguirla otra vez y ver qué pasaba. Me ponía cachondo solo en imaginarme la escena.
Ya os contaré como ha ido todo.
Besos para todos.