Relato erótico
Cambio de vida
Había encontrado un buen trabajo en otra ciudad. Se daba pena dejar a su familia y a sus amigos, pero en allí vivía un chico que había conocido en un chat y aquello, también era un incentivo para efectuar aquel cambio.
Macarena – Barcelona
Cuando me llamaron de la empresa de Marketing para empezar a trabajar, después de haber mandado mi currículum y haberme hecho una entrevista a través del Skype, no podía creer mi suerte. Tenía que cambiarme de ciudad, dejar a mi familia y amigos detrás y eso me daba mucho miedo, pero lo necesitaba, necesitaba un cambio de aires urgentemente. Así que sin pensarlo dije que sí, que me iba 6 meses a Barcelona a trabajar, sin saber que ese viaje cambiaría mi vida para siempre.
Llegué el viernes anterior a mi primer día de trabajo a una ciudad totalmente desconocida para mí, puesto que había ido con 13 años (es decir, hace 15 años) y de la que recordaba más bien poco. Me instalé en un pisito que había visto por internet y que me había gustado mucho, y la verdad es que no me decepcionó. Nada más llegar salí a la terraza y respiré profundamente mirando mi nueva ciudad por 6 meses o quién sabe si más tiempo. ”Bueno Macarena, bienvenida a tu nueva vida” pensé para mí mientras entraba de nuevo y me dirigía a deshacer mis maletas, algo que odiaba pero no me quedaba otra.
Cuando terminé me pegué una ducha rápida y salí a comprar algo de comida para ese fin de semana que tenía por delante mientras decidía si llamaba a David o todavía era muy pronto. David es un chico catalán al que había conocido meses antes a través de un chat una noche que entré aburrida. Desde ese día hemos conectado muchísimo, hablando todos los días ya sea por internet o por teléfono y al que estaba deseando conocer en persona. No voy a negar que uno de mis princípiales alicientes para irme fuera era él. Sin darme cuenta me había enamorado completamente.
Fui a un supermercado que estaba debajo de mi casa e hice una compra para varios días y nada más entrar en mi casa algo cargada el móvil sonó con la música de Alejandro Sanz que tenía sólo para su número.
– Hola, esperaba pasar parte de la noche con una andaluza muy guapa que llegó hace pocas horas… ¿Te apetece que te pase a buscar y vamos a cenar y tomar algo o estás muy cansada?
– ¿Cansada? Para nada (y aunque lo estuviera, mis ganas de verlo en persona podían más que cualquier otra cosa). Me encantaría ir a cenar con usted caballero, ¿te parece bien a las 9? – mi sonrisa era aún más grande, mientras entraba a mi habitación para empezar a decidir qué ponerme.
– Me parece perfecto, dime la dirección y ahí estaré puntual. Estoy deseando verte Macarena. – me susurró con una voz cálida y sensual.
– Yo también estoy deseándolo David. – le digo usando el mismo tono mientras le doy mi dirección.
Nos despedimos y empiezo a prepararme. Cojo un vestido verde ajustadito y algo escotado por delante, con una apertura hasta la parte baja de mi espada y unos zapatos negros de tacón. De ropa interior llevo una braguita de encaje negro. Dejo mi pelo suelto, cayendo por mi espalda con ondas, y me maquillo resaltando mis ojos. A las 9 menos diez suena el timbre y le abro para que suba mientras termino de prepararme. Oigo el sonido del ascensor mientras para en mi piso y se abren las puertas. Ahí estaba él. Alto, moreno, algo canosillo y ojos color azules, vestido con unos pantalones de color negro y una camisa blanca pegada a su torso.
– Hola Macarena -me dice mientras se acerca a mi puerta con una sonrisa cautivadora y mirándome de arriba abajo sin disimulo. – Por fin nos vemos en persona ¿eh? -Me coge por la cintura y me acerca él para darme dos besos. El roce de su piel con la mía me produce un escalofrío aún mayor que antes. Me acaricia la espalda con sus dedos mientras me mira sonriendo. -Tranquila mujer, no te voy a comer. Por cierto, estás mucho más guapa de lo que me esperaba.
– Hola David -le digo apoyando mi mano en su hombro para saludarle mejor mientras pienso que ojalá me comiera entera. – Sí por fin nos vemos después de tanto tiempo. Entra que en seguida estoy. – Me separo como puedo de él y lo dejo pasar a mi casa.
Entra y mientras estoy arreglándome se pone a mirar la casa. – Vaya casita te has conseguido – me dice mientras se acerca a mi habitación y se queda apoyado en el marco de la puerta con la mirada puesta en mí.
Me mira fijamente poniéndome algo nerviosa, aunque intento disimularlo. Con un suave desliz me vuelve a coger por la cintura atrayéndome a él, dejándonos a pocos centímetros de distancia -Me vuelves loco Macarena, o te beso, o reviento ahora mismo… -dice mientras me coge la barbilla con dos dedos y me acerca a sus labios. Me besa con suavidad, separando mis labios con la punta de su lengua, dibujándolos con ella y recorriendo cada rincón de mi boca.
Subo mi mano a su nuca y lo atraigo más a mi boca, besándole con la misma suavidad y delicadeza, disfrutando de ese momento. No podía creerme que por fin lo estuviera besando, probando esos labios carnosos y sabrosos. Nos separamos con una sonrisa, mirándonos a los ojos.
– ¿Te apetece algo de pasta? Conozco uno por el paseo marítimo perfecto – recorre mi mejilla con sus dedos mientras me habla sin separar sus ojos de los míos. – Me quedaría aquí contigo, pero quiero que nuestra primera cita sea especial, ya tendremos tiempo de pasar aquí toda la noche.
Cogí mi bolso y salimos a la calle. Vivo cerca del paseo marítimo así que fuimos caminando, con su brazo en mis hombros mientras una de mis manos se entrelaza con esa mano y mi otro brazo le rodea su cintura, sin hablar apenas. Llegamos a un restaurante acogedor, con pocas mesas repartidas en sitios separados entre sí, ideales para citas sin ser molestados con los típicos ruidos de los restaurantes de moda.
Nos sentamos en una de las mesas más apartadas y pedimos vino tinto para empezar.
Nos sirvieron la comida, mientras hablábamos de todo un poco, aunque después de tantos meses ya parecía que nos conocíamos de toda la vida. Al terminar de cenar pedimos una tarta de tres chocolates para compartir y café.
Nos levantamos para irnos. Al coger mi abrigo se acercó a mí y me ayudó, abrochando cada botón y atándome el cinturón, rozando sus dedos por mi cuerpo. Con un tirón del cinturón volvió a atraerme a él y me rozó los labios con los suyos con mucha suavidad, como si fuera una caricia mientras con sus manos me sacaba el pelo de dentro del abrigo.
-Estás preciosa Macarena. -me susurró separándose de mis labios y acariciándome el pelo- -Vamos a una terracita que está por aquí cerca – me dijo cogiéndome por la cintura y saliendo hacia la calle – Y no te preocupes que la noche no ha hecho más que empezar – me dijo al oído pasando sus labios por mi oreja produciéndome un escalofrío aún mayor.
Pedí las copas intentando disimular mi incipiente excitación y al girarme para darle la suya me apretó contra él, empezando a besarme con pasión, notando cómo algo crecía pegado a mi barriga. No podíamos dejar de besarnos, cada vez con más ganas mientras mis manos se entrelazaban en su nuca y las suyas en mis caderas pegándome bien a él. Nos separamos jadeantes, algo azorados por ese arrebato en medio de la discoteca.
– Perdona Macarena, pero no puedo estar cerca de ti sin besarte o tocarte… – me dijo pegando su frente a la mía sin despegar mi cuerpo del suyo mientras sus manos me recorrían los costados. -Vamos a unos de los sillones.
Nos sentamos en unos al fondo de la discoteca, él con el brazo por encima de mí y yo pegando mi espalda en el hueco que dejaba. Su mano recorría mi hombro desnudo mientras la mía se posaba en su muslo y lo acariciaba con suavidad de arriba abajo. Me apartó el pelo hacia un lado y bajó sus labios a mi cuello recorriéndolo despacito hasta el hombro y volviendo a subir hasta mi oreja donde pegó un pequeño mordisquito al lóbulo.
La intensidad del beso subió mientras sus dedos se metían por mi escote y jugaban con un pezón, acariciándolo y pellizcándolo, provocándome más gemiditos en su boca y electrizándome todo el cuerpo. Bajó su boca por mi cuello con disimulo mientras separaba la tela del pezón y subiéndome un poco el pecho empezó a lamerlo con intensidad, pegándole mordisquitos mientras su otra mano recorría mi muslo en busca de mi entrepierna. Separé mis piernas con disimulo y el subió hasta la costura de mis braguitas empapadas. Acaricio mis labios por encima de la tela, sonriendo al comprobar la humedad y subió hasta mi oreja mientras empezaba a acariciarme el clítoris por encima.
-Qué mojadita está mi andaluza favorita -me susurra martirizándome por encima de la braguita – ¿Sabes qué voy a hacerle a este coñito aquí en medio de la discoteca?
– No… no lo sé – le dije entrecortadamente, gimiendo cada vez más.
-Voy a follármelo con mis deditos. Voy a meterlos y sacarlos hasta volverte loca de placer, hasta que te corras aguantando las ganas de gritar, porque si gritas te quedarás con ganas de mi lengua y mi polla follándote en él después hasta que te corras de mil maneras distintas. -me susurró separando mis braguitas y pellizcándome el clítoris con fuerza mientras arqueaba mi cuerpo de placer – y no querrás que eso pase ¿verdad? porque mi lengua y mi polla piden a gritos tu coño delicioso con el que sueño tantas veces después de nuestras conversaciones.
Al oírlo me derramé un poco, sin llegar a correrme mientras él separaba mis labios con dos dedos e introducía uno muy despacito mojándolo nada mas rozarme. Empezó a besarme con rabia mientras metía y sacaba su dedo cada vez más y más rápido y su pulgar rompiéndome el clítoris a caricias. Gemía en su boca, mi mano buscaba su cremallera y la bajaba para poder liberar su polla, quería sentirla en mi mano.
Metí la mano por dentro y la noté grande, gordita y más que preparada para ser pajeada hasta la saciedad. Empecé a hacerlo mientras él me metía otro dedo hasta el fondo, mi mano lo pajeaba con la misma rabia que sus dos dedos me follaban. Nuestras bocas tapaban nuestros gemidos, que eran cada vez más altos. Aumenté el ritmo de la mano mientras él metía otro dedo y me follaba salvajemente con ellos. No podíamos parar de masturbarnos, entre gemidos y jadeos. Era el deseo contenido durante meses y sobre todo desde que nos vimos. Nos daba igual que estuviéramos con más gente que si se acercaban a nosotros nos pillarían, sólo queríamos desahogarnos algo antes de irnos a su casa o a la mía. Sus dedos entraban y salían de mí cada vez más y más mojados, con más rapidez cada vez y más brutalidad. Mi mano tampoco se quedaba atrás con la masturbación salvaje.
– David, me voy a correr… – le digo entre jadeos y arqueos de espalda, notando cómo el orgasmo más bestial de mi vida me llegaba desde la punta de los pies. Al oírme aumentó el ritmo de sus dedos clavándomelos hasta el fondo y dejándolos vibrar dentro de mí, mientras que mordiéndole sus labios y agarrándole la polla con fuerza me corrí con un gemido animal que sólo pudo oír él. Mis fluidos salían como chorros de mí, llenando sus dedos y el sillón.
Nada más terminar de correrme y aún jadeando, volví a su polla mientras sus dedos seguían encharcados en mi coño moviéndose con suavidad mientras mi mano se volvía loca de arriba abajo cada vez más y más rápido, viendo cómo se retorcía de placer en el sillón y contraía la cara de gusto.
-Córrete David… lléname la manita con tu lechita calentita… – le susurraba mientras sacaba sus dedos de mí y los llevaba a mi boca para chuparlos como si fueran su polla mirándolo mientras cerraba los ojos gimiendo con fuerza y corriéndose como nunca había visto a nadie hasta ahora. Sus chorros salieron disparados en todas direcciones, manchando mi mano, el sillón y hasta el suelo.
Poco a poco dejé de pajearle mientras él abría los ojos y me atraía hacia su boca para besarme jadeando.
– Macarena, eres increíble… Vamos a casa por favor… Quiero probar esa lengua y ese coño en mi polla y no aguanto más… – me susurra mientras aparto mi mano y con una sonrisa pícara lamía todo el semen que había caído en ella
– Oh Macarena, tendrás más de eso cuando te folle la boca, no lo dudes.
Nos levantamos dejando las bebidas intactas, cogimos mi abrigo y fuimos a mi casa en busca de más sexo salvaje.
Fue la primera de muchas citas calientes.
Un beso para todos los lectores.