Relato erótico

Hay que compartir

Charo
21 de enero del 2020

Era feliz, su joven mujer le había devuelto una fuerza y un vigor que ya tenía olvidado. Follaban y fantaseaban, hasta que aquel día decidieron poner en marcha una de sus fantasías.

Santiago – Marbella
El verano entraba en su recta final y el termómetro colocado en el jardín marcaba los 35 grados otro día más. Un calor casi asfixiante en la horas puntas del día y que Santiago aprovechaba para prolongar sus baños en la piscina aprovechando que el verano se resistía a dejarles.
-¡Cielo! –Dijo su mujer- hay un señor preguntando por ti.
De inmediato, Santiago salió de la piscina chorreando agua. Se acercó a Bárbara, su mujer, y le dio un seco cachete en sus tiernas y tersas nalgas produciendo una mueca de complicidad en los carnosos labios femeninos.
-Ahora nos vemos, ve preparando algo de beber.
Bárbara era su sueño hecho realidad. Tenía 25 años y era una hermosa hembra de origen latino que expresaba sensualidad por todas las células de su escultural figura. Antes de la llegada de Bárbara, se estaba convirtiendo en un aburrido cuarentón divorciado, de buena posición y algo vicioso en el mundo de la pornografía en internet.
Ahora todo era diferente con Bárbara era feliz, incluso habían fantaseado con experimentar… y por eso se encontraba aquella tarde Enrique en casa.
-Pasa Enrique, pasa al jardín.
Bárbara saludo con un caluroso abrazo y dos suaves besos al invitado y este no pudo evitar seguirla con la mirada cuando la joven se disculpo para ir a buscar las bebidas.
El compañero de Santiago era un hombre casado y según sus propias palabras, su matrimonio ya no le aportaba nada, sobre todo en el sexo aunque era un hombre bastante atractivo y tal vez por eso, Santiago le había elegido y le había invitado a su casa con la excusa de enseñarle unos informes relacionados con el trabajo.
Los dos compañeros se acomodaron en una mesa de jardín cerca de la piscina, mientras Bárbara dejaba unas cervezas frías al lado. Santiago observaba con disimulada excitación, como su amigo seguía con la vista a su mujer, que tan solo llevaba puesta una fina bata semitransparente que dejaba entrever un minúsculo bikini.
Tras unos minutos observado el informe en el portátil, Santiago invito a su compañero a darse un baño en la piscina.
-Pero no me traje bañador –expreso un tanto sorprendido.
-Puedes ponerte uno de mi marido –sugirió Bárbara que no dejaba de revolotear alrededor de los dos hombre.
-O desnudo –bromeo un tanto nervioso el propio Enrique-. Bueno mejor en bóxer.
-No te atreves a hacerlo desnudo -le desafió Santiago.
-¿Que no me atrevo? –soltó su compañero sintiendo como sus mejillas se ruborizaban y como si retrocediese en el tiempo, dejando muy atrás sus 42 años actuales y volviendo a sentirse un joven a punto de cometer una diablura. La visión de la joven latina a escasos dos metros sonriéndole pícaramente con sus grandes y erguidos pechos marcándose tan claramente en su bata como los brillantes rayos del sol en el agua de la piscina, le dio alas. Miró a Santiago y dijo:
-Sí que me atrevo…, si no te importa a ti claro.
-Por supuesto que no, y a Bárbara tampoco, verdad cariño.
-Claro que no.
Enrique empezó a quitarse la ropa tímidamente y por fin quedó en bóxer, unos bóxer negros que se ajustaban a su bien conservado físico y que dejaba entrever una incipiente y notable erección. Enseguida Enrique se metió al agua.

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-¡Uaah que buena! –Gritó sumergiéndose por completo en la pequeña piscina-. ¿Por qué no os metéis?
-Acompáñale cariño.
Bárbara, se quito la blusa quedando tan solo en un minúsculo bikini rosa que se ajustaba exquisitamente a su piel morena.
Enseguida se metió y se acercó a Enrique que rápidamente empezó a jugar con ella.
-Aaaah jajaja, me vas ahogar –gimió sensualmente Bárbara cuando volvió a emerger abrazándose a Enrique que al sentir el cuerpo caliente y terso de la mujer tan pegado a él, no puedo evitar que su erección creciese casi al límite.
El abrazo de la joven se acentuó sobre el cuerpo de Enrique que no pudo evitar echar una mirada furtiva a su compañero.
– ¿No te metes cariño?
-No, divertiros vosotros –contesto Santiago al tiempo que se ponía en pie mirando a la pareja.
Bárbara intento ahogar a Enrique que se resistió, notando como se acentuaba la presión de los duros pechos pegados a su cuerpo, forcejeo y vio como el sujetador de la chica se desprendía dejando los hermosos y morenos senos desnudos ante su vista.
-Lo…, lo siento no quería, fue sin querer
-No pasa nada –la picara sonrisa de Bárbara se intensificó.
-Jajá –rio Santiago-. Vamos ahora la puedes agarrar mejor.
Bárbara se abrazo esta vez a Enrique de una forma más sensual.
-Joder –exclamo el hombre pasando sus manos por debajo de la tela-, joder -repitió al tiempo que notaba como su boca se juntaba a los ardientes labios de la chica, comenzando un beso en el que las lenguas comenzaron a jugar.
Las manos de Enrique abandonaron las duras nalgas y subieron por los costados mojados hasta alcanzar los pechos, donde se movieron intensamente, aplastándolos con suavidad, rozando los pezones duros y protuberantes, donde se atascaban los dedos.
-Vayamos fuera.
-Si –asintió la joven.
Los dos abandonaron el aguan ante la mirada de Santiago y pararon en el césped, enseguida Enrique volvió abrazar a la chica comenzando a comer nuevamente su boca, dirigiendo sus manos por cada rincón del cuerpo femenino hasta que sus dedos pararon indecisos en el borde de las bragas.
-Quítamelas –susurro Bárbara.
Sin esperar más, las manos del hombre bajaron las bragas dejando totalmente desnuda a la joven esposa, los dedos recorrieron el sexo totalmente limpio de pelos hasta que encontraron la húmeda apertura y uno de ellos comenzó a introducirse con suavidad.

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-Aah cielo –gimió la joven notando el dedo penetrar en su interior a la vez que se giraba en un lento movimiento quedando sus nalgas pegadas al ya duro paquete del hombre que aumento sus caricias en el humedecido sexo- aah, sii, sii, cielo…
Enrique sintió un escalofrío cuando noto como los finos, suaves y hábiles dedos de la joven se introdujeron dentro de su bóxer empapado, buscando su presa, palpando su dureza que ya comenzaba a doler, hasta que noto como la mano femenina rodeaba su polla y lo movía con delicadeza pero con extrema pasión, causándole una irresistible sensación de placer.
-¡Aaag joder! –jadeo. Una de sus manos presiono con fuerza, casi pellizcándolo, uno de los grandes pechos de la chica-. Quítame el bóxer…
-Si…
-Quiero que me lo quites y me comas la polla, estoy a reventar.
Bárbara se giro, mirando primero a su marido que ya tenía una mano dentro de su bañador, y después a Enrique, arrodillándose con increíble sensualidad y sumisión delante de él; sus manos asieron con suavidad el bóxer y tiraron hasta que el miembro quedo totalmente libre, erecto, el glande relucía mojado y rosado en la claridad del día, la joven paso suavemente sus labios por la punta hasta que gran parte del miembro quedó dentro de su boca, entre los gemidos placenteros del hombre. Enseguida los movimientos de sus labios rozando la piel rugosa y el de su lengua en el interior, se acompasaron, fue entonces cuando Santiago, ya totalmente desnudo se acerco a su mujer, acomodándose de rodillas completamente pegado a ella, rozando su miembro duro entre las nalgas femeninas y jugando con sus dedos en el sexo caliente y excitado, mientras las manos de Enrique, la cogían de la cabeza y comenzaba a dirigir el movimiento en la boca cada vez más fuerte y rápido.
Durante unos minutos permanecieron los tres en esa danza sexual envueltos en gemidos.
-¡Joder no aguanto más! –Exclamó de pronto Enrique-, estoy a punto.
-Espera –dijo serenamente Santiago, fóllatela.
Esta vez, fue su propio marido quien cogiéndola de las axilas la “obligo” a colocarse a gatas entre ellos dos, Enrique ansioso, se colocó detrás, en cuclillas y cogiendo su polla que palpitaba, lo paso lentamente entre los ardientes y sonrojados pliegues vaginales de Bárbara, soltando prácticamente de inmediato un alarido de placer, después, colocó el glande en la entrada de la húmeda cavidad y empujó vigorosamente notando como su miembro rozaba cada centímetro del interior de la joven.
Bárbara se estremeció y se arqueo al tiempo que la polla de su marido ahogaba sus gemidos cuando la introdujo en su boca, sacándolo y metiéndolo en lentos pero acompasados movimientos, observando a la vez como Enrique aumentaba el ritmo de sus embestidas sobre su esposa, agarrándola cada vez con más fuerza, primero de las nalgas y luego de las caderas.
Santiago saco su miembro de la boca de su mujer y dejando la punta a tos solo unos milímetros, comenzó a masturbarse.
-¡Fóllala vamos! ¡Dale fuerte! –animó a su amigo con una latente excitación.
Las palabras de su compañero y el placer inmenso que le proporcionaba la joven a la que penetraba cada vez mas extasiado, apuntillaron a Enrique, sus manos buscaron los pechos que se movían al tremendo ritmo de sus embestidas y los apretaron con tremenda fuerza.
-Ahhh ostiaaaas que gusto… –dijo-

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El hombre sintió su miembro temblar dentro de la exquisita cavidad de la chica produciéndole un tremendo placer. Notaba que estaba a punto de descargar, pero antes, pudo observar como Santiago comenzaba a eyacular, mientras gemía, sobre la cara de su esposa que también gemía lentamente mientras el tremendo chorro de semen empapaba cada centímetro de su bonita cara, como si de una mascarilla de maquillaje se tratase; casi al mismo tiempo, Enrique noto como las ardientes y tiernas carnes del interior de Bárbara donde se agitaba su polla, le apretaban. No pudo aguantar más.
El grito inundo el aire caluroso de las tarde. El hombre notó como chorros incontrolables salían de su interior a una presión que le causaba dolor vaciándose por completo entre incontrolables espasmos. Sus manos aflojaron la presión sobre los duros pechos hasta que soltaron a la joven.
Bárbara cayo al césped, jadeando y cubierta por una capa de brillante sudor y llena del reciente néctar de Enrique.
Santiago se levanto y tranquilamente se dirigió a beber una cerveza fría.
Enrique les miraba arrodillado, extasiado, con un rictus en su cara como si hubiese pasado la experiencia más maravillosa de toda su vida, intentando controlar y devolver a la normalidad las convulsiones que aun atenazaban su cuerpo, temiendo que lo que acababa de vivir fuese solo un maldito sueño.
Saludos para todos.

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