Relato erótico
El amante de mi mujer
Tenían ganas de montarse un trío y lo hicieron. Se iniciaron con un amigo de ambos y la cosa funcionó, es más, han repetido en muchas ocasiones. Hoy nos cuenta uno de esos encuentros.
Pedro – Logroño
Hace casi un año, que mi mujer y yo participamos en nuestro primer trío el cual fue sencillamente maravilloso y ella gozó como nunca antes la había visto gozar, al igual que mi amigo Antonio y yo.
Desde entonces nuestra vida se hizo prácticamente «normal» y no participamos en ninguna otra clase de relaciones de este tipo, pero siempre con la esperanza de volver a estar de nuevo con Antonio, con quien experimentamos nuestra primera vez y con quien hicimos una buena amistad. Aunque por supuesto nosotros en la cama seguíamos igual o más apasionados y en nuestras fantasías siempre estaba él presente. Ella imaginaba que era él quien la follaba con su gruesa polla y yo me imaginaba que los veía follando y besándose y me excitaba muchísimo, al igual que ella. Pero la verdad es que queríamos hacerlo de nuevo en la realidad y los dos nos moríamos de ganas de que volviera Antonio para gozar de lo lindo, pero solo con él, pero el hecho es que múltiples ocupaciones le impedían volver a visitarnos y varias veces había quedado de venir, con lo que mi mujer se ilusionaba y contaba los días para volver a comerse la gran verga de Antonio, pero siempre surgía un inconveniente de última hora y se volvía a aplazar su regreso.
Pero después de tantas esperas, llegó el gran día y por fin iba a volver. Mi mujer Laura no lo podía creer.
Como siempre, Antonio no llegó puntual, pasaron las ocho, nueve, y las diez y no llegaba, ya ella se estaba impacientando, hasta que nos llamó explicando su retraso y que en 15 minutos llegaba y así fue. Cuando salimos del apartamento la miré y llevaba una cara de gusto y de excitación, esa mirada de placer y de gusto, de satisfacción, como cuando uno le regala a un niño el juguete que tanto ha anhelado. En fin, el corazón también me saltaba de excitación y me daba un hormigueo en el estómago, sabiendo lo que venía. Salimos a la calle y allí estaba él.
Como era muy tarde y no había posibilidad que nos vieran los vecinos, tuve la gentileza de subirla a ella en la parte delantera del coche, junto a él, para que pudieran saludarse como es debido y yo me subí en la parte de atrás, a disfrutar del espectáculo. Allí mismo, me dio cortésmente la mano, me la apretó con cariño y a mi mujer la besó en la boca, abrazándola con pasión, gesto totalmente correspondido por ella, que prácticamente se abalanzó sobre él y se lo quería comer con la boca, mientras él le decía lo mucho que la había extrañado, las ganas que tenía de follársela y todas las veces que se había masturbado pensando en ella y en nosotros.
Mi mujer está fuera de sí, ya que al instante tenía entre sus labios el pollón de Antonio, con una pasión y una furia salvaje. Parecía que se lo quisiera comer de verdad, aunque, claro, yo desde atrás, asomado por un lado del asiento de Antonio, no tenía un campo visual muy grande, pero sí podía ver la preciosa cabellera negra de mi adorada mujercita clavada entre las piernas de su amante, prácticamente devorándole la polla mientras yo, su esposo, me complacía viéndola en esos ajetreos. Para mí era una imagen muy sensual. ¡Que mamada le estaba haciendo, en plena vía pública, con los vehículos pasando al lado de nosotros!
De pronto, Antonio le dijo que parara, que seguiríamos en el hotel. Al fin entramos al hotel. Antonio me entregó las llaves de la habitación para ir abriendo mientras él cerraba el garaje y yo me adelanté. Atrás venía mi adorada mujer Laura, tomada de mi mano y con una cara de vicio que me encantaba.
La miré y le pregunté que como se sentía y me dijo que estaba que explotaba de la excitación y que ansiaba que él se la follara y que luego los dos la penetráramos por sus dos agujeros, tal y como tanto lo habíamos soñado. Me apretó con ternura la mano y mirándome a los ojos simplemente me dijo:
– Gracias, mi amor, me haces muy feliz y te quiero mucho, mucho, mucho…
Yo le respondí que igualmente la amaba muchísimo y que quería verla gozando como nunca, como una perra en celo, que se sintiera como toda una puta, como una hembra con ganas de macho, que se desinhibiera por completo y que no le diera pena conmigo, que además quería que cada vez que fuera a tener un orgasmo que lo gritara bien duro, que se quejara todo lo que quisiera y con ganas, con pasión, para gozar también escuchándola y disfrutar con su placer ya que eso me vuelve loco y de verdad que me encanta oírla quejarse mientras me la estoy follando o en este caso, mientras se la folla Antonio.
Nos metimos en la habitación, descargamos nuestras pertenencias y yo me situé en una silla al lado de la cama, mientras que Antonio abrazaba a Laura con pasión y empezó a besarla y a darle la lengua con unas ganas terribles que demostraban lo mucho que también él había ansiado ese momento, mientras mi mujer le correspondía con igual o mayor pasión y yo los miraba todo excitado, con mi polla a punto de reventar de lo dura que estaba.
Entonces él, la fue desnudando poco a poco, bajándole la falda mientras le besaba los senos y ella alzaba un pie y luego el otro, para ayudarle en su tarea, mientras le acariciaba la espalda, los brazos o cerraba los ojos para disfrutar de sus caricias. Entonces ella se agachó a sus pies y dirigió de nuevo su atención a la polla, dispuesta a seguirla mamando, ya con mejor luz para poder verlo mejor. Yo preparé la cámara fotográfica y me dediqué a buscar los mejores ángulos para captar aquellas excitantes escenas entre mi mujer y su amante, con quien me era infiel, pero con mi consentimiento y de verdad que yo también lo estaba disfrutando.
Empezó a mamársela con ganas, se la metía en la boca, le pasaba la lengua por el capullo, por el tronco, le acariciaba las bolas con la lengua mientras con la mano lo masturbaba lentamente, hasta que Antonio no aguantó más y la tomó de la cintura, la alzó, la besó y doblando un poco sus piernas, alzándola en vilo, logró penetrarla así, de pie y cuando ella tuvo la verga de él en su interior pegó un grito de placer que me estremeció y puso una cara de satisfacción, como para el recuerdo y él empezó a decir:
– ¡Aaah… qué coño tan bueno, como deseaba tenerlo así y darle polla hasta cansarme, que delicia!
– ¡Sí, así… oooh… que gusto! – contestaba ella.
Mientras yo los observaba desde la silla, me desnudé y quedé con mi polla al aire, totalmente tiesa, sin habérmela tocado siquiera, pero no quería adelantar nada, el placer había que regularlo y teníamos toda la noche por delante. Esperaba con paciencia mi turno y tomando algunas fotos de las escenas que más eróticas me parecían.
En una próxima carta acabaré mi relato.