Relato erótico
No debia ocurrir
Es profesor, está felizmente casado pero… Era una alumna, guapa, provocadora y muy descarada. Aquel día lo provocó de tal forma, que se empalmó como un mandril y ocurrió algo que no debía haber pasado.
Victor – Oviedo
Yo era un profesor Filosofía de 39 años, según decían mis conocidos educado, serio, respetable y responsable. Todo eso se fue al traste ese día señalado, en el que no puedo hacer otra cosa que guardarme el secreto…
Llegaba a clase después de pasar una noche regular, me comía mucho la cabeza por cosas del trabajo, mucho estrés que a veces pagaba con mi familia, mi mujer y mis dos hijos, a los que molestaba con mi carácter. Y la verdad que tampoco me podía quejar, tenía un puesto de trabajo seguro y serio, y bien pagado como profesor de 2º de Bachillerato (adolescentes de 18 o 19 años, aunque siempre había algún repetidor que subía la media de edad), en un colegio mixto de “pijos/as”; o sea, gente que vivía bien, a la que no le faltaba de comer.
Todo transcurría con normalidad, hasta llegar a la última hora, en la que me tocaba el grupo de Ciencias Sociales. En general, eran buenos chicos y chicas, salvo las típicas excepciones. En primera fila y de frente estaba Diana. Era muy guapa, la verdad que había muchas chicas guapas en la clase, pero ella iba especialmente espectacular.
Siempre me había parecido la más explosiva, y después se vio que también era la más…..zorra. Tenía el pelo teñido de negro, llevaba un escote del que casi se le salina las tetas (no sé si eran operadas, diría que no porque era muy joven, aunque como ya he dicho antes no les faltaba dinero, y eran perfectos) una minúscula minifalda, los labios pintados y las uñas largas y negras, salvo el principio de la uña, para que se viera su perfecta manicura supongo.
Hasta ahí todo normal, es normal que una chica joven se cuide y quiera ir guapa, ya estaba acostumbrado a dar clase a chicas jóvenes y guapas. Pero hubo algo que empezó a mosquearme. Mientras explicaba, me guiñó el ojo, se tocó suavemente el pecho y sacó la lengua. Yo estaba de frente y tenía que verla, no podía hacer otra cosa. Intenté seguir con mi clase, aunque me notaba algo nervioso.
De pronto, ella levantó la mano y me hizo una pregunta estúpida para que la mirara. Entonces aprovechó para seguir provocando, cruzar las piernas y subir su minúscula minifalda y no me podía creer lo que había visto. No llevaba bragas y le había visto el chocho. Me puse cardiaco, la polla se me empalmó y estaba deseando que acabara la clase para ir al baño y hacerme una paja.
Aún así intenté tranquilizarme, era un hombre maduro y tenía que saber llevar la situación. Seguía con mis explicaciones, pero muy nervioso, tartamudeaba y se notaba que los demás compañeros veían que algo pasaba. Además ella no paraba de levantar la mano y reírse, lo que no ayudaba ni mucho menos. La clase llegaba a su fin, con mucho sufrimiento. Era la peor clase de mi vida. El timbre sonó, yo esperé a que salieran todos y seguí sentando ya que mi polla estaba totalmente erecta y no quería que se notara. Se fueron todos, pero ella se quedó….
En parte me alegré, porque aunque estaba casado, lo que tenía acumulado a esa hora era increíble, y yo era un hombre y si ese bombón se me ponía a tiro no podía hacer otra cosa que follármela… Necesitaba un escape. Ella se subió encima de la mesa, yo seguía sentado y cogió mi mano. En principio la quité pero me la volvió a coger. Puso mi mano en su muslo, joder, que piel, fue subiendo, subiendo hasta llegar a su sexo. Se notaba algo húmedo. Entonces me cogió dos dedos y se los introdujo en el chocho, e inconscientemente empecé a masturbarla, primero despacito, y luego cada vez más rápido. Ella gemía muchísimo, no sé si por placer o para ponerme aún más cachondo. La polla me apretaba en los vaqueros e incluso me dolía.
Ella se levantó, se subió la falda y puso su sexo en mi boca. Ahí reaccioné, la agarré fuerte de las piernas, la tumbé en la mesa y acerqué su coñito a mi boca. Empecé a comérselo ansiosamente, metiendo la lengua hasta el fondo, estaba rojo y húmedo, y mientras lo hacía usaba el dedo gordo para frotar su clítoris. No me lo podía creer, ¡estaba comiéndole el coño a mi alumna en la clase!
Y lo peor es que me gustaba, su ternura, su piel, su juventud me tenían loco. Ella me agarraba la cabeza con sus manos y, aunque no veía su cara porque sus enormes tetas la tapaban, sabía que estaba disfrutando. Tenía los pezones empitonados y no paraba de gemir. Así me tiré un largo rato hasta que empezó a convulsionar y explotó de placer en mi cara. Cerré los ojos un segundo reflexionando sobre lo que había pasado y escuché cerrarse la puerta.
Esa zorra se había ido y me había dejado con la polla completamente empalmada. Después de lo que le había hecho acabé igualmente en el baño….como si no le hubiera hecho nada y solo la hubiera visto.
Me fui a casa contrariado, esa noche pensé mucho en lo que había pasado, pero esto no podía quedar así. Tenía que vengarme. Por supuesto que tenía que vengarme.
Y llegó el día, al cabo de un par de semanas había puesto un examen. Diana no lo acabó a tiempo y se quedó en clase mientras sus compañeros salían. Se acercó a mi coqueteando y me dijo que no podía suspender, y que si quería…
Quedamos que la recogería en la puerta de una cafetería que había cerca de allí. Cuando subió al coche, se abalanzó y me morreó. Aquello empezaba bien, pero la que dominaba la situación era ella.
Nos fuimos a un hotel de carretera y cogimos una habitación. En cuanto entramos por la puerta, me abalanzó sobre la cama y sin que me diera cuenta me la estaba mamado. ¡Era una locura! La chupaba como nadie me la había chupado a mis 39 años.
Estaba a punto de correrme y se lo dije, pero la muy zorra, en lugar de apartarse, siguió mamando como una loca hasta que le llené la boca de leche. Se apartó de mí y me enseñó como se la tragaba.
Mientras me recuperaba, se desnudo, se tumbo en la cama y me dijo que le comiera el chocho, quería correrse. Obedecí como un corderito y no paré de chupárselo hasta que tuvo un orgasmo bestial. Mi polla volvía a estar como una piedra y en cuanto ella la vio, me tumbó en la cama y sin que me lo esperara se subió encima de mí, se clavó mi polla en el chocho y empezó a cabalgarme.
Parecía que estuviera poseída. Gritaba, gemía y por supuesto, no paró hasta que se corrió, pero lo que más me sorprendió fue que en un visto y no visto, volvía a mamarme la polla. Tarde un poco, pero me corrí como un cerdo, otra vez.
Estábamos agotados u mientras nos relajamos me dijo:
-Que conste que no te he follado para aprobar el examen, me gustas desde hace tiempo y no te puedes imaginar la de noches que me masturbo pensando en ti.
Me quedé con la boca abierta, y le dije que de todas formas, le aprobaría el examen, pero que, aunque a mí también me gustaba mucho, no podíamos volver a vernos. Lo comprendió, o eso parecía.
La lleve a su casa y nos despedimos con un beso en la boca, pero muy tierno.
Lo que ocurrió al cabo de unos meses, ya os lo contaré en otra ocasión.
Saludos a todos.