Relato erótico

Fantasías aromáticas

Charo
25 de enero del 2020

Reconoce que su fantasía no es muy habitual. Desde jovencito ha deseado oler unas bragas usadas. No sabía cómo hacerla realidad y consultando en internet encontró un anuncio de una chica que las ofrecía. Nos cuenta lo que sintió con su primera experiencia.

Miguel – Madrid 

Lo primero de todo un saludo a todos los lectores y lectoras de los magníficos relatos que se publican en esta página. He de confesaros que soy un habitual seguidor de esta página y por este motivo hoy me he decidido a escribiros contando una experiencia que estoy viviendo en estos momentos. Para que entendáis como he llegado a vivir esta experiencia, empezaré a contaros desde el principio:

Soy un chico de 24 años y vivo en Madrid capital. No sé si será un vicio, una perversión o el que (cada persona lo calificará de una manera), pero el caso es que desde muy jovencito había tenido una gran fantasía: oler unas braguitas usadas.

Esa idea rondaba continuamente en mi cabeza, y vosotros os preguntaréis, “¿qué tipo de disfrute puede proporcionar oler unas bragas usadas?”. Intentaré explicarme; unas bragas usadas recogen el olor, el aroma e incluso hasta el sabor de la parte más íntima del cuerpo de una mujer. Todo ello, cuando es percibido por el olfato, despierta la imaginación sexual como si se tratara de un afrodisíaco.

Llegado a este punto he de aclarar que el olor que desprenden unas bragas usadas, no es precisamente un olor a rosas. Con total sinceridad he de deciros que quien huele por primera vez unas bragas usadas, puede encontrar el olor algo desagradable.

Se trata de un olor intenso, fuerte y muy penetrante. Solo quien sabe lo que significa ese olor y la parte del cuerpo femenino que lo ha producido, puede disfrutar oliendo unas braguitas usadas y dejarse penetrar por ese intenso pero delicioso aroma.

Desde jovencito, cuando se produjo el despertar sexual en mi cuerpo, tenía la idea de que unas bragas usadas me darían a conocer algo de esa parte del cuerpo femenino que resultaba tan prohibida, como apetecible y atrayente. Probablemente estéis pensando que las primeras bragas usadas que pude oler fueron las que tenía más a mano, es decir, las de mi madre o alguna hermana. Sinceramente os confieso que jamás he olido las bragas de ninguna de ellas, el motivo es simple, por respeto. Y otro motivo es que cuando uno huele las bragas usadas de una mujer, el olor le lleva a uno a tener fantasías sexuales con esa mujer, y yo nunca he tenido fantasías sexuales de tipo incestuoso. Pero como os iba contando, todas esas sensaciones (que yo intuía desde joven) que podía proporcionarme oler unas bragas usadas, se confirmaron cuando tuve unas en mis manos. Os voy a relatar a continuación como conseguí esas primeras bragas usadas. Como os he contado, esa era una idea que me rondaba en la cabeza desde jovencito.

Igualmente comprenderéis que no es nada fácil conseguir unas braguitas usadas, ni es algo que uno pueda pedirle a una mujer, porque le tomarían a uno por un depravado. Así que viví con esa fantasía durante unos años, hasta que Internet me ofreció una posibilidad. Una noche, navegando por la red, llegué a una página donde la gente se anunciaba pidiendo cosas de tipo sexual y fetichista. Uno de los anuncios era de un chico que también se definía amante de las braguitas usadas.

Así que entonces me decidí a poner yo también un anuncio. Pero no solo eso, me puse a buscar páginas similares para incluir en ellas también mi anuncio. Obtuve varias respuestas a mi anuncio, pero para mí desilusión, todas las mujeres que contestaron mi anuncio me ofrecían sus bragas usadas pero a cambio de dinero. Yo no buscaba eso, no quería unas braguitas usadas compradas. Yo prefería las braguitas usadas de una mujer que deseara dármelas para que yo disfrutara. Una mujer que comprendiera a un chico que sabe el enorme tesoro que esconde el olor de sus bragas. Es más, una mujer que incluso pudiera llegar a disfrutar sabiendo que alguien iba a excitarse oliendo su prenda más íntima. Yo ya había perdido toda esperanza de encontrar a una mujer como la que estaba buscando, cuando un día llegó a mi correo electrónico el e-mail de una chica llamada Natalia.

Me contaba que era una chica joven (dos años menos que yo), gaditana, amante del morbo, que había leído mi anuncio y estaba dispuesta a hacerme disfrutar. Aunque eso sí, me imponía una condición, que ella me enviaría una de sus bragas usadas si yo a cambio la contaba luego lo que había hecho con sus bragas y las fantasías que me habían inspirado. Me decía que la idea de que alguien usara sus braguitas para excitarse, la resultaba tremendamente morboso. Así que le di el número de mi apartado de correos y a la semana siguiente recibí un sobre acolchado en cuyo remite simplemente ponía “Natalia”. Pocas veces se me había hecho tan largo el camino de vuelta a casa como aquella tarde, pues dentro de eso sobre estaba lo que tanto había deseado. Pero lo que no sabía en esos momentos era que aparte de sus braguitas, Natalia me enviaba otra sorpresa.

Llegué a casa y me metí en mi habitación, me quedé unos instantes mirando al sobre, con el corazón latiéndome a mil por hora. Abrí el sobre, dentro había una extensa carta, una bolsita de plástico (de esas transparentes con cierre hermético) que contenía en su interior unas preciosas bragas blancas perfectamente dobladas y un pequeño trozo de papel en el que estaba escrito lo siguiente: “Lee primero la carta”. Y eso fue lo que hice después de observar por unos momentos esas braguitas blancas dentro de su bolsa. He de decir que la excitación del momento hizo que me empalmara. Me puse a leer su carta. Esa carta me hizo comprobar que cuando Natalia se definía como una chica morbosa, lo decía en serio. Lo que Natalia me relataba en su carta era todo lo que había hecho durante el día en que llevó puestas esas braguitas.

Me contaba todo lo que hizo desde que se puso las braguitas por la mañana, hasta que se las quitó a la mañana siguiente. Las braguitas que yo tenía en esos momentos ante mí, habían estado en contacto con el coño de Natalia durante un día entero. Mi excitación era tal que no pude evitar masturbarme por encima del pantalón. Natalia me contaba que se puso las braguitas por la mañana, luego fue a clase en la Facultad, después había comido con unas amigas, más tarde estuvo un par de horas en la biblioteca, después había ido a clase de aerobic y por último se había masturbado y seguidamente había dormido toda la noche con ellas puestas. A la mañana siguiente se las había quitado y directamente las metió en la bolsa de plástico y echó el cierre hermético. Quiero deciros que no es que me acuerde de todo esto, simplemente que tengo ahora mismo aquella carta en mis manos para relataros lo que ella me contaba en aquella carta.

Pero lo que más me calentaba de su carta, era que ella contaba que a lo largo de ese día que había llevado puestas esas bragas, se había excitado en más de una ocasión imaginando lo que yo haría luego con esas braguitas. Y nuevamente, al final de su carta, me insistía en que yo le contara con todo detalle lo que había hecho con sus braguitas usadas. Y entonces llegó el momento tan deseado por mí. Por fin iba a poder disfrutar del aroma del coño de una mujer. Supuse que habría una gran concentración de ese olor dentro de la bolsa que se liberaría nada más abrirla, así que me dispuse para recibir esa bocanada de olor. Abrí la bolsa y aspiré el aroma que había en su interior, un olor muy fuerte e intenso saturó mi olfato. He de confesaros que, en ese primer contacto con el olor de unas bragas usadas, me resultó un olor un tanto desagradable.

Cerré la bolsa, ese primer contacto supuso para mí una decepción. Tanto tiempo soñando con ello y ahora que por fin lo tenía, iba a resultar que era algo desagradable. En mis múltiples fantasías nunca había pensado que el olor que desprendía un coño pudiera ser algo desagradable, siempre había pensado que algo tan bello como un coño debía tener un olor agradable y un buen sabor. Me resistía a creer que eso fuera así, por lo que decidí oler de nuevo. Abrí de nuevo la bolsa y nuevamente un olor intenso y desagradable inundó mi olfato. Sentí una gran frustración.

No volví a abrir la bolsa esa tarde y metí la bolsa dentro del sobre, lo que no guardé fue la carta de Natalia. Esa noche la leí muchas veces, era una carta realmente morbosa y me excitaba mucho leerla. Las bragas que ella me había enviado habían estado un día entero en contacto con su coño. Pero entonces, ¿por qué olían mal?, me decía, ¿es que los coños huelen mal? Me costaba creerlo.

Me pasé parte de la noche pensando en ello, no podía creer que la parte más fascinante de la anatomía femenina tuviera un olor desagradable. Y entonces fue cuando me di cuenta de algo. Lo que ocurría es que durante años había idealizado el coño de las mujeres, mi fascinación por esa parte de la anatomía femenina me había llevado a pensar que era de la manera que yo lo imaginaba, es decir, con un aroma a fragancia y un sabor delicioso. Y ¿qué es lo que había sucedido esa tarde? Pues que por primera vez sabía cómo olía un coño, sabía cómo era el olor que desprende, y lo que sucedía que era distinto a como yo lo imaginaba. Esa noche comprendí que el olor que había salido esa tarde de la bolsa era el olor real de un coño. No es que oliera bien o mal, simplemente que los coños desprenden ese olor. Y de la misma manera que amaba esa parte del cuerpo femenino, debía amar también su olor, pues es algo que irremediablemente iba unido a él.

Y así mismo también llegué a la conclusión de que el sabor de un coño podía ser distinto a como yo lo imaginaba, pero fuera como fuera, era su sabor. Después de toda esta reflexión nocturna, a la mañana siguiente volví a sacar del sobre la bolsa de plástico con las bragas usadas de Natalia. Me dispuse a oler el verdadero olor de un coño. Abrí la bolsa y aspiré. Nuevamente un intenso olor me inundó el olfato, pero en esta ocasión no me dispuse a juzgar si el olor era bueno o malo, simplemente me dispuse a disfrutar con el olor de la bolsa, pues estaba oliendo un coño. Estaba oliendo el coño de Natalia. Saqué las braguitas de la bolsa y las tuve en mis manos, su olor inundaba el entorno y yo comencé a sentir que ese olor tan especial que nunca antes había inundado mi nariz, me empezaba a resultar excitante.

Toqué las braguitas con mis manos. Nunca había tenido unas bragas usadas en mis manos. Luego las volví del revés, habían manchas en su interior. Era consciente de que esa parte interior de las bragas había estado en contacto directo con el coño de Natalia. Lleno de excitación acerqué mi nariz a esa zona y aspiré. Me invadió el intenso aroma que desprendía. Seguía pareciéndome fuerte, pero a la vez lo encontraba enormemente excitante. Tal fue la excitación que no pude evitar masturbarme hasta llegar a la eyaculación. A partir de ese día fueron muchos los momentos en los que me dediqué a oler esas bragas usadas de Natalia. Y fue así como poco a poco he ido aprendiendo a amar ese olor. En la carta que le escribí a Natalia, le conté lo que os acabo de contar a todos vosotros. Le conté el rechazo inicial que me produjo el olor de sus bragas y como comprendí el valor de sus bragas y como aprendí a amar su olor. Natalia me confesó en su siguiente carta que quedó fascinada por lo que la había contado y por la sinceridad con la que lo había hecho.

Después de la lectura de mi carta dijo sentir como si llevara un tesoro entre las piernas. Yo sinceramente lo pienso, pero no solo por ella, sino por todas las mujeres. De la misma manera ella me confesó que lo que los hombres llevamos entre las piernas es otro tesoro para ella. A través de nuestras cartas he podido comprobar que de la misma manera que yo siento pasión por los coños, ella lo siente por las pollas. Y con nuestra amistad nos hemos hecho disfrutar mucho el uno al otro. Ahora somos íntimos amigos, hasta el punto de que no tenemos ningún pudor en contarnos nuestras fantasías más íntimas y ocultas. Somos amantes del morbo y con frecuencia nos pedimos mutuamente cosas que nos hacen disfrutar.

Así, por ejemplo, entre otras cosas, ella me sigue enviando sus braguitas usadas, braguitas con las que se masturba y que humedece con sus flujos y corridas. Y también el verano pasado la pedí un mechón de pelos de su coño y ella lo que hizo fue rasurarse totalmente el coño y enviarme toda la mata de pelos que poblaba su coño. He de confesaros que me encanta acariciar la mata de pelo que me envió, porque es como si realmente estuviera acariciando su coño. En cuanto a cosas que ella me ha pedido, pues están el contorno de mi polla empalmada dibujado sobre un papel, bolsitas con mi semen que luego ella según me ha confesado huele y también me ha pedido que la devolviera alguna de las bragas que ella me envió manchadas con alguna eyaculación mía. Tampoco quiero extenderme mucho contando estas cosas porque probablemente a mucha gente le resulte desagradable.

El caso es que Natalia y yo hemos encontrado el uno en el otro el complemento perfecto para saciar nuestro morbo. Porque aparte de enviarnos estas cositas, lo que también hacemos es intercambiarnos cartas muy calientes donde compartimos todas nuestras fantasías sexuales. Y creedme que es algo maravilloso poder compartir con alguien del sexo opuesto tus fantasías. No voy a extenderme más en el relato de mi experiencia con Natalia. Espero que la lectura de mi experiencia haya resultado de vuestro agrado para todos los lectores y lectoras. El morbo compartido provoca muchos momentos de placer…

Besos para todos.

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