Relato erótico

Solo una vez

Charo
20 de octubre del 2018

Su mujer accedió a regañadientes a probar un trío. Pusieron un anuncio en la revista Clima y, después de varias cartas y emails, encontraron al que parecía un buen candidato. La cosa fue bien, pero… no lo repitieron nunca más.

Jaime – Valladolid
Amiga Charo, con mucho esfuerzo y la verdad, mucho curro, por fin conseguí hacer realidad esa fantasía que desde hacia tanto tiempo me rondaba la cabeza, y no era otra que la de ver a mi mujer con otro hombre en la cama. A pesar de lo mucho que yo sacaba el tema, ella siempre rehusaba diciéndome lo mucho que me quería y que no necesitaba a otro, pero yo sabia que lo decía con la boca chica, y como no conseguía quitarme la idea de la cabeza, cada vez que podía atacaba insistentemente. Como dice el dicho, “el que la sigue la consigue”, y así conseguí introducirla poco a poco en el tema liberal, visitando muchas paginas de ese ámbito en internet y así obtuve su permiso para poner un contacto buscando un chico para realizar un trío, con la condición de que no haríamos nada que ella no quisiese hacer. Ella decía que no quería realizar la penetración, pero que estaba dispuesta a los juegos y a los tocamientos. Para mi una de mis mayores y mas excitantes fantasías era ver como mi mujer tocaba y masturbaba hasta correrse a otro hombre, pues ya que nos conocimos muy jóvenes, yo he sido el único hombre para ella.
De las muchísimas respuestas que recibimos, finalmente nos quedamos con tres de ellos y tras darnos las direcciones de correo e intercambiar e-mails y fotografías, nos decantamos por uno finalmente, que por varias razones era el que más le gustaba a Ana.
Comenzamos unas sesiones de chat con él, que la verdad nos contamos nuestras fantasías y hablábamos mucho de sexo y a Ana yo la veía cada vez mas convencida y sobre todo esto hacia que durante el tiempo que duro esto del chat, pegásemos unos muy buenos polvos, imaginándonos que era Antonio el que estaba con nosotros en la cama.
Finalmente y antes de que mi mujer se enfriara con el tema, y como la ciudad de Antonio no distaba mucho de la nuestra, reservé un hotel allí y nos fuimos una tarde para allá. Cuando llegamos y tras alojarnos, llamé a Antonio al móvil para decirle que si quería que nos conociéramos y tomar un café tal y como ya habíamos quedado en el chat.
A los quince minutos ya estábamos los tres sentados en una céntrica cafetería, a mi mujer la notaba muy nerviosa. No perdí detalle cuando apareció Antonio por la puerta y como mi mujer no podía evitar el ponerse colorada y más cuando este no paraba de alabar su belleza y el espléndido cuerpecillo que tiene.
Charlamos como viejos amigos, pues no en vano ya nos conocíamos de sobra por el chat, de todo menos del tema sexual.
Poco a poco Ana se relajó (total, solo era un café), y se mostró mas abierta, comenzó a reírse de las cosas que Antonio contaba y así me fui dando cuenta de que a ella le gustaba, por lo que a pesar de que habíamos acordado que en esa ocasión no íbamos a hacer nada que solo era para conocernos, cuando intuí que situación estaba tocando a su fin, le comenté a Antonio que teníamos una reserva en tal hotel y que si le apetecía subir con nosotros a la habitación. Un frío silencio me hizo temer lo peor, y sobre todo al ver la mirada asesina que me lanzó mi mujer.

Antonio rompió el silencio diciendo que a él le encantaría hacer lo que a Ana quisiese, pero que ella tenía la última palabra.
Sin mirar a Antonio y clavando sus ojos en los míos, me dijo:
– Si tantas ganas tienes de ser un cornudo, vamos no perdamos tiempo, cuanto antes mejor.
Le dije el número de habitación que teníamos y quedamos en vernos allí. Durante el trayecto Ana no abrió la boca, estaba entre enfadada, nerviosa y muy excitada pero yo sabía que en breve se le pasaría. A los 5 minutos de llegar nosotros, llegó Antonio, le hice pasar y le comenté que posiblemente no pasaría nada, pero que hiciera lo que yo dijese. A pesar de lo cortante que era la situación, me erigí como director de orquesta y le dije a Ana que no hiciera nada que no quisiera hacer y así no tendría que arrepentirse de nada. Ella me dijo que estaba de acuerdo con un suspiro.
Cogí un antifaz, de los que Ana usa para dormir la siesta y le se lo di a Antonio para que se lo pusiera a ella. Tras colocárselo le di instrucciones para que fuese desnudando a Ana poco a poco. Y así, despacio muy despacio, como con miedo, empezó a desabrochar los botones de su blusa, hasta quitársela por completo, dejándola con el sujetador blanco y de encaje, que la hacía preciosa a nuestra vista.
La respiración de ella era muy agitada. Seguí dando instrucciones, Antonio muy obediente y comenzó a acariciar toda la piel al descubierto sin tocar ninguna parte “delicada”. Cuando sus tetas quedaron a la vista lanzó una exclamación de admiración. Le dije que le chupara los pezones y raudo llevó su lengua hasta esa parte que ella tiene tan sensible y nada más notar Ana la lengua de Antonio en sus pezones comenzó a dar pequeños gemidos.
Luego le dije que terminara de desnudarla. Ana se estremeció y él, sumiso, le bajó el tanga dejándola completamente desnuda ante nuestra vista, solo con el liguero y las medias puestas. Admiró su recortado bello púbico y toda su estupenda silueta. Antonio me miró y yo asentí, sus manos se dirigieron hacia su entrepierna y comenzó a acariciar esa zona. El pecho de Ana subía y bajaba por lo rápido que respiraba. Debía de estar muy excitada. Me acerqué por detrás a ella y mientras le acariciaba el culo le dije susurrándole al oído mientras ella echaba la cabeza hacia atrás y la apoyaba en mi hombro, sin parar de suspirar:
– ¿Te gustaría que te lo hiciese con la boca? Dímelo.
Un tímido “siiií…”, salió de su boca. Entonces la dirigí hasta sentarla al borde de la cama con las piernas abiertas enseñando todo el coño, y le pregunté a Antonio si le apetecía comérselo. A este se le iluminó la cara y se arrodilló entre sus piernas acariciándoselas para luego poner toda su boca sobre el sexo de Ana. Ella lanzó un quejido de gusto al sentirlo. Antonio comenzó a pasar la lengua arriba y abajo por toda su raja y los gemidos de Ana aumentaban con cada caricia. Yo disfrutaba como un niño con un juguete nuevo con esta situación, era la mayor sensación de excitación que nunca había tenido.

A los pocos minutos noté como ella estaba a punto de correrse, y como no quería que se ocurriese, pues así estaría mucho más cachonda al prolongar esta excitación, le dije a Antonio que parase y que se pusiera de pie. Antonio, tras darle un sonoro beso en el sexo, se levantó y yo no pude evitar mirar el tremendo bulto que presentaba tras su pantalón.
Levanté a Ana y la puse frente a Antonio, le quité el antifaz y durante unos segundos estuvieron frente a frente mirándose a los ojos. Nunca antes había visto esa mirada de vicio en ella. De inmediato le dije a Antonio que era su turno y que le tocaba ponerse el antifaz. Me pareció que no le hizo mucha gracia, pero se lo puso. Entonces le dije a Ana que era su turno de desnudarlo y que lo hiciese como quisiera.
Mientras ella le iba sacando las prendas yo hice lo mismo y me quedé completamente desnudo y por supuesto con la polla bien tiesa sin tocarme y sin perder detalle de la operación. Al rato solo le quedaba puesto el abultadísimo slip y Ana, mordiéndose el labio inferior, me miró, sonrió y lo deslizó hacia debajo lentamente y como si tuviese un resorte, apareció la polla de Antonio totalmente erecta ante nuestra vista. No estaba nada mal, las comparaciones en estos casos son inevitables, y parecía más grande que en las fotos que habíamos intercambiado. Ana con delicadeza o quizás miedo, puso su mano suavemente sobre ella y poco a poco, al coger confianza, le fue tocando toda la caña, se la agarró y tiró para abajo apareciendo un grande y sonrosado glande, cubierto de líquido producto de la excitación de Antonio. Ana llevó hasta allí la yema de sus dedos, Antonio al sentirlo dio un respingo y comenzó a gemir, mi mujer pasaba sus dedos por toda la cabeza suavemente notando yo que ella estaba muy caliente.
Cuando se cansó de estar así, le cogió toda la polla con la mano y comenzó a moverla adelante y atrás iniciando una lenta masturbación que a Antonio le provocaba que diera cada vez mas gemidos de gusto. El ver esto fue una de mis fantasías cumplidas, así la mano de mi mujer llena de otra polla dándole hacia adelante y atrás diciéndole luego que ayudara a Antonio a tumbarse en la cama y que siguiera allí haciéndole la paja. Cuando este estuvo colocado, ella se puso a su lado y nuevamente comenzó pajearlo, arriba y abajo esta vez. Con cada bajada el glande se asomaba cada vez más rojo y Ana se la comenzó a menear más rápido. Antonio suspiraba y se movía agitadamente.
Tuve que tomar una decisión rápidamente pues a Antonio no le quedaba mucho y entonces todo se acabaría, pero yo no lo tenía del todo claro que quisiera ella llegar hasta el final, pero probé. De mi pantalón saqué un preservativo y lo lancé hasta ella, al verlo ralentizó el ritmo de la masturbación y me miro inquisitivamente.
– Tú decides… – fue lo que yo le dije.
Quería que fuese ella la que tomase la decisión para que no hubiese posibles problemas en el futuro.

Para mí ya era más que suficiente con lo que estábamos haciendo y me daba por satisfecho, pero no creí que iba a presenciar lo que ocurrió. Ella siguió unos instantes con la mirada fija en la polla de Antonio mientras continuaba con su mano arriba y abajo. Estaba dubitativa, pero no sé que fue lo que le pasó por la cabeza, ni como se decidió, ni tan siquiera me miró. Dejó lo que hacía para coger la funda que rasgó con los dientes y extrajo el preservativo. Con delicadeza lo colocó en el glande y suavemente lo fue bajando hasta dejarlo completamente colocado. Se colocó sobre él dándome la espalda y agarrándole la polla la llevó hasta la entrada de su coño, dejándose caer lentamente sobre ella. Yo no podía creer lo que estaba sucediendo. Poco a poco se la fue metiendo, entre gemidos, hasta quedar pegada al cuerpo de Antonio, quedándose unos instantes quieta. No creo que Antonio estuviese creyendo en su suerte.
Lentamente empezó a subir y bajar. Yo veía perfectamente como la polla de Antonio aparecía y desaparecía dentro de ella, mientras subía y bajaba, y no pude menos que empezar a masturbarme absorto con la mirada fija en su culo. Era muy excitante, por fin el verla así de este modo, follando con otro que no era yo. Antonio empezó a acoplarse a sus movimientos y comenzó a tocarla por todos lados, sobre todo sus tetas, sus manos agarraban sus pechos y pezones enérgicamente, mientras se movía con más intensidad. Yo seguía masturbándome aunque no quería correrme ni que acabase lo que estaba viendo pues me proporcionaba un placer excepcional.
Al rato ya era un descontrol, solo se oían jadeos, gemidos y suspiros, Antonio se la follaba con las manos agarrándola por el culo, con lo que ella casi no podía moverse, era él quien llevaba el ritmo, estaba claro que quería correrse y lo haría en breve. Antonio, siguió impasible dándole pistonazos al ya inmóvil cuerpo de ella, fundidos en un abrazo de oso hasta que de pronto empezó a bramar ahogadamente como un animal y por las contracciones que daba su polla y el febril movimiento que hacía supe que estaba eyaculando. Finalmente él también se quedó totalmente quieto y exhausto dentro de ella.
Yo no podía más, necesitaba follar, estaba excitadísimo, así que me acerqué y cogiendo a mi mujer la puse boca arriba junto a Antonio y raudo me tumbé sobre ella, metiéndosela de un golpe sin problema, ella lanzó un gemido de gusto. Me quedé clavado en ella unos instantes sintiendo su calor en mi polla, sentía su coño muy amplio, sin duda lo tenía abierto por la polla de Antonio. Comencé a follármela con muchas gasas, le estaba dando con mucho brío, mientras a nuestro lado Antonio se quitó el chorreante preservativo y se puso a tocarse la polla mientras nos miraba. Ana cerró las piernas en torno a mi cintura y así sentía la penetración más profunda. Cada vez empecé a darle mas fuerte. Ella estaba como nunca la había visto, lanzando grititos de gusto y moviéndose como una zorra, besándome como si se le fuera la vida en ello.

Yo no podía mas, quería correrme y no podía esperar mas, salí de un salto de su coño y comencé a correrme como un burro sobre ella. Me derramé como hacia tiempo que no lo hacia. Le dejé el vientre lleno de leche, tenia salpicaduras hasta en las tetas. Sudoroso y jadeante me tumbé al otro lado de ellos pero lo que no esperaba eran las palabras que salieron de la los labios de mi mujer.
– ¡Rápido, métemela! – lo dijo dirigiéndose a Antonio, mientras lo miraba a los ojos
Este que volvía a estar en forma, raudo se colocó entre sus piernas donde tan solo hacia unos instantes estaba yo, y la penetró de un golpe dejándose caer sobre ella. Ana no jadeaba, chillaba al sentirse penetrada. Mi excitación no era la misma que antes de haberme corrido y me sentí fuera de lugar, lo que tanto había deseado ya lo tenía, pero ahora ya era como si no me apeteciese, así que decidí darme una ducha y dejarlos solos. Me fui al baño y ni se inmutaron, siguieron follando como si se les fuera la vida en ello, eran dos animales en celo. No recuerdo haberla visto así nunca conmigo.
Aquí acabó nuestra aventura y casi no hemos vuelto a hablar del tema, pues ella dice que ya lo ha probado y que aunque estuvo muy bien, no quiera más y yo por mi parte también me doy por satisfecho y más porque nuestra vida sexual se ha enriquecido desde entonces.
Besos de los dos.

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