Relato erótico
Fin de semana entre amigas
Estaba hablando con sus compañeros de clase y como siempre acabaron hablando de sexo. La conversación acabó en una velada caliente.
María – Madrid
Esta es una historia real, espero que les agrade, me llamo María, vivo en Madrid, en barrio acomodado y soy estudiante de administración de empresas en una universidad privada.
Esta historia comienza en la escuela, aunque primero me describiré. Mido 1,70, pelo rubio, ojos azules, medidas 89-60-90 y me gusta vestir con ropa ajustada ya que mi cuerpo me lo permite, usando tangas de esos que solamente tienen un hilo por la parte de atrás.
La historia comenzó un día
en la escuela. Llegué en mi
coche, vestida con un tanga de color negro que, por la parte de delante solo cubría lo necesario y un mallot de color blanco que dejaba que se marcara mi tanga y como era muy ajustado se metía entre mis nalgas marcando completamente mi cuerpo, incluido triangulito que es mi monte de Venus. Arriba llevaba un top de color negro que dejaba ver mis atributos casi completamente y no dejaba nada a la imaginación.
Entramos en clase y a la salida unos amigos y yo nos quedamos hablando. Ellos me decían el bonito cuerpo tenía y yo les daba las gracias. La conversación se fue calentando y hablábamos en confianza de casi todo. Uno de ellos, que se llama Daniel, me preguntó que si yo ya había tenido relaciones sexuales. La pregunta me sorprendió pero decidí contestarla y le dije que sí. Entonces me volvió a preguntar:
– ¿Con cuántos al mismo tiempo?
Noté que me sonrojaba y le dije que solo con uno. Alex quedó sorprendido de las preguntas de Daniel pero entonces él me dijo que si me atrevería a hacerlo con más de uno. Me molesté al escuchar esa pregunta y le respondí que naturalmente me atrevería a hacerlo con dos al mismo tiempo. Daniel entonces preguntó:
– ¿Te atreverías a hacerlo con nosotros?
Me quedé pensando y después de un momento le dije que sí. ¿Por qué no? Nos despedimos pensando que todo había quedado así, como una broma. Nuestra vida siguió aparentemente normal, Dos días después Daniel y Alex vinieron a mi casa por la tarde. Pensé que era una visita normal pero no era así. El padre de Daniel tiene una casa en el campo y el chico me dijo que se la había pedido prestada para una supuesta fiesta por lo que pensé que me estaba invitando a esa fiesta pero no era así pues me dijo que la casa se la había pedido a su padre para que fuéramos los tres el fin de semana y probar si me atrevería a hacerlo con ellos.
A final de cuentas lo vi como un reto y le dije que sí pero con ciertas condiciones y que eran las siguientes. Íbamos a hacer el amor dos veces solamente en todo el fin de semana, pero que en esas dos veces no habría un tiempo definido. Desde el momento que llegáramos a la casa nadie iba a salir y deberíamos estar desnudos los tres todo el tiempo que permaneciéramos allí.
Alex y Daniel estuvieron de acuerdo, añadiendo este último que su padre había ordenado que hubiera todo lo necesario para permanecer tres días dentro de la casa y que esos días el personal no estaría.
– Eso es fabuloso -respondí- así estaremos solos.
Ellos se despidieron diciéndome que pasarían por mí el sábado siguiente por la mañana. Quedé de acuerdo y al medio día del sábado pasaron por mí. Yo llevaba puesto un pantalón de mezclilla ajustadísimo, sobre una tanga de color blanco, un sujetador también blanco, de media copa, y en- cima un top negro que dejaba ver mi estómago Yo sentía como mi tanga se metía entre mis nalgas, dándome un suave placer. Por eso me gusta usarlas.
Ya en camino hacia la casa, me puse a pensar que quizá sería la primera vez que me penetrarían por el ano y que les debería de decir que no o que lo hicieran con cuidado. Sería una experiencia nueva y por eso me sentía nerviosa pero creía que ellos serían cariñosos e irían con cuidado.
Al llegar por la tarde a la casa, únicamente había la persona de seguridad y que se encontraría en el parte delantera de la casa mientras que nosotros la parte posterior. Bajamos del coche de Daniel y ellos, inmediatamente, se portaron muy bien conmigo, me ayudaron a bajar mis cosas pero también desde ese momento y discretamente, me comenzaron a acariciar, pasándome las manos por mis nalgas, haciendo que mi tanga rozara mi ano e incluso, en una ocasión; Daniel me puso su dedo medio en el culo, haciéndome que esto iba en serio.
Ya dentro de la casa Daniel me llevó a la habitación principal y dejó mi maleta sobre la cama. Era una habitación grande, muy bien decorada y con dos espejos opuestos en donde se podía observar todo el cuerpo por delante y por detrás.
– Tomaremos una ducha y nos veremos abajo – me dijo Daniel – Cuando tu bajes comenzaremos.
– Está bien – le contesté.
Él salió de la habitación, cerrando la puerta suavemente, me acerqué y puse el seguro para sentirme más en confianza y comencé a desvestirme. Me quité el pantalón y después mi top, quedando en tanga y sujetador, me acerqué al espejo y me vi medio desnuda. No me imaginaba como iba a ser esta nueva experiencia. Tomé los tirantes de cada lado de mi tanga y los comencé a bajar muy lentamente, sintiendo como se empezaba a estirar la tira que estaba entre mis nalgas y la seguí bajando lentamente hasta que salió completamente y lo dejé caer en el piso, dejando al descubierto mi velluda almeja.
Después me quité lentamente el sujetador dejando al descubierto mis bien formadas tetitas. Nunca había tenido relaciones por el ano y no me imaginaba como serían así que hice una cosa. Quise ver mi ano virgen por última vez. Me giré dejando detrás de mi el espejo y puse cada mano en una nalga, separe las piernas y me acerqué lo mas que pude al espejo, con las manos separé mis nalgas, de lo juntas que estaban y me agaché lo más que pude.
Al mirar hacia el espejo pude verlo de color rosado, arrugadito, muy bonito, completamente cerrado y pensando que sería la última vez que lo vería así, me levanté lentamente, puse mi mano derecha en los labios de mi vagina y me fui a abrir mi maleta.
Para esa ocasión tan especial me vestiría de deportista. Todo lo que llevaba era nuevo. Quería estrenar algo para recordar ese momento. Tomé mis cosas y me dirigí a la ducha.
Allí pasé mis dedos por última vez por mi agujero que, dentro de unas horas, ya no sería el mismo. Al salir de la ducha saqué las prendas que me iba a poner para parecerles sensual.
Saqué de mi maleta unas medias de las que se utilizan para hacer ejercicio, de las que son completamente de un color, o sea no tienen un calzón como las normales sino que son completamente lisas de color natural lo único que tenían era que brillaban, y un leotardo de los que tienen una tirita atrás, este de color rosa muy bonito.
Pasé la toalla por todo mi cuerpo tocándolo con sensualidad, eliminé toda el agua que cubría mi piel y me senté en la cama para comenzar a ponerme las medias. Me puse primero una pierna y luego la otra y cuando las tenía hasta las rodillas me levanté, la comencé a subir lentamente y los vellos de mi coño comenzaron a ser aplastados por las medias, las seguí subiendo sin- tiendo como me iba entrando el tiro de las medias por los labios de mi vagina y en medio de mis nalgas.
Las seguí subiendo por detrás de mis nalgas, para que el tiro de estas se metiera lo más posible hasta mi ano y así sentía un suave placer. Al acabar de esto, por fin las medias quedaron en medio de mis nalgas y en medio de mi vagina, rozando mi clítoris.
Me miré en el espejo y era como estar dividida en dos partes. Era excitante ver como entraban las medias entre los labios de mi vagina. Me acerqué a la cama y tomé mi leotardo de los, metí una de mis piernas, luego la otra y lo fui subiendo poco a poco sintiendo como iba entrando también en mis nalgas y como cubría mi vagina dividida en dos. Lo seguí hasta que ya no subió más, ya había llegado a mi cintura. Volví a mirarme en el espejo. Solo tenía una raya rosa que salía de entre mis nalgas y delante se notaba, por encima del leotardo, como estaba dividido mi coño.
Lo subí hasta mi pecho, lo acomodé y subí los tirantes. Era como si no llevara nada. Se marcaban mis pezones, se veía mi estómago plano y una raya que salía de entre mis nalgas, mis piernas brillaban, me sentía atractiva, me maquillé y me arreglé el cabello. Al parecer ya estaba lista para una noche llena de lujuria desenfrenada. Me coloqué los zapatos de tacón alto que me hicieron parecer más sexy y ya estaba lista. Salí de la habitación y bajé lentamente las escaleras hasta llegar a la sala. Cuando aparecí los muchachos ya estaban allí, únicamente con los calzoncillos. Cuando me vieron se sorprendieron y las primeras palabras de Daniel fueron:
– Estás muy espectacular, muy atractiva.
Alex afirmó con la cabeza y les pregunté que cual era el lugar más adecuado para lo que íbamos a hacer, contestándome que donde yo quisiera, aunque Alex añadió que la sala a él le parecía perfecta ya que nadie en ningún momento nos podía molestar. Yo estuve de acuerdo.
Me encontraba de pie en el centro de la sala y ellos podían ver mi cuerpo que incitaba a la lujuria. Daniel, levantándose, me tomó de la cintura y sentí sus manos grandes y fuertes mientras Alex apagaba una de las lámparas para dejarlo todo a media luz. Daniel comenzó a acariciarme al tiempo que Alex se colocaba detrás de mi y comenzaba a rozar su polla por mis nalgas.
Allí estaba yo entre dos hombres y animada tomé a Daniel de la cintura y lo acerqué a mi para sentir su gran polla, él subió sus manos hasta mis pechos y comenzó a frotarlos, mientras Alex metía uno de sus dedos entre de mis nalgas y lo comenzaba a subir muy lentamente siguiendo la raya de mi culo. Daniel, por delante, metió su mano en mi vagina y sentí como la pasaba por entre mis piernas.
Pero creo que ya me he alargado demasiado así que continuaré relatando mi aventura en una próxima carta.
Hasta entonces, muchos besos a todos.