Relato erótico
Cambio de planes
Fue a una conferencia con unos compañeros de universidad. Eran dos chicos y dos chicas. Reservaron una dos habitaciones y quedaba claro que en una dormirían ellas y en otra ellos. A veces las intenciones fallan.
Daniel – Valencia
Todo comenzó un 14 de febrero hace dos años, cuando mi compañera de universidad, Mónica, una chica de mediana estatura, unas tetas de tamaño más que suficiente y un trasero igualmente bien proporcionado, piel suave y de carácter muy abierto, y yo decidimos ir a casa, donde no había nadie ya que estaban de viaje, a hablar. Hacía tiempo sabíamos que ambos nos gustábamos, nos habíamos besado dos o tres veces y en estos días ella estaba peleada con su novio. Al estar solos comenzamos a acariciarnos con ternura y a besarnos, fui un momento a la cocina y al volver… ¡estaba completamente desnuda!
– ¡Qué haces! – exclamé lleno de asombro.
Por toda respuesta me atrajo hacia sí y comenzó a besarme. Por un momento no supe que hacer. Ella tenía novio y aunque la deseaba no esperaba algo así.
Al final, tremendamente excitado, acaricié sus tetas y su trasero mientras ella me iba desnudando. Yo chupaba todo lo que podía de su cuerpo hasta que la agarré de las nalgas, me apreté más a ella y levantándole una pierna, allí mismo, de pie, sin dudarlo la penetré. Había estado con otras mujeres, pero nunca las había penetrado. Ambos gritamos de placer y comenzamos a movernos violentamente. Ella gritó de nuevo, me clavó las uñas y tuvo y orgasmo increíble. Unos segundos después, al oír sus gritos y sentir sus uñas, su calor, su humedad y su cuerpo apretando mi polla me corrí dentro de ella, lo cual la hizo gritar nuevamente al sentir mi tibio semen desparramarse en sus entrañas.
Pasaron tres semanas y surgió la oportunidad de ir a unas conferencias en una ciudad cercana. Fuimos una pareja de amigos, otro amigo y una amiga sin pareja, Mónica y yo. Reservamos dos habitaciones, una para ellas y otra para nosotros.
Al terminar el día de conferencias fuimos a cenar, compramos una botella de licor y nos metimos en el cuarto de las chicas. Carmen, que iba sin pareja, y yo salimos al pasillo y pudimos escuchar que en nuestro cuarto, es decir el de los hombres, la otra pareja estaba follando tranquilamente. Pudimos oír los gritos de él y los gemidos de ella. Mirándonos en silencio nos dirigimos al cuarto de las chicas ya que los otros dos aún no habían regresado. Nos sentíamos tensos, tomamos unas copas y jugueteando nos fuimos acercando poco a poco. Carmen no es muy guapa, pero está mejor surtida que Mónica. Nos besamos y comenzamos a acariciarnos hasta que, sin poder resistirme, desabroché su blusa sin que opusiera resistencia. Ella hizo lo mismo, acaricié sus pechos y comencé a besarlos. Ella gemía y comenzaba a sudar mientras yo la mordisqueaba al tiempo que ella desabrochaba mi pantalón.
– Aquí traigo unos preservativos – me dijo al descubrir mi polla.
Sacó uno de su bolso y le dije que me lo pusiera. Las copas que habíamos bebido estaban haciendo su efecto. Al terminar de ponérmelo, tomó mi polla, que mide unos 17cm y es bastante gruesa, y comenzó a darme una mamada increíble. Contuve como pude un grito, agarré su cabeza y comencé a presionarla mientras ella parecía que iba a asfixiarse, pero me la apretó más con sus labios. Cuando sentí que iba a correrme, la separé, levanté su faldita y bajé sus braguitas al tiempo que acercaba mi boca a su coño para comérmelo. Metí directamente mi lengua dentro de ella que apretó mi cabeza con sus piernas y al sentir que brotaba su humedad, me retiré besándola en la boca para que probara sus propias mieles.
-¿Eres virgen? – le pregunté.
– No, ya no – me contestó.
Sin temor a lastimarla la penetré. Nos estremecimos. La embestí con fuerza. Ella apretaba sus piernas.
– ¡Más, más fuerte! – me decía.
Sujeté su trasero con las dos manos, mordí su pecho y entonces estalló.
– Ahora hazme terminar a mí – grité.
Se separó de mí, se puso en cuatro patas y me dijo:
– Inténtalo así.
Besé su ano para lubricarlo, me quité el preservativo y comencé a penetrarla por detrás. En un abrir y cerrar de ojos ya estaba dentro de ella. Me la follé un buen rato así, por el culo, hasta que se separó, me tumbó en la cama y me la mamó de nuevo. Succionaba increíblemente y no tardé en eyacular en su boca. Se lo tragó todo mirándome muy picara. Nos vestimos y nos lavamos un poco para disimular.
Quince minutos después llegaba la pareja que estaba en el otro cuarto follando, pensando que nadie se había dado cuenta de nada. A la hora de dormir, la pareja se fue al cuarto que nos tocaba a los hombres y los otros cuatro nos quedamos en el de las mujeres. Carmen en una cama, mi compañero en otra y Mónica y yo en la alfombra. Me fastidió mucho eso pero como entre Carmen y el otro no había nada y entre ella y yo tampoco, como todos suponían, no quisieron quedarse juntos pero como todos sabían que entre Mónica y yo había algo, nos quedamos juntos. A eso de la una de la madrugada Mónica estaba recostada sobre mi pecho hablándome al oído y de pronto un movimiento suyo hizo que me polla se excitara. Entonces, mirándome, me dijo:
– ¿Estás caliente?
– Sí, eres tú quien me da esa calentura – repliqué.
Aprovechando que todo estaba oscuro, comenzó a acariciarme la verga y yo sus tetas, poco a poco empezó a masturbarme hasta que me dijo que esperara.
Se separó un poco y de pronto sentí sus labios rodeando mi polla. Me la estaba mamando a menos de dos metros de nuestros compañeros.
– Quiero follarte – le dije en voz baja
Sin hacer ruido, me coloqué encima de ella y traté de penetrarla. Ella se resistía pero como estaban a unos metros los otros dos, no pudo hacer mucho y en dos minutos estaba hundido hasta el fondo de su coño. Ella también lo deseaba pues comenzó a moverse hasta que, al cabo de un buen rato, me dijo:
– ¡Córrete fuera!
Pero lo dijo demasiado tarde y dando un último empujón, me corrí dentro de ella y me tumbé a un lado. Continué tocando su clítoris, excitándola, y ella comenzó a excitarme también. Mi polla estaba algo flácida pero a esas manitas no les costó mucho ponérmelo tieso de nuevo y esta vez fue ella la que se subió sobre mí, me sujetó los brazos y me dijo:
– Ahora te voy a follar yo a ti.
Se dio la vuelta y se sentó sobre mí, dándome la espalda y haciendo que penetrara su ano. Me dolió bastante y me mordí un brazo para no gritar, pero al sentir como apretaba ese enorme culo comencé a gozar. Ella se movía a su gusto y cuando se levantaba sentía que me lo arrancaba al tiempo que agarraba sus tetas y ella se metía la mano entre las piernas. Me apretaba más y más, subía y bajaba violentamente sin darme oportunidad de nada. De verdad sentí que me estaba violando y eso me excitó. Cuando me corrí sentí un mareo de placer, ella y entonces ella se dio la vuelta y cogiéndome la polla, me la mamó dejándomela limpia por completo. Entonces nos dormimos.
De regreso a casa, al día siguiente, el autobús iba casi vacío. Nos sentamos lo más atrás posible y aprovechando que hacía frío, nos tapamos con una frazada y nos masturbamos mutuamente en silencio durante buena parte del camino. Yo me corrí dos veces y ella al menos tres. Hace unos meses que se casó y aún seguimos saliendo a desayunar cuando nos vemos en la universidad, quizá alguno de estos días vuelva a repetir lo que acabo de contaros.
Un abrazo para todo.