Relato erótico

Peligro de cuernos

Charo
11 de septiembre del 2018

Es feliz con su mujer, guapa, un cuerpo de vértigo y en el sexo es como una diosa. Alguna vez le había insinuado que le gustaría verla follar con otro hombre y ella le había advertido que podía ser peligroso.

Enrique – Córdoba

Tengo 37 años y estoy felizmente casado con un monumento de mujer y desde siempre he tenido en la cabeza la idea de ver como ella jodía con otro, quizá influenciado por los testimonios de tantos cabrones consentidos que afirman no hay mayor placer que ver como otro macho monta tu mujer.
Yo había hablado con ella de esta posibilidad pero me contestaba que si consentía en que otro macho la gozara me iba a arrepentir. El caso es que hemos entrado en un juego en el que ella me dice quien le gustaría que la montase, me dice como le comería la polla y como se abriría de piernas para recibirle.
Un verano fuimos a su pueblo
natal y una noche estábamos en una discoteca con varios amigos. Mi mujer estaba muy
contenta pues había bebido más
de la cuenta y además estaba
buenísima, con una camiseta muy
ceñida y un gran escote dejando a
la vista la sombra de las aureolas de sus erectos pezones.
En un momento dado, a eso de las tres de la madrugada, yo me fui a por una copa y a conversar con los amigos, dejándola a ella bailando con una amiga pero cuando volví, la vi bailando con un chico de una manera un poco sospechosa. Me acerqué y mi mujer me lo presentó. Era un ex novio suyo y entonces, de pronto, me surgió la idea de que era mi oportunidad para ver como se la metían a mi mujer.
Aparte, le dije a mi esposa que yo diría que tenía que marcharme y que ella, entonces, invitase a su ex a tomar una copa en nuestra casa. Me marché a casa y me escondí esperando la llegada de mi mujer y su macho. Cuando entraron mi esposa puso música y sirvió dos copas. Hablaron y al poco rato el chico fue al baño, hice señas a mi mujer para que se acercara a mi escondite y le dije que era el momento de entrar en acción, que ella también lo estaba deseando.
– ¿Como de grande la tendrá tu ex novio? Seguro que no te cabe en la boca – empecé a decirle para excitarla – ¿No te gustaría saber si otro macho se puede correr en tu boca, con lo bien que la mamas? Pero tienes que hacer que se corra tres veces por lo menos.
– Estate tranquilo que si quieres cuernos, esta noche te convertirás en un buen cabronazo – me contestó.
Se sentaron en el mismo sofá y la conversación fluyó de manera que empezaron a recordar cuando eran novios hasta que, de pronto, mi mujer dijo que le hubiera gustado hacer el amor con él.
– Pues no sabes lo que te perdiste – dijo el chico sonriendo.
– Bueno, nunca es tarde si la polla merece la pena – contestó mi mujer.
– ¿Qué pasa, es qué tu marido no te satisface? – preguntó él.


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– Sí claro, pero me gustaría saber si otros hombres gozan tanto conmigo como lo hace él y también si mis mamadas son tan buenas como afirma – replicó ella – Mi marido siempre dice que muchos hombres darían lo que sea para que se la chupase y me tragase toda su leche.
El tío ya tenía un bulto tremendo y mi mujer, dándose cuenta, le dijo:
– Desabróchate si estás más cómodo.
Él no lo dudó. Se bajó la cremallera y la enorme y dura polla quedó erguida, aunque debajo del calzoncillo.
– ¿Quieres verla? – dijo él.
-¿Es tan grande como parece? – preguntó mi mujer.
– Eso dicen – contestó el chico – Te perdiste veinticuatro centímetros de rabo…

-¡Venga, sácatela, quiero verla! – exclamó ella.

Se bajó toda la ropa dejando a la vista de mi mujer el enorme rabo que mi esposa agarró con una mano sin podérselo creer. Se puso de rodillas y cogiéndola ahora con las dos manos, le sacó el capullo y lanzó un suspiro.

– ¿Pero qué pasa, tan pequeña la tiene tu marido? – preguntó él en tono de broma.

– No, pero es que esta es enorme, ni la de muchos negros es así, es el doble de la del cabrón de mi marido – replicó ella.

Sin más, empezó a pasar la lengua por el capullo y tras ensalivarlo, se lo metió en la boca y lo mamó como ella sabe hacerlo mientras le hacía una paja y le sobaba los huevos. El tío tenía la cabeza recostada en el respaldo, con los ojos en blanco. Menuda mamada le estaba haciendo la puta de mi mujer y era increíble como él se retorcía de gusto no tardando en correrse, llenando toda la boca de mi esposa con su espesa y abundante leche, que ella tragó sin dejar escapar ni una gota.
– ¡Trágatelo puta, trágate la leche de tu macho! – exclamó él.
Vi como la garganta de mi mujer se hinchaba, dejando pasar toda la lefa. Será puta, pensé, pues nunca se quiso tragar mi leche.
– ¡Me tienes ardiendo, cabrón, tengo el coño ardiendo y chorreando, quiero sentir este pollón dentro de mí, quiero sentirme llena de macho! -le dijo muy excitada.

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Se la meneó y cuando se la puso al máximo, se colocó frente a él y se desnudó pero dejándose las medias. ¡Que buena estaba con sus dos tetas bien firmes y los pezones hinchados! Mi mujer se subió al sofá y abierta de piernas, le puso el coño en la boca. Él, con sus dedos, separó los labios de su chocho y le pasó la lengua por toda la raja.

– ¡Come, cabrón, cómete mi coño, quiero correrme con tu lengua! – decía ella.
Al poco tiempo él le comía el clítoris y le había metido tres dedos en su raja haciéndola gritar: 

– ¡Quiero tu polla, métemela, penétrame, cabrón, párteme el coño!

La cogió por las caderas y la hizo bajar. Su polla estaba justo frente al coño de mi mujer. Yo no sabía cómo podría meterle todo eso dentro de su cuerpo. Le puso el capullo entre los labios vaginales y soltándola, se la clavó entera. La partirá en dos, pensé.
Él, sentado y ella en cuclillas, mi mujer se lo folló durante un buen rato en el que, la muy puta, se corrió dos veces. Entonces él le sacó la polla, la puso a cuatro patas sobre el sofá y él de pie la penetró de nuevo, mientras sus manos le cogían de las tetas para embestirla con más fuerza. Yo los estaba viendo de frente.
Al rato de estar montándola así, a cuatro patas, cogiéndola por los pechos y de rugir como leones, comenzó a follarla con más fuerza dándole grandes pollazos.
-¡Más fuerte, métemela más que me corro…! – gritaba ella – ¡Sigue así… ya… córrete, quiero sentir tu leche inundando mis entrañas…!.
– ¡Sí, puta, toma, recibe mi leche en tu caliente coño! – replicó él entre bufidos.
El tío se pegó bien a sus nalgas y descargó toda su hombría dentro del coño de mi mujer, dejándola destrozada pero satisfecha.
Se sentaron juntos y mientras mi mujer le cogía la polla, que aún seguía dura, le dijo:
– Que placer, mi amor, nunca me corrí con tanto placer y como me arrepiento de no haberme dejado desvirgar por ti y haber disfrutado de esta preciosidad, pero aún podemos remediar algo.
Mi mujer se levantó. El semen le corría por los muslos. Menuda lechada le debió meter en el cuerpo. Se dirigió a nuestra habitación, donde yo estaba escondido y cogiéndome la mano me la llevó a su coño diciéndome:

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– Toca, cabrón, toca la leche que le han metido a la puta de tu mujer en el cuerpo, ¿no es eso lo que querías? Pues ya eres un buen cabrón y como gran cornudo ponte de rodillas y límpiame el coño para que mi semental lo goce otra vez y esta noche se quedará a dormir en mi cama, así que vete a otra habitación que esta noche no podrás dormir. No te pierdas lo que viene ahora y escóndete mientras yo me arreglo.
Cuando la vi salir no me lo podía creer, se había puesto la ropa interior de la noche de bodas, incluido el velo. Su macho se quedó igualmente sorprendido.
– Como te dije, siento mucho no haber jodido cuando éramos novios, siento que no me desvirgases pues nunca te hubiese dejado si me llegas a meter esa polla – le dijo – Pero ahora quiero compensarte y te daré algo virgen.
Será puta, pensé. Se iba a dejar desvirgar el culo. Efectivamente, se puso a cuatro patas, se bajó las bragas y separándose las nalgas, le dijo:
Es todo tuyo, mi amor, date el gustazo de desvirgar mi ano, pero hazlo con cuidado, la tienes muy gorda y no quiero que me hagas daño, quiero que me des placer.
El, con un dedo, la fue penetrando, luego metió otro y al fin puso el capullo en la entrada diciéndole: – Relájate y prepárate para recibirme.
- Sí, mi macho – contestó mi esposa –
¡Tómame, cúbreme con tu gran polla y hazme tuya, siempre seré tuya, seré tu puta!
Bien cogido a sus caderas y de una sola estocada, la penetró. Mi mujer puso los ojos en blanco y se le caían lágrimas. Él, empezó a dar empujones mientras con una mano le buscaba el coño.
– ¡Cabrón, como te gusta, fóllame… sigue… sigue, métemela hasta los huevos! – gritaba ahora ella.
Siguió dándole por el culo, golpeando sus huevos contra su coño. Mientras le taladraba el ano, mi mujer lloraba de gusto y de dolor, pero seguía pidiendo polla.
– Ya no aguanto más, puta – dijo él de pronto – Quiero correrme en tu boca y en tus tetas.
Mi mujer se dio la vuelta, se puso de rodillas, le meneó la verga con sus duras tetas y le dijo:
– ¡Vamos, cabrón, córrete en mi boca, dame tu leche que te voy a dejar seco!
El muy cabrón se corrió lanzándole un gran chorro en la cara, que le resbaló hasta los pechos, y los siguientes lechazos fueron directos a su boca.
– ¿Te gusta mi leche? – le dijo él – Mira que eres puta, quiero que te la tragues toda y me dejes bien limpia la polla.
Ahora mi mujer es la amante de su ex novio y yo soy un cabrón consentido que
tiene que soportar como se follan a
su mujer.
Besos.

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