Relato erótico

Sexo viajero

Charo
15 de agosto del 2020

Por trabajo, solía viajar a menudo. Cuando llego a su destino era muy pronto para la reunión y se fue al bar a tomar un café. De pronto, se dio cuenta de que un hombre muy atractivo no dejaba de mirarla. Se acercó a ella hablaron y él, le dijo que cuando volviera al aeropuerto, viniera con tiempo de sobra. Se sorprendió pero no se lo sacó de la cabeza en todo el día.

Eugenia – Barcelona
Todo comenzó como un viaje de trabajo, de esos a los que me empezaba a acostumbrar. Madrugar, correr al aeropuerto, llegar a mi destino, hacer lo que tuviera que hacer y regresar a mi ciudad totalmente agotada.
Ese viernes aterricé en mi destino muy temprano, una ciudad no muy grande y en la que hay bastante actividad industrial, tenía una reunión muy temprano y la persona que debía llevarme no aparecía, por suerte tenía algo de tiempo.
Decidí tomar un café, veía a la gente entrar y salir, aunque por ser un aeropuerto pequeño no había mucho movimiento pero hubo algo que me llamó la atención, era él…
Estaba a unos metros mirándome de esa forma disimulada en la que sólo los hombres saben hacer. Debo admitir que al principio me causó nerviosismo, aunque luego me sentí bien al ser observada de esa forma, sobre todo cuando se trata de un hombre atractivo, y cuando mi imaginación ya iba a empezar a volar sonó mi teléfono, era para avisarme que ya estaban esperándome.
Tomé mi bolso y cuando estaba casi por salir sentí una mano en el hombro, casi grito del susto. Se presentó, me dijo que se llamaba Gonzalo y que de haber sabido que mi espera iba a ser tan corta me hablaba antes, yo sólo atine a reírme y sonrojarme un poco. Por lo que aparentaba pude suponer que tenía aproximadamente 35 años, cálculo que después confirme, y que trabajaba en algo relacionado con alguna ingeniería. Intercambiamos un par de palabras y me preguntó si regresaría por la noche a mi ciudad, le dije que sí y como tenía prisa iba avanzando mientras hablábamos entonces fue cuando me dijo:
-Ven antes de la hora en la que debas embarcar, aquí estaré esperándote.
Esas palabras dieron vueltas y vueltas en mi cabeza, así transcurrió mi día, y después de una reunión aburridísima, di un par de vueltas por la ciudad y el día se me hizo eterno, revisé mi billete y debía estar en el aeropuerto a las ocho, ¡era demasiado tiempo!
Después de darle vueltas decidí ir al aeropuerto a las cinco, total ahí podría leer algo o ver alguna película en mi portátil, así mataría el tiempo, al menos ese era mi plan.
Una vez en el aeropuerto me senté en la misma cafetería y a la mitad de lectura sentí una voz medio ronca que me decía al oído:
-Sabría que aquí te encontraría.
Gonzalo se sentó conmigo, charlamos de tonterías y entre risas me dijo que no pensaba que fuese a encontrarme, entonces lo miré y le dije:

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– ¿y ahora que estoy aquí qué piensas hacer?
El pobre casi se marea y aproveché para atacar nuevamente:
-Podría estar haciendo algo más entretenido allá afuera. -dije-
En cuanto terminé de decir eso sentí una mano rodeándome y esa misma voz ronca diciéndome:
-Entonces haré lo que quiero hacer desde esta mañana
Me besó el cuello. Este hombre va a lo seguro, pensé, y es que ninguna mujer se resiste a un beso en el cuello. A ese beso le siguió una sonrisa mía en señal de aprobación y una caricia suya en mi pierna en señal que eso no quedaría ahí. Ese café lo terminamos contándonos más de nuestras vidas y sobre todo compartiendo roces disimulados, jugueteos de mi pierna en la suya, miradas retadoras y con un beso de aquellos luego del cual me dijo:
-Vámonos de aquí, no aguanto más.
Salimos de la cafetería tan rápido como pudimos, el rumbo era desconocido para mí, en el camino nos besábamos y Gonzalo aprovechó para meter mano bajo mi escote. En menos de diez minutos llegamos a un hotel de paso y cuando estábamos a punto de llegar a la habitación sentí sus manos en mis caderas y acercó su cuerpo al mío. Esto promete pensé. Ya en la habitación Gonzalo aprovechó para meterme mano por donde pudo, debo decir que no soy una mujer delgada, término medio pero eso sí, hay de donde agarrar, otra de sus ventajas fueron sus 1.79 metros contra mis 1.5metros. Mee hizo sentar sobre él, mientras se entretenía con mis pechos yo me dedicaba a su cuello e iba abriendo su camisa. Para ese momento mis caderas ya simulaban un vaivén, cosa que el aprovechaba para moverme a su ritmo y entonces me dijo:
-Chúpamela
De forma obediente me bajé, lo puse de pie, comencé a desvestirlo y cuando le bajé el bóxer confirmé que su polla era de buen tamaño y ya estaba lista para la acción, así que, me acerqué despacito y empecé a lamerla muy suave, primero sólo el tronco. Miré a Gonzalo y parecía gustarle, suspiraba despacito, estaba como ido, entonces decidí mojar mis labios, dejar ese ritmo suave y metérmela entera, quería sentir hasta sus bolas y así lo hice.
En cuanto sintió que me la estaba comiendo entera lanzó un gemido que hizo que mi esfuerzo valiera la pena, empecé entonces a comérmela rápidamente y Gonzalo se movía como para follarme la boca, empezó a agarrarme el cabello mientras yo seguía lamiendo, presionando con los labios, succionando y sobre todo jugando con mi lengua y él seguía gimiendo. A los pocos minutos se corrió en mi boca y en mi cara, mientras, me decía que ese era mi premio por haber sido una nena buena.
Me limpié un poco y nuevamente Gonzalo se lanzó sobre mí, esta vez para desvestirme, lo hacía sin prisa y viendo cada parte que iba descubriendo, no paró hasta dejarme sólo con el tanga color vino que escogí ese día, me tocó el chocho y pudo notar lo mojada que estaba, fue entonces que me dijo:
-Relájate, ahora te voy a dar placer.

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Me abrió las piernas y rozando su lengua por la tela de mi tanga, de más está decir que me hizo lanzar un gemido y desesperarme por tenerlo dentro, pero él seguía siendo cruel y sólo juagaba hasta que le dije:
-¡Dame placer, cómeme el chocho!…
Eso bastó para que me metiera un dedo, lo movía despacio, haciéndome disfrutar el momento. De pronto sentí su lengua recorriendo mi chochito y succionando mi clítoris. Gemía y me movía follándole la lengua. Le agarraba la cabeza y la mantenía apretada contra mi chocho. Estaba como loca y me movía como una loca. El seguía dándome placer y dijo:
-Tan seria que se veía la nena…
Eso me puso a mil y terminé en un orgasmo largo, abundante y muy placentero y gimiendo le dije:
-Fóllame por favor, te necesito dentro.
Se puso un preservativo, me levantó y poniéndome sobre él me dijo:
-Ahora me vas a montar.
Me sentó sobre él metiéndomela de golpe mientas mis tetas se pegaban a su cuerpo y mis uñas recorrían su espalda. Cuando tenía la polla metida hasta el fondo me empecé a mover, cabalgándolo mientras Gonzalo me agarraba las caderas y besaba mis tetas.
Mis gemidos eran crecientes y e intentaba ahogarlos mordiéndole el hombro, creo que por eso decidió tirarme a la cama y follarme con mis piernas en sus hombros, me estaba controlando completamente y me gustaba.
Que gusto sentía. Su cuerpo sobre el mío, su polla dentro de mí, entrando y saliendo a toda la velocidad, el hombre era una máquina y con tal de recibir placer yo me dejaba hacer. Me puso en cuatro patas y al agarrarme las tetas, me levantó y me tuvo así, recibiendo su polla pegada a su cuerpo, mientras mis caderas pedían más.
Nuestros movimientos más rápidos indicaban que el orgasmo se acercaba, quizá fue la situación, quizá fue él pero la corrida que tuve fue una de las más intensas de mi vida.
Gonzalo estaba a punto de correrse, me tumbo en la cama, se sacó el preservativo y me llenó las tetas de leche.

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Cuando pude reaccionar vi mi reloj y ya era hora de ir al aeropuerto, salimos corriendo y grandísima fue mi sorpresa al saber que Gonzalo también iba en mi vuelo, es más, el también regresaba de un viaje de trabajo, así que no iría sola en el avión, y además, había la posibilidad de poder repetir.
Dentro de dos semanas viajo de nuevo, a lo mejor lo llamo para saber si él también tiene que viajar.
Hasta la próxima. Un beso para todos.

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