Relato erótico

Venganza y placer

Charo
14 de febrero del 2020

Por una avería en un vuelo perdió la conexión para coger el avión que le llevaría a Las Palmas. Cuando llegó al hotel se encontró con su cuñada. Tenía que coger el mismo vuelo y no encontraba hotel para pasar la noche.

Miguel – Las Palmas
Amigos de Clima, cuando llegué a la recepción del hotel de Barcelona, donde tendría que pasar la noche porque no se podía conectar el vuelo en que llegué con el que tomaría de regreso a mi ciudad, tuve la sorpresa de ver en uno de los sillones de recepción a mi cuñada, que se alegró mucho de verme.
– Hola Elisa – le dije mientras la besaba fraternalmente en la mejilla.
– Que suerte que te encuentro Miguel, mi avión llegó tarde y no pude conectar con el vuelo y para acabarla de rematar no hay habitaciones en ningún hotel, ya llamé a todos los del listín de teléfonos y no encontré ni una habitación, ¿Tienes reserva? – me preguntó preocupada.
– Sí, espero que me la hayan respetado.
– Vas a tener que darme albergue por esta noche, no quiero pasarla en una butaca del aeropuerto – me dijo con cara de preocupación.
– Claro, espérame, deja que nos registremos.
El recepcionista confirmó mi reserva y me preguntó si quería una habitación con dos camas o una con cama doble.
– Con cama doble está bien – le respondí.
Regresé con Elisa y con nuestro equipaje llegamos a la habitación.
– ¿No había con dos camas? – me preguntó cuando vio una sola cama.
– No, como mi reserva estaba para una sola persona, me asignaron una habitación con una sola cama y no había de dos, ya todo estaba asignado y no podía haber cambios – le contesté.
– ¿Qué le voy a decir a Manuel? Si ya es difícil decir que vamos a compartir habitación, mucho más que vamos a dormir juntos – me preguntó.
– No le digas nada a tu marido, dile que afortunadamente conseguiste una habitación. Yo no me registré, te registré a ti, la habitación está a tu nombre, a mí ni me has visto.
– Bueno, le voy a llamar – me dijo sacando su teléfono móvil del bolso y a los pocos instantes empezó a decir – Manuel, ya conseguí habitación, por suerte hubo una cancelación y el recepcionista se compadeció de mí y me la dio, ya no tengo que pasar la noche en el aeropuerto. No, no estoy cansada voy a bajar a cenar y luego voy a ver la tele un rato… sí, el avión llega a las 10 de la mañana, ya cogeré un taxi para que no tengas que ir a por mí, te llamo cuando llegue. Bueno, sí, adiós – Elisa guardo su móvil en el bolso y me miró divertida – Ya está hecho, espero que nunca se entere – añadió sonriendo.
Durante el tiempo que duró su llamada yo había disfrutado mirándola. Elisa es guapísima, su cara de finas líneas es hermosa, es alta, de muy buen porte, curvilínea, con grandes pechos, hermosas nalgas, cabello castaño. Una belleza de mujer es mi cuñadita.
– Para no aburrirnos en el hotel vamos a un restaurante aquí cerca, ¿quieres? – le pregunté.

Mientras comíamos ella se abrió a mí y me contó que su marido le había puesto los cuernos con una amiga suya. Mientras me lo contaba sus ojos se llenaron de lágrimas y yo le cogí la mano para animarla. Esa caricia fue el principio de todo. A continuación, para animarla más, la saqué a bailar. Yo sentía como una corriente eléctrica en todo mi cuerpo, su perfume me llenaba la cabeza con sensaciones agradables y apremiantes, mi mano en su cintura, mi mejilla en la suya, el roce de su cabello con mis labios, sus senos sobre mi pecho, mis piernas tocando las suyas, mi mano agarrando su mano. Mi erección llegó en segundos, ella la sintió, me miró sonriendo, acomodó sus piernas entre mi entrepierna para sentir mi polla frotarse contra ella, ella suspiró, y yo también. Los dos nos miramos un momento para luego darnos un beso, aunque más que un beso fue comunicarnos con nuestros labios suavemente. Así bailamos varias canciones, juntos muy juntos, con besos esporádicos. Cuando regresamos a nuestra mesa, el camarero nos llenó las copas, yo cogí la mano de Elisa e hice un brindis:
– Para que esta noche sea inolvidable.
Elisa me sonrió, bebimos y le di un beso, ella abrió sus labios para recibirlo y nuestras lenguas se conocieron jugando. Pasamos la noche bebiendo y sonriéndonos como jóvenes novios, alegres por nuestra precaria libertad, por nuestra audacia de hacer algo que sabíamos estaba lleno de fuego. Yo quería volver a tenerla en mis brazos así que la llevé a la pista, y reanudamos el baile que me había llevado cerquita del cielo. Bailando abrazados le pregunté.
– ¿Sientes lo mismo que yo?
– Si lo que sientes es mucho calor, sí – me contestó.
– También siento una gran alegría que no sé explicar – le dije.
– Vámonos Miguel, vayamos al hotel – me suplicó.
Caminamos de regreso al hotel cogidos de la mano.
– Me siento un poquito borrachita por el cava, ojalá no haga ninguna tontería – me dijo riéndose.
– A mí si que me gustaría hacer todas las tonterías del mundo contigo, Elisa hermosa.
Llegamos a nuestra habitación, la besé apenas entramos, pero ya no fue un beso dulce y tierno, este estaba lleno de lujuria, con mucha fuerza como la da el deseo y la pasión. Nos restregamos uno al otro, mientras mis manos recorrían todo su cuerpo, mis labios recorrían sus labios, su cuello, mis manos acariciaban su espalda y sus pechos.
– No Miguel no, vamos a comportarnos – me dijo separándose de mí – No quiero hacer algo de lo cual después me arrepienta.
– Lo que tu digas Elisa, pero nadie se va a enterar – le dije tratando de convencerla de seguir.

– Voy a ponerme mi pijama en el baño y después me voy a dormir, tú deberías hacer lo mismo. Vamos a portarnos bien, ¿eh Miguel? – me dijo metiéndose al baño con su ropa de noche.
Me desvestí quedando solo con los calzoncillos, pues yo no uso pijama, esperando que saliera del baño para ir yo. No estaba preocupado, le estaba dando tiempo al tiempo, esperando que la naturaleza actuase sola. Salió del baño con una bata blanca semi transparente que dejaba ver su camisón de dormir, también blanco, de seda.
– Estás hermosísima, Elisa -le dije mientras yo me dirigía al baño – Como un ángel, un hermoso ángel.
Ella me sonrió, pero no dejó de ver mi erección, mi polla luchaba contra mis calzoncillos y que yo no trataba de disimular. Me metí en el baño para lavarme los dientes, me duche rápidamente y regresé a la habitación. Estaba en penumbras, solo la luz de la tele la iluminaba y vi sobre el sofá la bata blanca. En la cama la silueta de Elisa, la hermosa forma de su cuerpo cubierta por la sábana, solo su cabello estaba destapado. Me senté en la cama, me quité los calzoncillos y me metí en la cama cubriéndome con la sábana.
– Buenas noches Elisa.
– Buenas noches Miguel – me respondió – Si quieres puedes ver la tele, a mi no me molesta.
Lo que quería ver eran otras cosas y sin poderlo resistir, alargué la mano y acaricié su espalda. Ella no dijo nada y seguí con mis caricias hasta que se giró y me dio su boca. Ahora mis manos recorrían todo su cuerpo mientras nuestras lenguas jugaban frenéticamente. Al rato aparté la sábana, le bajé las bragas y se las quité mientras admiraba su hermoso cuerpo, disfrutando la suavidad de sus curvas. Su camisón ocultaba parte de su belleza haciéndola más deseable. Besé sus pechos, los mordí sintiendo bajo la tela la dureza y dulzura de ellos. Me hinqué entre sus piernas y se las doblé, tomé sus muñecas y extendí nuestros brazos en cruz. Ella me miraba anhelante, en silencio, esperando que yo llevara toda la iniciativa, sus ojos miraban mi cara, luego mi pene que, completamente erecto, quería ser cobijado por la suavidad del cuerpo de mi cuñada. Froté mi pene con los labios de su coño sintiendo como nuestros líquidos se mezclaban. Que maravillosa vista, la mujer entregada, con sus rodillas bien separadas, su pubis coronado con rizados vellos, esa raja anhelada, sus hermosos muslos, sus brazos abiertos, sus pechos grandes y redondos, su cara angelical anhelante por saber como se siente mi pene dentro de ella, esperando también el placer.
– Que hermosa eres Elisa, como un ángel – le dije amorosamente.
Entonces solté sus brazos, ensalivé mi polla y la dirigí a su agujero, entre sus labios busqué la anhelada entrada y cuando sentí que mi polla estaba en posición, empujé y empecé a penetrarla. La ansiedad se transformaba en placer, en calor, en suavidad, en caricia. Mi cara cambiaba de ansiedad a alegría, estaba dentro de ella, todo lo que seguía era placer. La cara de Elisa era de deseo, pero cuando vio mi sonrisa ella también sonrió.

– Te voy a hacer sonreír mucho, preciosa – le dije.
– ¿Mucho, mucho? – me preguntó.
– Mucho, mucho – le contesté mientras la penetraba hasta el fondo y empecé el bello juego de entrar y salir.
Como un pistón, mi polla en su chocho se deslizaba con sumo placer. Elisa gemía y sus gemidos cambian de tono constantemente. Entonces le levanté el camisón para tocar sus pechos, erguidos, duros y suaves, dulces y amorosos, los besé para darle placer a mi lengua, a mis labios. Elisa me había cogido de la cintura para marcarme el ritmo y sus manos en mi piel hacían que me estremeciera de placer. Moví mis manos hasta sus nalgas para levantarla y sus piernas en el aire, bien abiertas, me permitían que en cada empuje llegase hasta el fondo, golpeando con fuerza.
– ¡No pares Miguel, me voy a correr ya!
– Córrete mi amor, córrete, quiero tu orgasmo, quiero vivirlo – yo le contesté.
Incrementé mi velocidad para que Elisa tuviese su orgasmo.
Definitivamente no hay nada más bello que una mujer disfrutando el sexo, yo disfrutaba de su belleza, de cada choque de mi cuerpo contra el suyo, de las sensaciones en mi polla que disfrutaba del calor de su chocho, de su presión, de su suavidad.
Le acaricié el cabello y sus pechos mientras en silencio me recuperaba. Yo quería darle algo que no sé que es, algo que nos mantuviese juntos e hiciese el momento más hermoso.
– ¿Qué piensas? – me preguntó Elisa.
– Pienso que esta noche no la voy a olvidar, que me encontré a una maravillosa mujer que no quiero perder.
Ella se me quedó mirando como viendo una cosa muy desagradable, estaba a punto de contestarme cuando su móvil sonó.
– Contesta, es tu marido – le dije.
– Hola – dijo Elisa en el teléfono – Ya estaba dormida Manuel. ¿Qué pasa? ¿Qué hora es?
– Estoy bien mi amor, mañana te veo, no te preocupes.
– Yo también te quiero, buenas noches mi amor.
Elisa se acurrucó en la orilla de la cama y solo se me ocurrió abrazarla después de apagar la tele. Apretado junto a ella, con una semi erección traté de dormirme todavía pensando en lo que me había equivocado. Trataba yo de entenderla cuando sentí la mano de Elisa en mi pecho acariciándolo.
– ¿Estás dormido, Miguel?- me preguntó.

– No Elisa.
– ¿Tu polla está dura? ¿Quieres metérmela otra vez?
– Espero que no estés arrepentida, que no haya sido yo el instrumento de tu venganza – le dije mientras la follaba.
– No, es tan bueno, hace tiempo que no sentía tanto placer y me gusta tu instrumento.
– Para eso están los cuñados, para ayudar a las cuñadas en desgracia.
– Tú de veras me haces sonreír, y no tan solo con tus chistes… oooh… pero no le vamos a decir nada por ahora, quiero ser tu amante, pero en secreto, quiero pensar qué voy a hacer… oooh… así cabrón, así, que bien me lo haces.
– La venganza es dulce – Le dije.
– Muy dulce, y me quiero vengar mucho – Elisa dijo entre gemidos.
Tuvimos nuestro orgasmo con el agua sobre nuestros cuerpos, nos besamos y acariciamos, disfrutando nuestra nueva relación de amantes.
Volamos en asientos separados, yo me esperé a salir último del avión y el último en salir con mi equipaje, cuando salí al estacionamiento ella ya se había ido. Yo, muy satisfecho de haber ayudado a mi cuñada a vengarse un poquito, me encaminé a mi coche.
Saludos.

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