Relato erótico
Vaya descubrimiento
Tenía alguna de la fidelidad de su mujer, pero no tenía pruebas. Su comportamiento no le dejaba tranquilo. Tenía que descubrirlo.
Juan – Lérida
Amigos de CLIMA, hace una semana que descubrí que mi mujer me es infiel. Yo tengo 30 años y ella 23. Nos casamos hace apenas diez meses. Ella es morena de piel, cabello castaño claro, ojos color café claro, sus tetas son grandes pero sus piernas son su mejor atractivo. Siempre que usa minifaldas llama la atención de todos los que la ven.
Es muy sensual y desde que la conocí, se depila perfectamente el coño y sus labios vaginales, de color rosado, se vuelven rojizos cuando se excita.
Desde que éramos novios yo sospechaba que ella tenía alguna aventura, pero no quise aceptarlo. Una vez que nos casamos su actitud fue un poco más descarada, pero siempre sin poder comprobarle nada.
Llegaba yo del trabajo y ella estaba muy arreglada, según ella para que saliéramos, pero había detalles que me indicaban que ya había salido. Aunque siempre vistió y viste de manera sexy y sensual, en ocasiones la encontraba vestida de manera muy atrevida para estar sola en casa, siempre según ella con el pretexto de que era por mí y para mí.
Pero resulta que hace tres semanas tuvimos una reunión en la oficina, y a última hora decidí no asistir ya que era algo informal y para cuestiones muy distintas a lo laboral. Era viernes, y por lo mismo la reunión de trabajo terminó a las dos de la tarde, siendo las seis lo más temprano que puedo salir de trabajar, pues bien resulta que, aprovechando que iba a tener toda la tarde libre, decidí ir a mi casa con mi mujer y sacarla a bailar o a cenar, a algún lugar, pero grande fue mi sorpresa cuando al llegar a casa mi mujer no estaba, por lo que, sometido por mis celos y mis dudas, decidí dejar el coche a unas manzanas de la casa, en un centro comercial cercano, y regresé de inmediato a casa para esperar a que llegara mi mujer.
La ventana de nuestra habitación da a la calle y como está en el segundo piso, desde allí podría ver perfectamente cuando llegara y lo hizo pasadas las cuatro de la tarde, a bordo de un coche muy lujoso. Antes de que se bajara pude observar claramente como una mano del hombre que conducía el coche descansaba sobre las piernas de mi mujer y la minifalda que llevaba puesta estaba tan arriba que parecía que no llevaba, pudiéndose apreciar perfectamente su tanga blanco.
Se despidieron durante unos cinco minutos, en los cuales, intercambiaron demasiadas caricias y besos para una despedida. Finalmente ella bajó del coche, llevaba puesta una blusa de botones completamente abierta, dejando ver el sujetador de media copa de encaje blanco, su minifalda era una de las más cortas que tiene, y que normalmente no le gusta usar, según dice, cuando salimos.
Entró en casa no sin antes volver a despedirse al hombre del coche aquel y cuando entró en la habitación y me vio, no supo que hacer ni que decir, se quedó parada y yo pienso que casi le coge un infarto. Yo solo atiné a pedirle una explicación, diciéndole que me dijera qué era todo aquello y que me contara qué había pasado. Se sentó en la cama y con la mirada en el suelo me dijo:
“- Se llama Guillermo, lo conocí por Internet, llevo saliendo con él tres meses, todos los viernes y nos vemos en un motel donde él se acuesta en la cama y siempre le gusta que llegue a gatas, y así le comienzo a chupar su pene, que es un poco más grande que el tuyo, pero mucho más grueso, normalmente se corre en mi boca, yo debo enseñarle primero el semen en mi boca y luego le gusta ver como me lo trago, pero si no se corre en mi boca, me sube a la cama y así a cuatro patas , en posición del perrito, me penetra, por momentos de manera lenta y pausada y por momentos de manera brusca y rápida, así estamos hasta que eyacula y me llena el coño con su leche, pues nunca usó condón ya que Guillermo esta vasectomizado, así que no te preocupes, después descansamos, y dependiendo de si tenemos hambre o sed, yo me visto, aunque me pide que solo abroche un botón de la blusa, y hace que baje a la recepción a pedir algo de comer o beber, así con la blusa abierta, sin sujetador. Luego
regreso a la habitación y en ocasiones me encuentro parejas u hombres solos que ven como voy semidesnuda por lo pasillos del motel. Comemos y descansamos un rato, nos acariciamos y besamos, hasta que finalmente vuelvo a terminar mamando ese pedazo de carne que tanto me gusta. Nuevamente hacemos el amor, en varias posiciones, aunque a él siempre le gusta poseerme por detrás, ya sea en la posición de perrito o de pie, pero siempre el detrás de mí. Después nos vestimos y me trae de regreso a casa.”
No lo podía creer, ahí estaba mi mujer, con la blusa abierta, su respiración agitada, sus pechos apretados en esa media copa tan sensual de encaje, bajé la vista y vi su tanga húmedo.
¿Sería semen aún, del hombre aquel? No supe que decir ni que hacer, solo atiné a irme de casa, hecho un mar de dudas fui a por el coche y me fui a un hotel. Ya en la habitación, recordé todas las palabras de mi mujer, y tuve una erección como nunca.
Regrese al siguiente día y hablamos por más de cuatro horas, en donde terminó por confesarme muchas infidelidades, de cuando éramos novios y ya de casados, lo que provocó que hiciéramos el amor en la sala.
Ahora soy un esposo sumiso, que acepta que su mujer le sea infiel.
Saludos para todos.