Relato erótico
Valio la pena probarlo
Está casada pero muy insatisfecha. Según ella, su marido “la monta” y en menos de cinco minutos se corre. Nunca ha tenido un orgasmo y se cansó. Mirando el periódico se le ocurrió que podía ir a una casa de relax, ni se lo pensó y pidió hora.
Arantxa – BILBAO
Querida Charo, estaba harta de mi vida. Las relaciones sexuales con mi marido no me llenaban y a mis 37 años no había experimentado un orgasmo. Harta de todo esto me fui a una, no importa que, casa de relax para mujeres de un anuncio de un, no importa qué, periódico.
Me hicieron pasar a una habitación con una ducha, allí dos chicas muy bonitas en tanga me pidieron amablemente que me desnudara, con cierta vergüenza lo hice, me pasaron agua por encima y después con las manos desnudas y llenas de gel, empezaron ha hacerme un masaje acariciando hasta las partes más íntimas de mi cuerpo, sus dedos se introducían en cada rincón, dándome un placer hasta entonces desconocido. Cuando acabaron me enjuagaron y me secaron con unas suaves toallas, me envolvieron en un albornoz y me condujeron a una habitación. Dentro estaba el chico de la foto del anuncio, era Sergio, que me dio dos besos en las mejillas mientras las chicas salían. Vestía un pantalón corto muy ajustado, que le marcaba el paquete perfectamente, la camiseta muy ajustada también le marcaba un cuerpo muy bonito.
– Hola, creo que eres Arantxa, ¿verdad?
– Sí – contesté yo, bastante cortada.
– Ven siéntate, ¿quieres tomar algo?
– No, ahora no, gracias.
– Ven, aquí más cerca.
Yo me senté en un sofá a su lado, pensando si no había sido una mala idea ir a ese lugar
– Bueno, cuéntame algo – me dijo.
– Pues no sé…
– ¿Qué quieres hacer? Vamos a ponernos cómodos.
Él se quito la camiseta y me dijo:
– Desnúdate…
– Apaga la luz ¿no?
– Ni hablar, el sexo está en los sentidos y la vista es uno de ellos, venga no tengas miedo.
Se acercó a mí, me miró intensamente a los ojos, estaba tan cerca que podía sentir su aliento fresco en mi cara, empezó a desabrochar el cinturón de mi albornoz, yo lo cogí con ambas manos, y él me besó, buscó con su lengua húmeda y caliente, el interior de mi boca. Le dejé hacer, la excitación crecía en mí, mientras su lengua se unía a la mía, me estaba besando de una forma que nunca habían hecho, me estaba poseyendo con su lengua, mientras sus manos consiguieron el objetivo y abrieron completamente mi albornoz. Me cogió por las caderas y me hizo poner de pie, mientras me seguía besando, una vez de pie consiguió que mi albornoz cayera al suelo, sus manos se posaron en mis nalgas, las notaba calientes, fuertes, sensuales, me atrajo hacia sí, y noté su miembro duro y caliente, en mi monte de Venus, y mis pechos apretados contra su pecho. Mis pezones empezaron a endurecerse y una sensación de abandono me invadió, estaba gozando como nunca y me daba la impresión que no habíamos empezado. Se deshizo del abrazo, me cogió de la mano y me llevó hasta la cama, yo le seguí como en trance hasta que con sus fuertes brazos me recostó.
Se arrodilló en la cama a mi lado, y sus manos empezaron un suave masaje por todo mi cuerpo, las yemas de sus dedos despertaban en mí cada terminación nerviosa, cada poro recibía sus caricias abriéndose como pétalos, mientras susurraba las excelencias de mi físico.
Paró de repente, se recostó a mi lado y me preguntó:
– ¿Qué has venido a buscar?
Yo medité la respuesta durante un rato y le dije entre jadeos:
– Felicidad, estoy aburrida de hacer el amor siempre con mi marido, siempre de la misma forma, siempre los 5 minutos que me dedica, busco algo nuevo, que me identifique como mujer, algo nuevo y excitante.
Se lo solté de golpe, le estaba contando cosas íntimas, pero la verdad es que no me había costado tanto. Mientras tanto él había reanudado sus masajes transportándome otra vez a cotas inesperadas de placer, solo con manipulaciones sobre mi piel.
– Explícame, ¿cómo lo haces con tu marido?
Esta vez no medité la respuesta.
– Se pone encima de mí, introduce su pené en mi vagina, se mueve durante 5 minutos y ya está, me parece que el sexo es algo más, por lo menos es lo que me explican mis amigas.
Acarició con un dedo mis labios y me dijo:
– Primero te tengo que educar un poco el lenguaje. Los sentidos son esenciales en el sexo y así como la vista es uno de ellos el lenguaje también. Ven arrodíllate a mi lado y desnúdame.
Me arrodillé a su lado le bajé su slip hasta los tobillos, su polla de tamaño normal quedó a la vista, era preciosa, su piel cubría completamente su prepucio. Nos pusimos de rodillas el uno delante del otro y me enseñó cómo llamaba a cada cosa, yo lo repetía todo sin sonrojarme, mientras él o yo tocábamos aquello que nombraba, de repente preguntó:
– ¿Me vas ha hacer caso en todo?
– Sí – respondí yo.
– Arrodíllate y ábrete de piernas, siéntete cómoda, tus nalgas que descansen en tus tobillos, ¿estás bien?
– Sí
– Muy bien, tócate las tetas.
– Pero…
– Me has dicho que me harías caso, vamos.
Yo empecé a acariciar mis tetas, no sacaba ningún placer, hasta que siguiendo sus instrucciones, pellizqué suavemente mis pezones, éstos se ponían duros y puntiagudos, mi boca se abría en pequeños gemidos, me hizo mirarle a la cara directamente. Siguiendo su guía mi mano empezó a acariciar mi monte de Venus, para después pasar a mi coño, observé con sorpresa, que estaba húmedo, húmedo como nunca lo había tenido, me introduje los dedos y mi espalda se arqueó en un relámpago de placer, con sorpresa obedecí la orden de sacar la mano de mi coño y llevarla a mi boca, el placer que experimenté al saborearme por primera vez fue indescriptible, mi boca se llenó de sensaciones, el gusto de mi coño, era dulce, amargo, sensual. Me introduje esta vez las dos manos en el coño y seguí con la deliciosa masturbación que me estaba proporcionando, la primera para mí. Me ordenó sacar una mano y recostar la cabeza sobre la cama, mientras con la otra mano seguía haciéndome una paja. Seguí sus órdenes y empecé a frotar suavemente mi ano con mi dedo húmedo de mis propios flujos, esto aumentó mi placer, mi culo se iba abriendo cada vez más, mi dedo penetraba lentamente, hasta que me lo metí todo. El placer era enorme y quería acabar nunca me había sentido tan a gusto, mi dedo latía dentro de mi culo, mientras con la otra mano rodeaba una y otra vez mi clítoris y así seguía hasta que él me permitió correrme, creo que gemí, grité, lloré de placer. Me deshice de mi propio abrazo y me recosté sobre él jadeando. Cuando recuperé la respiración él me preguntó:
– ¿Te ha gustado?
Le miré a los ojos, sin ninguna vergüenza y le dije:
– Sí, pero me falta algo.
– ¿Qué?
– Necesito que me folles, necesito tener tu polla dentro de mí.
– Antes de follar, tienes que aprender más cosas, ven.
Yo asentí y le seguí. Me puso de rodillas en el suelo mientras él se situaba delante, su polla estaba muy cerca de mi cara, podía ver sus venas perfectamente y cómo latía. Me hizo pasar la lengua por sus testículos y por toda su polla. Le lamí el prepucio bajándole la piel, me la metí toda en la boca, mientras él guiaba los movimientos de mi cabeza, su prepucio se llenó de un líquido transparente, él me lo hizo recoger con la lengua, era delicioso, continué mamándosela, me la metía hasta que sus testículos tocaban mi barbilla, estaba disfrutando como nunca, mi mano húmeda de mi flujo busco su ano, estaba cerrado pero gracias a mis manipulaciones le penetré, notaba su culo cerrado sobre mi dedo, mientras él gemía y me llamaba puta, eso me puso muy cachonda y empecé a darle golpes con mi lengua en su prepucio, de repente él metió su polla en mi boca y noté cómo un liquido caliente y espeso la inundaba, mientras su culo se abría y cerraba sobre mi dedo. Yo saboreaba aquel néctar, que hacía crecer en mí un placer intenso, me sentía amada, y muy sexual, acabé tragando toda su leche en la misma postura, hasta que se quedó seco. Nos duchamos los dos juntos pasándonos nuestras manos empapadas de jabón por nuestros cuerpos dándonos más placer. Nos secamos y volvimos a la habitación.
Nos recostamos en la cama, y empezamos a hablar, le expliqué mi vida entera, mientras él me besaba mis axilas, era delicioso, mi corazón estaba abierto, desbocado, cuando acabé, me hizo arrodillar en el borde de la cama, él se situó detrás y noté su lengua en el interior de mis muslos, cada vez que se acercaba a mi coño, se alejaba, haciendo del placer una agonía, cuando por fin su lengua llegó a mi coño creía que me corría, la pasaba de abajo a arriba, mi coño estaba empapado, lo lamía, sacando mis placeres más desconocidos, su lengua empezó a abrirse camino a través de mis labios, la notaba cada vez más adentro, de repente su lengua empezó a lamer mi clítoris, para seguir metiéndola más adentro y así durante un buen rato, al final su lengua fue sustituida por su dedos, unos dedos expertos, que me arrancaban grandes notas de placer. Mientras sus dedos me hacían una paja su lengua se entretenía en mi culo, eso me hizo culminar con uno de mis orgasmos más geniales que he tenido. Cuando me recuperé él estaba acostado boca arriba, tenía una erección tremenda. Acaricié su polla, y sus testículos, le besé su prepucio, me cogió de los brazos y me hizo ponerme de rodillas abierta de piernas sobre él, siguiendo sus instrucciones le puse tiesa la polla, me abrí el coño con los dedos y empecé a flexionar mis rodillas, cuando la punta de su polla se acomodó en la entrada de mi coño, gemí, quería más, flexioné más hasta que me noté totalmente poseída, las paredes de mi coño abrazaban toda aquella polla, notaba su temperatura, y lo viva que estaba, me hizo cruzar las piernas sobre su estomago, me notaba traspasada, inundada, bajé mi cabeza hasta él y nos besamos, mientras su polla se movía dentro de mí, dándome un gusto que hacía que me mojara cada vez más, acaricié sus testículos, mientras me tiraba hacia atrás intentado notar más aquel miembro dentro de mí, creo que me corrí tres veces antes de notar, su leche derramándose en mi interior, permanecimos en esa postura, más de un cuarto de hora, notando cómo la combinación de nuestros dos flujos escapaban de nuestra unión. Nos duchamos otra vez y descansamos por espacio de una hora, mientras hablábamos y tomábamos una copa, yo estaba completamente desnuda y sin vergüenza delante de él, mientras le explicaba cómo me había hecho sentir, veía como su polla iba cambiando de estado, dependiendo del rumbo de mi contestación. De repente con una sonrisa me preguntó:
– ¿Quieres más placer?
– Sí.
– ¿De verdad?
– Sí, de verdad – le contesté.
– Espérame aquí.
Yo le esperé recostada en la cama, caliente e inquieta, mis manos empezaron a volar sobre mi cuerpo, cuando volvió a entrar, no venía solo iba acompañado de otro hombre, un poco más joven, mi timidez y mi vergüenza volvieron, pero él me besó y me tranquilizó. Me hizo desnudarlo y cuando le quité el slip, mis ojos no podían creer lo que veían, tenía una polla enorme, está muy bien dotado. Empecé a lamer aquella enorme polla hasta que siguiendo las ordenes de él, el chico se recostó en la cama con las piernas colgando por un extremo, me puse a horcajadas encima de él, y como la vez anterior flexioné mis piernas hasta que estuve totalmente poseída por aquella polla, el placer me inundaba por oleadas, cuando noté como unas manos abrían mis nalgas y una lengua lubricaba mi culo, aumentado mi placer, me sentía mareada, el placer martilleaba mi cerebro, la lengua cambió por un dedo y después por dos. Los dedos entraban y salían con una facilidad pasmosa, mi culo estaba totalmente abierto.
Noté como él acoplaba su polla a la entrada de mi culo, y empezó a hacer presión, yo utilicé una de mis manos para abrir mis nalgas, quería que me metiera su polla en mi culo, ésta fue entrando poco a poco, cuando estuvo completamente dentro de mí, me acarició mis tetas, me pellizcaba mis pezones, y se empezaron a mover los dos, notaba sus pollas antagónicas follándome, notaba sus testículos chocar contra mi cuerpo, mientras mi coño y mi culo se lubricaban, para incrementar mi placer. Me llamaban puta, zorra, y eso me ponía más caliente, hasta que los tres estallamos en un orgasmo triple que inundó de leche mis dos agujeros.
Besos y gracias por leerme.