Una buena “herramienta”

Ya nos contó los polvos que echa con su amante. Aquel fin de semana le presento a un amigo suyo, negro, y le sugirió que podría disfrutar de una “herramienta” especial.

Alfredo – MARBELLA
Dejé mi relato justo en el momento en que me estaba corriendo con sumo placer, en el caliente y mojado coño de Lola, mi amante casada, proponiéndole que aceptara acostarse con aquel atractivo muchacho que conocimos en la playa.
Permanecí un buen rato echado encima de ella, sin sacársela, hasta que se salió por sí sola. Me arrodillé entonces delante de su cara y ella me limpió la polla con la lengua y boca, mientras seguía estirada y con las piernas abiertas, queriendo conservar lo máximo posible mi leche dentro de su chocho. Al rato Lola, más relajada y recuperada, sin moverse, me dijo:
– Cariño, es verdad que me ha excitado el bulto de Wilson, pero no pensaba en follar con él, no quiero…
Wilson era un amigo mío, negro, con el que quería que Lola follara. La abracé y besé en la boca, le pasé las manos por las tetas y un poco por su mojado coño y le dije:
– No te preocupes, todo irá bien, piensa solo en lo mucho que puedes disfrutar, además se pondrá un condón como tú me lo pediste.
Me fui colocando otra vez sobre ella, mi polla a media asta entre sus piernas, la comencé a acariciar y besar los pechos.
– ¡Sí, sí, poséeme otra vez… prepárame bien… haré todo lo que quieras… me has viciado en esos cuatro años! – me decía entre gemidos.
Me besó en la boca apasionadamente y después, mirándome a los ojos con timidez y sonrojo, añadió:
– Probaré a follar con Wilson, pero como dije ayer, con preservativo… aunque me da miedo esta cosa tan grande que parece tener pero, no esta noche, no soy una puta y no lo necesito, pero si tú lo deseas, mañana… si Wilson quiere.
Entretanto mi miembro se había endurecido lo suficiente para volver a meterse dentro de ella y la comencé a follar muy lentamente, poco a poco, sintiendo mis cojones pegados a los pelos de su mojado coño.
Tal como habíamos quedado, por la noche nos encontramos con el amigo Wilson en el hall del hotel. Salimos a cenar fuera y después a una sala de baile. Lola bailó con los dos, Wilson la abrazó y le dio dos o tres achuchones haciéndole sentir su tremendo bulto a través del pantalón.
– Lola está muy buena, que suerte tienes de tener una mujer así – me dijo cuando nos quedamos solos, al ir Lola al aseo.
– Sí, está muy bien – respondí sonriéndole – Pero no es mi mujer, es una buena amiga a la que ayudo.
– ¿Sois amantes? – preguntó entonces.
– Tampoco es así – añadí – Dadas ciertas circunstancias personales, más que amantes yo soy como un segundo marido para ella.
– Su marido sabe vuestra relación y… ¿la acepta? – preguntó él algo sorprendido.
– Así es, pero solo por su mutuo amor, dadas las circunstancias – respondí.

– No funcionaba en la cama, o bien es un voyeur o un vicioso – dijo él.
– Lo primero, es eyaculador precoz y en sus seis primeros años de matrimonio ella no conoció el auténtico goce de la penetración – le expliqué – Cuando hace tres años iniciamos nuestras relaciones sexuales, ella estaba como si aún fuera virgen.
– Cuando el otro día le vi los pechos al caerle el sujetador del bikini, me excité – me confesó.
– Lo sé, me di cuenta – dije – y gastas muy buen paquete.
– Es verdad y ahora pensando en Lola, estoy que ardo – añadió – Me gustaría hacer algo con ella.
– ¿Estás casado, soltero, separado…? – le pregunté.
– Aún estoy soltero a mis 35 años, tuve una novia hace diez pero el primer día que me vio desnudo se asustó y no tiramos adelante la relación. La verdad es que pocas mujeres jóvenes han querido llegar hasta el fondo cuando han mantenido relaciones sexuales conmigo y a algunas solo me ha sido posible encajarles media polla.
– ¿Pero, como tienes? – pregunté curioso.
– Un miembro por lo visto demasiado grande, de hecho ahora llevo tres meses sin penetrar un coño, aunque he estado con mujeres, hemos hecho juego sexual, pero sin llegar a la penetración. Yo las respeto, comprendo su miedo y alguna vez, si ha habido repetición, con cuidado y cariño me han aceptado algo de polla en su coño. De hecho, mayoritariamente, tengo sexo completo con mujeres cincuentonas desatendidas por sus maridos que, hartas de abstinencia, están más dispuestas.
– ¿Tan grande la tienes? – volví a preguntar.
– Demasiado, veinticinco centímetros de largo y dieciséis de circunferencia, lo que hace cuatro de diámetro, y eso asusta a las mujeres, al menos a la mayoría – contestó.
– ¡Jolín, nueve centímetros más que la mía de largo y uno más de diámetro! – exclamé – Hasta hoy es la más grande que ha conocido Lola.
– No hace falta llegar a la penetración, si ella no quiere – razonó él.
– Déjame a mí, esta noche la podría terminar de convencer, pues esta tarde hemos hablado algo de ello – le dije
– ¿De sexo conmigo? – preguntó excitado.
– Sí, le he hecho observar tu abultado paquete y le he dicho que podría aprovechar para conocer una tercera polla. Duda pero… aunque a caso de llegar, la condición es que debes usar preservativo al intentar la penetración, de lo contrario ella dice que nos olvidemos del tema…
– Mira, ya vuelve – me cortó Wilson.
– Mañana a las doce en la piscina y con suerte, nuestra comida podría ser un bocadillo de Lola- dije sonriendo.

– Vale, pero dile que esté tranquila, que llevaré preservativos ya que generalmente los uso con mis amigas y más cuando son ocasionales.
– Se cuidadoso – indiqué – es importante que ella tenga mucho placer.
– De acuerdo, no te preocupes – prometió.
Lola llegó a nuestro lado y preguntó:
– ¿Todo bien?
– Perfecto – respondí guiñándole un ojo.
– ¿Me queréis follar los dos? – preguntó ya abiertamente.- Si te atreves… – dije.
– Sí, me decido, pero tal vez mañana.
– Ahora estamos los tres y si mañana puedes ¿qué más da intentarlo hoy? – insinué acariciándole el muslo y subiendo mi mano hasta sus bragas, ya mojadas, por debajo de la falda.
– Es que… – intentó justificarse.
– No temas, Wilson tiene una agradable sorpresa para tí y para tu coñito y llegado el momento usará preservativo – dije guiñándole de nuevo el ojo al tiempo que pasaba mi dedo por encima de su rajita, que mojaba cada vez más la tela de la braga.
– Pero si yo digo basta, paráis – pidió ella.
– Vale, de acuerdo – respondimos los dos a la vez y yo, presionando sobre su inflamado clítoris, añadí – Verás que bien nos lo pasaremos los tres.
– Si vas a seguir metiéndome mano sácame de aquí – dijo suspirando – Vamos donde estemos mejor.
– Si queréis vamos a mi apartamento, está cerca, tomaremos unas copas y si te acabas de decidir… – apuntó Wilson-
– Donde queráis, pero vámonos de aquí, este cabrón de Alfredo me ha calentado con sus caricias – confesó ella.
Hice una señal a Wilson, que él entendió, nos fuimos de la sala de baile y en quince minutos estábamos caminando hacia el apartamento donde él vivía. Al llegar, Lola quiso ir al baño y cuando nos quedamos solos, le dije mientras él preparaba unos combinados:
– Mejor que ella no vea tu miembro desnudo hasta que ya lo sienta en sus labios vaginales. No quiero que se asuste y se eche atrás… y otra cosa, no le digas que sabes que no somos matrimonio.
– Entendido, primero la calentamos, tú la montas un poco y cuando ella esté gozando yo me quito el slip, me pongo el condón, tú sacas la polla de su coñito…

– Se le acerco a la boca de rodillas sobre su pecho tapando tu pollón – le corté – le pasas el capullo por la raja, masturbándola con él y cuando pida que se la metas, cosa que seguro te pedirá, apuntas el capullo en todo su coño y presionas poco a poco, y cuando quiera darse cuenta de la enormidad que se está tragando, con suerte ya la tendrás metida más de la mitad y espero que la “taladres” bien después.
Aquí, todos bien cachondos, dejo mi relato para continuar con ello en una próxima carta.
Gracias y besos a todas.