Relato erótico

Un amo excelente

Charo
8 de junio del 2020

Estaba sola en casa y después de comer fue a su habitación y leyó unas anotaciones que tenia sobre unas experiencias como “esclava”. Recordó muy gratamente la que vivió unos meses antes.

Belén – Navarra

Quiero compartir con vosotros mi historia del primer encuentro que tuve con “Atenea”, una sumisa que conocí en un chat de BDSM. Después de varias semanas teniendo contacto virtual, decidí que era el momento de llevarlo a la realidad… Nada fuera de lo común había pasado en mi vida, lo de siempre, trabajar en un lugar donde no pagan lo que deberían, discutir con mis padres por tonterías y hacer cuentas pensando cómo podía ahorrar más dinero para poder comprarme una moto más potente. Llegué del centro comercial con este pensamiento en mi cabeza, dispuesta a preparar mi comida. Estaba sola en casa ya hacía unos días. Preparé mi comida y comí. Terminé, lavé los platos y me dirigí a mi habitación a buscar los dichosos cascos para escuchar música.
Empecé a revolver más el desorden que tenía, vi una bolsa sobre uno de los muebles, me acerqué sentándome en la cama y cogiendo la bolsa, saqué lo que había en su interior. Detuve las esposas frente a mis ojos, las observé, eran de cuero negro, con remaches y broches plateados, sonreí. Me acordé que apenas hacía un par de días pude estrenarlas, coloqué una en mi muñeca ajustándola, me gusta sentir el cuero rozando mi piel. Comencé a recordar el encuentro, mis manos en la espalda esposadas, yo de rodillas frente a él. De verdad que lo disfrute, la sensación de los azotes con el cinturón, aun hormigueaban en mi piel y la sensación de restricción me encanta. Y sin embargo mi felicidad no estaba completa. Me puse algo nostálgica y saqué mi tesoro. Hojas de papel impresas que me hicieron feliz por lo menos unos instantes.
Empecé a leer, los primeros eran de hace un año, cuando comencé a entrar en ese mundo que apenas comprendía. Reí al encontrarme con las primeras instrucciones que alguien me dio; de todo lo que decía ahí, no hice nada, eran disparates de alguien que se creía Amo.
Seguí pasando las hojas y me encontré con el primer contrato que hice, según tenía como fecha de terminación, 22 de enero, y era con alguien de las Islas Canarias. Pasé las hojas y me encontré con una etiqueta de agua. Inmediatamente una sonrisa se dibujó en mi cara y su rostro se dibujaba en mi mente. Las 13’30h de un sábado de enero. Se me hizo un poco temprano así que decidí pasarme a hacer un café en una cafetería camino hacia el lugar. Me sentía extraña, con botas y con una minifalda rozando mis piernas.
Entré, me senté y pedí, de mientras entré a contestar WhatsApp, enseguida vi el mensaje de Rober, que alarmado me preguntaba si había pasado algo, que por qué no estaba en mi cita. Le expliqué que era muy temprano y él solo se rio. Seguí mirando los mensajes, esperando que llegara la hora. Cuando faltaban cinco minutos, me dirigí a pagar y me fui a coger al metro, abordando un vagón. Llegué a la estación donde tenía que apearme, bajé del metro y dando la vuelta, llegue debajo del reloj, estaba segura que era él, aunque lo veía de espaldas.
Iba rapado y llevaba una chaqueta de color negro. Me paré frente a él y observé rápidamente su cara, quedándome con esa primera imagen, sus ojos y sus labios enmarcados por la barba de candado. Lo saludé dándole un beso en la mejilla.
– ¿A dónde quieres ir?
Le sugerí que fuéramos a pasear. Salimos de la estación y caminamos hacia el parque. Cuando llegamos, buscamos un banco y nos sentamos, comenzamos a charlar de cosas banales, acerca del chat, de nuestros amigos, trabajo… No podía dejar de mirar sus ojos, me transmitían, algo diferente a todo lo que hasta ese momento había sentido.
Alberto comenzó a contarme de todo lo que ha vivido y pasado en el BDSM, me tenía encantada con su narración, trataba de absorber todo lo que podía, quería aprender… En diversas ocasiones lo tocaba cuando hablaba, Alberto solo sonreía. De pronto un silencio se interpuso entre los dos y yo baje la mirada. Tomándome por la barbilla me alzó la cara y sin dejar de fijar su mirada en la mía, metió su mano bajo mi falda, rozándome por encima de las braguitas.

– Estás húmeda, perrita…
Sentía el calor subiendo a mis mejillas y traté de bajar la cabeza de nuevo, pero él no lo permitió. Sentí mis bragas deslizándose por entre mis piernas, miré alrededor, ni un alma. Me giró para que quedara de espaldas a él. Colocó sus manos en mis hombros y deslizó suavemente mi suéter hacia abajo, pasó mis manos hacia atrás y sentí una pequeña soga alrededor de mis muñecas. El suéter volvió a ser colocado sobre mis hombros. Me cogió por el brazo poniéndome de pie.
– Vamos -dijo en un tono dictatorial.
Comenzamos a caminar, él me sujetaba, pero a los ojos de los demás parecía que íbamos abrazados. Nos topamos con una tienda, me preguntó si me apetecía algo.
– Solo agua -murmuré.
Compró una botella de agua para mí y para él un refresco, seguimos caminando, llegamos a lado de un coche y se detuvo, sacó las llaves, abrió la puerta ayudándome a entrar. Me quedé asombrada, yo pensaba que había llegado en metro, pero no dije nada. Se subió al coche y nos pusimos en marcha.
– ¡Separa las piernas! -me ordenó.
Las separé y subió mi falda hasta dejar mis piernas completamente descubiertas. Me introdujo uno de sus dedos, comprobando que aún me estaba húmeda y comenzó a masturbarme.
– No debes correrte hasta que yo te lo diga. Lo sabes, ¿verdad?
Asentí con la cabeza.
– ¡Contéstame!
– Si Señor, lo sé. También sé que no debo llamarlo Amo, puesto que no llevo su marca aún, aunque ya es mi Amo, siempre lo ha sido.
Condujo durante una media hora, mientras sus dedos no dejaban de tocarme y ya varias veces había estado a punto de correrme, pero había logrado contenerme. Llegamos a una casa, las puertas del garaje se abrieron y entramos. La oscuridad reinaba cuando se cerró la puerta, él bajó del coche, lo rodeó y me abrió la puerta. Me dispuse a salir, pero me detuvo. Sonreí al ver el collar de cuero negro que tenía en sus manos, mi primer collar. Levantó mi cabello y lo ajustó a mi cuello, sentía el cuero rozándome la piel, me encantaba la situación. Sujetó una cadena al collar y tiró de ella, salí del coche con bastante dificultad, pues mis manos continuaban atadas. Justo cuando íbamos a entrar a la casa, me quitó la soga.
– Vamos, ven perrita.
Me dijo al tiempo que me daba un tirón con la cadena para que me pusiera a 4 patas. Dudé un momento, pero lentamente me coloqué en la posición. Me dio otro tirón y me hizo caminar tras él. La estancia era amplia, no tenía muchos muebles. Se sentó en un sillón y yo me acomodé a su lado, en el suelo. Alberto comenzó a acariciarme la cabeza y yo me pegué a su pierna como un gato; me encantaba sentir su mano y su calor. Es mi Amo, siempre lo ha sido y ahora por fin estaba a sus pies. Escuché el ruido de la bragueta al bajar e inmediatamente me coloqué entre sus piernas, metí su polla en mi boca y empecé a lamerla, sintiendo como comenzaba a crecer y a ponerse dura; su mano me indicaba el ritmo a seguir. Me detuvo y cogiéndome del cabello, me obligó a mirarlo.
– ¡Ve a la habitación y arréglate para tu Amo!

Me indicó hacia donde tenía que ir, entré a la habitación y me encontré sobre la cama el atuendo de esclava que me había mostrado en fotos unas semanas atrás. Me quité la ropa y me ajusté el traje de cuero negro, con cadenas atravesadas. Me miré en el espejo vestida así, con el collar en mi cuello. Esperando gustarle a mi señor y justo cuando iba a salir, entró él en la habitación, me miró y se acercó a mí.
– ¿Sabes que las fantasías terminan hoy para convertirse en realidad?
Una realidad que cobrará cada centímetro de tu piel y cada parte de tu ser. Realidades, que con un gemido te harán arder por dentro y marcarán tu piel. Realidades que son un suspiro en el tiempo, nuestro espejismo, nuestra fantasía, nuestra realidad…
– Nuestro espejismo y mi realidad… Cada centímetro de mi piel reclama la tuya, las marcas nombradas tendrían que ser reales y el fuego interno saldrá con el simple roce de tus dedos, porque si tus palabras ya me hacen gemir y suspirar, ¿qué me puedo esperar?
– Puedes esperar las cadenas, el látigo, el bozal, los grilletes, el amo…
Puedes esperar el temblor de tus piernas ante mi exploración, el sudor de tu piel ante mi recorrido y el vaivén de tus caderas ante mi intromisión.
– El Amo que muchas veces he soñado, pero que sobre todo el que he deseado. El que hará que mi piel se estremezca, el que hará que mi alma obedezca, el que solo con una mirada me dirá lo que desea y al que no temo entregarme en cuerpo y alma. El que me hará llegar a mis límites, el que con un beso y una caricia en el momento oportuno, hará que me entregue más…
– Entonces, de rodillas, por que tu amo posesión de ti tomará.
– De rodillas estoy ante ti, Amo.
– A partir de ahora, eres mi propiedad.
Me colocó su símbolo en mi collar, un símbolo egipcio, al mismo tiempo que me dijo:
– Al ir tomando tu cuerpo, en tu carne grabaré mi nombre y tu piel me conocerá, y en cada gemido tuyo me alabarás y en nuestra realidad, te educaré para que aprendas a reverenciar, a esperar tu tiempo, a satisfacerme siendo esto tu satisfacción.
– Ansío que tomes mi cuerpo y tu nombre grabado ya lo tengo en cada gemido te menciono, pero ahora será diferente, porque ahora mi Amo eres y la fantasía se vuelve realidad, la educación que me darás es algo que he esperado por mucho tiempo, reverenciar y satisfacer será algo fácil por aprender, porque tuya ya es mi realidad y aun mis sueños. Gracias Amo.
Me gustó como se escuchaba esa palabra en mi boca, mantuve la mirada en el suelo y permanecí de rodillas con las manos descansando sobre mis piernas, esperando su orden. Se colocó frente a mí y yo, sin titubear, metí su pene de nuevo en mi boca, empezando a lamerlo, a saborearlo, a recorrerlo con mi lengua. Me detuvo.

– ¡Ofrécete a mí!
Me coloqué a 4 patas y me giré, apoyando mi mejilla en el suelo para que mi culo quedara mejor expuesto, pero el me cogió del pelo haciendo que me incorporase y así, teniéndome sostenida por el cabello, me penetró hasta el fondo con fuerza. Lancé un gemido fuerte al sentir su intromisión y me dio un azote en el culo.
– ¡Silencio!
Guardé silencio, pero entonces sentí que algo comenzaba a abrirse paso en mi ano, me dolía, pero no me moví. Mordí mi labio para no lanzar ningún sonido. Sentía como mi agujero comenzaba a llenarse y rozaba con mi Amo, poco a poco el dolor empezó a convertirse en placer, comencé a gemir suavemente. Los embistes de mi Amo comenzaron a ser más duros y su respiración más agitada, estaba a punto de tener un orgasmo, sabía que debía de pedir permiso. Traté de articular palabras pero no lo lograba.
– ¡Aún no, Atenea!
Comencé a moverme pegándome a él, lo abracé con mi interior, seguí moviéndome y sentí como llegaba al clímax, llenando mi interior.
– Ahora puedes tener tu orgasmo.
– Gracias Amo.
Me quedé un momento quieto, la sensación del orgasmo se había ido, pero me sentía satisfecha. Ya de regreso hacia mi casa, cogí un poco de agua de la botella que él me compró, sonreí, ahora comprendía que su satisfacción era mi satisfacción, desprendí la etiqueta y la guardé entre las hojas de mi libro Y ahora que la tengo en mi mano, me doy cuenta de que mi felicidad debe estar completa y que aunque no está conmigo, y que aunque yo disfrute con alguien más de juegos con azotes y esposas, él siempre estará ahí, porque es mi Amo y yo, siempre seré su esclava…
Os mando un beso, con el permiso de mi Amo.

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