Tres “contra” tres

Unos amigos con los que habían practicado el intercambio de pareja los invitaron a cenar y a lo que “surgiera”. Cuando llegaron a su casa, les presentaron a un matrimonio que les habían visitado. Al principio se quedaron un poco cortados, pero la noche fue genial.

Sonia – Castellón
Somos una pareja de Castellón y hace tiempo que utilizamos tus revistas. Hemos conocido a personas muy agradables, y aunque tenemos pocas experiencias en el intercambio, vamos prosperando.
Lo que voy a contaros sucedió al principio de nuestros inicios. Habíamos quedado en casa de unos amigos, que también practican el intercambio y con ellos ya habíamos follado más de una vez.
Yo me llamo, Sonia y tengo 38 años. Nuestros amigos se llaman Carlos y Rita, y tienen nuestra edad, más o menos.
A mi marido le encantan las tetas de Rita y se vuelve loquito follando con ella. A mi me gusta el arte de Carlos comiéndome el coño, es un verdadero profesional, además su polla es de las que a mi me gustan, larga y gorda. Creo que con Carlos es con el hombre que más orgasmos he tenido.
Llamamos a la puerta y apareció Carlos, que nos invitó a pasar aunque lo notamos nervioso. Nos dijo que estaban con unos amigos, pero que ya se iban, que se estaban despidiendo. Pasamos a la sala, donde Rita estaba con ellos, una pareja muy agradable, eran más mayores que todos nosotros. Él debía tener unos 63 años y ella unos 56, eran atractivos y con buenos cuerpos. Ella, que por cierto se llamaba Rocío, debía medir más o menos 1,60, no tenía mucha teta, pero su estrecha cintura, desembocaba en unas buenas caderas y un culo con unas nalgas preciosas. El marido, que se llamaba, Juan, era alto, 1,80 y con un buen cuerpo. Después descubriría que tenía una de las pollas más hermosas que había visto hasta entonces.
Por las miradas que cruzaban me di cuenta de que allí pasaba algo, y aproveché un momento en que Rita fue a la cocina y le dije:
– Me parece que estáis un poco tensos, ¿pasa algo?
Sonia, sonriendo me respondió:
– Espero que no os importe, pero con esta pareja hemos pasado noches de sexo maravilloso y como les habíamos hablado de vosotros, nos dijeron si podían conoceros, pero sin compromiso. Si no queréis estar con ellos, no pasa nada. Se irán después de tomar estas copas.
Reconozco que aquella noche estaba muy caliente y Juan era un hombre muy atractivo, pero lo que acabó de convencerme fue el comentario de Rita.
– Si te sirve de algo te diré que Juan tiene una de las mejores pollas que he conocido y si crees que mi marido sabe comer el coño, si te lo dejas comer por Juan, te volverás loca.
Solté una carcajada y le dije:
– Realmente sabes como convencer a una persona. Por mi de acuerdo y me imagino que Alberto, mi marido, ya debe estar mirándole el culo a Rocío.
Salimos de la cocina, me acerque a mi marido y le expliqué los planes, estuvo de acuerdo en quedarnos y montar una buena fiesta. Además, susurrando me dijo que las nalgas de Rocío le habían puesto la polla tiesa.

Nos sentamos en los sofás. Juan, se colocó a mi lado, su mujer se sentó al lado de Carlos, y mi marido y Rita juntos. Copa tras copa, la cosa se fue animando, y no se muy bien como empezó todo, pero sin darme cuenta, Juan me estaba morreando, mientras su mujer me desnudaba. Era una nueva sensación, sentir las suaves manos de una mujer despojándome de la ropa y los besos salvajes de Juan. Mordía mis labios y con sus manos acariciaba mis pechos. Estaba en la gloria.
Seguíamos besándonos, cuando noté que alguien estaba lamiéndome el chocho, no podía mirar, pero lo hacia de maravilla. Separaba los labios del coño, y lamía y succionaba el clítoris magistralmente, sin prisas. Mientras besaba a Juan, empecé a gemir y a moverme, estaba a punto de correrme. Me aparté de él y cual no seria mi sorpresa, era Rocío la que me estaba proporcionando tanto placer. Me quedé un poco sorprendida, nunca me lo había comido una mujer, ni yo tampoco lo había hecho. Quise apartarme, pero, Juan, se coloco de rodillas en el sofá y me enchufó su enorme rabo en la boca. ¡Joder! Vaya polla tenía, el capullo casi ni me cabía. Empecé a mamársela despacito, pero de pronto, llegó mi primer orgasmo. Fue largo y placentero y lo que me puso más caliente, fue el ver como Rocío se lo tragaba y relamía mi coño. No me dio tiempo a reponerme ya que volvió a enganchar su boca a mi chocho y siguió lamiendo y succionando. Yo seguía con la mamada, notaba como los huevos se le ponían prietos y la babilla que soltaba anunciaba una corrida. Yo me corrí por lo menos tres veces más. Tenía el chocho dolorido, pero pedía más y más.
Juan se corrió en mi boca y con sus manos agarró mi cabeza para que no me apartara. Notaba como una gran cantidad de leche bajaba por mi garganta. Tuve un par de arcadas, pero sirvieron para que Juan me la metiera más profundamente. Cuando acabó el chorreo, se pase la lengua por el capullo y lo dejé listo para otra atacada.
Cuando acabé, el espectáculo que vi, me puso más caliente. Carlos estaba sentado en el sofá masturbándose, mientras su mujer era enculada por mi marido. Sus gordas tetas se balanceaban al ritmo de la follada.
Carlos se levantó y Juan ocupó su lugar, seguramente quería recuperarse de la corrida, aunque vi que se la pelaba despacito mientras miraba.
Mi marido se la sacó del culo de Rita y fue directamente hacia Rocío, se puso de pie delante de ella y le metió la polla en la boca, por lo visto, también sabia mamar bien una polla, ya que Alberto, se estremecía y a los pocos minutos se corría en su boca.
Entonces Rita dijo:
– ¿Qué os parece si ahora somos las chicas las que organizamos la noche? Vamos a sentarnos las tres en el sofá y nos vais a comer el coño, por supuesto nadie con su pareja.
Nos sentamos, y por ser la nueva entre ellos, me asignaron a Juan, a Rita, mi marido y a Rocío, Carlos.
No sé ellas, pero a mi, me estaban haciendo el mejor “trabajo” de mi vida. Juan, era de los que cuando agarraba el clítoris y no lo soltaba hasta que te corrías una y otra vez. No se las veces que me corrí, pero acabé gritándole que parara.
Había perdido el mundo de vista y no me di cuenta de que las demás se habían levantado del sofá y estaban follando.

Mi marido se la estaba metiendo a Rocío por el culo, mientras ella se la mamaba a Carlos y Rita, estaba debajo de Rocío comiéndole el coño y de vez en cuando los huevos de mi marido. Era una escena de lo más viciosa.
El coño me dolía, pero estaba tan excitada que con solo pasar un dedo por mi pepitilla, me estremecía y me entraban ganas de correrme.
Juan se sentó en el sofá y no hizo falta que me dijera nada, me senté sobre su polla, pero de espaldas y mientras follábamos me pajeaba. Me volví loca de placer.
La noche siguió hasta hacerse de día, nos acostamos cada uno con su pareja, pero me desperté porque note que alguien me acariciaba el chocho. Era Rocío, tenía la cabeza entre mis piernas y Rita la miraba. Cuando empezó comerme el chocho, me puse tan caliente que le hice un gesto a Rita para que se sentara en mi cara y comerle el coño. No se lo pensó ni dos veces, puso su chochito en mi cara y no paraba de moverse mientras le mamaba la pepitilla y sorbía sus corridas.
Por supuesto que seguimos viéndonos los cuatro, pero en otra ocasión os contaré lo que ocurrió un largo fin de semana que pasamos en la montaña.
Besos