Relato erótico

Sorpresa navideña

Charo
25 de diciembre del 2019

Estaba de compras navideñas y un poco cansada de dar vueltas y de gastar. Se sentó en una cafetería para tomar algo y un conocido se acercó a ella. Aquel simple hecho, cambió su vida.

Hola amigos lectores. Soy Dulce, de Barcelona. Lo que os voy a contar ocurrió hará unos cinco años. Amanecía una mañana con frío en este mes de Diciembre y con recuerdos para olvidar y gastos extras en estas fechas navideñas. Así que para olvidar un poco el pastón que me había gastado, me apeteció un capricho y me fui a una cafetería pensando en qué regalarme.
Justo delante, había una tienda de lencería, y en el escaparate había una prenda que me vuelve loca. Eran unas medias negras con ligas y las lleva un maniquí de largas piernas.
Eran preciosas, y no pude evitar quedarme embobada mirándolas, y tan embobada estaba que no me di cuenta que un chico se había sentado a mi lado y observaba lo que yo hacia.
Me dio un susto de muerte, cuando me dijo:
– Seguro que te sentarían muy bien.
Lo miré sorprendida y le dije:
– ¿Tan evidente es que me gustan? Me encanta la lencería de esta tienda, pero esta fuera de mi presupuesto, y más si tenemos en cuenta lo que me he gastado en regalos de Navidad.
Sonrió y sin decir nada, se levantó y fue hacia la tienda. A los pocos minutos salía con una bolsita pequeña, se acercó y me dijo:
– Vamos a hacer las cosas bien. Hola, me llamo Andrés, y si no te molesta, me gustaría hacerte este pequeño regalo.
Abrí el paquete, aunque ya me imaginaba lo que había dentro, eran las medias que tanto había mirado. Aún sorprendida le dije:
– Muchas gracias, las acepto porque me vuelven loca. Además, mañana voy a una cena y me encantará llevarlas. Se que no es normal, pero no puedo evitarlo. Espero que no te hicieras una idea equivocada de mí.
Andrés, me miro socarronamente y dijo:
– No te preocupes, aunque reconozco que me encantaría ver como te quedan, eres una mujer preciosa.
Se levantó, pago los cafés y nuestras miradas se cruzaron. Saqué un papel y le apunté mi móvil y nos despedimos. Me di la vuelta para ver como se alejaba, y el también se giró. Con la mirada que nos hicimos, quedó claro que volveríamos a vernos. Me puse cachonda solo de pensarlo, ya que Andrés, era un tío muy atractivo.

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Al día siguiente tenía la cena, había ido a la peluquería, me había maquillado bien y me puse un vestido muy sexy. Cuando me puse las medias sentí un calor increíble en el chocho. Me “ponía” el pensar que me las había regalado un desconocido, y me cogieron unas ganas tremendas de pasar una noche loca con él.
La cena a la que iba, era la típica cena de empresa de Navidad. Cenaríamos, iríamos a tomar unas copas y nos relajaríamos. Normalmente eran un rollo, pero, aquella noche estaba dispuesta a pasármelo bien y eso que iba más sola que la una.

Nos fuimos sentando y de pronto lo vi, era Andrés y estaba hablando con un compañero mío. ¡No me lo podía creer! Como aún no me había sentado, disimuladamente me fui acercando mientras saludaba a los compañeros de otros departamentos, hasta hacerme la encontradiza.
Cuando llegué a su lado, puse cara de sorpresa y Juan, un compañero mío me lo presentó diciendo:
– Hola Dulce, te presento a mi hermano Andrés. Recordarás que os conté que vivía en Estados Unidos y que es economista. Ha vuelto para quedarse definitivamente en España, y para más casualidad, empieza a trabajar con nosotros a partir de enero.
Aquello parecía un sueño. Estaba en la cena y además se iba a quedar a trabajar conmigo.
Juan fue de lo más oportuno, ya que le dijo a su hermano que podíamos sentarnos todos juntos. Juan iba con su mujer y nos colocamos los cuatro en una mesa.
En cuanto tuvimos la oportunidad de habar me susurró al oído:
– Ha sido la casualidad más hermosa que me ha ocurrido en la vida, y espero que sepamos aprovecharla. Me imagino que te habrás puesto aquellas medias que hicieron posible que nos conociéramos. ¿O no?
– Por supuesto –le contesté- ya podrás comprobarlo.
La cena transcurrió muy bien y fue muy divertida, pero en cuanto llegó la hora de ir a tomar unas copas, Juan dijo:
– Podríais ir los dos a tomar esas copas. Nosotros no podemos venir porque tenemos a una canguro cuidando a nuestros niños, pero Dulce, ¿A ti te importaría ir con mi hermano y de paso le enseñas un poco la marcha nocturna de Barcelona?
Fui tan rápida contestando que casi me atraganto. Le dije que si, y nos despedimos de ellos.
Andrés me miro y dijo:
– Que te parece ni nos escapamos y vamos por nuestra cuenta. Muéstrame algún sitio donde aún se bailen lentos, tengo ganas de tenerte en mis brazos.
Y así lo hicimos. Le llevé a un local, que aunque un poco cutre, ponían música lenta y había una especia de reservados para meternos mano.
Nada más llegar, pedimos un par de copar y nos fuimos hacia la pista. Me abrazó fuerte y nos dimos nuestro primer morreo. Era un hombre apasionado y caliente, porque rápidamente me di cuenta de que estaba empalmado a tope.

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Bailamos o mejor dicho, nos restregamos uno contra el otro, unas tres canciones, y nos fuimos hacia el sofá. Como tenia el respaldo muy alto, no nos veía nadie. Allí seguimos comiéndonos la boca, pero mientras nuestras lenguas se retorcían, Andrés, me fue subiendo mi cortito vestido y empezó a meterme mano el chocho. Como llevaba un tanga pequeñito, no le costó nada llegar a la “meta”. Yo estaba completamente mojada y le devolví la caricia tocándole la polla por encima del pantalón. ¡Menudo cacho rabo tenía!, quede impresionada. Le desabroché la bragueta y liberé aquel trozo de carne de su prisión. Salió como si tuviera un resorte que la hubiese lanzado hacia mí. Me separé de él, la miré y sin decirle ni pío me agache para hacerle una mamada.
El muy cabrón se dejó hacer y poco a poco se fue acomodando en el sofá, abriendo las piernas para permitirme acariciarle los huevos. Casi no me cabía en la boca, y la cabeza del capullo era enorme.
Andrés estaba muy caliente, gemía y se revolvía en el asiento. Entonces noté como agarraba mi cabeza con las dos manos y me la movía de arriba hacia abajo. Al principio no paso nada, pero conforme se ponía más caliente, me presionaba tanto hacia abajo que me ahogaba. Quise apartarme, pero no me dejó. Yo estaba muy caliente. Nadie me había hecho mamar una polla de aquella forma, pero lo más sorprendente y vicioso fue, que aceleró el ritmo y de pronto paró. Tenía el capullo tocando mi garganta cuando note como se corría con un gran torrente de leche. Tosí, tuve arcadas y casi vomito, pero el muy cerdo no permitió que escupiera ni una sola gota de leche.
Me aparté un poco enfadada, pero cuando me miró con aquellos ojos, cargados de morbo, se me pasó.
Me ayudó a sentarme y dijo:
– Creo que seria mejor que nos fuésemos a mi hotel. Lo que tu te mereces, no te lo puedo dar aquí.
Dicho y hecho. Cogimos un taxi y en 20 minutos llegamos al hotel. Durante el viaje, no nos dijimos casi nada, pero cogió mi mano y la acarició.
Fuimos a su habitación y le dije que quería ir al baño. Sabia lo que me esperaba y soy una persona muy escrupulosa con los olores y la higiene. Por lo tanto, me di un buen lavado de bajos e hice la “prueba del algodón”. Me metí un par de dedos en el chocho y cuando los saqué los olí. Estaba perfecto, olía a limpio. Cuando salí, entró él y oi que se estaba lavando. Perfecto.
Lo esperé sentada en la cama, pero salió muy deprisa. Estaba completamente desnudo y tenía un cuerpo de infarto. Su enorme polla, morcillona en aquel momento, conforme se acercaba a mi iba creciendo.
Me levantó, fe desnudó y se tumbó en la cama. Lo primero que pensé es que quería otra mamada, pero no, simplemente dijo:
– Ven aquí, dame tu chocho, pónmelo en la boca. Voy a comértelo como nadie lo ha hecho hasta ahora.
Me coloqué de cara al cabezal de la cama, puse las rodillas una a cada lado de su cara y noté como empezaba a pasar la lengua por mi coño. Cada vez sentía más gusto, pero me daba cosa “sentarme” en su boca, pero él, solucionó el problema, me agarró de las caderas y lo acercó a su boca. A partir de ese momento todo fue una locura. Su lengua llegaba hasta el último rincón de mi caliente y chorreante cueva, pero cuando se centró en mi clítoris, me corrí. No recuerdo la cantidad de veces que lo hice, solo sé que, en ningún momento me permitió que me apartara y oía como sorbía mis prolongados orgasmos. Acabé rota.
Me tumbé, pero en cuanto vi aquel mástil, tieso, duro y babeante, me espabilé de golpe. Me la metí en la boca y la lamí y chupe despacito, mientras me masajeaba los huevos. Después me dedique un ratito a sus cojones y a su culo. Andrés estaba excitadísimo y a punto de correrse, pero, se levantó, me colocó a cuatro patas y sin decir nada me la metió en el chocho iniciando un bombeo que nos volvía loquitos.
La follada siguió hasta que gimiendo dijimos los dos a la vez que nos corríamos. La sacó de mi coño y se corrió en mi espalda. Fue una pasada.
Nos tumbamos para descansar y al cabo de un rato me dijo:

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– Hay algo que no te he contado. A partir de Enero, vas a ser mi secretaria y si tú quieres mi amante. Eres una mujer fabulosa y espero que podamos disfrutar mucho a partir de hoy.
Y así fue, se convirtió en mi jefe y al cabo de dos años de encuentros apasionantes nos casamos. Nuestra vida sexual es divina e incluso hemos añadido algunos complementos en ella, o sea, hemos experimentado relaciones bisex, intercambios y algunas cosillas más.
Prometo que otro día os contaré alguna de estas experiencias.
Muchos besos para todos de parte de los dos.

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