Relato erótico
Si juegas con fuego… III
Otra aventura vivida y disfrutada por nuestra amiga Marcela. Hay que reconocer que le cogió afición al sexo con otros hombres que no fuesen su marido.
Marcela – MADRID
Aquí estoy otra vez, para acabar con el relato. Me llamo Marcela, llevamos casados 11 años, él ahora tiene 41 años y yo 33 años, y si bien siempre tuvimos una vida sexual activa, yo siempre fui conservadora en mi forma de vestir y en mi forma de ser, en nuestras relaciones sexuales nunca incorporamos nada fuera de lo “normal” más allá de variar posiciones, hasta que mi marido empezó a leer relatos eróticos en esa revista, y cada vez que hacíamos el amor me comentaba lo que había leído, y debo decir que me gustaba porque me excitaba cada vez más y más, y empezaba a imaginarme que era yo la mujer de la historia y follada por diferentes hombres en todo tipo de circunstancias.
La cuestión es que, como ya conté, que esta fantasía acabó, haciéndose realidad y fueron varios los hombres que se me follaron.
– Lo que pasó la noche anterior no va a volver a suceder, yo estaba bebida, suélteme y márchese o llamaré a la recepción o a la seguridad del hotel.
– No hay ningún problema – me contestó – Estoy dispuesto hasta a ir a la cárcel, para follarte de nuevo.
De un empujón, me llevó contra la pared y empezó a tocarme por encima del vestido, diciéndome que era una belleza, que si le dejaba que me metiera un poquito su polla se iría. Entonces sacó su dura verga y empezó a pasarla por mi trasero por sobre el vestido y mi cuerpo empezó a reaccionar, sintiendo como mi coño se iba mojando y la excitación por la situación iba aumentando. El taxista llevó sus manos a mi coño y al ver que estaba mojada, tomó la iniciativa, empezó a desabrochar mi vestido con una mano mientras la otra no paraba de masajear mi clítoris. A esta altura yo estaba a merced del taxista y él ya lo sabía. Mi vestido cayó, desabrochó mi sujetador y liberó mis pechos, me hizo girar frente a él e intentó besarme, pero no lo dejé, él no se preocupó por eso, hizo que me recostase en la cama y empezó a besar y lamer con delicadeza todo mi cuerpo. Mientras lo hacía se desnudó.
Esta vez miré bien su polla, era gorda y corta, estaba dura como una roca e intentó metérmela en la boca, pero le dije que no, entonces me sacó el tanga y pasó a chupar mi coño. Debo reconocer que lo hacia increíblemente bien y tuve mi primer orgasmo, empezando a gemir. Oírme gemir de placer, incentivó al taxista que empezó a meterme un dedo en el coño mientras me lo chupaba, jugaba con mi coño, metía un dedo, luego lo sacaba para después volver a metérmelo, me masturbaba, y esto me enloquecía. Luego se levantó y quiso meterme su verga pero le dije que solo con preservativo y le indiqué la mesita de noche, él sacó un preservativo se lo colocó, abrió mis piernas y las colocó sobre sus hombros, puso su verga en la entrada de mi coño y empezó a metérmela con delicadeza. Daba gusto sentirla dentro y cuando estaba ya la mitad dentro de mi coño paró un instante y luego me la clavó de un solo golpe lo que me hizo dar un gemido de dolor y excitación. El taxista me estaba haciendo una follada que realmente me estaba enloqueciendo de placer.
Pronto no pude aguantar y empecé a gemir de placer, me la metía varias veces y luego se detenía obligándome a mover el cuerpo al encuentro de su polla, luego se detuvo y me preguntó si me gustaba, yo le decía que si, entonces me dijo que le pidiera la polla y yo le pedía verga, diciéndole:
– ¡Por favor, métemela!
El sonreía, aumentaba el ritmo de sus embestidas y mientras me la metía dirigió su boca a mis pechos y los empezó a chupar. Eso aumentó mi placer. Era la primera vez que me estaba entregando a solas a un desconocido y además un hombre mayor, y creo que todo esto hacía que mi excitación sea mayor. De pronto se detuvo y me hizo poner a cuatro patas e intentó metérmela por el culo, pero no lo dejé, entonces dirigió nuevamente su verga a mi coño y me la metió con fuerza. Así estuvimos follando un rato más hasta que se corrió y la sacó con el preservativo, pero yo grité:
– ¡Nooo… nooo…!
Aún estaba excitada porque no había terminado, me miró y me dijo:
– Eres una verdadera golfa ¿es que quieres más?
– ¡Sí, métemela de nuevo! – contesté.
Pero al mirar su polla ya caída, comprendí que él ya no podría, y entonces me dijo que podía llamar a otro taxista de la parada del hotel, pero pese a mi excitación le dije que no y que además ¿como se lo diría? Entonces me dijo:
– Es mi compañero y sabe lo que pasó anoche, y además él no me creyó y si le invito será la ocasión para demostrarle que es cierto.
El taxista se me acercó y empezó nuevamente a acariciar mi clítoris, lo que encendió en mí una excitación incontrolable. Ya no me conocía, la excitación estaba tomando el control en mí, no me importaba ya nada solo quería saciar mi excitación, y como el taxista volvió a insistir en llamar a su compañero mientras me masturbaba y le dije que sí, entonces, sin dejar de masajear mi coño, lo que me mantenía excitada y al borde de la locura, llamó al móvil de su compañero, le explicó la situación, colgó y me dijo que estaría en menos de un minuto ya que estaba en la parada del hotel, tuve un instante de lucidez y le dije que ya no, pero él me dijo que sería un pecado dejarme así, y bajó su cabeza para chupar mi coño. Esto me hizo gemir de placer. Aquella boca en mi coño me estaba enloqueciendo, dejándome a merced de aquel tío.
Llamaron a la puerta y a mí me entró cierto temor por lo que le repetí al taxista que ya no, que ya no quería, pero sin escucharme bajó y luego subieron los dos. Su compañero era otro viejo, solo que este era más alto, más fuerte y más gordo. Yo me levanté así desnuda y quise llegar al baño para encerrarme, pero, sin decir nada, me tomó de la cintura, hizo que me echara y sabiendo como controlar mi excitación empezó a chuparme el coño mientras me masturbaba con sus dedos. El compañero solo observaba hasta que dijo con voz grave:
– De verdad amigo que esta va a ser la mejor hembra que nos follamos.
Yo estaba desnuda y echada sobre la cama. El taxista se levantó y le pasó un preservativo, diciéndole que eran las reglas de la casa, el compañero, sin decir nada, se abrió la camisa, bajó su pantalón y dejó salir su polla que ya estaba dura. Vi de reojo que se colocaba el preservativo, como subía encima de la cama, y pensé que era torpe porque, sin más, separó mis piernas, colocó su verga en la entrada de mi coño y empezó a metérmela. Yo grité de dolor, pues este otro taxista tenía una verga muy grande para mí. Le decía que parase, que me lastimaba, pero a él no le importó, apoyó su pesado cuerpo contra el mío inmovilizándome, e intentó besarme, pero yo no lo dejé y su reacción fue empezar a follarme con más fuerza. El coño me dolía, yo le pedía que parase o que lo hiciera más despacio, pero él continuaba igual hasta que después de unos instantes mi coño se acostumbró y empecé a gozar de aquella follada.
El hombre era un bruto, me la metía con desesperación, pero me enloquecía de placer, me la clavaba fuerza, era diferente, era salvaje pero excitante, así tuve un orgasmo que me hizo gemir, entonces el hombre aumentó el ritmo de sus embestidas y le decía al compañero:
– Esta, después de esa follada, nunca la va a olvidar y la irá a buscar siempre así.
Esta situación me hizo tener un nuevo orgasmo violento, hasta que esta vez nos corrimos juntos. Se levantó, colocó el preservativo sobre el velador, me dijo que había sido una follada de película y que estaba listo para cuando yo quisiera. Mientras se vestía colocó junto al preservativo con su semen, una tarjeta con su teléfono y me dijo que lo llamase para más veces y luego ambos se fueron.
Yo me quedé echada, aún desnuda, con el cuerpo y el coño doloridos, y mientras la excitación pasaba, empecé a pensar en lo que había sucedido, sintiéndome mal por haber “jugado” sin mi marido, pero no podía negar que lo había disfrutado.
Días más tarde, un jueves, viajamos con mi marido a Benidorm y nos dirigimos al apart-hotel en el que siempre nos alojamos, nada más llegamos, el personal de su empresa ya lo estaba esperando con el vehículo y los técnicos para ir hacia el Norte, y allí nos enteramos que por lo largo del viaje no sería posible que volviese ese mismo día a Benidorm. Eso me molestó puesto que teníamos planes para esa noche, pero él ya no fue ni siquiera al apartamento, y directamente tomó su maletín y se fue de viaje.
Yo entré en el apartamento, me recosté en la cama y para colmo nos dieron el mismo apartamento donde pasamos con mi marido un sin fin de horas de placer y aventuras. Recordando eso, instintivamente llevé la mano entre mis piernas y comencé a acariciarme, mientras mi otra mano, como autómata, fue al encuentro de mis pechos, y estaba en eso, cuando sonó mi móvil. Era mi marido para dejarme algunas tareas para hacer en su ausencia y así ganar tiempo y tener el fin de semana libre. Me empezó a decir todo lo que haríamos cuando volviera lo que me dejó excitada, tomé nota, y como eran varias cosas, decidí pedir el desayuno en mi cuarto mientras me cambiaba por una ropa más liviana porque ya empezaba a hacer calor.
Me puse un vestido ligerito, que marca bastante las líneas de mi cuerpo pese a no ser apretado, llamaron a la puerta y cuando abrí la puerta quedé petrificada, creo que me puse un poco colorada, pues el camarero era el muchacho con quien había tenido mi primer “juego”, Si bien ya lo había visto en otras ocasiones en el hotel, era la primera vez que lo encaraba y sola. El me saludó cortésmente, se dirigió al comedor a dejar la bandeja y mientras caminaba, me preguntó si estaba bien que me dejase dos cafés con leche o como siempre, un café y un té, pero yo le contesté que era un solo desayuno. Entonces me dijo que había visto a mi marido en la recepción esa mañana y le comenté que el avión se retrasó y que tuvo que viajar de inmediato, que volvería al día siguiente. Esa revelación hizo que él cambiara su tono y su actitud, diciéndome que estaba tan guapa como siempre. Yo no le contesté, pero él siguió, diciéndome:
– Nunca he logrado olvidarte y sueño a todas horas con poder volver a por lo menos cogerte una mano.
Yo le dije que saliera de la habitación, pero él no me escuchaba, empezando a caminar hacia mí. Yo retrocedía hasta que me encontré presa en la esquina de la sala y él, sin más preámbulos, metió una mano entre mis piernas e intentó besarme, yo giré mi cara a un lado y le dije que me dejara, y que si salía en ese instante no comentaría lo que había hecho, pero él siguió, metió su mano bajo mi falda y la dirigió directo a mi coño, hizo a un lado mi tanga y empezó a acariciar directamente los labios de mi coño. No sé por qué, pero todo esto me excitó y abrí las piernas para dejarle libre el paso a su mano, al ver esto llevó su otra mano a mis pechos y empezó a acariciarlos. La excitación se apoderó de mí, el camarero ya sabia que estaba a su disposición, así que llevó sus dos manos a la parte baja de mi vestido, lo subió y me lo quitó, luego me quitó el sujetador y ya solo con el tanga, me llevó al dormitorio, empezando a besar todo mi cuerpo hasta llegar a mi coño, se detuvo ahí y me hizo tener mi primer orgasmo.
Yo no sé como en medio de la excitación, saqué de mi neceser preservativos y se los pasé, él se lo colocó, levantó mis piernas sobre sus hombros y empezó a meterme la polla con una fuerza increíble. Sentía que me entraba no sé hasta donde, y estuvimos así unos minutos, luego cambiamos de posición. El camarero me estaba dando un placer increíble, y además en aquellas circunstancias, hacían que mi placer fuera mayor, entonces hizo que me colocara al borde de la cama y volvió a meterme la polla en el coño, me la metía y la sacaba, y mientras lo hacia tocaba mis pechos y bajaba la mano a mi clítoris. Así nos corrimos juntos. Caí en la cama satisfecha, pero quería más. El chico limpió su verga con unos clínex de la mesa, pero yo se la cogí con la esperanza de que se recuperase, pero comprendí que por ahora él ya no podría y cuando quiso que se la chupase sin preservativo, le dije que no, a pesar de todo me agradeció el rato pasado diciéndome:
– Eres la mujer que más me enloquece de placer, y estoy a tu disposición para cuando quiera repetir.
Se vistió y se retiró, pero pese a lo que había pasado, se había despertado mi libido, quería más, me dio rabia que mi marido no estuviese allí conmigo, entonces recordé que el taxista del anterior relato me había dejado su móvil y así, desnuda, busqué en mi agenda su tarjeta, hasta que la encontré, aún tenía la mancha de semen de la anterior vez. Lo llamé, pero no atendía, lo volví a llamar y esta vez me contestó, pero no quise ser muy directa y le pregunté si estaba trabajando con su taxi, me dijo que sí, que estaba en ese instante en la parada del hotel, entonces le indiqué que necesitaba un servicio, y que pasase a mi apartamento a retirar un sobre para llevarlo al correo. Me dijo que enseguida pasaría, pero que autorizase su ingreso en recepción, así lo hice. Cuando colgué el teléfono me vino un atisbo de sobriedad y tomé nuevamente el teléfono para cancelar la llamada, pero no me contestaba, entonces llamé a recepción para decirles que ya no lo iba a necesitar y que no era necesario que subiese a mi apartamento, pero me dijeron que ya había entrado.
De nuevo tengo que parar aquí mi relato por demasiado extenso, pero prometo terminarlo en la próxima carta.
Besos a todos.