Relato erótico

Sexo variado

Charo
30 de mayo del 2018

Su vida sexual ha transcurrido por muchos “caminos” diferentes. Leedla detenidamente. Ha disfrutado y disfruta del sexo a tope.

Rafael – Teruel
Mi nombre es Rafael, tengo 34 años, estoy casado y tengo que confesar que en mis primeros años de adulto no me comí un rosco en el plan sexual en relación con las mujeres pero, no en cuanto a los hombres pues, me consideraba homosexual. Desde muy joven tuve siempre una actividad muy completa con los hombres ya que nunca me costó ligármelos y el día que decidía, y decido, tener una aventura siempre la consigo visitando lugares del ambiente. Con ellos aprendí a acariciar y masturbar una buena polla, a chuparla y a que me la metieran en el culo con un enorme placer por mi parte, salvo las primeras veces, como es natural.
Pensaba que allí, en estas relaciones homo, estaba toda mi vida sexual. A pesar de todo, las mujeres siempre me gustaron, pero nunca conseguí un solo ligue, aunque la verdad tampoco me metí demasiado a ello, hasta que conocí a la que hoy es mi mujer. Yo tenía 21 años y ella 23. Para mí fue un enorme descubrimiento y un triunfo total pues comencé a follármela a los pocos días de haberla conocido. La primera vez creí que me volvía loco ya que ella me lo ofreció y me lo dio todo, con todo el encanto que una caliente hembra puede dar. Fue increíble cuando vi su precioso coño, cuando se metió mi polla en la boca y empezó a chupar, cuando me la follé… Y así ha sido hasta el día de hoy, gozando con ella como un loco. Desde el primer día tuvo que enseñármelo prácticamente todo.
Me enseñó a comerle el coño y el gusto que da a un hombre que una mujer te coma la polla. A mí me la habían chupado infinidad de veces los labios masculinos pero que la cara que yo estuviera viendo fuera la de una mujer añadía un morbo distinto a la acción. También el beso negro y he llegado a follármela por el culo, cosa que repito una vez más había hecho con hombres pero jamás con una mujer. Y me he corrido en su boca. Para mí todo eso era como estar en la gloria. Me estaba follando a una mujer, a mi primera mujer con completo gusto pero sin darme cuenta exacta de que era ella la que se me estaba follando a mí. Sin saberlo me había casado con la mujer más puta del territorio nacional. A pesar de todo yo soy muy feliz y voy a contar el por qué.
Después de estos años de matrimonio cambié de trabajo y de pasarme ocho horas en el taller y de ahí a casa, pasé a viajar constantemente por toda España. Si de soltero no había tenido ninguna aventura con mujeres, jamás se me pasó por la cabeza que pudiera tenerla de casado.
Este poco éxito con las féminas había hecho que nunca me hubiera considerado un hombre apetecible para las mujeres y así como mis compañeros no paraban de contarme sus aventuras, yo sólo conocía el coño de mi mujer. Pero la cosa iba a cambiar, como por sorpresa, en uno de mis primeros viajes. Había ido a Madrid y allí, después de cenar estaba en un bar tomando café y copa, por casualidad, comencé a hablar con una chica muy atractiva que estaba a mi lado en la barra. La invité a tomar unas copas y sin darme cuenta con lo amable de la charla, se nos hizo muy tarde.

Ella, al ver la hora, me comentó que no podía ir a su casa pues despertaría a sus padres y prefería decirles, al día siguiente, que había pasado la noche en el piso de una de sus amigas. Yo, sin ninguna doble intención, le dije que si quería, podía pasar la noche conmigo, en la habitación del hotel donde me hospedaba. Por si acaso la tranquilicé añadiendo que ella dormiría en la cama y yo en el amplio sofá. Ella me miraba sonriente y aceptando mi invitación añadió que no le importaba que durmiéramos juntos.
Esta respuesta me puso algo nervioso y, sin saber por qué, pensé en mi mujer. Cuando llegamos a la habitación yo me fui al baño para desnudarme. Tardé un rato en salir para darle tiempo a que ella hiciera lo mismo y aunque no llevaba pijama ni nada parecido, darle tiempo para que, con la ropa interior por lo menos, se metiera bajo la sábana. Pero mi sorpresa fue mayúscula cuando al salir del baño la vi sobre la cama, desnuda por completo. Estaba preciosa, con sus pequeñas tetas, duras y tiesas, sus largas piernas y su peludo coño muy ofrecido, ya que mantenía los muslos separados todo lo que podía. Nos quedamos mirándonos los dos sin decirnos nada, aunque ella sonreía mientras su respiración, algo agitada, hacía subir y bajar sus pechos. Continuando en silencio, me saqué lentamente el pijama que me había puesto. La polla casi me reventaba de lo tiesa que la tenía. Me acerqué a ella y al llegar al lado de la cama ella, sin decir palabra, estiró la mano, me la agarró y tras meneármela un rato muy lentamente, se la acercó a la boca. Me la estuvo lamiendo un rato hasta metérsela en la boca chupándomela con gran maestría.
Yo, gracias a las mamadas que me había hecho mi mujer, conocía perfectamente a la buena mamadora y aquella guapa chica lo era de verdad. Mientras con una mano me asía los cojones y me los prensaba suavemente, con la otra aguantaba mi polla en su raíz mientras la iba haciendo deslizar por sus labios muy humedecidos. Veía perfectamente como sus mejillas se hinchaban o se aplastaban según chupaba y el placer que me proporcionaba era tremendo. Estuvo haciéndome este tratamiento un buen rato hasta que, por miedo a correrme antes de lo que deseaba, apartándome de ella, me coloqué sobre la cama, de rodillas, le pasé los brazos por debajo de los muslos y levantándole un poco el bajo vientre, pegué mi boca en aquel profundo y hermoso coño que encontré todo mojado. Quise demostrarle que yo también era un buen comedor de sexos, en ese caso de almejas, así que lo hice despacio, muy despacio, lamiéndole los abultados labios primero, luego toda la zona para volver a los labios poniéndola loca lentamente. Acabé abriéndole la raja con ambas manos para admirar la profundidad y el suave color rosado de su sexo.
El clítoris era algo mayor que el de mi mujer, el único que había visto, lamido y tocado hasta ahora. Me fue muy fácil acariciarlo con mi lengua, encontrándolo ya muy endurecido y muy sensible a juzgar por los gemidos que, cada vez más profundos, lanzaba la chica. Cuando cogí aquel botón entre mis labios y chupé, aquella muchacha empezó a lanzar gritos y decir palabras de fuerte contenido porno, corriéndose como si en el coño tuviera una fuente. Cuando acabó de correrse entre mis labios y sobre mi lengua, pues yo estaba lamiendo y tragando todo lo que salía de aquella ardiente caverna, y sin sacarle los brazos de debajo de sus piernas, me alcé de cuerpo con lo cual la parte baja del suyo, ascendió hacia mí, quedando la entrada de su coño a la altura de mi capullo.

Apreté una sola vez y me encontré con la polla enfundada hasta los huevos en aquella gruta mojadísima y llena de los jugos de su tan reciente corrida.
Estuve un buen rato follándomela, disfrutando de la segunda mujer de mi vida, del poder de mi verga que la hacía suspirar y gemir de gusto, pero más disfruté cuando logré hacerla orgasmar dos o tres veces antes de que yo, clavando las uñas en su culo, golpeando como un loco su chocho y al final quedándome quieto, descargué toda mi leche, abundantísima como tengo por costumbre, llenándole el coño por completo.
Descansamos un rato, sin hablar pero sin dejar de mover las manos. Ella no paró de manosearme la verga, consiguiendo ponérmela de nuevo en pie de guerra al cabo de un momento. Estuve toda la noche follándomela en todas las maneras posibles. Incluso le di por el culo. Por la mañana me sentía muy feliz, pues había tenido una aventura y que se prolongó durante todas mis visitas a Madrid. Tenía la jodienda asegurada hasta que la casualidad hizo que mi mujer se enterara. Una persona del trabajo, uno de esos que se llaman amigos, se lo contó todo y al llegar a mi casa de mi último viaje me cosió a preguntas.
Pero lo curioso es que no empezó a preguntarme cosas de esta chica hasta que estuvimos en la cama, cuando yo tenía mi polla clavada hasta los cojones en su profundo coño, repitiéndome si sólo había sido una aventurilla. Yo, sin dejar de follármela, le aseguré que sí, que efectivamente sólo había sido una aventura y dándome la impresión de que a mi mujer le estaba excitando todo esto, llegando a pedirme detalles de todo lo que hacía con esta amiga, de cómo tenía el coño, de como la mamaba y como follaba e incluso llegó a pedirme que le hiciera fotos desnuda para poder verla y excitarse todavía más.
Como es natural me extrañó mucho este comportamiento desconocido de mi mujer pero en el fondo me gustó ya que así nunca tendríamos problemas si alguna vez yo tenía un ligue, pero dos o tres días de esta conversación con follada incluida, mi mujer me preguntó qué diría yo si ella tuviera también una aventura extramatrimonial como la que yo había tenido y ella había aceptado sin protestar, al contrario, incluso con gusto y excitación.
Le contesté lo mismo que me había dicho ella, es decir, que si sólo era eso, una aventura, no habría ningún problema. Entonces, con gran asombro por mi parte, supe la verdad de la vida de mi mujer, de soltera y también de casada. Me enteré de que era una puta viciosa. Me dijo que cuando la conocí estaba más follada que una perra, supe que cundo era ya mi novia, mantenía relaciones sexuales con un hombre casado y que cuando yo no estaba, él se la follaba alegremente casi día tras día. También supe que en la empresa donde había trabajado de soltera, también mientras éramos novios, se la follaba tanto el dueño como el hijo de este en sus oficinas respectivas. Cuando tenían ganas, la llamaban, cerraban la puerta del despacho diciendo a las secretarias respectivas que no les pasaran llamadas ni les molestaran, la hacían desnudar y venga a follarla por donde fuera.

El hijo, sobre todo, era un enamorado de su culo, y fuera donde fuese, en el despacho o cualquier lugar oscuro, la subía la falda, la inclinaba hacia adelante, le bajaba las bragas y de un solo golpe se la metía en el ano enculándola con gran placer de los dos.
También supe que en el mismo día de nuestra boda se ligó a uno de los invitados y que cuando terminó el baile y ya nos íbamos al hotel, con el pretexto de cambiarse de ropa se llevó al ligue a la habitación para joder a gusto y, por lo tanto, cuando momentos después, ya en el hotel, le lamí y comí el coño lo que me tragué fue la leche de este amante ocasional. Al final terminó por contarme que en la actualidad tampoco había pasado de gozar con quien fuera o fuese y de este modo, diariamente, tenía a alguien que la dejaba bien tranquila fuera algún vecino o el chico de los recados del colmado de la esquina. Pasados los primeros momentos de estupor, pero comprobando también que no me mordían los celos, le conté yo también mis experiencias homosexuales cosa que le pareció estupenda, añadiendo que le había dado una idea ya que ella eso no lo había probado nunca. Por el brillo de sus ojos supe que no tardaría en probarlo, acostándose con alguna mujer.
Habiendo confesado nuestra verdadera naturaleza y sabiendo que no había problemas si seguíamos con lo mismo siempre que sólo fueran aventuras pasajeras, ya os podéis imaginar cómo hemos terminado. En la actualidad, la muy putita, ya no tiene que esconderse de mí, su marido, y puede seguir con sus aficiones sexuales así como yo con las mías.
Tiene decenas de amantes que vienen a visitarla y por lo tanto a follársela, en nuestra propia casa a los que hay que sumar los amantes ocasionales, los que liga por la calle estando conmigo o cuando va sola. Cuando ve a un tío que le gusta no se esconde de mostrarle las bragas, si es que lleva, sentándose descaradamente, con las piernas abiertas, mientras le hace gestos descarados. Son muy pocos los que no pican ante una mujer tan hermosa y tan clara en sus indirectas que más que eso son directísimas.
Yo, por mi parte sin dejar mis prácticas homosexuales, he conseguido ligarme a dos hermanas que también se folla mi mujer, a solas o conmigo, haciendo soberbios tríos, cargados de vicio y placer. Con sus amantes yo también participo a veces, pues ha llegado a ofrecerme a más de uno para que me den por el culo antes o después de follársela.

A pesar de todo confieso que es maravilloso eso de ser un cornudo, al menos como lo soy yo, un cornudo feliz y plenamente satisfecho pues, si bien ella disfruta con quien quiere, yo hago lo mismo con mis amantes o con los suyos. Y viceversa. Más ya no se puede pedir.
Lo único que ya no es tan agradable y no sé lo que dirán la mayoría de los vecinos, es que nuestro piso parece en la actualidad más una casa de citas que otra cosa.
Un saludo para todos.

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