Relato erótico
Sexo “a solas”
Es bisexual, caliente, y dice que el tema del sexo, lo tiene “cubierto”. Aquella tarde quería montarse una sesión de bondage pero a solas con su consolador. Lógicamente necesitaba a alguien que la atara y llamo a su “follamigo” para que lo hiciera.
Olga – Benidorm
Me llamo Olga, vivo sola en un pisito de soltera y trabajo como administrativa en una gran empresa. No tengo pareja estable, compañero ni compañera, pero si una relación muy cercana con mi amigo Juan y con mi amiga Ana, que no se conocen entre sí, y cuando tengo que cubrir mis necesidades sexuales, llamo a uno o a otra, sin problemas ya que somos liberales, o si no ligo, con cualquiera que me sea atractivo o atractiva. Por cierto, si no lo habéis notado, soy bisexual. Soy muy imaginativa en lo que al sexo se refiere y os voy a contar algunas de las cosas que he hecho y que recuerdo al transcribirlas. A veces también me lo monto sola. Compré hace tiempo en un sex-shop un consolador y un vibrador, y lo cierto es que éste último me gusta más porque no tengo que trabajar tanto. También me va el bondage, es decir estar atada, y algo de sadomasoquismo. Pero es difícil atarse bien estando sola. Sí, ya sé que para algo existen las esposas pero, qué queréis que os diga, las cuerdas me excitan muchísimo más.
Por eso planeé un día una sesión de sexo yo sola y atada. Pero necesitaba una ayudita, así que me vestí con lo que quería para ese momento: conjunto de ropa interior de bragas y sujetador sin tirantes, blancos con encajes que es una delicia que resalta mi cuerpo, minifalda algo amplia, corta hasta medio muslo y camiseta de manga corta con cierto escote, negras ambas prendas, más unos zapatos de tacón bajo, negros y sin adornos. Sencilla como veis. Escondí el vibrador en un sofá del salón y llamé a mi amigo Juan, invitándole a café, pero le advertí que ese día no tenía ganas de sexo. Al menos no con él. Vino puntualmente, estuvimos charlando un rato porque tampoco es plan de hacerle venir al pobre sólo para hacerme un favor. Por supuesto que me dijo que estaba muy atractiva, pues me había maquillado, peinado y adornado un poco más de la cuenta, como para salir, según él. Al cabo de un rato rogué que se marchara, sin problemas, pues ya nos conocemos muy bien, pero antes quería que me hiciera un favor.
– ¿Qué es? – preguntó.
– Que me ates – dije y al ver que se reía, añadí – En serio, toma estas cuerdas y átame los tobillos y las manos a la espalda.
– ¿Así que era para eso por lo que me has llamado, cuál es tu fantasía?
– Eso exactamente, una fantasía pero para mí sola, compréndelo – corté.
Al final aceptó, me ató fuertemente los tobillos y luego las manos a la espalda de forma que no pudiera soltarme.
– No te preocupes – le dije – cuando quiera desatarme tengo un cuchillo dispuesto y si no te llamaré por teléfono, anda, amordázame y hasta luego.
– Bueno, pues hasta otra y que lo pases bien.
Me amordazó con un pañuelo que le había dado y salió. Cuando oí que se cerraba la puerta pensé en que ya estaba sola. Forcejeé un poco, perfecto, no podía soltarme. La fantasía que había imaginado era que me secuestraban y me tenían encerrada y atada como estoy, y que de repente tenía necesidad de satisfacer mis deseos sexuales y tener un orgasmo, o varios, yo solita. Lo primero que hice fue reptar hasta el sillón y sacar, con mucha dificultad, el vibrador de su escondite, me moví hasta la mesa, en que había un vaso de agua lleno y con el vibrador en la boca, como pude lo mojé, mientras movía las piernas, haciendo que rozase los labios de mi sexo, que se fueron humedeciendo al irme excitando.
Por supuesto que los pezones de mis senos se pusieron erectos cual penes, pero de momento no podía hacer nada por ellos. Me tumbé sobre la alfombra del salón, boca abajo, y como pude me levanté un poco la falda, ahuequé las bragas y me fui introduciendo el vibrador mojado en mi coño, ya húmedo por mis flujos.
Cuando estuvo dentro, con sólo la base fuera, di un giro al mando y el vibrador entró en acción, solté las manos de él. La sensación que nacía en mi sexo, con ese objeto vibrando era indescriptible, parecía que todo mi coño vibraba con él, transmitiendo oleadas de placer, que hacía que mi cuerpo se estremeciera en el suelo. No sé pero creo que llegó un orgasmo pronto, todo mi cuerpo se arqueó de gozo y lancé un gemido amortiguado por la mordaza, mientras intentaba de forma automática desatar mis manos y pies, aunque claro está que no podía. Pero esa era la base de la fantasía. Una vez que me había corrido, dejé el vibrador funcionando a más baja potencia. El placer que me daba era más controlado y pude jugar un poco, boca abajo como estaba, acariciar mis tetas con la alfombra, mis manos en el culo, pellizcándolo, cogiéndomelo, cuando no arqueando el cuerpo hasta coger los tobillos con las manos, o encoger las piernas hasta rozar las tetas con las rodillas, así poco a poco me corrí por segunda vez, lentamente en esta ocasión.
Apagué el vibrador y lo saque del coño, por supuesto salía mojado, oliendo a sexo húmedo. Decidí descansar un rato, tumbada boca abajo como estaba, antes de moverme y romper las ligaduras. Pero, de repente me asustó una mano en mi cabeza.
– Así que esto era lo que querías hacer.
Juan no se había ido, sino que se quedó en la entrada, que no es visible desde el salón, y sin hacer ruido me había estado observando.
– ¿Qué tal si sustituimos el objeto inanimado y duro por un objeto animado, caliente y también duro? – dijo y al oír mi gemido de protesta, añadió – No protestes y verás cómo te gusta también.
Me dio la vuelta. Vi que su polla se notaba erecta bajo el pantalón, se agachó sobre mí y dijo:
– Voy a descubrir esas dos frutas dispuestas a ser comidas.
Remangó mi camiseta dejando visible el sujetador, metió sus manos por mi espalda y soltó el cierre del mismo, alejándolo de mí.
– ¡Que rica, fruta madura!
Era cierto pues me había vuelto a excitar y se me notaba. Inclinó su cabeza y empezó a chuparme las tetas, primero una, deteniéndose en el pezón, luego la otra, mientras sus manos me levantaban la falda y bajaban las bragas, dejando mi coño al aire. Se levantó y dijo:
– Ahora, preciosa.
Se desnudó por completo. Su enorme polla, tiesa como un palo, me amenazaba desde lo alto. Se tumbó sobre mí y de una arremetida me penetró violentamente.
– ¿No querías sexo estando atada? – dijo empezando a moverse.
No tardamos en corrernos al mismo tiempo. Cuando acabamos se tumbó a mi lado, en la alfombra.
– ¿Qué tal? – dijo y me quitó la mordaza.
– Eres un cerdo… pero me ha gustado. Anda, desátame – contesté.
– Que te crees tú eso, no querías que te dejara atada, pues así te quedas – replicó.
Me volvió a poner la mordaza, las bragas en su sitio la falda caída otra vez, el sujetador abrochado y la camiseta en su sitio, se levantó y se vistió.
– ¡Ah, se me olvidaba! – añadió.
Recogió el vibrador, me levantó un poco la falda, entreabrió las bragas, me lo metió por el coño y lo hizo funcionar al máximo.
– Disfruta – dijo.
Lo último que oí antes de sumergirme otra vez en el placer, fue la puerta al cerrarse.
Por supuesto que volvió, y lo que ocurrió ya os lo contaré otro día.