Relato erótico
Se acabó el aburrimiento
Casada desde hace muchos años, su matrimonio se había convertido en pura rutina. Salía con sus amigas y ellas le decían que debería liarse con algún tío y sacar las penas de su cuerpo. Ella se negaba, hasta que aquel día se encontraron en un Centro Comercial con un amigo que a la vez era su agente de seguros.
Felisa L.- BURGOS
Amigos de Clima, somos un matrimonio que tras 17 años de convivencia vivimos en la más absoluta monotonía, hasta que la mujer, o sea yo, harta de tanta indiferencia y tan poco cariño, decidí serle infiel, pero pasaba el tiempo y nunca daba el paso. Pero un día, por casualidad, encontré a un conocido que me invitó a almorzar. Todo ocurrió espontáneamente y este encuentro, nos llevó a un encuentro sexual tan placentero que nos convertimos en amantes.
Diré que mi nombre puede ser Felisa, y el de mi marido José, y que para los efectos somos una pareja normal y corriente de clase media alta, ya llevamos diecisiete años de feliz, pero monótono matrimonio, es decir casi todo siempre es lo mismo, José no es lo que se puede llamar un hombre ardiente, es más puedo decir que mi marido es totalmente predecible en cuanto a su manera de actuar en la cama.
Quizá por esa razón, puedo decir que decidí darle un pequeño cambio a mi vida. Los pequeños cambios fueron básicamente, el compartir un tiempo extra con mis amigas, y para sorpresa mía a mi marido eso no le molestó en lo más mínimo, por lo que yo di por entendido que no le importaba el que saliera una o dos veces a la semana con Rosa y Dora.
Un lunes me encontré con mis amigas, ellas me consolaron y abiertamente las dos me aconsejaron que me buscase un amante, lo único en que se diferenciaban era en el tipo de hombre que me podía convenir, pero yo lo tomé a broma, y participé en lo que era sencillamente un juego entre nosotras. Rosa me recomendaba que me buscase a un tío joven y musculoso, como los que asistían al gimnasio, pero la mayoría de ellos se interesan más en su cuerpo que en sus compañeras, y francamente no me encuentro para competir con un musculitos. La recomendación de Dora era más práctica, en el sentido que ella me proponía que buscase a un hombre algo mayor que yo, que tuviera dinero y tanto que perder como yo, pero al decirlo tampoco me gustó esa idea.
Tras charlar un rato, continuamos haciendo compras en el centro comercial, y fue cuando me topé con Juanjo, nuestro amigo y a la vez agente de seguros, quien al verme se deshizo en atenciones a nosotras tres, invitándonos a disfrutar un suculento almuerzo, con vino y todo lo demás. Mientras charlábamos en la mesa, en distintas ocasiones me felicitó por lo guapa que me veía, haciéndome sonrojar algunas veces. Mis amigas, de repente entendieron que dos son pareja pero tres o más son una multitud, rápidamente se despidieron dejándome en compañía de Juanjo. Les diré que nuestro corredor de seguros no es un Adonis, es más, es un tipo hasta si se quiere es del montón, pero su forma de hablarme y de mirarme, me estaba haciendo sentir algo que hacía tiempo no sentía. Pero asumí que se debía a lo que previamente conversaba con mis amigas, así que nerviosamente me levanté de la mesa y me despedí de él.
Al llegar a mi casa, le comenté a mi marido la galantería que tuvo Juanjo para con nosotras, y él se limitó a decir:
– La próxima vez que lo veas dile que me debe un partido de golf.
Yo me quedé de una pieza, ya que le dije hasta los piropos que me había echado a solas y él ni se inmutó, o sencillamente no le puso atención a lo que yo le decía. Eso fue la gota que colmó la copa. Fui a ducharme y no me avergüenza decir que mientras me enjabonaba me hice una buena paja pensando en Juanjo. Después me metí en la cama y no dejé de soñar en que follaba con él como una loca.
Pasé unos cuantos días sin salir, pero cuado mis amigas me vinieron a buscar, fuimos otra vez al mismo centro comercial. Ya estábamos a punto de irnos, cuando apareció nuevamente Juanjo, y a diferencia de la vez anterior, solo me invitó a mi sola a comer, mis amigas rápidamente se despidieron de nosotros.
Hablamos un rato, pero le dije que se estaba haciendo tarde y me comento que me llevaría a casa, pero que si no me importaba, pasaríamos antes por una casa que acababa de comprar para recoger unas cosas.
Llegamos y me invitó a entrar y como era casi la una de la tarde no vi nada malo en ello, pero en cuanto cruzamos la puerta, empezó a tratarme de otra manera, digamos que en plan seductor. Me dijo que estaba guapísima, que tenía un cuerpo estupendo, etc.
Su acoso discreto continuó y yo no tuve el valor de detenerlo, es más me encontraba como embriagada por sus palabras, de tal forma que a medida que me mostraba la casa, pasamos por el lujoso dormitorio y me llevaba de la mano, pero de pronto, tropecé con algo e inevitablemente fui a dar caer en sus brazos, y al hacerlo mi boca y la suya se toparon.
Al entrar nuestros labios en contacto, nuestras lenguas se encontraron mutuamente, sus manos fueron recorriendo mi cuerpo y las mías el suyo. Realmente no sé cuanto tiempo permanecimos en ese ardiente beso, yo deseaba que me arrancase la ropa y aunque por un breve instante pensé en José, de inmediato lo vi sentado en la sala de la casa leyendo la prensa con más interés del que me ve a mi por lo regular y con tan solo pestañar, su imagen se esfumó.
Cuando me di cuenta, estábamos casi sin ropa, él susurrándome que le gustaba belleza, y yo deseosa de ser poseída por el inmediatamente. De momento dejó de besarme, lentamente se fue arrodillando y a medida que lo hacía fue bajando mis bragas, y su boca entraba en contacto directo con la piel de mi cuerpo, lo que me hacía temblar, pero cuando sentí su aliento sobre mi sexo casi me desmayo. Su lengua lentamente comenzó a pasar sobre los pliegues de mi piel y sus manos amablemente me hicieron abrir las piernas. Era una sensación jamás disfrutada por mí hasta esos momentos, en un sin fin de veces me había imaginado eso, pero jamás pensé que me pasase realmente, un hombre que no era mi marido besándome entre las piernas, con su lengua haciéndome temblar de placer.
Sus manos me fueron empujando hasta la cama, y cuando mi cuerpo se quedó por completo sobre ella Juanjo, sin dejar de lamerme, fue cambiando de posición hasta que vi su polla frente a mis ojos, la cogí con cariño y empecé a chuparla. Yo, mamaba su polla y él se comía mi coño como nunca nadie lo había hecho. Nuestros cuerpos empezaron a temblar y tuve mi primer orgasmo. Juanjo no tardó en correrse en mi boca. Me trague su preciada leche sin desperdiciar ni una sola gota.
Nos separamos y quedamos tumbados en la cama. Juanjo se acercó para besarme y después de un buen rato de besos, primero suaves y después apasionados, la cosa volvió a empezar. Su verga se había recuperado y lentamente abrí mis piernas para que me penetrara.
Fue una follada, lenta e intensa. Mientras me la metía me besaba, acariciaba mis pechos y consiguió que me corriera un par de veces más. Pero como él hacía poco rato que se había corrido, decidí mamársela.
Al menos se la estuve chupando media hora, lamiéndola, besándola, succionando sus huevos, hasta que noté que iba a regalarme otra espléndida corrida.
Nos dimos una ducha rápida y nos tomamos un café. Mientras hablábamos, me contó que hacía muchos años que le gustaba, pero como era una mujer casada y además amigo de mi marido, intentaba sacárselo de la cabeza.
Desde ese día, nos veíamos como mínimo una vez por semana. Mi marido ni se enteró, y creo que si lo supiera no le hubiera importado.
Ahora soy una mujer completamente feliz, me siento deseada y eso es muy importante.
Besos para todos y para todas.