Relato erótico

Nuestra mini orgía

Charo
4 de octubre del 2018

Ya nos contó como había empezado una “mini” orgia en casa de su amigo. Hoy ha querido relatarnos como acabó aquella jornada de sexo a lo loco.

Susana – Cádiz
Amiga Charo, te recuerdo que estaba en la terraza de mi amigo tomando el sol y que me animó a desnudarme completamente ya que nadie nos podía ver. Me puso aceite por todo el cuerpo, cosa que me excitó tanto que por fin acabé abriéndome de piernas y entregarme a él. Pero también te conté que la cosa no acabó aquí, sino que se presentó un amigo suyo al cual también le di mi boca y mi coño y por último a un vecino
Dejé mi historia cuando apoyé una mano sobre los huevos de Arturo y la otra la metí por debajo de mi cuerpo a agarrar los de Julio. Me producía un enorme placer servir de conexión entre esos dos amigos. Julio empezó a entonces un movimiento de vaivén, lentamente, yo solté sus huevos porqué temía caerme y me sujeté a los muslos de Arturo. Julio, entonces puso mis manos en mis ingles y luego tocó con sus dedos mi clítoris. El pelo de su pecho me rozaba la espalda y yo pensé en todas las noches que había soñado con acariciarlo y hacerle remolinos.
El vaivén entonces se hizo más rápido y sin querer la polla de Arturo se me salía de la boca. Ya no podía más así que le dije que me diera su “crema”. El paró, sacó su polla de su vagina y cogió el tubo de protector solar. Yo le miré sorprendida y le pregunté:
– ¿Qué haces?
– Voy a darte crema, mi amor – contestó.
Volvió a colocarse detrás y de un golpe insertó su polla en mi chocho y allí lo dejó, mientras notaba un chorro sobre mi ojete y al poco, un dedo entrando en ese agujero y dando vueltas. Me producía algo de dolor pero la perspectiva de ser penetrada por ese lugar me ponía frenética. Nunca nadie había entrado por allí. Ya eran dos los dedos que giraban dentro de mi agujero. Luego uno más. Yo les sentía embadurnados de crema pero me causaban dolor igualmente.
– Mi amor, te doy crema aquí para que luego no te duela tanto – me decía.
Luego noté que había metido la boca del tubo de plástico en mi agujero y un gran chorro. De nuevo los dedos girando. La polla seguía en mi chocho hasta que Julio la sacó de allí y volvió a ponerla en vertical, apretándome los laterales de las nalgas con las manos y así estaban más juntas mientras su polla, entre ellas, subía y bajaba, notando contracciones en el culo y en el clítoris. Yo gemía cada vez más fuerte. Ya había abandonado la polla de Arturo que miraba la escena con su polla erecta. De repente, paró, metió su glande en mi agujerito y tres segundos después muy despacio, toda su polla. Yo pegué un grito y él me dijo:
– Perdona, mi cielo – la sacó despacio y luego me preguntó – ¿Te la meto otra vez?

Yo asentí. El de nuevo cogió mis caderas y allí me la insertó, para luego hacer movimientos de vaivén muy lentos. Pronto le dije que parara que quería tumbarme, él paró, se tumbó sobre mi toalla con su polla erguida y me dijo que me tumbara allí, señalando su polla. Yo me senté sobre él mirando sus pies, incliné mi cuerpo hacia adelante, él se incorporó y metió su polla, me senté hacia atrás tragándola completamente. Arturo me ayudó a tumbarme sobre Julio, de modo que mi coño, ardiente y húmedo, pedía algo más de marcha. Arturo aún tenía ganas de eso y de más por lo que se arrodilló y puso su verga en mi coño dejando que su pelvis avanzase y retrocediese con un ritmo frenético. Julio puso sus manos en mis pechos y los magreaba haciendo movimientos circulares,
De pronto giré mi cabeza hacia la puerta de la terraza y allí vi que el trío no estaba solo. Detrás de las cortinas había alguien observando, pero eso lejos de molestarme me excitó aún más y ya soñaba con otra polla que me hiciera gritar.
El observador descorrió la cortina para entrar en la terraza y se quedó de pie mirándonos.
– ¿Te gusta el espectáculo? – le preguntó Arturo.
– Sí, me encanta y nunca mejor dicho pues a tengo ya a punto de caramelo – contestó.
Era Santiago, un amigo de Julio y Arturo, muy campechano y marchoso. Baila la salsa de manera divina y yo me lo había imaginado moviendo su Pelvis de una forma espectacular.
– Pues creo que aún estás a tiempo de unirte a la fiesta – añadió Arturo -Vete desvistiendo.
– Sí, hombre sí, quiero más marcha, hasta que el cuerpo aguante – dije yo.
La verga de Julio aún estaba en mi culo y Arturo, animado por mi respuesta, sacó su pene de mi chumino pero sin apartarlo mucho. Luego lo acercó lo más posible, pegó un impulso, se insertó en mi chumino y se tumbó sobre mi cuerpo. El bocadillo era delicioso, sobre todo gracias al movimiento de Arturo. Allí estaba yo en medio de esos dos hombres sudorosos penetrada por dos de mis orificios.
Yo chorreaba y mis jadeos se hacían cada vez más sonoros. Empecé a temer que las vecinas de al lado nos oyeran. Julio tenía el peso de dos cuerpos, decidió que era hora de cambiar de lugar y nos pidió que le dejáramos salir. Nos ladeamos, todavía enganchados y su pene, aún tieso, salió causándome un gran alivio.
– Rubia – dijo – déjame que te eche la crema por delante.
Arturo se separó de mi pecho y Julio, agarrándose la verga, se arrodilló y dejó caer sobre mis tetas su leche caliente, además volvió a coger el tubo de crema solar, me echó un chorro y lo frotó junto con su semen por las tetas y el abdomen, muy despacio. Mientras tanto Arturo seguía metiendo y sacando su barra de mi chumino hasta que cambiamos de postura. El se puso a caballo sobre mi pierna izquierda, metió de nuevo su verga en mi chochete y puso mi pierna derecha sobre su hombro. Me encantó esa postura.

Parecía que entraba mejor y eso que ya llevaba un buen rato penetrándome. Me podía mover y retorcerme a placer y él me decía:
– Cielo, me ponen a mil tus movimientos, no pares.
Y él tampoco Paraba. Miré a Santiago que ya estaba delante, a nuestra izquierda, preparado para entrar en acción. Su verga estaba ya algo empalmada y me preguntó:
– Tesoro, ¿te apetece este helado de dos bolas?
Yo me eché a reír y le dije que sí, pero Arturo añadió:
– Oye, espera que me tumbe.
Se tumbó, yo me Puse de rodillas para besar los huevos de Santiago y entonces Arturo me dijo:
– Bombón, continúa aquí que puedes darnos placer a los dos.
Puse una rodilla a cada lado de los muslos de Arturo y volví a enterrar su pene en mi vagina. Santiago situó un pie a cada lado de la cintura de Arturo y su porra delante de mí y como a mis dos amantes de terraza, les había gustado como se las había mamado, seguí la misma técnica. Primero, di un beso a su glande succionando su hermosa fresa, después puse mi lengua debajo de su glande y con la punta rocé repetidas veces su borde. Santiago gemía y eso hacía que me excitara más y siguiera haciendo círculos con mi chumino sobre la pelvis de Arturo. Luego rodeé su glande con mi lengua, una y otra vez, muy, muy despacio. Santiago jadeaba y suplicaba:
– Vamos, preciosa, trágate más.
Eso hice, pero poquito a poquito, retrocediendo y avanzando. Santiago estaba cada vez más empalmado y seguía suplicando. Cuando yo ya llegaba hacia la mitad de su polla, me sujetó la cabeza y su pelvis pegó un empellón hacia delante consiguiendo insertármela casi entera. Yo le miré sorprendida y él me dijo:
– Perdona, cielo, ha sido un impulso – y me soltó la cabeza.
Su glande casi me llegaba ya a la campanilla así que yo pegué otro empellón y mis labios tocaron sus huevos. Avancé mis labios que hicieron como una ventosa y retrocedí sacando su verga de mi boca. Entonces Arturo dijo que no quería ver el culo de Santiago sino mis tetas así que Santiago se apartó y entonces Arturo dijo estaba a punto de orgasmar pero que quería hacerlo dentro de mí. Puse mis muslos sobre los suyos, mis rodillas sobre el suelo y mi vagina volvió a cubrir su pene. Parecía que yo estaba montando a caballo, arriba, abajo y mis tetas bailaban sueltas.
Arturo me abrazó y empezó a besarme la boca, metiendo su lengua y empezando a moverla despacito. Luego empezó a rodear la mía. Las dos se enzarzaron como en una pelea, cada vez más deprisa y yo ya casi no podía respirar hasta que mi lengua dejó de luchar, pero nuestros labios seguían juntos. Santiago entonces dijo, señalando su glande:

– ¿Por qué no me dais un besito a mi también, pero aquí?
Arturo volvió a besar mis labios y yo sentí que el capullo de Santiago se estaba introduciendo en medio de las dos bocas. No podía creer que Arturo accediera a hacer una cosa así. Santiago ya tenía su glande en el medio y yo noté que Arturo había puesto su lengua entre el glande de Santiago y mi labio inferior. Entonces yo coloqué la mía sobre la parte de arriba de su glande. Los brazos de Arturo me abrazaron fuerte y sus manos sujetaron mi cabeza dejándome paralizada y en ese momento Santiago empezó a mover entre nuestro beso su polla.
La de Arturo estaba bien insertada en mi chocho y el movimiento de Santiago era muy lento pero al poco tiempo empezó a tomar cada vez más velocidad. Santiago gemía cada vez más fuerte hasta que dijo que ya le venía. Arturo, entonces, me soltó de su abrazo, yo me retiré hacia atrás, aprovechando Arturo el movimiento para salir de mí y la leche de Santiago cayó sobre mi cara y mis tetas y la de Arturo sobre mi barriga. Yo no podía parar el movimiento de mi corazón y me había quedado clavada, aún de rodillas. Arturo me besó en los labios y me dijo:
– Mi cielo, ¿estás bien?
– Sí – contesté.
Me ayudó a levantarme y me abrazó. Santiago también, situándose a mi espalda. El semen todavía estaba sobre mi piel y Arturo me lo retiró con la toalla. Julio seguía en su hamaca. Lo había observado todo y estaba de nuevo empalmado.
Me habían proporcionado un enorme placer, pero mi chumino ya estaba irritado y mi cuerpo chorreando de calor.
– ¿Qué vas a hacer, mi amor? – me dijo Julio.
– Voy a pegarme una ducha y luego me echaré más crema para tomar el sol.

– Vale, aquí te esperamos – contestaron los tres al unísono.
Lo que sigue te lo contaré en una próxima carta
Beso de todos nosotros.

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