Relato erótico
No tenía que pasar
Era el día de su boda y reconoce que estaba muy “salido”. Una amiga de los dos, y además mujer de su mejor amigo, fue a verle a su casa para ultimar detalles. Pasó lo que no “no” tenía que pasar.
Santiago – Zamora
El día de mi boda y justo tres horas antes de llegar a la Iglesia, la mejor amiga de mi mujer que además tenia fama de casquivana, vino a mi casa a darme unos detalles de última hora y a repasar el tema de las horas a las que debíamos llegar y demás.
Yo estaba obsesionado con la idea de poner cuernos a diestro y siniestro. Anabel que así se llamaba nuestra amiga, no solo era la mejor amiga de mi novia y futura mujer sino la mujer de Luis, mi mejor amigo de toda la vida. La invite a tomar un chupito. Con la tontería y un par de chupitos mas ya tenía la mano entre sus piernas y a los diez minutos empecé a cogerle la mano y pasársela entre mis muslos.
Al momento ya había introducido mis dedos en su falda hasta alcanzar su panty y al apartar ésta me encontré con un clítoris húmedo y suave, que acaricié alternando con entradas en su caliente y dilatado chocho, ella también me estaba tocando y mi polla se ponía cada vez más dura. Nos pusimos de pié con un beso de tornillo y la tomé de la cintura, a lo que respondió muy apasionadamente, contorneando su figura, invitándome a acariciarle sus nalgas, sus senos, todo su cuerpo.
Disfruté tocándola tanto como ella siendo acariciada. La tela de su ropa pegada a la piel se sentía tibia y exquisita. Comencé a desabotonar su blusa y tomé sus grandes senos. Mis caricias la hicieron gemir de placer, pero aún no me atrevía a desnudarla, ya que no sabía si se iba a presentar mi madre. Ella bajó el cierre de mi pantalón y comenzó a acariciar mi polla, que ya se encontraba tan dura como una roca y comenzando a humedecer mis “gallumbos”.
Me senté en una silla del comedor y ella se sentó sobre mi abriendo previamente sus piernas para quedar en posición, aunque sin habernos quitado la ropa. Dejé caer suavemente su espalda sobre otra silla levantando su falda y apartando su panty, comencé a lamerle el coñito que comenzaba a segregar dulces jugos.
Anabel se estremecía con cada contacto de mi lengua en su clítoris. Bajé un poco mi lengua para dirigirme a su ano, que estaba afeitadito y limpiecito. Se lo lamí durante un largo rato lo que le gustó mucho según me dijo. Cuando le introduje un dedo en su ano me indicó que le dolía pero que le gustaba.
Me levanté con ella abrazada y me dirigí al sofá, donde la desnudé, a riesgo de que al llegar mi madre que era la madrina, nos encontrara en plena faena. Ella dirigió su boca a mi polla y comenzó a mamarla a medida que yo terminaba de quitarme la ropa.
Que sensación tan divina, esa boquita suave y mojada alrededor de mi instrumento, entrando y saliendo de forma que no quedaba nada por recorrer, a la vez que acariciaba mis testículos con sus delicadas manos. Estuve a punto de acabar en su boca lo que no quise hacer tan rápido, por lo que tuve que sacarle la polla de la boca y se la metí en el chocho que me esperaba ardiendo.
Mientras la penetraba besaba su boca, sus tetas, su cuello. Al rato me provocó diciéndome que quería que se la metiera en el culo, que me recibió apretado y suave.
Le pedí que se tocara el clítoris y ella respondió inmediatamente. Cuando no pude aguantar más, la saque del culo y comencé a correrme sobre sus sus tetas y su barriga. El orgasmo recorrió mi cuerpo haciéndome temblar, mi leche corría sobre su piel morena causando un bello contraste. Su mano derecha tomó parte de mis jugos y se acercó a su boca para saborearlo y gozarlo lentamente. Fue un momento maravilloso.
Apenas tuvimos tiempo de recomponernos cuando llegó mi madre que era la madrina diciendo que estaba el coche abajo.
Después de la boda, llegó la comida. Mónica mi novia que ahora era mi mujer estaba radiante. Pasó el banquete y después nos fuimos a la discoteca a bailar. Allí en un momento dado me di cuenta de que Anabel se iba sola hacia el servicio de mujeres. Cuando me miró yo creí captar una señal en el hecho y le dije a mi mujer que iba un momento al retrete. Mire a derecha mire a izquierda y me colé dentro del servicio de mujeres.
Allí estaba Anabel empolvándose la cara, cuando me vio hizo un gesto entre terror y aceptación ya que hacía como cosa de cuatro horas que habíamos estado follando a tope.
La cogí de la mano y la metí en uno de los retretes. Le di un morreo, que ella me devolvió casi mordiéndome. Me restregaba la polla por encima del pantalón, estaba dura y tiesa. Yo le metí la mano debajo de la falda, llegando hasta su chocho.
Penetré con uno y después dos dedos, y ella gemía. Saqué la mano y la llevé a mi nariz, sintiendo el fuerte aroma de su sexo. Ella frotaba cada vez más fuerte y empezó a quitarme el cinturón. Me baje los pantalones y me saque el cipote. Le levante la falda mientras ella se dejaba hacer, dejándome ver unas piernas de alucine enfundadas en una medias muy bonitas con liguero y una braga minúscula que arranque de un tirón.
Aún no me chupaba la polla, así que sólo la tomó con su mano y me la apretó con una fuerza increíble. Yo le metía con decisión una mano en las tetas, en el culo, rozando el ano, entrando la otra mano en su coño empapado.
Me hizo sentar en el inodoro, y levantándose la falda se metió decidida mi miembro mojado, empalándose con placer. En ese momento salió del trance, pareció como un motor al que hubieran dado el contacto y empezó a cabalgar sobre mi como una posesa.
Yo me moría de excitación, y ella forzaba mi miembro hacia abajo para sentirlo más sobre su clítoris. La oí gemir y casi gritar. Le metí un dedo en su ano, y gozó aún más. Olí mi dedo y sentí la mezcla de olores más excitante que había sentido en una mujer. Su sudor me invadía, su sexo era una presencia viviente que saturaba mis sentidos. Sus ojos destellaban cuando se daba vuelta para mirarme. Su boca ansiosa me chupaba los dedos en cuanto rozaban sus labios.
Se calmó breves instantes, manteniendo un movimiento rápido me dijo:
– Ya, ya… ¡No puedo más, me corrooooo!
Se quedó quieta un momento sentada sobre mi polla a tope de rígida hasta que se salió. De pronto arrodillándose junto a la taza del wáter, se amorró a mi cipote chupando con una fuerza y voracidad increíbles, hasta que me corrí, se lo tragó todo y me la chupó dejándola limpia como la patena.
Luego se arreglo el vestido y salimos de allí como si no hubiese pasado nada. Todo esto solo duró unos minutos y no cruzamos ni una sola palabra jamás sobre el hecho.
Unos minutos después volví con todo el grupo y ella estaba en los brazos de Luis su marido, mientras este fanfarroneaba de lo hombre que era. Yo por dentro me reía de sus cuernos y aunque aquella sensación me gusto, tampoco me sentí realizado.
Un saludo para todos vosotros y un beso para ti, Charo.