Relato erótico
Muy, muy infiel
Un viaje inesperado de su mujer le convirtió en un hombre infiel. Era viernes por la noche, sus amigos estaban ocupados y decidió ir a cenar solo a un céntrico restaurante. Como no había reservado mesa tuvo que esperar y dos guapas mujeres le preguntaron si podían compartir mesa.
Josep – Barcelona
Mi nombre es Josep, tengo 35 años y soy de Barcelona. Físicamente estoy bastante bien, soy alto, rubio con el pelo largo y según dicen las señoras, resulto atractivo. Mi experiencia sucedió a principios de año, recién pasadas las fiestas navideñas. Mi mujer había tenido que ausentarse durante unos días por asuntos laborales y la verdad, me encontraba bastante aburrido y por qué no decirlo, solo. Decidí salir a cenar. Llamé a todos mis amigos solteros pero, tratándose de un viernes noche, todos tenían compromisos, por lo que decidí salir solo, sin más. Me dirigí a un restaurante, bastante conocido, del centro de la ciudad y del que soy cliente habitual pero como no tenía mesa reservada, tuve que esperar una media hora en la barra, tomándome un aperitivo. Detrás de mi entraron dos chicas, Alicia de 29 años, morena, con unos ojos verdes preciosos y un cuerpazo de escándalo, unos pechos enormes que se dibujaban prietos y duros bajo un jersey de cuello cisne, bien ajustado, y Nuria, una rubia muy hermosa, bajita, una auténtica muñeca.
Tras preguntar si había mesa, el maître les informó que deberían esperar al menos una hora y seguidamente me dijo que ya tenía mi mesa preparada. Sin cortarse lo más mínimo, Nuria me preguntó:
– ¿Come solo?
La respuesta, por supuesto, fue afirmativa con lo que me propuso compartir mesa con ella y su amiga a lo que accedí encantado, no sin una mezcla de nerviosismo y sorpresa. La cena, en un principio, fue muy formal. Nos presentamos, estuvimos hablando de nosotros, de nuestros trabajos, de nuestra situación en general. Ellas también estaban casadas pero cada quince días salían a cenar, dedicándose a ellas esa noche y dejando de canguros a los respectivos maridos. Cuando pedimos los postres, Alicia propuso pedir una botella de cava a lo que, tanto Nuria como yo, accedimos sin reparos. El ambiente se iba cargando y la atmósfera era cada vez más picante. Nuria empezó a insinuarse de manera muy descarada, diciendo muy abiertamente:
-Me gustaría verte completamente desnudo y que me comieras mi abultado clítoris.
Alicia se reía mientras acercaba su mano por debajo de la mesa, hasta mi paquete, con aparente disimulo, comprobando que había crecido considerablemente. Sin apartar la mano de mi bragueta. Alicia cuchicheó algo al oído de Nuria y esta asintió. Sin decir nada más, Alicia pidió la cuenta, pagamos y al salir del local, propusieron ir a un sitio más íntimo. La verdad es que acepté sin pensarlo. Llevaba rato con una empalmada de órdago y con ganas de guerra.
Fuimos andando hasta un parking cercano donde Alicia había dejado su coche. Ella se sentó al volante mientras Nuria y yo nos sentábamos detrás. La mujer no perdió ni un minuto en desabrochar los botones de mis pantalones vaqueros y sacar mi dura polla. Su cara fue de sorpresa al verla, gruesa y dura, con sus 18cm apuntando al cielo. Rápidamente se la puso entre los labios y empezó a chuparla con ganas, como si hubiera quedado con hambre después de cenar. Alicia no se perdía detalle mirando por el espejo retrovisor y se reía mientras su amiga mamaba mi polla. Al parar en un semáforo, Alicia hizo un guiño a Nuria y se cambiaron en un santiamén. Ahora era la boca de Alicia la que jugaba con mi capullo. Mis manos habían ganado la batalla al jersey de cuello cisne y se habían podido abrir paso hasta sus hermosas tetas, duras y prietas, y sus pezones, grandes como gomas de borrar, que se ponían más y más duros a cada momento. Finalmente se incorporó y nuestros labios se besaron largamente, entrecruzando lenguas, sintiendo aún el sabor fresco a cava en su boca, mezclado con sabor a ella.
Al rato llegamos a un puerto deportivo, cercano a Barcelona, donde el marido de Alicia tenía amarrado un barco de recreo de 14 metros, muy marinero y que, sin que él lo supiera, servía de picadero para su mujer y sus amigas, a costa de buenas propinas a los vigilantes. Subimos a bordo. El barco tenía una bañera bastante espaciosa a la que me costó bastante acceder dado que llevaba los pantalones desabrochados y con una mano en el bolsillo aguantándolos, la cosa se complica. Nuria se puso rápidamente de rodillas y me sacó los zapatos, pantalones, la chaqueta, la camisa y los calzoncillos. Alicia ya estaba en ropa interior. Sus tetas eran impresionantes. Alicia, cogiéndome por la polla, me llevó hasta el camarote principal, donde había una enorme cama, de forma triangular y me tumbó en ella. Nuria nos miraba mientras se iba desnudando sensualmente hasta quedarse en tanga, con los pechos al aire, más pequeños que los de Alicia pero igualmente hermosos. Alicia empezó a besarme mientras Nuria comenzaba a chuparme la polla.
Sentía sus labios en los huevos, notaba su campanilla suavemente sobre el falo y la lengua de Alicia como lamía mis pezones, mi vientre y como seguía lamiendo hasta mis pies, dedo a dedo, chupándolos golosamente. Luego fue subiendo hasta encontrarse con la boca de Nuria en plena tarea y se fundieron las dos en un largo y caliente morreo. Mi polla parecía que estaba al borde de estallar. Nuria se quitó el tanga. Tenía un coñito peludo, muy hermoso, con unos labios bien definidos, dejando ver un clítoris muy hinchado y como su flujo recorría todo su sexo. Entonces Alicia sacó, de un pañol, dos pares de esposas y sin la menor resistencia, Nuria fue esposada a unos salientes, a ambos lados de la cama, en cruz. Mi cara fue a encontrarse con sus flujos. Sentía su sabor en mi lengua, que paseaba suavemente por su coño pero, al momento, las manos de Alicia me apartaron y vi como tenía en las manos un frasco de espuma de afeitar y una maquinilla. Le llenó el coño de espuma y empezó a rasurarla con cuidado. Nuria me pidió la polla. Quería chuparla mientras la afeitaban.
Cuando acabó, Alicia salió del camarote y yo aproveché la ocasión para penetrar el suave coñito depilado de Nuria. Ella gimió de placer. La verdad es que tengo mucho aguante y mientras me la follaba, se corrió un par de veces. Al rato entró Alicia con una polla de látex inmensa, atada con un arnés a su cintura. Me apartó dulcemente, me besó y puso una almohada bajo el culo de Nuria para elevárselo un poco y sin contemplaciones, le partió el culo con aquel pollón de látex. Nuria lloraba del dolor que le producía aquella verga en su agujerito, pero gozaba, pues mezclaba el llanto con los gritos de placer. Me situé detrás de Alicia, agarrando sus hermosas tetas y apretando sus pezones. Me agaché a chupárselas. Yo estaba muy excitado y tenía unas ganas locas de correrme, así que mientras Alicia se follaba a Nuria, decidí follarle el culo a Alicia, sin lubricarlo, a saco. Gimió levemente y empecé a cabalgarla por detrás. Las dos gemían como posesas. Era la mejor follada que hasta el momento había tenido y cuando sentí la imperiosa necesidad de soltar mi leche, salí del culo de Alicia y me corrí en la cara de Nuria, corrida que, la muy golfa, devoró.
Descansamos un rato y una vez recuperados, me senté en la cama, otra vez con el mástil a punto y la zorra de Nuria se sentó sobre él, perforándose el culo por segunda vez. Alicia, por su parte, se la folló por el coño hasta que las dos se corrieron varias veces, pero Alicia, cuando vio que mi polla estaba a punto de estallar por segunda vez, me agarró los huevos con fuerza, diciéndome:
– Esta vez me has de follar por el coño, guapo, no te vas a librar.
Alicia se desabrochó el consolador de su cintura, pero dejándolo puesto en el coño de Nuria, que estaba jadeando a placer, y se sentó sobre mi polla. Mientras me follaba, se apretaba los pechos, frotándose los pezones. Así se corrió varias veces y cuando yo estuve a punto de estallar, me puse de pie en la cama y vacié la espesa leche de mis huevos en la boca de esta maravillosa mujer que es Alicia.
La verdad es que, desde aquella magnífica follada en el barco del marido cornudo de Alicia, nos vemos bastante a menudo, una o dos veces al mes y varias veces hemos hecho auténticas orgías con amigos y amigas a los que les gusta disfrutar del sexo libremente, hasta el punto que la semana pasada estuvimos todo el fin de semana, veintidós personas, diez tíos y doce hermosas mujeres, entre ellas Alicia y Nuria, follando como locos en un hotelito de la Costa Brava, que alquilamos para el evento y que ya resumiré en un próximo relato.
Un saludo de un casado muy infiel.