Relato erótico

Mi primera experiencia bisexual

Charo
21 de abril del 2018

Siempre ha mantenido relaciones con mujeres, pero sentía curiosidad por vivir una experiencia bisex. Puso un anuncio y le contesto un travestí. Se llamaba Rosana, tenía unas buenas tetas y un pollón increíble.

Jaime – ALICANTE
Hola, amigos de Clima, soy lector esporádico de vuestra revista y después de mucho tiempo me ha ocurrido algo digno de compartir con vosotros. Me llamaré Jaime y vivo en Alicante, tengo 35 años, soy alto y delgado, poco vello, ojos marrones y pelo rubio.
En los últimos diez años he tenido dos amantes con las que he mantenido una relación heterosexual normal, pero en mi interior siempre ha palpitado una fantasía. Siempre me han atraído los relatos de bisexualidad y sumisión en los que la persona es utilizada y poseída, perdiendo su voluntad.
Tras quedarme solo eso fue precisamente lo que busqué y puse un anuncio en un chat en el que me ofrecía a pareja dominante para que me sometiera. Después de tiempo, bromas y algún intento fallido, recibí un SMS que decía:
– ¿Quieres un travestí?
Tras sopesarlo durante un rato y aunque yo buscaba una pareja, hombre-mujer, decidí que un travestí era lo que más se acercaba para realizar mi fantasía de bisexualidad y sumisión.
Quedamos en su casa y mientras llegaba, mi excitación crecía y mi cabeza se llenaba de dudas. No sabía lo que me iba a encontrar en realidad y aunque individualmente tenía yo mucha práctica con consoladores, no tenía mucha experiencia real.
En el momento en que entré en su casa y la puerta se cerró tras de mí, mi corazón latía con fuerza y mi respiración escapaba a mi control, pero cuando la vi y nos saludamos, mis dudas se despejaron. Era algo más baja que yo, aunque sus tacones la hacían aparecer más alta, y tenía un cuerpo impresionante, digno de ser admirado por cualquier hombre.
– Llevo mucho tiempo siendo poseída analmente, pero tengo muchas ganas de emplear mi polla para obtener placer y eso lo voy a conseguir contigo – me dijo.
En silencio se desnudó, apareciendo ante mí un cuerpo completamente femenino, salvo una polla que, arrugada aún, parecía de buen tamaño, con grandes y duras tetas, cintura estrecha y piernas largas y muy bien torneadas. Se tumbó en la cama y ordenó que me desnudara. Yo me sentía ridículo, pero muy excitado y cuando estuve completamente desnudo y ante su impasible mirada, me dijo que me acercara y le chupara todo el cuerpo.

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Empecé por chuparle las increíbles tetas, recorriéndolas con mi lengua por el pezón y toda su superficie. Ella reclinaba la cabeza y gemía débilmente, después y sin pronunciar una palabra, su mano guió mi cabeza para que me quedara a la altura de su polla, la cual había adquirido una media erección. De pronto se incorporó y puso una almohada doblada bajo su cabeza para tener mejor perspectiva de la maniobra. Ahora empleaba sus dos manos, con una sujetaba mis brazos estirados y con la otra marcaba el ritmo de la felación.
Me apliqué totalmente y mi boca subía y bajaba por toda la extensión de su polla, ahora ya totalmente erecto, intentando proporcionarle todo el placer que pudiera.
Como es natural, yo no tenía ninguna experiencia en mamar pollas y aquella, que mediría más de 20 centímetros, era mucha mayor que la mía de 17 centímetros, y más gruesa, pero intentaba imitar lo que las mujeres me habían hecho a mí. A pesar de todo me resultaba imposible introducírmela entera en mi boca y a veces tenía que retirar la cabeza pues me daban arcadas. Rosana, entonces, disminuía el ritmo, pero no dejaba que parara de chupársela. Yo, a estas alturas, ya me estaba desinhibiendo y empezaba a disfrutar de aquella situación, lo cual quedaba reflejado en la dureza que mi polla había adquirido.
En mi entrega no me di cuenta de que su respiración se entrecortaba, de que su abdomen se convulsionaba y de que sus gemidos aumentaban en intensidad. Pero fue ella quien, cogiendo mi cabeza con sus dos manos, me dijo muy apresuradamente que estaba a punto de correrse, que no tenía ninguna enfermedad y que quería me tragara su corrida. Siempre me han dado miedo los contagios, pero la creí, además no estaba en disposición de hacer otra cosa, ni quería ni podía.
A los pocos segundos su cuerpo se tensó, sus manos apretaron mi cabeza y con un alarido muy intenso dio rienda suelta a su placer y eyaculó en mi boca. Recibí sumisamente su descarga de semen y como único acto reflejo, mis ojos se cerraban al recibir sus andanadas, que fueron cuatro o cinco, y tras un momento de confusión, me tragué todo lo que llegaba al interior de mi boca.
Rosana se tranquilizó un poco, pero no quiso que dejara de chupársela, recogiendo así hasta la última gota de su esperma. Esta experiencia me puso a cien, pues era la primera vez que me tragaba una corrida, pero lejos de resultarme desagradable me gustó mucho y el conjunto de olores, sabores y sonidos, embriagaban todos mis sentidos haciendo que intensificara la mamada y sin darme cuenta del tiempo transcurrido comprobé que ella volvía a tener la polla tremendamente dura.
Fue a partir de este momento cuando Rosana tomó la iniciativa, se levantó e hizo tumbarme en la cama boca arriba, cogió mi pene con una mano y empezó a masturbarme mirándome a los ojos. Subía, bajaba y cambiaba de ritmo, lo tenía todo bajo control y parecía divertirse viendo mi excitación, pero paró cuando yo estaba a punto de correrme, dejando polla muy tiesa mirando al techo.

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Entonces alzó mis piernas y recorrió mi ano con sus dedos antes de dirigir allí su pene entrando con cierta dificultad, pero una vez completada toda la penetración, empezó a follarme haciendo que su polla entrara y saliera recorriendo mis entrañas haciéndome gemir sin remedio. De vez en cuando paraba para contemplar mi cara girada y los ojos cerrados por esa mezcla de dolor y placer, introduciéndome entonces los dedos en mi boca. Pese a que era menos corpulenta que yo, me manejaba a su antojo y así, al rato, me colocó a cuatro patas penetrándome otra vez por detrás haciéndome sentir toda la longitud de su polla y sus testículos chocando contra los míos.
Sus manos sujetaban mis caderas y hacían rítmicamente la penetración acompasándola con sus movimientos pélvicos. Mi placer anal se intensificaba al estar más sensibilizado y mis constantes quejidos de placer, cada vez más fuertes, la convencieron para ponerme una mordaza en la boca. Hecho esto, retornó a la enculada, follándome furiosamente diciéndome:
– ¡Que ganas tenía de follarme un culo como este, puta… serás mi puta particular… aaah… y te follaré siempre que quiera!
Rosana no hizo más paradas y entrando y saliendo de mi culo abrasadoramente, terminó reventando de placer corriéndose dentro de mí.
Después de su segunda eyaculación nos tranquilizamos un poco, pero tras una pausa, ella me dijo:
– ¡Lubrícame la polla, vamos a follar otra vez!
Personalmente creía que la sesión ya había terminado y me sorprendí que todavía tuviera “reservas” para continuar, así que obedecí y empecé a chupársela. Su polla me gustaba, al igual que ella. No tardó mucho tiempo en jadear y a decir:
– ¡Que bien lo haces, puta, estás aprendiendo muy deprisa!
Sus palabras producían en mí una extraña motivación que me hacía intensificar la mamada.
Pero no me dejó seguir por mucho tiempo, me hizo parar y me colocó de nuevo boca arriba, atándome de pies y manos a los extremos de la cama. Salió entonces de la habitación y volvió a los cinco minutos con unas cuantas pinzas y lo que parecía ser un bote de aceite para masajes. Me puso una pinza en cada pezón y otras dos en mis testículos. El dolor era intenso, pero se podía soportar. Después embadurnó su mano con aceite y empezó a masturbarme proporcionándome un placer inaudito. Me llevaba al límite y paraba. Era un suplicio pero me gustaba. Estaba totalmente entregado y le pertenecía.

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La última vez paró justo antes de llegar al punto del no-retorno, dejando mi polla dando saltos, soltando un hilillo de líquido preseminal, y a mí al borde del éxtasis. No podía más y le supliqué que llegara hasta el final, pero en vez de hacerme caso, me desató de los pies levantando mis piernas hasta la cabeza, dejando así mi culo completamente expuesto. Rosana, con una erección completa, apoyó su glande en la entrada de mi ano y sin emplear las manos, me la introdujo poco a poco.
Antes de salir de casa me había aplicado una lavativa y en mi intestino solo estaban los restos de su última corrida por lo que la lubricación estaba asegurada. Después de follarme durante diez minutos sin hacer pausas, apoyó su sudoroso cuerpo en el mío y acercó su boca a la mía sin dejar de penetrarme. No sé por qué giré la cabeza negándole el beso, pero ella aumentó el ritmo y cambió el ángulo de penetración rozándose con las pinzas de mis testículos, lo cual me obligó a volver la cabeza y al abrir mi boca para quejarme de placer y de dolor, que en ese momento eran lo mismo, en este momento juntó su boca con la mía rebañándome con su lengua. Mi última resistencia se quebró y le devolví el beso con pasión.
Rosana no paraba de besarme y follarme, sentía sus grandes y duras tetas rozándose con mi cuerpo y su sudor se mezclaba con el mío. Lo que sucedió entonces fue muy extraño, me embargó una sensación de calor por todo el cuerpo y me pareció que todo ocurría a cámara lenta. A cada una de sus hondas penetraciones en mi culo le seguía una corriente que recorría mi espalda haciéndome gemir, aunque mis gemidos se ahogaban en su boca. Yo ya no podía más, toda aquella situación me estaba llevando al límite, el placer se había acumulado en mi cuerpo hasta que al final estallé en un orgasmo como nunca había experimentado.
Perdí la noción espacio-tiempo y cuando pude reaccionar me di cuenta que mi pene había eyaculado en mi vientre. Rosana había parado porque la situación la había sorprendido y porque las contracciones de mi ano no la dejaban penetrarme. Entonces salió de mí, me desató y me colocó a cuatro patas.
Mi mente todavía divagaba cuando ella volvió a darme por el culo desde atrás. Esta postura parecía gustarle especialmente y se tomó con calma esta última follada, saboreando cada centímetro que conquistaba con su apéndice y cuando notó que el momento se acercaba, volvió a decirme:
– ¡Ve preparando tu boquita, quiero que te tragues toda mi leche!
Llegado el momento de eyacular, se salió de mi culo y me puso la polla en la boca, y totalmente agradecido por el placer que me había proporcionado, recibí en mi paladar por segunda vez en ese día, todo su semen. Rosana estaba de rodillas delante de mí y presionando su pene desde la base hasta la punta, arrastró todo lo que quedaba de su denso esperma hasta mi lengua. Esta vez era yo el que la miraba a los ojos, no podía pensar, todos mis esquemas se habían roto.

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