Mi madura amante

Siempre le han gustado las mujeres maduras y aunque está casado, no desaprovecha follarse alguna si se le presenta la ocasión. En aquella ocasión fue con una clienta que solía ir a su despacho.

Eusebio – Portugalete
Mi nombre es Eusebio. Tengo 35 años y trabajo en una pequeña oficina en la que paso la mayor parte del tiempo, menos mal que tengo unas compañeras de trabajo simpáticas y a veces me visitan y se rompe un poco la rutina.
Aunque estoy casado creo que de vez en cuando no hay que dejar pasar la oportunidad de mantener alguna aventurilla especialmente con mujeres maduras con las que siempre hay algo nuevo que experimentar en el campo sexual.
Olga es una de esas mujeres que de forma habitual pasa por mi oficina para resolver asuntos de su empresa. Una mujer de unos 58 años aunque mantiene un esplendor y una vitalidad que le hacen aparentar muchos menos de los que realmente tiene. Tiene unos labios carnosos, un culo de película y unos pechos que desafían a la gravedad y que en más de una ocasión cuando se los he visto se me ha puesto la polla dura. Aunque el hecho de que fuera una clienta no facilitaba las cosas.
Aquel lunes vino cargada de papeles como siempre fue a mi oficina a verme.
-Hola mi amor.- era su saludo habitual.- ¿Nos ponemos a trabajar?
Y acto seguido un montón de papeles cayó sobre mi mesa. Por lo menos teníamos para un par de horas de estar juntos. Después de aquel par de horas que se convirtieron en tres decidimos ir a comer a un bar cercano en el que yo solía ir muchos mediodías ya que mi mujer trabaja y no está en casa hasta las 6 de la tarde.
Durante la comida pude admirar a través de la transparencias de su blusa aquellos hermosos pechos, grandes, inmensamente redondos y con unos pezones que parecía que fuesen a atravesar el sujetador. También pude admirar sus tremendos ojos marrones que se me clavaban cada vez que me miraba como si quisiera atravesarme con ellos.
-Como va con tu mujer. – me preguntó.-
Podría parecer que la conversación tomaba un ritmo excesivamente personal, pero después de tanto tiempo viniendo a la oficina había confianza entre nosotros y solíamos contarnos cosas íntimas.
– Muy bien. ¿Y tú?
– No me quejo pero me gustaría un buen jovencito, jeje.

Después de tomarnos el café nos volvimos a la oficina donde continuamos la conversación que cada vez subía más de tono.
– Tú sabes que eres mi amante secreto.-me dijo.
– Secreto y virtual. – le contesté con un poco de enfado porque ya me cabreaba tanta tontería con lo del amante, comentario que se repetía a menudo.
– Pero así estamos bien. – me replicó riéndose a carcajadas.
La jornada se alargaba y mis compañeras se fueron del despacho, o sea que estábamos solos. Me levanté para preparar un café y cuando me di la vuelta vi que estaba detrás de mí.
Se acercó y empezó a morrearme con una pasión increíble. Mientras nuestras lenguas luchaban, noté que estaba sobando mi paquete por encima del pantalón, como podéis imaginaros mi polla había reaccionado y estaba dura como una piedra.
Yo le tocaba las tetas y conseguí sacarle una de la blusa, eran gordas, con unos grandes pezones y sorprendentemente para su edad estaban duras y turgentes.
Después de soltar mi cinturón y mirarme lujuriosamente, se agacho ante mí, agarro mi polla y se la metió en la y haciéndola desaparecer en su interior. Fue un momento sensacional ya que no era habitual en mi mujer que me chupara la polla y por lo tanto lo estaba disfrutando de una manera especial. Pasaba la lengua alrededor de mi capullo haciéndome sentir escalofríos cada vez que repetía estos movimientos.
En menos de dos minutos me había hecho llegar al séptimo cielo y cuando quise avisarla de iba a correrme, el placer que sentía no me permitió articular más que una especie de murmullo. En el momento de sentir la leche derramándose en su boca fue como la culminación de aquel momento, más cuando ella se aferró con fuerza a mi culo metiéndosela lo más profundo posible y haciéndome llegar a niveles de placer que nunca hubiera podido ni soñar.
Después de esto se levantó y apoyándose sobre mí me miró mientras se relamía el exterior de la boca con la lengua para de nuevo pegar sus labios a los míos y ensartarnos en un beso en el que el sabor intenso del semen en su boca se me hacía patente.
Mi polla volvía a estar de nuevo en situación de combate preparado para nuevas acometidas. Apoyándola sobre la mesa sentada frente a mí le abrí las piernas y tras comprobar con satisfacción que su chocho estaba completamente húmedo me introduje de un solo golpe dentro de ella. Sin prácticamente dejarle tiempo a nada. Empecé un vaivén frenético en su interior que provocó que gimiera y gritara como una posesa.

Cuando sentí que de nuevo que la eyaculación era inminente le di media vuelta y apoyándola contra la mesa y sujetándole con fuerza los pechos le coloqué el capullo en la entrada de su ano que estaba húmedo y antes de que pudiera decir que no se la fui metiendo lentamente, mientras que con una mano le acariciaba el clítoris.
Al principio notaba que cerraba el ojete lo cual hacia que le doliera más, pero poco a poco, mi masaje en el clítoris hizo su efecto y se relajo, permitiéndome que se la metiera toda hasta que mis cojones chocaron con su coño.
Se me ha olvidado comentaros que tengo una polla de un buen tamaño, ya que cuando está en todo su esplendor, mide unos 22 cm, por este motivo, mi mujer no me había permitido nunca que la enculara, en cambio Olga, estaba disfrutando y movía las caderas para notar como la penetraba.
Aquella mujer me estaba haciendo sentir cosas que nunca había experimentado. Verla tumbada sobre la mesa de mi despacho, con las bragas en un tobillo y con la falda levantada me daba un morbo increíble.
De pronto empezó a moverse agitadamente y dijo:
-No pares cabrón, que voy a correrme, oh que gusto, nunca me habían dado por el culo, pero a partir de hoy, este culo es tuyo. Sigue, sigue…
Como me había corrido dos veces, mi erección parecía eterna, mis huevos no debían tener más leche para soltar, pero me equivocaba.
Cuando acabó de correrse, se zafó de mis brazos, se incorporó y se lanzó sobre mi cipote como si el mundo se acabase. Empezó a mamármelo con fuerza, lo pajeaba con rapidez y me masajeaba los huevos. No sé como lo consiguió, pero me corrí por tercera vez. ¿Entendéis ahora lo que os comentaba al principio de mi relato de que las maduras tienen más experiencia?
Bueno, sigo con el relato. Cuando acabe de correrme, las piernas me temblaban y estaba agotado. Olga se levantó, se arregló la ropa y sonriendo pícaramente me dijo:
-Bueno cariño, ahora ya no somos amantes virtuales, y si tu quieres, podemos “amarnos” cada vez que venga a tu despacho. ¿Qué dices?

Le di un morreo y por supuesto acepte.
Desde aquel día follamos cada vez que viene a la oficina y de momento, nadie sospecha nada. Veremos lo que dura, pero de momento, cada semana espero ansioso que llegue el día que tiene que venir a verme.
Un beso para todos.