Soy su “puto”

Lo que empezó como una solución para saldar la deuda con su patrona, acabó en una experiencia sexual que ahora, pasado muchos años, aún no ha olvidado.

Armando S. – MADRID
Lo que os voy a contar ocurrió hace muchos años. Llegué a Madrid, para encontrar trabajo y estudiar. Como no tenía experiencia, no había forma de encontrar nada, y el dinero que tenía se me estaba acabando.
Me alojaba en una pensión y la propietaria era una mujer un tanto exigente y de carácter amargo, llamada Marina. Yo la había visto echarle una gran bronca a una chica que le debía dinero.
Estaba preocupado, le debía dos meses y me temía que me echaría a la calle.
Una noche, la cosa reventó.
Una noche, llamó a mi puerta, y tal como sonaban los golpes parecía que estaba cabreada. Entró en la habitación, cerró la puerta y dijo:
-Ya no aguantó más o me pagas o te echo de la pensión. Me quedaré tus cosas como garantía de que vendrás a pagarme.
Estaba desesperado y le dije que estaba dispuesto a hacer cualquier cosa, pero que no me echase.
Me miró detenidamente y dijo:
– Se me ha ocurrido una cosa para que me pagues lo que me debes.
– ¡Claro!- exclamé – ¡La que sea!
– ¿Has salido por la noche? -me preguntó.
– Sí.
– ¿Has visto que a unas manzanas de aquí hay un grupo de chicos?
Por supuesto, los había visto. Ella se refería a unos tíos que trabajaban de noche como putos y esperaban que los clientes los llevaran con ellos, tanto hombres o mujeres. Me quedé de una pieza. ¿Significaba aquello que ella me exigiría que yo trabajara de prostituto para pagar la renta?
– ¿A qué se refiere? – pregunté cauteloso.
– Muy simple. Ellos cobran cierta tarifa por follar con sus clientes. Yo te pagaré la misma tarifa y así me irás pagando lo que me debes. Solo tendrás que follar conmigo.
Me quedé con la boca abierta. ¿Habría oído bien? No supe qué responder en ese momento.
Marina era una señora de unos 50 años aproximadamente. Para su edad, no estaba del todo mal: tenía unos pechos grandes, que aunque no muy firmes, parecían apetitosos. Llevaba el cabello corto, entrecano, y su principal defecto estaba en su carácter agrio, que la convertía en una persona realmente desagradable. Era la típica solterona que nadie quiere.
Asaltado por la duda, estuve indeciso por unos momentos. Ella me miraba con impaciencia y como para motivarme, se abrió la bata que la cubría y pude ver que abajo de ella, estaba completamente en pelotas. Tenía unos pechos más grandes de lo que yo había imaginado, algo de grasa en la barriga y unas piernas gordotas pero bonitas.
Me quedé observándola y el espectáculo me excitó.
– ¿Y bien? – preguntó con aire imperativo.
Con cierta timidez respondí en voz baja:
– Acepto…

Sonrió y sin más demora, se quitó la bata y la tiró a un lado. Se dio media vuelta y pude ver que tenía un culo atractivo, con unas nalgas redondas que parecían dos melones. La erección de mi polla no se hizo esperar. En ese instante me sonrojé puesto que pese a todos los problemas, estaba deseándola. Marina aprovechó la ocasión para acercarse a mí y aplastar su cara contra la mía y cerrar mi boca con un beso salvaje. Introdujo su lengua por la fuerza entre mis labios y la deslizó entre mis dientes, buscando mi lengua, para entregarse a un duelo mayúsculo. Me abandoné a aquella mujer dominante, que comenzó a acariciarme y a estrujarme la polla por encima de los pantalones. En ese momento no respondía a las caricias de ella, pero la dejaba hacer.
Sin darme tiempo a más dudas y vacilaciones, se acostó en la cama, con las piernas abiertas. Se quedó quieta unos segundos y luego elevó la voz:
– ¿Qué estás esperando para quitarte la ropa? – dijo
Me acerqué, un poco cortado, me cogió con fuerza y empezó a morrearme. Se iba calentando, y entre jadeos me “ordenó” que le comiera el chocho.
Sin quitar la vista de su coño entreabierto, me eché sobre ella y empecé a lamer y succionar su raja lo mejor que sabía, aunque ella ya procuraba decirme lo que tenía que hacer. Por lo visto aprendía rápido ya que la muy cerda se corrió un par de veces. Entonces, susurrando me dijo que se la metiera.
No me lo pensé, y se la clave hasta el fondo, bombeando con fuerza. Gritaba con fuerza y me decía que no parase, que quería correrse otra vez.
De pronto, levantó las caderas y dijo que se corría. En cuanto la oi, no pude evitarlo y le solté un abundante y espeso lecherazo en el chocho.
El orgasmo de ambos fue brutal y quedé derrumbado sobre Marina. Tras un momento de reposo, ella se levantó, recogió su bata, se cubrió y salió al tiempo que decía:

– Bien, has cumplido con el primer pago. Creo que has hecho un buen negocio.
La cosa se fue repitiendo, follábamos cada día, pero una tarde, llamó a mi habitación y me dijo que aquella noche, me invitaba a cenar en su comedor privado, ya que venían dos amigas suyas y quería presentármelas.
Me pareció divertido, además iba a cenar gratis.
A las 10 de la noche me llamó, dijo que ya podía subir. Me sorprendí gratamente cuando vi a sus amigas. Debían tener la misma edad que ella y estaban jamonas las dos. Además se habían vestido de forma muy provocativa, lo que hizo que mi polla diera un respingo dentro de los pantalones.
La cena estaba riquísima y el vino, el cava corrían iban a chorro. No sentamos en el sofá y de pronto una de ellas dijo:
-Ya nos ha contado Marina que le pagas la pensión con unos polvos que la dejan muy satisfecha.
Quería morirme, la muy golfa les había contado nuestro “secreto”. Pero no me dio tiempo de de reflexionar nada más, ya que la otra soltó algo que me dejó tieso:
-Sabemos que necesitas dinero y nosotros vamos muy mal folladas. Nuestros maridos se dedican a ir de putas y tenemos el chocho seco. Te vamos a pagar la misma tarifa que aplica Marina, y así, podrás ahorrar.
No sabía qué hacer, pero la verdad es que estaban buenorras y además me iban a pagar por follar cada día.

Acepté y entonces dijeron que para saber el “material” del que iban a disponer, podíamos empezar aquella misma noche.
No tardaron ni un minuto en quedarse en bragas y sujetador, y sin darme cuenta, ya me habían quitado los pantalones, habían sacado mi polla y me la estaban mamando.
Se iban turnando las, tres, y digo as tres, porque Marina se apuntó a la juerga. Cuando ya tenía la polla tiesa, Juana, que así se llamaba una de ellas, se espatarró en el sofá y me dijo que le comiera el chocho. Lo hice hasta que se corrió, y así, una detrás de otra.
Por supuesto se turnaron para que me las follara, y cuando les dije que ya no aguantaba más, se arrodillaron las tres, me la chuparon y se repartieron la leche.
Aquella situación duró casi un año, y viví experiencias que algún día os contaré.
Gracias por leerme. Os mando un beso a todos.