Relato erótico

Me aburria y…

Charo
20 de enero del 2020

Aquel fin de semana le habían fallado todas sus amigas. Una por trabajo, la otra por el folla amigo que tenía y la otra la gripe. Se quedó en casa y decidió que vería algunas películas.

Cristina – Salamanca

Vaya, al final los varios planes alternativos que tenía para la noche del sábado habían desaparecido uno a uno, en un principio iba a salir con las chicas a tomar unas tapitas por el centro de la ciudad, y luego unas copitas con sus correspondientes bailoteos, pero a una le había llamado un rollete intermitente que tenía para cenar en su casa, y lo que surgiera después, que surgiría, a otra el jueves en su empresa la mandaron urgentemente a Sevilla, a arreglar uno de esos marrones que de vez en cuando ocurren y que ella tiene siempre todas las papeletas para que le toquen, y la tercera estaba en cama temiéndose que fuera la gripe. Mi siguiente plan fue ir al cine con una de mis amigas casadas a la que hacía tiempo que no veía, pero su marido enfermó súbitamente y decidió quedarse en casa.
Bueno pues visto que la gripe me fastidiaba todas las alternativas, mi plan creo que se limitaría a ver alguna película en casa tranquilamente. Afortunadamente, aunque comparto el piso con una chica y un chico, ninguno iba a estar en casa, ella había ido a pasar el fin de semana al pueblo de los padres, y él, bueno, desde que había roto hacía unos tres meses con su novia no paraba un sábado en casa, así que es de suponer que también saldría esta noche con los amigotes a beber e intentar ligar lo que cayera. Ángel, que así se llama mi compañero, era un chico atractivo, alto, con un cuerpo bien formado.
Eran las diez de la noche y como estoy sola en casa, me preparo una piña colada fresquita, un bol con palomitas y me pongo la peli que tenía preparada. Tras media hora de película tiro la toalla, la película es aburridísima. Al final decido ponerme una peli porno. La peli está ambientada en un instituto, las “estudiantes” aparentan más 25 años que 18, y están todas siliconadas.

A mí las escenas lésbicas no me disgustan, aunque nunca me lo haría con una mujer (bueno… ¿Quién sabe?) en el porno me gusta ver mujeres disfrutando y corriéndose, me pone cachonda ver cómo le comen el coño y masturban a la chica, y de eso en las escenas lésbicas hay por partida doble.
Empecé a notar como mis pezones se están poniendo muy duritos, me desprendo del sujetador y lo tiro en la otra esquina del sofá. Las chicas de la peli tienen el coñito depilado, como yo, y se les ve brillante por la mezcla de fluidos y saliva, yo me animo a quitarme las braguitas y al pasar mis dedos por la parte exterior de mi chocho.
En la tele veo a las dos rubias recauchutadas lamerse sus rosados coñitos, cada vez gimen más, a veces son un poco exageradas, pero esta vez resultan bastantes creíbles, yo empiezo a acariciarme despacito, mis dedos se deslizan con una facilidad asombrosa, estoy muy mojada. Empiezo a presionar mi adorado clítoris, mi botoncito del placer, mi interruptor que me transporta al mismísimo cielo, poco a poco empiezo a aumentar el ritmo, pero con calma no quiero llegar al orgasmo tan pronto, prefiero postergarlo y que sea aún más intenso, para después seguir frotándome el clítoris y alcanzar orgasmos sucesivos.
Así que llegado el momento empiezo a tocarme cómo sólo yo sé y empiezo a gemir, a contorsionarme, gritar y no parar de mover mis dedos, voy encadenando un orgasmo tras otro y me muero de placer, se me entrecorta la respiración y ya no oigo a las chicas de la tele, sólo escucho mis jadeos, acabo de repente agotada, emitiendo unos pequeños estertores, miro la televisión y veo que a las dos chicas se ha sumado un chico, al que le están chupando la polla entre ambas, no he sido consciente de su entrada mientras estaba centrada en mi propio placer.
De repente me doy cuenta que tampoco he sido consciente de otra entrada aun más cercana, Ángel mi compañero ha llegado a casa y está en la entrada del salón, mirándome con la cara de sorpresa más grande que he visto nunca, de repente reacciona, se avergüenza mira hacia abajo y se disculpa.
Lo siento, lo siento, he entrado he escuchado algo y creí que te pasaba algo, y luego al verte no he sabido reaccionar, me he quedado parado, lo siento, disculpa, no quería interrumpirte.

Yo con la cara colorada de los orgasmos recién disfrutados que acabo de sufrir, trato de recomponer mi camisón y tapar mis pechos, las piernas ya las había cerrado en un acto reflejo nada más verlo.
-No Ángel la que lo siente soy yo, esto debía haberlo hecho en la intimidad de mi cuarto, pero pensaba que estabas fuera y volverías de madrugada como acostumbras a hacer los sábados, es que bueno, desde que lo deje con mi novio, no he tenido muchos encuentros sexuales, y ya ves, las mujeres también tenemos nuestras necesidades.
Ángel de repente sonríe y se me acerca, se sienta junto a mí en el sofá, mientras yo trato de poner la cara más digna y natural que me sale.
-Ya, ya lo sé, yo estoy en la misma situación, desde que terminé con mi novia, no he estado con ninguna chica, y cada vez lo llevo peor, he de confesar que alguna vez cuando me he cruzado contigo al salir de la ducha envuelta en la toalla, oliendo tan bien, y con los muslos al descubierto, pues he tenido una pequeña erección. Me temo que la erección que he tenido al verte ahora mismo no ha sido precisamente pequeña, pero es que el estímulo era muy grande.
Yo sonrío, miro hacia abajo avergonzada, y en ese mismo momento me percato de la realidad de su afirmación, tiene un bulto enorme en el pantalón, parece que le va a estallar el mismo como no se lo abra, de hecho no sé cómo ha podido si quiera sentarse con esa presión en los pantalones. Soy consciente en ese momento de los gritos que están pegando los actores de la película, y es que no la he quitado, cojo el mando y apago la tele. Lo miro y le digo:

-Si ya veo que lo de la erección es cierto -señalo con la mirada su paquete- lo que no me explico es cómo has sido capaz de sentarte sin sentir dolor.
Pues la verdad es que si que me molesta muchísimo el pantalón, ¿te importa que me desabroche la cremallera?
-No, no, tú mismo, como si estuvieras en tu casa.
-Gracias.
Se levanta y desabrocha el botón y se baja la cremallera, lleva unos bóxers ceñidos (sobre todo ahora) color verde, y puedo ver mejor las dimensiones de su polla, la cual me parece enorme, no sé si por mi calentura o porque realmente lo es. Le miro a la cara, y me doy cuenta de que él se ha dado cuenta de mi cara al ver su polla, me sonríe con picardía y levanta los hombros como diciendo, lo siento pero es lo que hay.
Yo le sonrío, se termina de bajar y quitar los pantalones y se sienta a mi lado, pone su mano en mi hombro, desliza sus dedos por mis brazos, a mí se me eriza la piel y un escalofrío me recorre el cuerpo.
-Siempre me has parecido muy atractiva y sexy, y me encanta tu sonrisa, nunca te lo he dicho, por no estropear la convivencia, pero ya que te he visto en un momento tan íntimo, me parece que debo decírtelo, si lo anterior no lo estropea, esto creo que tampoco.
Poco a poco nuestros besos suaves tiernos fueron tomando un cariz más intenso y sexual, ambos estábamos con la sexualidad a flor de piel, así que la transición no fue muy larga, empezamos besarnos y a tocarnos, el se sentó recostando su espalada en el sofá y me guió para que me sentara sobre él, y así lo hice. Le quité la camiseta que llevaba puesta y pude acariciar ese pecho tan perfecto y bien formado, con su toque de vello como a mí me gusta. Sus manos apretaban mi culo, yo lo mecía con un suave movimiento de caderas sobre las suyas, así de esta manera rozaba mi chocho sobre su polla, la cual estaba muy, muy dura, pero aun cubierta bajo sus bóxers. Subió hasta mis pechos y bajándome los tirantes los dejó al descubierto, los tomó en sus manos, los miró con mucho deseo, me miró como pidiéndome mi consentimiento, y al ver mi cara de expectación de, por favor quiero que te zambullas en ellos, empezó a besármelos, lamérmelos, mientras yo aumentaba mi ritmo al moverme encima de él. Llegados a éste punto, y dado nuestros calentamientos anteriores, ambos estábamos ya pidiendo a gritos que la cosa pasara a mayores.
Me separé unos instantes de su cuerpo para quitarle la ropa interior, que se encontraba ya húmeda del roce de mi coño excitado, me desprendí del camisón, que en esos momentos se encontraba arrugado alrededor de mi cintura, me coloque de nuevo sobre él, con las piernas a cada lado de sus cadera, mis rodillas clavadas en el sofá, y su polla, desafiante, erecta y apuntando hacia mi coño.

Posé mis manos sobre sus hombros, el rodeo mi cintura con sus manos, y mirándonos a los ojos fui bajando poco a poco, primero entró su rojo y brillante glande, y eso le hizo contraerse ligeramente y emitir un fuerte gemido de placer, tras recrearme brevemente acariciando su glande con mi vagina, avancé hacia lo inevitable, ni él podía resistirlo más ni yo tampoco, estaba deseosa de sentir esa polla inmensa dentro de mí, así que bajé hasta la base de su polla, y me sentí inundada por la misma, era muy grande, creo que la más grande que había entrado nunca en mi cuerpo, y de un grosor considerable; pero todo ello no supuso ningún problema, yo estaba muy húmeda, aun así la intensidad de la penetración fue muy grande, ufffff, me encantaba esa polla, así que empecé a cabalgar sobre ella, y mis gemidos comenzaron, era una penetración bestial, y mi coño pedía más y más polla, cada vez iba más rápido.
Ángel iba a estallar de un momento a otro, yo no quería que se corriera todavía, pero veía que resultaba inevitable que su corrida llegase de un momento a otro, así que empecé a aumentar la velocidad de mis embestidas hasta llegar al ritmo en el que sabía que yo alcanzaría el orgasmo, y él alcanzaría el suyo inevitablemente; sentir su polla taladrándome con esa intensidad y velocidad, sentir mis pechos bamboleándose frente a su cara, su cara de placer…
Nuestros gemidos fueron aumentando, hasta que yo llegué a mi cénit de placer, e inmediatamente al notarlo, Ángel se dejó llevar y alcanzó también su orgasmo.
Yo me dejé caer sobre su cuerpo, y ambos después nos deslizamos por el respaldo del sofá hacia un lado para acabar tendidos en el sofá con las piernas entrelazadas. Nos besamos como guinda final del pastel, los dos estábamos encendidos, sudorosos, y tratando de recuperar el ritmo normal de la respiración con una sonrisa en los labios.
Tras unos segundos, Ángel se disculpó:
-Perdona que haya durado tan poco, pero es que estaba muy caliente cuando he empezado, pero no te preocupes, que si quieres ahora, en unos minutos hacemos un “bis”.
-Vale, no te preocupes, pero me apunto al “bis”.
Y tras unos minutos llegó el tan esperado bis, y éste sí que fue un polvazo largo y lleno de variedades sexuales, pero eso os lo contaré en el siguiente relato.
Un beso para todos.

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