Relato erótico

Maduro cachondo

Charo
8 de julio del 2019

Hizo un cambio radical en su vida. Su novio la dejó, perdió el trabajo, pero gracias a la buena indemnización que le dieron, se cambio de piso. Encontró un trabajo para trabajar desde casa y conoció a un vecino maduro y cachondo.

Teresa – BILBAO
Cosas de la vida: a los 23 años tuve mi primera desilusión. El que era mi novio desapareció y me quedé sola con una gran tristeza. Lo único bueno fue que justo por esa época yo había cobrado una indemnización por un despido sin causa de una empresa y había obtenido un nuevo empleo que me permitía trabajar desde mi casa con el ordenador. De manera que alquilé un bonito apartamento en un edificio frente a una plaza y me fui a vivir sola.
Pronto me hice amiga de Lucas, un señor viudo de más de 50 años que vivía en el apartamento justo debajo del mío. Al principio solo nos saludábamos al cruzarnos en el ascensor, después empezamos a intercambiar algunas palabras hasta que él bajaba en el noveno piso y yo seguía hasta el décimo. Era muy amable, siempre me ayudaba cuando llegaba cargada con bolsas del supermercado o algún paquete en las manos. De vez en cuando tomábamos juntos el té.
Algunas veces me pareció que trataba de mirar mis tetas a través de mi escote, y en una ocasión apoyó su mano en mi espalda para ayudarme a subir al ascensor y la noté caliente y temblorosa. Pero más allá de esos detalles, que quizá estuvieran en mi imaginación, nuestra amistad era perfecta. Después de todo él tenía casi 30 años más que yo. Creí imposible que hubiera una atracción.
Y no es porque sea una chica fea. Soy alta, piel morena, cabellos pelirrojos y bastante delgada aunque con pechos de regular tamaño y culo respingón. Él, tenía el pelo negro, pero con bastantes canas, sobre todo en las sienes, bigote y muy velludo.
Una tarde llegué con un fuerte mareo. Lucas estaba en la entrada del edificio, me vio tambalear y se ofreció a acompañarme. Tuve que apoyarme en él para no caerme.
Detuvo el ascensor en el noveno piso.
– No puedes quedarte sola en este estado – me dijo – Ven a mi casa, te daré una taza de té.
Me senté en un sillón y dejé que me atendiera. La verdad es que no estaba en condiciones de hacer nada, el mareo era muy fuerte. El té que me sirvió, con mucho azúcar, me hizo sentir un poco mejor.

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– Teresa, estás muy sudada – me dijo Lucas – ¿Quieres darte un baño? Te sentará muy bien, ya verás.
La verdad es que eso era lo que necesitaba en ese momento. Cuando sentí el agua caliente de la ducha sobre mi piel me invadió una sensación de bienestar y abandono, de pronto noté que se abría la puerta del baño.
– No te asustes, soy yo que vengo a traerte una toalla – me tranquilizó Lucas.
La ducha estaba detrás de una puerta de vidrio traslúcido, que permitía adivinar las siluetas, por lo que me cubrí un poco con las manos pero enseguida me di cuenta de que mi vecino no podía ver nada, aunque tal vez sí imaginarse mucho.
Salí del baño envuelta en la toalla con una profunda sensación de bienestar y un cansancio enorme. Lucas no dejaba de ser amable conmigo.
– Acuéstate un poco en mi cama, te hará bien.
Lo hice, y de inmediato me dormí profundamente. Cuando desperté, a través de las ventanas entraba la oscuridad de la noche. Lucas estaba a mi lado, observándome.
– ¿Estás mejor? –preguntó – Hablaste mucho en sueños pero no te preocupes, solo cosas incoherentes. No me revelaste ningún secreto tuyo.
Sonreí, un poco confundida e intenté acomodarme mejor en la cama, pero por accidente las sábanas se deslizaron hacia abajo y mis pechos quedaron al descubierto. En el acto mis mejillas enrojecieron.,
– Vaya Teresa – dijo él con tranquilidad – Tienes unos pechos muy bonitos y grandes…
– Sí – respondí, tratando de parecer natural – Todavía no me acostumbro a su tamaño.
– Teresa, eres una chica preciosa – sonrió él, y me dio un beso en la mejilla.
Era la primera vez en siete meses que un hombre hacía eso. Lucas era tan cálido y yo me sentía tan bien que le devolví el beso y entonces me dijo:
– Sabes una cosa Teresa, mi esposa murió hace años y desde entonces no he estado con una mujer, espero que no te ofendas si te pido algo: ¿me dejas acariciarte?
Fue tan tierno al pedirlo que no pude negarme. Entonces tiró la sábana más abajo y dejó mi vientre y parte de mis muslos al descubierto. Es decir, me tenía desnuda delante de él.
– Que sensación más hermosa… – suspiró Lucas mientras pasaba su mano caliente por mi estómago y mi vientre.
Los recorrió, a veces acercándose a mi coño, pero sin llegar a tocarlo. Había algo muy sensual en sus caricias. Mi piel estaba tirante y estremecida.

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– ¿A ti también te gusta verdad? – le dije que sí con la cabeza – Claro, tú también estás sola, sin nadie que te haga esto – su mirada estaba profundamente fijada en la mía – Voy a decirte otra cosa, Teresa. Otra cosa que me gustaba hacerle a mi mujer era mamar sus pechos…
Me asusté, mi corazón palpitaba a mil por hora. ¿Adónde terminaría todo esto? Pero al mismo tiempo no podía negar la excitación que me provocaba. Después de todo, a pesar de mi soledad, yo seguía siendo una mujer. Una mujer con una vida sexual muy intensa que se había interrumpido de pronto y que desde hacía siete meses no estaba con un hombre. Claro que ¿era ese el momento de interrumpir la abstinencia?
Lucas seguía sentado en la cama a mi lado, y yo seguía allí desnuda. Como no contestaba, él cogió uno de mis pechos con su mano y se inclinó hacia él. Cuando sus labios capturaron mi pezón derecho se me escapó un fuerte gemido. Mi vecino succionaba, suave al principio, más fuerte después, y me mordía con ternura.
Mamó por largo rato de mis dos pezones, que estaban duros y estirados mientras yo empezaba a perder el control, y no me importó que una de las manos de Lucas hurgara en mi coño. En estos siete meses me había masturbado varias veces, pero nunca logré el placer que me provocaban los dedos de mi amigo.
Lucas se quitó la camisa, el pantalón y el calzoncillo. Tenía una polla no muy larga pero sí gruesa, rígida, y la pelvis cubierta de vello abundante y oscuro.
-Este es otro de mis sueños – dijo, y empezó a pasarme la polla por todo el cuerpo sin dejar de acariciar mi clítoris.
Después lo pasó solo por mis tetas. El roce del glande contra mis pezones fue tremendamente excitante para mí e hizo que me arqueara en la cama. Finalmente acarició mis cabellos rojizos y apuntó con su formidable barra de carne hacia mi boca. No hicieron falta palabras. Abrí los labios y me la tragué. Sabía a macho caliente, un gusto muy distinto al de los chicos de mi edad con los que había estado. Nos pusimos de costado en la cama en posición de 69, y él comenzó a lamer mi coño hasta provocarme un orgasmo. El primero en tanto tiempo, y el más intenso de mi vida.
– Eres una chica preciosa – repitió él – Si te hubiera conocido antes…
Mamé con más fuerza, casi con desesperación. Tenía un tronco durísimo, sabroso, y yo estaba muy excitada. Al rato, Lucas me volvió a colocar boca arriba, abrió mis piernas y se arrodilló entre ellas, sujetando su polla con una mano.

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Con la cabeza de su verga rozó mis labios y mi clítoris. Yo estaba encendida, quería sentirlo dentro a pesar del miedo. Sentí claramente cuando Lucas apoyó la cabeza entre mis labios y empujó un poco. Entró. Su verga, gruesa y rígida, se deslizó dentro de mí, favorecida por mi abundante lubricación. Lucas se movía hacia atrás y hacia delante, lento, profundo.
– Ah, cariño, cariño… – repetía – que placer follarme a una criatura tan preciosa.
No tardé nada en tener otro orgasmo y liberé todo mi goce en un grito. Casi al mismo tiempo Lucas sacó la polla de mi coño y lanzó gruesos chorros de leche sobre mi vientre.
Desde ese día comenzamos a tener sexo a diario, y en varias posiciones distintas. Gracias a la suavidad de Lucas perdí el miedo, lo hacíamos de costado, o yo sobre él, y también dejé que me follara a cuatro patas. Además a mi amante maduro le encantaba que le diera mi pecho, sujetándolo con la mano y apretándolo para que el pezón saliera apuntado hacia delante. Se lo metía en la boca con delicadeza y me provocaba intensos orgasmos mamando así. Yo, por mi parte, tomé muchas veces de su leche.
Mi relación con Lucas continúa y espero que sea ya para mucho tiempo.
Besos a todos.

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