Relato erótico

Lo tenia claro

Charo
21 de agosto del 2020

Tenía claro que el chico que había contratado en la empresa para el departamento de contabilidad y ayudaba a su mujer, estaba coladito por ella. Aquel fin de semana la empresa montó un evento con todos los empleados, y tuvo oportunidad de comprobar “cosas”.

Pedro – BARCELONA
Sabía que aquel chico de 20 años estaba totalmente atraído por mi mujer de 35. ¿Y porqué no habría de estarlo? Ella es una esbelta rubia, curvilínea de 1,66 m y 55 kg. Sus pechos son grandes y firmes, con pezones que parecen estar duros todo el tiempo.
David había estado trabajando con Sara unos tres meses y medio. Yo no había hecho caso de la manera obvia como miraba a mi mujer, considerándolo un enamoramiento juvenil. Mi mujer y yo habíamos hablado sobre ello, y ella lo consideró “algo simpático”
Todo empezó cuando se llevó a cabo una fiesta de la empresa en un hotel cercano a la playa, donde había de todo, paseos a caballo, natación, pesca y demás. Me di cuenta que ella así lo prefería, pero también me di cuenta de cómo David no podía apartar la mirada de su escote, de sus levantados pezones, de sus largas piernas y su cuerpo sensual apenas cubierto por un ligero vestido veraniego. Me reí entre dientes, adivinando cuales eran los deseos del chico.
Cuando llegamos a la playa la expedición ya estaba organizada. Entonces, vi a Sara y a David entrar por una puerta lateral del edificio principal. Los seguí. Conforme me acerqué más, pude ver sus siluetas a través de las delgadas telas de las cortinas. ¡Se estaban besando! Sara tenía sus manos sobre el pecho de él, empujándolo con gentileza y girándole la cara, pero él estaba obviamente diciéndole algo al oído y tratando de besarla. Me reí para mis adentros, pensando: “Vaya fresco”
Para ver qué sucedía, corrí a la parte de atrás y entré por el área de descarga de víveres, atravesé la cocina desierta hacia el área de servicio, a un costado de los salones de banquetes. Desde allí se podía ver el interior de los salones a través de unas persianas que cubrían las ventanas. Probablemente fueron diseñadas para que los camareros y ayudantes de cocina pudieran ver en los salones cuando se requería de sus servicios sin tener que entrar a los mismos.
Podía ver perfectamente a David y Sara a menos de tres metros de distancia. Ella estaba sentada en una silla y David, desde enfrente, se inclinaba sobre de ella, besándole la frente y los párpados. Continuó besando su cara hasta llegar a sus carnosos labios y esta vez pude ver como pasaba su lengua sobre los labios de mi mujer. “Bueno, veremos que pasa” pensé, creyendo que ella lo apartaría y se iría.

Pero en vez de eso, giró su cara hacia David y empezó a decir algo cuando el presionó sus labios sobre los de ella y podía yo adivinar que la lengua de él se deslizaba en la boca de Sara. La vi entrecerrar los ojos, sujetarlo del antebrazo con su mano izquierda y devolverle el beso.
Sara separó su boca de la de él y viéndolo con cierta pasión, supongo que le decía que no deberían estar haciendo esto. Podía verla sacudir suavemente la cabeza. Pero no se la veía molesta o intolerante. Él le acarició la mejilla y cogiéndola por la nuca, se inclinó nuevamente hacia ella y pasó su lengua sobre sus labios repetidas veces hasta que logró que abriera nuevamente la boca y volvieron a juguetear mutuamente con sus lenguas.
Él se volvió a aventurar metiendo su mano bajo el vestido, sin que ella tratara esta vez de retirarla, antes al contrario, la capturó con la mano, permitiéndole pasar más allá de sus muslos. Podía adivinar que él trataba de meter sus dedos en sus bragas para acariciarle el coño. Mi polla estaba dura como el acero, me la saqué y empecé a trabajármela, pensando que pronto ella lo cortaría, o yo entraría en el momento preciso. Él se enderezó y me sorprendí cuando vi que se abría la bragueta y se sacaba la verga, la sostuvo con una mano y la acercó a los adorables labios de mi mujer. Ella se echó atrás sorprendida, deteniéndole, apoyando sus manos en la pelvis del joven y por un momento pensé que el devaneo había terminado. Pero habilidosamente el joven se agachó nuevamente a besarla y de nuevo mí mujer aceptó la caricia, levantando la cara y abriendo la boca, aceptando la lengua de él y brindándole la suya, ambos con la misma fruición que anteriormente habían manifestado.
Después de no mucho rato de estos menesteres, él metió ambas manos por el escote del vestido y empezó a masajearle los pechos, mientras que las manos de mi mujer dejaron de detener al intrépido galán y se fueron acercando al enhiesto miembro, primero la yema de sus dedos lo tocaron tímidamente, después recorrieron toda la longitud de la misma manera, hasta que finalmente sujetándola con la diestra empezó automáticamente a pajear la endurecida verga, mientras que con la izquierda le acariciaba los huevos. El beso continuó durante varios minutos, mientras ella se acostumbraba al bulto en sus manos, dejaron de besarse y al bajar la cabeza mi mujer se encontró frente a sus ojos el glande enrojecido mirándola fijamente. Él simplemente moviendo sus caderas, lo acercó hasta que empezó a pasarlo suavemente sobre los carnosos labios. La vi sacar la lengua y limpiar con ella la punta enrojecida, movió entonces la cabeza y dejó que todo el largo reposara junto a su mejilla. Vi que tenía los ojos cerrados y estaba hablando con él quien, mientras le contestaba, también le restregaba la punta del glande en la mejilla.

Mi mujer hasta ese momento no había visto la verga tiesa de otro hombre y ahora tenía una pegada a la mejilla. Era un poco más larga que la mía y aparentemente más gruesa también, con el glande en forma de hongo descomunal. Mi mujer miró hacia todos los lados, y no podía ver a nadie alrededor, según ella no había testigos. Ella miró hacia arriba y él se movió guiando nuevamente su glande hacia los labios de mi mujer. Esta vez ella cerró los ojos, sacó la lengua para que apoyara en ella el instrumento y cerró sus labios sobre el borde del glande. Aquí estaba mi hermosa mujer chupando la verga de este hombre y yo conocía lo bien que ella sabe hacerlo. Ella adora mamar verga.
Mientras estaba remolinando su cabeza y moviendo sus labios arriba y abajo de la endurecida estaca, estiró la mano hacia arriba y le desabrochó el pantalón, abriéndolo y empezó a acariciarle los huevos. Una vez que el pantalón cayó debajo de sus rodillas, pude ver claramente que su miembro era realmente más largo que el mío. Y podía juzgar por la forma como ella lo estaba chupando y lamiendo.
Cuando él no estaba mirando hacia abajo, viendo como le sorbían y lamían el pedazo de carne, echaba la cabeza hacia atrás y suavemente se mecía, introduciendo y retirando la estaca de la hermosa boca, sosteniéndola de la cabeza, acariciando sus rizos dorados. Veía yo que ella estaba verdaderamente inmersa en ello. Estaba totalmente posesionada de su papel de mamadora. Moviendo rápido adentro y afuera la verga, retorciendo su lengua sobre el glande y luego introduciéndose toda la estaca hasta la raíz, o por lo menos tratando de hacerlo. Él le cogió pronto el ritmo y empezó a empujar y retirar al mismo tiempo que ella, haciendo cada vez más profundos los empujones de su enorme aparato y pronto ella pudo aceptarlo completamente. Sosteniéndola de la cabeza él empezó a follársela por su garganta. Vi que ella abrió enormemente los ojos y trató de echarse hacia atrás, pero él la sostuvo y empujó su verga en la garganta de mi mujer y empezó a descargar sus huevos.
En ese momento no pude soportarlo más y me corrí abundantemente en uno de los orgasmos más fuertes que haya tenido jamás.
Una vez que se la sacó, vi a mi mujer lamerse los labios y limpiarse la barbilla con el dorso de la mano. Él se inclinó frente a ella, hablándole, y probablemente diciéndole lo buena mamadora que es, aún no se había subido los pantalones y podía verle la verga aún tiesa aunque goteando.
El la abrazó por detrás y la estiró hasta la orilla de la silla y le levantó la falda dejando a la vista sus bragas. Ella trató de incorporarse apoyándose en los hombros de él, moviendo la cabeza de un lado al otro, obviamente negándose, pero eso no lo detuvo a él de bajarle las bragas.

Una vez que se las bajó, acarició tiernamente sus primorosas piernas, la descalzó de sus sandalias y apartó sus pequeños pies. Ella estaba todavía protestando cuando él le levantó las piernas y cogiéndola por debajo de las rodillas, virtualmente se sumergió en su coño con su lengua y labios.
Ella echó la cabeza hacia atrás y sujetó sus dedos sobre los hombros de él, mientras él movía su cara dentro del caliente sexo. Él estaba succionando y lamiendo furiosamente, podía yo verlo encajando su lengua en el sexo de mi mujer. Ella ya no pudo soportarlo y empezó a correrse convulsivamente. Conozco bien las señales. Los dedos de sus pies se encogen mientras se separan uno del otro, sus senos parecen hincharse y sus pezones crecen y se endurecen. Su cabeza se meció hacia atrás y abrió la boca ante el empuje de la lengua de él, que continuó lamiendo y lamiendo mientras ella se corría, hasta que lo forzó a retirar la cara de su sexo. En el acto, él se levantó aún sosteniéndola por las piernas y sin hacer pausa se dejó caer sobre de ella y le encajó la totalidad de su verga profundamente en el estrecho chocho.
Mis ojos casi se paralizan, mi verga estaba palpitando y se ponía cada vez más dura de lo que nunca había estado mientras veía yo a este joven enterrar su verga en el abierto coño de mi mujer. Nunca la había yo follado tan completamente, tan fuerte, tan rápido, tan profundamente. No tardó mucho tiempo, él empujó las piernas de ella hasta atrás e incorporándose apalancó su verga dentro de ella hasta el último centímetro y empezó a correrse nuevamente.
Nunca había visto algo tan excitante, pero mi cara ardía y la verga me dolía. Acababa de ver a mi mujer mamarle la polla a otro hombre y ahora él acababa de follársela a conciencia. Se quedaron allí, yaciendo abrazados sin moverse. Yo volví al área de servicio y saliendo del edificio empecé a gritar llamando a mi mujer. Sabía que me oirían desde fuera.
Mientras daba la vuelta a la puerta, fui hacia donde había más gente, una camarera traía una bandeja con copas de champaña, cogí una, me la bebí de un solo trago y cogí otras dos, volviendo hacia el edificio principal. Volví a gritar el nombre de mi mujer, al acercarme a la entrada cogí las dos copas con una sola mano y abrí la puerta. Sara estaba nuevamente sentada en la silla. David ya no estaba. Su vestido estaba bien ajustado, sus sandalias nuevamente calzaban sus hermosos pies y supongo que su rezumante coño estaba cubierto por sus empapadas bragas.
– Hola, cariño – dijo ella pretendiendo estar medio adormilada – Pensé que estabas con los niños y estaba haciendo una pequeña siesta.
– Te tengo una agradable sorpresa – respondí – Ellos no volverán hasta dentro de algunas horas, así que disponemos de un buen rato para nosotros, ten, te traje champaña.

Ella tomó el champaña, yo le di un sorbo al mío y decidí que la “pescaría” por haber hecho algo.
– Me alegro que estemos solos aquí, cariño – le dije – Tengo muchos deseos de ti.
– ¡Oh, no! – dijo ella retorciéndose y tratando de escapar -No podemos hacer nada aquí, alguien podría vernos.
– No lo creo cariño – le respondí mientras le subía el vestido y sujetaba sus bragas – Solo nosotros estamos por aquí.
A ella se le cayó un poco de champaña, luchó y trató de mantener sus piernas juntas, mientras yo se las abría y me metía entre ellas, pero yo fui más fuerte.
– Voy a probar este maravilloso coño tuyo, querida, vas a correrte como nunca antes lo hiciste – le dije mientras acercaba mi boca a su coño.
Mi plan original era abrirle el coño y encontrarlo lleno de semen, entonces acusarla de andar follando con otros y hacerle una escena para darle tratamiento completo. Miré su coño y se veían los suaves labios llenos de una crema entre ellos escurriéndole hasta la grieta del culo. Decidí entonces que podría hacerlo peor aún. Me di cuenta de que quería probar ese coño lleno de semen, supuse que al lamerlo tendría la prueba de lo que había pasado para mostrárselo a ella.
– Nunca te había visto el coño tan húmedo, mi amor – dije – No cabe duda de que lo estás deseando tanto como yo.
Ella no respondió, pero la noté extremadamente tensa. Me agaché, aspiré su aroma y recorrí con mi lengua toda la raja de su coño, probando el semen de él. Sentí un sabor un tanto salado e introduje mi lengua explorando en su coño, lamiendo y sorbiendo. Ella gimió y abrió aún más las piernas, mientras yo, hambriento, lamía una y otra vez su húmedo chocho.
– ¡Oooh…¡ – gimió ella, relajándose.
– Que sabor tan rico tienes, querida – dije y empecé a follármela con la lengua, desde su clítoris hasta su culo, tragándome el semen de su amante junto con los jugos de ella.

No tardó mucho tiempo en correrse. Tuvo el orgasmo más fuerte que jamás yo le regalé, literalmente me quitó el aliento. Entonces me tiró hacia ella y la monté tal como él lo había hecho, follándomela fuerte y con furia. Su coño nunca había estado tan suave, tan húmedo, pegajoso y me tomó solo unos minutos para explotar dentro de ella, que me abrazaba con intensa pasión.
Permanecimos así como unos diez minutos o más, dándome cuenta de que acababa de tener el mejor sexo de mi vida. El problema ahora era… ¿cómo lograrlo nuevamente?
Saludos y hasta otra.

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