Relato erótico
Improvisado pero, genial
Celebró su despedida de soltera con todos sus amigos, compañeros de trabajo y familiares jóvenes. Fueron a un bar de un amigo y lo cerró solo para ellos. Cenaron, bebieron y poco a poco se fueron separando. Unos iban a una discoteca, otros a un pub y ella se fue con unas amigas.
Inés – Valladolid
Mi nombre es Inés, tengo 26 años, alta, delgada, con culo y pechos bonitos. Hace 2 años que estoy casada y la historia que voy a contar, tuvo lugar la noche de mi despedida de soltera. Todo comenzó un viernes por la tarde, invité a mis compañeros de trabajo, mis hermanos y amigos. Fuimos al bar de unos amigos, que solo abrió para nosotros. Fueron llegando los invitados, nos íbamos reuniendo, intercambiábamos los saludos y nos íbamos acomodando de pie delante de una gran mesa donde había un gran surtido de comida. No faltó la cerveza y el ambiente se fue alegrando, yo hacía un poco de relaciones. Comenzamos a bailar ya todos animados por la bebida. Más tarde, mis compañeras de trabajo me entregaron el regalo: un juego de picardía muy atrevido. Un gracioso pidió a voces que me lo probara, me sonrojé.
El regalo era idea de Elisa, una mujer treintañera, de ideas liberales, rubia, de mandíbula cuadrada, no muy alta, ojos marrones, con mirada penetrante. No me gustaba demasiado, debido a su fuerte personalidad. Elisa tenía una compañera llamada Laura, una mujer de 36 años, casada con un hombre maduro, y que le había inculcado sus ideas progresistas y liberales. El alcohol hizo que más de una perdiera la vergüenza y se pusieran a bailar de forma insinuante. Conforme pasaba el rato, nos íbamos quedando un grupo más reducido. Pronto me vi acompañada en un pub de un grupo en el que había varios chicos y chicas, entre ellas estaban Elisa y Laura. Del Pub fuimos a la discoteca. El grupo ahora ya solo lo formábamos Elisa, Laura, una chica, dos chicos más y yo. Todos bailaban menos yo y Elisa, con la que entable conversación, al poco de hablar, me cogió la mano suavemente y me susurró si podría enseñarle el regalo puesto para ver cómo me quedaba. Estaba un poco desconcertada pero afirmé con la cabeza y salí a bailar. Miré hacia Elisa, vi que estaba hablando con Laura y miraban hacia la pista, hacia mí. Yo bailaba transportada por el alcohol. Al rato Elisa nos animó a buscar un sitio más tranquilo, se las apañó para que nos fuéramos en su coche mientras los otros tres se iban por su cuenta.
Me percaté de que no nos dirigíamos hacia el bar que acordamos, sentí una mano en mi muslo, estaba sentada en el asiento del copiloto, era la mano de Elisa, me volvía a insistir en si me probaría el conjuntito, pero yo acerté a contestar que no sabía donde cambiarme. Elisa me indicó que podía irme detrás, me negué. La mano de Elisa cada vez se acercaba más a mi ingle y yo no era capaz de oponer resistencia. Laura, desde detrás tuvo la idea de que les enseñara mi casa. Elisa se dirigió hacia allí con el coche, insistían en que el mejor sitio para acabar la noche era la tranquilidad de la casa. Subimos al ascensor, Elisa estaba detrás de mi y me cogía de la cintura, no atinaba a abrir la puerta y para colmo Elisa cometió la insolencia de besarme y mordisquearme el cuello mientras Laura se reía. Me ponía nerviosa y el alcohol me hacía errar una y otra vez hasta que protesté.
No les podía negar un sorbito de whisky en un vaso repleto de hielo, Elisa volvió a repetirme su deseo y ya no me pude negar, así que fui a mi dormitorio y me puse aquel minúsculo y transparente sujetador y aquellas bragas. Me dirigí al salón donde ambas expresaron su admiración, me miraban de arriba abajo y me sentía observada mientras a petición suya me daba la vuelta. Me senté en el sofá, pues cada una había tomado posición en un sillón, Elisa se puso a hablar de la forma en que lo hacía con su marido con el mayor descaro, Laura le seguía el juego. Luego me tocó a mí confesarme.
Elisa me preguntaba:
– ¿Hacéis el sesenta y nueve?
– ¡¡No!! – Le respondí escandalizada.
– ¿Nunca te ha pedido que te la chupe? – Me preguntó Laura.
Me puse colorada. Al final le respondí que me daba un poco de asco.
– ¿Te ha dado por detrás alguna vez? – siguió preguntando Laura.
Empezaba a enfadarme y lo notaron, entonces Elisa se sentó a mi lado de un brinco y volvió a posar su mano sobre mi muslo, pero pasando su otro brazo por encima de mis hombros.
– Por lo menos sabemos que es besucón ¿no?
Yo callaba mientras Elisa cruzaba la línea fronteriza que separa la amistad del sexo.
– ¿Te hace esto tu maridito?
Me dijo antes de meter la punta de su lengua en el agujero de mi oreja. Sentí un escalofrío y miré de reojo a Laura, que se levantaba y se acercaba lentamente a mí, hasta ponerse enfrente. Me agarró de la barbilla y me alzó la cara hasta que nuestros ojos se cruzaron. Elisa seguía lamiendo mi oreja mientras su mano se posaba sobre mi vientre. Laura me bajó uno de los tirantes del sujetador mientras con la otra mano sostenía mi cara y Elisa pareció percatarse de ello porque hizo lo mismo con el otro tirante. Yo luchaba por mantener los tirantes en su sitio, pero al final me tuve que conformar con cruzar mis brazos sobre mis pechos para evitar que las copas del sostén cayeran. Elisa tomó el relevo de la mano de Laura en mi barbilla, me hizo girar la cara y fundió sus labios con los míos mientras Laura se sentaba al otro lado del sofá y comenzaba a darme besos en la nuca y en el cuello. Sentía las palmas de sus manos sobre mis muslos y yo los cerraba en un gesto instintivo de autodefensa, aunque sus dedos se colaban entre mis muslos y unas cosquillas insoportablemente deliciosas me invitaban a abrir mis piernas.
Laura tiró de mi cuerpo y me tumbó sobre el sofá, poniendo mi cabeza en su regazo, separaron mis brazos y mientras Laura me los mantenía separados, Elisa, que estaba colocada entre mis piernas, liberaba mis pechos. Elisa comenzó a magrearme los pechos, miraba como se movían mis pezones entre sus dedos y al fin me dijo:
– ¡Vamos a ver si tu marido te hace el amor bien o no! ¡Te vamos a dar para que puedas comparar!
Me estiré hacia atrás al sentir la lengua de Elisa sobre mis pechos, sentí erizarse mis pezones al tacto de su lengua. Elisa aprovechó para morder mi barbilla mientras una de las manos abandonó mis pechos y la sentí coger mis nalgas fuertemente, introduciendo sus dedos por debajo de mis bragas. Laura no me soltaba y buscaba mi boca con la suya sin encontrarla, pues me resistía a salir del armario de una forma tan improvisada y forzada. Elisa bajó su cabeza por mi vientre mientras colocaba sus manos por detrás de mis piernas en ambas nalgas. La sentí tirar del borde superior de mis bragas poco a poco, hasta dejar mis nalgas desnudas y luego, deslizarse por mis muslos hasta las rodillas. Sentí su aliento sobre mi sexo y de repente Elisa hundió su cara en mi sexo. Lo sentí levemente penetrado, tal vez por la lengua o tal vez por la nariz, gemí por miedo, pues la sensación era muy placentera. Laura aprovechó para morder mis labios, entonces me di cuenta que mi lucha decaía.
-¡Te vamos a convertir en una puta con la que tu marido pueda gozar!
Me dijo Elisa levantando la cara momentáneamente. Mis piernas se abrieron, mis muslos se relajaron y mis brazos se quedaron inertes. Laura me comía la boca mientras Elisa pasaba la punta de la lengua entre otros labios, buscando mi clítoris. Al ver que ya estaba vencida, Laura soltó mis manos y empezó a modelar mis pechos como queriéndolos contener en su mano.
Elisa lamía mi clítoris mientras jugueteaba con su dedo alrededor de mi sexo. Me avergüenza reconocer que se lo pedí:
– ¡Métemelo, por favor!
Elisa se apiadó de mí, me metió el dedo despacio y empezó a agitarse en mi interior, fue la causa determinante de que mi excitación desencadenara en una serie de gemidos que no deseaba emitir. Quería pedir ahora piedad pero no conseguía articular palabra y a Elisa parecía que le reconfortaba sentir agitarme pro el orgasmo y mantenía su dedo dentro como si deseara de esa forma, controlar mi placer. Solo cuando quedé sobre el sofá tendida, desfallecida, retiró su dedo de mi sexo. Elisa y Laura comenzaron a decirme cosas bonitas, celebraban lo bien que me había corrido, yo me acurrucaba poniendo mi cabeza sobre la cabeza de Laura. Las caricias de Elisa ya no me sonaban a sexo.
Estuvimos así un rato, yo pensaba que ya habían conseguido su objetivo, pero me equivocaba, la noche sería larga. Mientras descansaba sobre las piernas de Laura, Elisa se tomaba la libertad de ver mi casa. Me quedé adormilada y me despertó Elisa haciéndome cosquillas en la oreja. Al abrir los ojos, las dos se rieron nerviosas. Estaban desnudas y eso me chocó en principio. Me llevaron hacia el cuarto de baño del dormitorio, yo me dejaba arrastrar.
Laura se metió conmigo en la ducha y yo dejé que me acariciara con la esponja llena de espuma, me frotó la espalda, luego pasó la esponja por las nalgas y entre ellas, me llenó los muslos de espuma y luego el vientre y los pechos. Lo hacía mirándome a los ojos. Yo no sabía dónde mirar. Miré a Elisa, que nos espiaba desde el otro lado de la mampara y se unió a nosotras. El agua estaba muy caliente, sentía sus manos suaves sobre mi piel mientras sus labios comenzaron a beber el agua que se derramaba por mi cuerpo. Volví a sentir sus labios en mis pezones y sus manos deslizarse entre mis muslos, agarrarme los pechos. Sus cuatro manos y dos bocas recorrían todo mi cuerpo. Laura estaba detrás la sentí coger mis nalgas y separarlas, solté una exclamación al sentir el cosquilleo que me producía su lengua jugueteando en mi ano. Elisa me abrazó y nuestros pechos tropezaron con una suave torpeza. No tuve más remedio que aguantar el estímulo anal de Laura, pues Elisa, con su abrazo me impedía evitarlo. Me besaba con fuerza hasta que terminé entregada a sus besos, disfrutando de la excitación que Laura me proporcionaba. Laura se deslizó por mi cuerpo y se colocó de rodillas, pronto comencé a sentir las dos lenguas, delante y detrás. Colocaba cada una de mis manos sobre cada cabeza, intentando controlarlas de alguna manera, Laura echó mano al jabón y me lo restregó entre las nalgas, casi puedo decir que me lo intentaba meter. Pronto comprobé que su intención era dejar mi piel resbaladiza, cuando sentí su dedo atravesar mi ano.
Elisa se animó y metió a su vez su dedo en mi sexo, sacándolo y metiéndolo con lentitud, mientras su boca seguía enganchada a mi clítoris.
Laura se levantó sin dejar de meter el dedo en mi culo y se colocó detrás. Me recosté sobre ella y puso el otro brazo en mis pechos, agarrándome mientras me besaba el cuello. El chorro de agua caía sobre mi vientre y Elisa me follaba con el dedo y la lengua. No lo pude aguantar más y me volví a correr, haciendo un esfuerzo por mantener mis piernas rectas. Tuve varios orgasmos, uno tras otro, Elisa no me dejaba. Estuvieron besándome y besándose varios minutos debajo del agua, hasta que decidimos salir. Entre caricias nos secamos unas a otras con las toallas. Estábamos cansadas, especialmente yo, así que tomamos posición en la amplia cama de matrimonio. Yo estaba dispuesta a ocupar la posición de honor, pero Laura decidió recompensar a Elisa comiéndole el coño, mientras contemplaba como Elisa abría las piernas para recibir la cara de Laura, esperaba el momento y ayudaba a que llegara acariciándose los pechos. Nunca había visto a una mujer correrse y Elisa me pareció hermosa mientras lo hacía. Después decidimos dormir y descansar. Me desperté al sentir a Laura sobre mí, tenía puestas sus piernas a ambos lados de mis muslos, estaba de rodillas y tumbada sobre mí. Sentía sus pechos y vientre en los míos. Me cogió los brazos y me agarró de la muñeca, se empeñó en darme un beso. Era ridículo que me negara.
Laura comenzó a moverse sobre mí, a dejar que nuestros pechos chocaran, a sentir la suavidad de su piel, la caricia deliciosa de nuestras masas. La vi arquear la espalda y sentí separarse su vientre mientras se empeñaba en mantener selladas nuestras bocas, sentí la madeja de pelos de su sexo sobre los míos, se movía a un lado y otro. Me soltó las manos y mientras me agarraba a su cuello, ella tomaba cogía con fuerza mis tetas, para luego pellizcar repetidamente mis pezones. Me excitaba sentir como se masturbaba contra mi cuerpo, como me utilizaba para proporcionarse placer. Elisa al vernos, se incorporó ligeramente, colocó su mano en la espalda de Laura y la deslizó hasta introducir un dedo en su sexo. Laura dejó de besarme, alzó el cuello y apoyó los codos en el colchón. Se movía mecánicamente, su cuerpo recorría el mío en busca de la mano de Elisa y huyendo como la marea, nuestros pechos se restregaban. Laura volvió a buscar mi boca, me besó brevemente, casi con violencia hasta que finalmente no aguantó más y volviendo a alzar el cuello, emitió una serie de ahogados alaridos de placer. Quedó tumbada sobre mí y la besé en la sien mientras ella lamía mis pezones como si de un cachorrito se tratara. Elisa no tardó en reclamar su puesto, fue directísima. Se puso de rodillas sobre mi cara. Nunca había tenido una visión así de un coño. Me parecía hermoso. Se separó los labios de la almeja y pude ver su clítoris, en el extremo delantero de su sexo. Detrás se veía su sexo que se perdía entre sus nalgas. Alcé mi cara poniéndome sobre la almohada y empecé a restregar mi lengua sobre su húmedo sexo. Lo hice como me hubiera gustado que me lo hicieran a mí.
Laura decidió que podía echarnos una mano y pronto sentí de nuevo mi sexo lamido por una lengua.
Comprendí que lo único que tenía que hacer era trasmitir con mi lengua las sensaciones que yo misma recibía y de esta forma no sentí ningún remilgo al meter mi lengua entre los labios del sexo de Elisa, pues en ese momento yo sentía como los míos se separaban para recibir la lengua de Laura. Agarré las nalgas de Elisa y me tomé la libertad de separarlas, lamiendo la parte trasera de su sexo, aunque sin atreverme a mojar su ano con mi saliva. Atrapé su clítoris con mis labios al sentir el mío atrapado y di un tironcito, como el que Laura me dio a mí. Elisa resistió menos que yo, sus jugos llenaron mi boca cuando su sexo, por el efecto de las convulsiones de su cintura recorrían mi barbilla. Se movía sobre mi boca pausadamente, armoniosamente, casi con suavidad, sus jugos me sabían a almíbar. Laura paró de lamerme. No me había corrido e intuyendo mis anhelos, me pidió paciencia. Coincidió con Elisa en que había llegado el momento, no sabía a lo que se referían. Laura se retiró con una extraña sonrisa de satisfacción, mientras Elisa me entretuvo unos minutos acariciando mi espalda y nalgas, me pedía una calma que no comprendía. Entró Laura en el dormitorio, la miré y me quedé sorprendida, asustada al verla aparecer con un juego de correas que se agarraban a los muslos y la cintura y del que prendía, casi horizontal, un pene largo, casi amenazador. Mi primera reacción fue escaparme, pero Elisa me agarró las manos. Yo me negaba a ser tomada de aquella forma. Al intentar incorporarme, recogí mis rodillas y Laura aprovechó para colocó de rodillas detrás mía. Elisa me agarraba decididamente y yo me intentaba rebelar sin suerte.
Sentí un tirón de pelo que hizo que mi cuello se doblara hacia detrás, Elisa sustituyó a Laura en la posesión de mi pelo y Laura utilizó su mano para cerrarla sobre el pene, apuntó y la cabeza se metió dentro de mí. La sentí en mi sexo, escurrirse hacia mi interior, penetrarme cada centímetro hasta sentirme totalmente ensartada. Una brisa fría recorrió mi espalda, estaba sudando. Decidí aguantar, me relajé y dejé que Laura me cogiera a ambos lado de las caderas y me llevara hacia ella, aquello producía, junto a su movimiento de cintura, que su pene recorriera mi sexo, una y otra vez. Comprendí que el único objetivo era hacer que me corriera y que su placer era verme sentir placer a mí, así que ya no me conformaba con aguantar. Me moví contra el vientre de Laura, cerré los ojos e imaginé que era mi marido quien me follaba y decidí disfrutar del momento. Un cosquilleo recorría mi vientre, pezones, un hambre extraña, un sopor insoportable me atenazaba la nuca y recorría como un agradable hormigueo mi columna, mis rodillas desfallecían, mis manos sentían la necesidad de tocarse.
Apreté los labios, miré hacia atrás y la vi apretando los dientes, esforzándose por cumplir como un hombre. Suspiré con fuerza varias veces hasta que sentí como si un volcán reventara dentro de mí, como si un terremoto me agitara y ya solo me preocupé de aprovechar las sensaciones agradables que recorrían mi cuerpo. Se vistieron y se fueron, yo me quedé en casa recuperándome de tanto placer. La noche de boda, mientras mi marido me hacía el amor, me puse a cuatro patas y cuando se puso detrás, imaginé que eran Laura y Elisa.