Relato erótico

Gracias a los contactos

Charo
27 de febrero del 2018

Dice que es un seguidor de la revista Clima y que gracias a los contactos vivió una experiencia inigualable. Lo curioso es que la que le propuso montar un trío fue su mujer. Leer semana a semana la revista la fue “calentando” y este fue el resultado. Me alegro por los dos.

Santiago – TARRAGONA
Me llamo Santiago y antes que nada, querida Charo, quiero felicitarte por tus revistas. Siempre he leído con mucho interés los Relatos, pero lo que realmente me ponían cachondo son los contactos.
Siempre he sentido envidia sana por esas parejas liberales que montaban tríos o hacían intercambio de parejas, pero nunca se lo había comentado a mi mujer.
Tengo 52 años y Eloísa 35. Es una mujer muy atractiva, alta, con un cuerpo lleno de curvas, cintura estrecha, anchas caderas y muslos poderosos pero sobre todo unas tetas gigantescas y un culo muy gordo, de nalgas redondas y salidas. Yo, soy muy normal, algo más bajo que ella, rechoncho, vientre salido y una polla de 14 centímetros en plena erección.
Un día y mientras estábamos leyendo los contactos de Clima, me enteré de algo que me sorprendió. Mi mujer me confesó que siempre había fantaseado con incluir un hombre en nuestras relaciones de sexo. Soñaba que era penetrada por los dos a la vez o que yo miraba, mientras el otro se la follaba. Le pregunté qué porqué no me lo había dicho antes, pero dijo que le daba vergüenza y que a lo mejor a mi me daba por pensar que no la dejaba satisfecha, que yo la hacía muy feliz, pero lo otro era morboso. Por supuesto, acepté.
Pusimos un anuncio en la revista y a los pocos días de salir la revista recibimos varias respuestas.
Después de hablar con algunos hombres, quisimos conocer a uno que vivía en Barcelona. Se llamaba Jorge y tenía 45 años. Por la fotografía que nos envió al móvil era guapo y estaba muy bien dotado. Trabajaba en un banco y estaba divorciado, aunque tampoco nos importaba si estaba casado o no.
Nos citamos en Barcelona en una cafetería de un centro comercial que hay en la Gran Vía. Lo reconocimos al instante, era alto, guapo, iba vestido de sport y con ropa de calidad.

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Se acercó a nuestra mesa, pidió un café y empezamos a hablar. Fuimos directos al grano y quedamos para el siguiente fin de semana. Nos encontraríamos en un apartamento que teníamos en la Pineda de Salou, además era invierno y no corríamos el peligro de que nos viera ni nos oyera nadie.
Llegó el día esperado. Eran las 11 de la mañana, habíamos quedado pronto, porque para follar no hay una hora estipulada y si la cosa no funcionaba era más cómodo para todos irnos durante el día.
Nos tomamos un café, mientras la calefacción calentaba el apartamento. Jorge dijo que iba a darse una ducha y cuando salió del baño solo llevaba una toalla alrededor de la cintura. Estaba bronceado y se veía muy atractivo. Puede ver como Eloísa no se sacaba los ojos de encima.
Fui el segundo en ir a ducharse y la última fue Eloísa, mientras la esperábamos le dije que íbamos a la habitación.
A los pocos minutos salió del baño y cuando nuestro nuevo amigo la vio pude notar como se le levantaba la polla. Mi mujer estaba radiante, la toalla era lo suficientemente pequeña para que dejara sus tetas y su culo casi al aire.
El ambiente estaba un poco tenso, era nuestra primera vez y no sabíamos muy bien que teníamos que hacer, pero por lo visto para Jorge la situación no era nueva. Se levantó, le dio la mano a Eloísa y la tumbó en la cama, le abrió las piernas e inició una comida de coño que hizo correr a mi mujer a los pocos minutos.
Yo estaba paralizado, siempre había soñado con esta situación, pero ver a mi mujer retorcerse de gusto por las caricias de otro hombre me dejaba sin argumentos. Entonces Jorge dijo:
-Mira a tu marido, se le ha puesto la polla dura y no sabe qué hacer, venga, cómele el rabo mientras te follo.
Mi mujer le obedeció. Se colocó a cuatro patas y empezó una mamada guarra y que me estaba dando tanto gusto que tenía que esforzarme por no correrme. A la tercera o cuarta chupada, vi como Jorge apuntaba su enorme capullo en el coño de Eloísa y se la clavó de una sola atacada.
Eloísa gritó y solo dijo:

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-Joder, que bueno, que pedazo de polla, oh, sigue, reviéntame el coño.
Nunca la había oído decir cosas como estás y me calenté de tal forma que al poco rato, me corrí llenándole la boca de leche. Aquella situación estaba cambiando a Eloísa. Nunca se había tragado mi leche, y en aquella ocasión me agarró de las nalgas para beberse hasta la última gota.
Jorge estaba bombeando a toda velocidad, de vez en cuando le daba una palmadita en las nalgas, hasta que de pronto dijo:
-Date la vuelta, voy a correrme y quiero que me la chupes.
Dicho y hecho, Eloísa se dio la vuelta y se engancho a la polla de Jorge como si fuera un bebe hambriento. No la soltaba, la chupaba, la pajeaba y succionaba hasta que el tío le llenó la boca de semen.
Caímos sobre la cama agotados y de pronto Eloísa dijo:
-Hay que ver lo rápidos que hemos ido todos, he disfrutado tanto que me sabe a poco. ¿Qué os parece si nos vestimos, nos vamos a comer y después volvemos para follar un rato más? Quiero correrme hasta quedarme exhausta, sois dos hombres formidables y quiero más…
Jorge y yo nos miramos, sonreímos y le dijimos que estábamos a sus órdenes.
Fuimos a comer y en cuanto llegamos, Jorge dijo que había traído unos juguetitos para hacerla feliz. Eloísa y yo nos miramos con cara de interrogante mientras Jorge sacaba unas cajas de la bolsa que llevaba. Le dijo a Eloísa que se colocara estirada sobre la mesa del comedor y que no mirara nada, que simplemente se dedicara a “sentir”. Saco un artilugio que llevaba una especie de correas y sujetaban una mariposa. Se lo colocó y la mariposa justo le tapaba el chocho. Le abrió los labios dejando bien expuesto el clítoris y accionó un botón que hacia vibrar fuertemente al “bichito”. Lo coloco sobre la pepitilla de mi mujer y le dijo que disfrutara. Debía ser muy bueno, porque a los pocos minutos mi mujer gritaba, gemía y se corría sin parar. Inconscientemente quería sacarse la mariposa del coño, pero Jorge le dijo:

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-Ni lo intentes, ahora levántate, vas a comerme la polla, mientras tu marido te da por el culo.
No podía creer lo que estaba oyendo. Nunca me había dejado metérsela en el culo, pero estaba tan caliente que no dijo nada. Nos fuimos al sofá, Jorge se sentó y Eloísa se arrodilló y empezó a chuparle el rabo como una loca y de vez en cuando, paraba y decía:
-Oh, oh, me he corrido otra vez, no puedo más, que bueno, que bueno…
Tal y como estaba tenía su culo para mi solito. Le pasé la lengua, humedecí un dedo con sus propios jugos, se lo metí en el culo, y como vi que no decía nada, empecé a clavarle la polla.
En cuanto notó mi capullo empujando dejo de chupar, se dio la vuelta y me miró, pero como Jorge le agarró la cabeza y le clavó la polla hasta el fondo de la garganta, aproveché y se la metí de un solo golpe.
Pegó un grito terrible, pero como no tenia escape, siguió mamando, gimiendo y gritando. A los pocos minutos culeaba y pedía más y más.
Era una escena para la posteridad. Nos corrimos casi simultáneamente. Jorge le lleno la boca de leche, yo le llené el culo y Eloísa soltaba y soltaba liquido directamente al suelo.
Esta vez caímos rendidos. Eloísa se levantó, se sacó las correas de la bendita mariposa y le dio un beso en la boca a Jorge y otro a mí. Se fue al baño y cuando salió nos dijo:
-No se vosotros, pero yo me lo he pasado genial. Nunca en mi vida me había corrido tantas veces. Creo que podemos repetirlo otro día.
-Entonces, Jorge se levantó para ir al baño y dijo:
-Mientras me ducho podéis pensároslo, pero yo no tengo ningún problema en pasar el fin de semana aquí. Si os parece, nos vamos a cenar, descansamos, o no, y mañana podemos seguir “conociéndonos” mejor. Ya me diréis algo cuando salga.
No lo pensamos ni un momento. Le dijimos que sí, pero como todavía queda mucho por contar, lo haré en otra ocasión.
Un beso muy húmedo para ti, querida Charo. Tus revistas hacen una buena labor.

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