Relato erótico
El amor es imprevisible
Desde que se separó el sexo fue de mal en peor. Además su padre tuvo que ir a vivir con ella y se vio en la necesidad de buscar a alguien que lo cuidara. Encontró el amor donde menos se lo esperaba.
Adela – BARCELONA
Soy Adela, una mujer de 34 años. Estoy separada desde hace tres y desde hace uno mantengo relación de pareja con una chica de 26.
Toda mi vida he sido una mujer guapa, muy atractiva y fogosa y no me han faltado las oportunidades de ligar a mi gusto, pero a partir de mi separación me mantuve sin relaciones sexuales, pues me sucedieron una serie de desgracias que me hicieron cambiar de vida.
Ocurrió que mi padre viudo enfermó y tuvo que venir a vivir conmigo pero debido a mi trabajo me vi en la necesidad de buscar a alguien que me ayudara a cuidarlo. Después de varias semanas sin encontrar la opción adecuada, una amiga me habló de una chica que estaba terminando la carrera de medicina, que había cuidado de un señor mayor hasta su muerte y buscaba trabajo.
Un día me la presentó. Se llamaba Carmen y físicamente era una mujer de las que llaman la atención, con una figura impecable, un culito perfecto y unas tetas firmes y de un tamaño ideal. Pero además me impresionó su carácter abierto y activo. Después de un buen rato de conversación no podía creer la suerte que tenía pues aparte de haber encontrado la persona idónea para ocuparse de la enfermedad de mi padre, quedamos de acuerdo en que Carmen viviera en mi piso con lo que, ella y yo, nos ahorrábamos dinero.
A partir de este momento mi vida mejoró radicalmente. La convivencia con Carmen resultó maravillosa pues entre las dos llevábamos la casa casi como una pareja perfecta. Nuestra confianza mutua era total.
Carmen me animaba a salir con sus amigas pero yo, normalmente, me negaba alegando que no me apetecía y que además ya era casi una vieja en relación con ellas. Ella siempre me respondía que eso era una tontería y que a más de una ya le gustaría tener mi aspecto.
Al poco tiempo murió mi padre y Carmen me pidió seguir viviendo conmigo a lo que yo respondí que encantada, que a mi también me hacía falta compartir la casa con alguien. El tiempo pasó y debo reconocer que volví a sentir deseos sexuales que calmaba mediante la masturbación diaria pues mi relación con hombres era prácticamente inexistente. Consciente de ello decidí salir con Carmen y sus amigas. Lo hice en tres o cuatro ocasiones y nos divertimos a lo grande pero rápidamente percibí que ninguna de las chicas del grupo manifestaba mucho interés por los hombres. No le di más importancia y seguimos saliendo habitualmente hasta que un día ocurrió algo que hizo que todo cambiara y que yo acabara por entenderlo.
Alguna vez habían salido con nosotras un par de amigas, Nuria y María, casadas y más o menos de mi edad. La dos están muy buenas y son de las más lanzadas. Un viernes por la mañana Carmen me llamó al trabajo preguntándome cuando volvería a casa y yo le dije que ese día cerraría tarde.
Ella, entonces, me dijo que se despedía de mí hasta el lunes pues Nuria la invitaba a pasar el fin de semana en su casa de la playa y que se marchaba antes del mediodía, así que se encontraba en casa haciendo la maleta.
Por una sorprendente casualidad ocurrió que, al cabo de una hora, yo empecé a sentirme mal y el jefe casi me obligó a irme. Cogí un taxi y llegué a casa sobre las diez de la mañana. Al abrir la puerta me sorprendió escuchar dos voces de mujer desde la cocina. Eran Carmen y Nuria. Pensé en llamarlas pero el tono en el que hablaban y alguna palabra suelta que oí desde el recibidor me decidieron a ocultarme y escuchar su conversación.
El piso es pequeñito se oye todo así que pasé del comedor a mi dormitorio, que tenía la puerta entreabierta y seguí escuchando la conversación. Me pareció entender que Nuria le estaba dando consejos a Carmen sobre como declararse a alguien. Al momento entraron las dos en el comedor y prepararon la mesa para desayunar. Se sentaron y Nuria dijo:
– Al fin y al cabo si te decides lo único que pueda pasar es que te tengas que cambiar de casa.
– No es tan fácil – contestó Carmen – Yo estoy enamorada de ella y me da mucho miedo perder el contacto con ella.
– Chica – dijo Nuria – pues te tendrás que seguir conformando con María y conmigo, nosotras encantadas, a las dos nos interesa que las relaciones sean esporádicas así no hay líos, te acuestas con dos casadas que no te darán complicaciones amorosas, pero quizá te estés perdiendo lo mejor, imagínate que le vaya el bollo, la de cosas que podríamos hacer entre las cuatro, a mi me encantaría comérmela enterita, debe tener un coñito delicioso, donde hace tiempo que no entra ninguna polla.
– Me estás poniendo caliente – dijo Carmen – ¡Que putita eres!
Nuria se levantó de la silla y se acercó a Carmen, se sentó sobre su falda y se besaron mientras Carmen metía las manos bajo la camisa de Nuria y le acariciaba las tetas que acabó por sacar de la camisa y empezó a morder. En un momento Nuria estaba desnuda sobre el sofá, abierta de piernas y ofreciendo su chocho depilado a Carmen que se acercó y quitándose la bata se estiró sobre el cuerpo de Nuria, quedando en la posición del 69. Yo estaba alucinando, estaba excitadísima con la escena que contemplaba por el quicio de la puerta y no menos por la conversación que acaba de oir. Después de un buen rato de comerse los coños, ambas se corrieron y acabaron besándose el interior de los muslos, se estiraron en el sofá y estuvieron acariciándose un ratito hasta que dijeron que se hacía tarde.
Carmen se vistió en su habitación mientras Nuria seguía tocándose y diciéndole a su amante que seguía caliente. Al final Carmen se acercó y puso a Nuria a cuatro patas, metió la cara entre sus nalgas y después le introdujo dos dedos en el culo diciéndole:
– Me encanta los coñitos depilados y los culitos limpios y profundos, te vas a enterar este fin de semana, te voy a dejar a gusto con mis jueguetitos.
Nuria movió el culo y Carmen le dio una palmada obligándola a levantarse y vestirse. Finalmente cogieron las maletas y marcharon. Yo me quedé desconcertada y excitada. Acababa de ser testigo de algo increíble y al mismo tiempo me enteraba que mi compañera de piso estaba enamorada de mi.
Pasé el fin de semana dándole vueltas al asunto y al final comprobé que no sentía ningún rechazo, al contrario me halagaba que una chica tan guapa quisiera conquistarme, así que decidí pasar a la acción y dejarme conquistar.
A partir de ese lunes empecé a mostrarme coqueta con Carmen y a insinuar mis atractivos disimuladamente, sintiendo como ella se excitaba pero no se decidía a meterme mano. Al final, después de quince días de jueguecitos y casualmente, la visita de su madre me dio la oportunidad de dar el salto a lo desconocido.
Su madre venía a Barcelona a hacer unas compras y se iba a quedar una noche. La instalé en la habitación de Carmen donde hay dos camas y luego salimos de compras. Al volver dejamos todo lo que habíamos comprado y lo dejamos sobre una de las camas pero como ya se había hecho tarde y la madre de Carmen insistía en arreglarlo todo, yo aproveché para proponer que quedase todo así, sobre la cama y que Carmen durmiera conmigo en mi cama de matrimonio.
La madre lo vio como normal pero a Carmen se le iluminó la cara y empezó a manifestar síntomas de nerviosismo. Estuvimos charlando un ratito hasta que la madre de Carmen se acostó y nosotras decidimos hacer lo mismo pero antes le dije a Carmen que utilizara ella primero el lavabo y así lo hizo, metiéndose luego en el dormitorio. Yo notaba como temblaba de excitación. Entré yo en el lavabo, me duché y perfumé, sintiendo chorrear mi chochito, que había depilado especialmente para la ocasión.
Después de un buen rato, entré desnuda en el dormitorio. La luz de la calle iluminaba un poquito la habitación y como era el mes de julio sobraban las sábanas. Carmen estaba de costado hacia el centro de la cama y yo no alcanzaba ver si llevaba braguitas. Su cuerpo brillaba y aparecía como el de una modelo. Adiviné que estaba despierta y me exhibí un poquito a la luz de la ventana y casi se oía el chapoteo de mi coño. Me tendí en la cama bocarriba, toqué mis tetas y pasé mi mano derecha por mi entrepierna, sintiendo la respiración agitada de Carmen, que ya sabía que yo estaba desnuda y caliente. Le di la espalda y acerqué mi culito a su regazo, como buscando un sexo masculino.
Al momento Carmen deslizó sus braguitas suavemente hasta sus pies y se pegó a mi cuerpo hasta colocar su coño contra mis nalgas y sus tetas contra mi espalda, me abrazó y deslizó una mano hasta mis pechos para acabar buscando mi entrepierna mientras me mordía en la nuca. Dejé que me hiciera todo lo que le venía en gana. Nos estuvimos besando y acariciando con toda la fogosidad del mundo. Sobre todo dejé que mi amante se dedicara a mis tetas y yo también aproveché para darles unos cuantos mordiscos a sus pezones.
Después de un buen rato de magreo, me puso a cuatro patas, cerró las cortinas y encendió la lamparita de noche. Se colocó a mi espalda y me abrió las nalgas, comenzando a tocarme el coño y el culo y a meterme los dedos en los dos agujeros.
– ¿Te gusta mi coño? – le pregunté.
– ¡Me encanta! – me respondió.
Me comió enterita y yo me entregué a ella con tanto vicio que me mi amante llegó a dudar que fuera mi primera vez con una mujer. Le dije que sí y que, a partir de ese momento, mi cuerpo le pertenecía, mientras ella me mordía el coño y penetraba mi culito con vicio. Estuvimos follando toda la noche y me desquité del tiempo atrasado que llevaba sin correrme. Me entregué sumisamente, abriéndome para que me devorara el coño y el culo, y yo hice lo mismo. Al día siguiente, su madre marchó a primera hora, Carmen la acompañó a la estación y yo me quedé en la cama, deshecha.
Cuando mi novia volvió yo la esperaba con el desayuno preparado y al entrar en mi dormitorio, me abrí de piernas ofreciéndole mi sexo palpitante.
Hasta aquí, querida Charo, la primera parte de mi primera experiencia con otra mujer pero, tranquila, que continuaré contándote lo que sigue en una próxima carta.
Besos, amiga mía, y hasta muy pronto.