Relato erótico
Cuerpo en forma y un buen polvo
Le gustaba preparar su cuerpo para el verano y cada tarde salía a correr por la playa. Aquella tarde se encontró con una mujer espléndida, era la primera vez que la veía y desde luego, no fue la última.
Jorge – Málaga
Estamos en el mes de marzo y hay que preparar el cuerpo para el veranito, así que para no perder la costumbre, suelo ir a correr por la orilla de la playa y estar mejor físicamente y también de cara a las chicas, que digan lo que digan un hombre bien cuidado siempre llama más la atención.
Pues bien, hacía ya más o menos un mes salía a correr. Una tarde me cruce con una diosa de una edad que no podría concretar mucho, pero físicamente era algo indescriptible: pelo corto y de color cobrizo, una estatura mediana, unos pechos de la talla 85, y una cintura muy bien contorneada, en cuanto a su color de piel, ya empezaban a notarse los primeros rayos de sol en su cuerpo, su atuendo era el típico de una chica que corría por encima de la arena, un short cortito y un bikini de tonos muy llamativos.
Era la primera vez que la veía por allí, y me sorprendió un poco porque la gente que me cruzaba casi siempre era la misma, así que solo nos cruzamos un saludo y seguimos corriendo cada uno a su ritmo habitual. Ella iba delante de mí dejando a mi vista, su culo que era muy redondito y parecía bastante firme.
Yo seguí corriendo pero ahora, mis pensamiento eran otros, pensaba en aquella mujer sudorosa, y con un cuerpo que podía llevarme al éxtasis sexual, seguía corriendo pensando en cómo sería hacer el amor con ella, y sin darme cuenta choqué directamente con ella, ya que sin previo aviso detuvo su marcha, fue un choque no muy brusco pero le hizo perder el equilibrio y cayó irremediablemente en la arena. Me paré para pedirle disculpas y ayudarla a que se reincorporase. Me dijo que era culpa suya, por pararse bruscamente.
Le pregunté si se encontraba bien pero al intentar levantarse se dio cuenta que su tobillo izquierdo estaba algo dañado, así que se apoyó en mi hombro y me dijo si no me sabía mal acercarla a su apartamento que estaba a pie de playa. Yo no podía negarme a eso, cuando la culpa también había sido mía, así que nos encaminamos hacia su casa.
Por el camino hicimos las presentaciones normales, ella se llamaba Berta, era la primera vez que corría por allí, ya que llevaba poco tiempo viviendo en su apartamento recién estrenado, me comentó que quería perder unos kilos de cara al verano y lucir mejor cuerpo, a lo que yo le dije que tenía un cuerpo esplendido desde mi punto de vista, ella se rió y seguimos hablando de cosas sin importancia.
Llegamos a su portal, ella iba apoyada en mi cuerpo sudoroso por el calor, mi mente estaba que ardía pensando que se me había presentado una ocasión inmejorable para que mis fantasías se hicieran realidad. Con mi ayuda abrimos la puerta y llegamos a un salón pequeño coronado por un sofá amplio donde la deposité con sumo cuidado, alzando la pierna dañada. Ella me indicó que me acercara al lavabo a buscar una pomada que tenía, yo indague por toda la casa hasta que encontré la pomada y volví con ella.
Me pidió por favor, si no era demasiada molestia que le aplicara aquel ungüento, y yo sonriendo empecé a hacerlo, abrí el tubo, me impregné las manos con aquella sustancia y comencé a masajearle el tobillo dañado suavemente. Poco a poco, tanto ella como yo, ya estábamos pensando en lo mismo, en lo que iba a ocurrir irremediablemente…
Y así fue, mis manos fueron subiendo de su tobillo a sus piernas, dándole pequeños masajes por todas sus extremidades inferiores, ella empezaba a poner una cara de satisfacción y yo sabía que tenía el camino abierto. Al cabo de un rato, me senté en el sofá muy cerca de ella y la mire fijamente preguntándole si le dolía algo más que no fuera el tobillo, ella sonrió y me señaló con sus dedos los labios. Yo no dudé un segundo y me dispuse a tocar esos labios con mi dedo índice, a lo que ella respondió sacando su lengua y chupándome el dedo, aquello empezaba a subir de tono y lo que tenía dentro de mi corto pantalón empezaba a despertarse.
No tardé mucho en pasar a la acción y darle un suave beso en su boca, a lo que ella respondió jugueteando con su lengua. Los besos se sucedían y nuestros cuerpos iban calentándose. Mis manos ya estaban buscando sus pechos primero por encima del bikini y más tarde deslizándose por el interior, jugando con sus pezones por debajo de la fina tela, estuvimos así solo unos minutos.
Notaba que mi polla pedía mucha más guerra, así que le solté el bikini y empecé a lamer aquellos pechos grandes y juguetones, ella inclinaba la cabeza hacia atrás con cara de mucha satisfacción, poco a poco fui bajando mi cuerpo del sofá pero sin dejar de lamer todo su pecho, y llegando a su ombligo, en el cual me recree un instante. Le indique que levantara un poco las piernas para poder quitarle aquel short, que ya me molestaba, y ella lo hizo, retiré aquella prenda y vi un tanga de color morado bordado, muy bonito y bastante humedecido, primero toque por encima de aquella prenda suavemente, ella gimió y yo empecé a deslizarlo suavemente, tenía unos labios vaginales muy grandes y bastante lubricados por lo que no me costó demasiado introducir primero un dedo y luego más tarde otro, ella iba aumentando sus gemidos y yo disfrutaba realizando aquella operación de mete saca, seguidamente incline mi cabeza y empecé a tocar su chochito con mis labios y mi lengua, poco a poco lamiendo aquel manjar tan divino, mi lengua entraba y salía sin ninguna oposición de aquella cueva, ella no podía resistirse más y me dijo que la penetrara ya, que estaba a tope y necesitaba sentirme dentro.
Así lo hice, me baje los pantalones y sin mediar palabra, le metí toda mi polla dentro de un solo golpe, ella se inclinó mas todavía y sus gemidos aumentaron de tono, mi polla entraba y salía, primero suavemente y después más rápido y con más violencia, mis huevos bombeaban y ella tenía una cara de gozo que no podía mas, después de un rato penetrándola, me cambie de posición y le puse mi polla en la boca, ella dudo un instante y comenzó a chupármela despacito, primero solo se metía el capullo, pero al rato ya la tenía toda dentro de la boca, jugaba con su lengua en mi glande, aquello era maravilloso, yo mientras tanto metía y sacaba dos y tres dedos de su chocho que no paraba de echar líquidos. Cuando ya no pude aguantarme más, hice ademán de echarme atrás para no correrme en su boca, a lo que ella se negó dándome a entender que la quería toda para ella, y así lo hice, mis huevos reventaron y le solté toda mi, por poco se ahoga, note como tragaba hasta la última gota.
Me reincorporé como pude, me vestí y le dije que había sido un placer ser su enfermero particular aquella tarde, ella sonrió y me dijo que su tobillo estaría mal durante unos días, yo me reí sabiendo que aquella faena la podíamos repetir durante algunas tardes mas.