Relato erótico
El destino manda
Hacía mucho tiempo que eran amigos y cuando terminaban los estudios, tuvieron un rollete, pero solo de tocamientos y besos, ya que ambos tenían novios. Pasó el tiempo y volvieron a encontrarse, por lo visto el destino se empeñaba en “juntarlos”.
Jorge – Soria
Me llamo Jorge, mido un metro setenta y tres, moreno y muy caliente, me excita follar en la casa de mis novias cuando todos se van a dormir, manoseos cuando hay gente presente, indirectas con doble sentido, todo ocurre cuando nadie me ve…
Mi ex novia, hoy día mi amante, se llama Virginia, un poco gordita, un culo grande, hermosas, grandes y suaves tetas. Comenzaré diciendo que Virginia y yo nos conocimos cuando estudiábamos, ella tenía un novio que era un pelmazo.
En las pruebas finales, empezamos a vernos más seguido, compartiendo más cosas y lugares y fue así como en una práctica terminamos bebiendo cerveza entre algunos compañeros, donde el calor y el alcohol hicieron efecto para terminar besándonos a vista de los demás. No importaba nada y ahí fue la primera vez que sentí esa lengua maravillosa que se retorcía junto a la mía. Fue divino, pero no pasó nada más que besos. Pasaba el tiempo y seguíamos buscando la oportunidad para besarnos, éramos jóvenes y teníamos un pacto con quienes nos habían visto la primera vez que nunca se rompió, así transcurrió el tiempo y nos separamos. Ella se fue a otra ciudad a estudiar y yo a la capital. Pasaron los años y seguimos en contacto, pero al pasar ya unos cuantos meses ya no sabíamos nada el uno del otro, pero sentíamos que existía algo que nos unía, tal vez lo inconcluso que habíamos dejado cuando jóvenes.
Por esas cosas de la vida, su hermano también vino a estudiar a la capital y nos juntamos muchas veces. Yo era quien le enseñaba la ciudad y nos íbamos de juerga y esto hizo que, de alguna manera, la volviera a ver y fue como la primera vez.
Claro que ahora ella tenía novio y yo estaba saliendo con alguien cuando coincidimos en casa de sus padres. Ellos volvían de unas vacaciones, y después de almorzar ella comenzó a mostrarme unas fotos, y mientras lo hacía, los demás nos dejaron solos y se fueron a dormir la siesta. Esta es mi oportunidad, dije en mi interior, y fue así que empecé a acariciarle el pelo, lo desenredaba, olía a frescura, sus rulos suaves caían sobre sus hombros, los cuales separé para besarla detrás del cuello. Luego supe que bajo la oreja y detrás del cuello se calentaba mucho pues dejó el álbum de fotos a un lado y se dejó acariciar. Yo respiraba en su cuello, acariciaba su espalda, besaba sus hombros hasta que finalmente fui por esa boca que me devolvió el beso. Nuestras lenguas se retorcían, queríamos comernos a besos, respiraba agitada, hacía calor y nosotros aumentábamos la temperatura. Toqué sus labios con un dedo y ella me lo chupaba, haciendo un túnel con su lengua. Eso ya era demasiado y ya quería tocar sus grandes tetas, fuente inagotable de tantas pajas en su honor. Así lo hice pero ella, apartándome, me hizo bajar al primer piso y en la cocina comenzamos el manoseo.
Se dejaba sobar las tetas y se las chupaba, aunque no cabían en mi boca, pero cuando quise meter la mano en su coño, no me dejó. Solo las tetas, me dijo.
No me importaba, ya era un avance, pero media hora chupando y besando sus tetas el nabo me dolía de tanta excitación y lo único que impedía sacarle la ropa y ensartarla era que sus padres estaban cerca. Terminamos el manoseo, salí y me lancé a la piscina. Fue reconfortante calmar así mi calentura.
Después de ese episodio me invitó a pasar mi cumpleaños con ella, aprovechando que sus padres no estaban. Me fui temprano a buscarla, ella salió del trabajo, me dio mi regalo y fuimos a cenar, aunque yo no quería comer nada, solo buscaba la manera de entrar en ese coño húmedo y grande, de pelos rizados y abundantes. Esa era la visión que yo tenía en ese momento y que confirme más tarde. Llegamos a su casa, o mejor a casa de sus padres, nos fumamos un cigarro, pusimos velas y escanciamos vino, comenzando a besarnos, recorriendo nuestros cuerpos y yo tocar sus duras y grandes tetas, posar mis manos sobre su gran culo hasta lograr sacarle la blusa y luego el sujetador.
Recorrí su cuello, el lóbulo de la oreja, sus tetas, bajé hasta sus piernas pero no me dejó chuparle el coño, mientras se daba la vuelta, me bajaba el pantalón y me daba besos en la punta de la polla, besos y más besos, hasta que sacó la lengua y recorrió la punta hasta la base. Lo hizo así hasta que se tragó toda mi verga.
Era una experta, nunca le pregunté cuántas pollas se había comido, pero debo decir que era maravillosa. Chupaba, besaba y manoseaba como una experta. Al rato bajé sus vaqueros junto con sus bragas, abriendo sus piernas para meterle la polla. No podía creerlo, cuando entré en ese coño abundante de pelos, era un mar lleno de flujos y de olor a hembra. Entró suavemente y comencé el metisaca. Empecé unas lentas embestidas, pues solo quería sentir, como queriendo dejar una marca de fuego para volver a hacerlo y fue así como sentía sus paredes estrujar mi polla y no pudiendo eyacular dentro por precaución, la giré y a cuatro patas se la metía. Ella solo gemía y gemía mientras yo seguía metiéndosela hasta el fondo, chocando mis bolas con su coño, cuerpos sudorosos de tanto moverse, pero me pedía que siguiera, hasta que no pude más y parecía que se me rajaba el pene cuando eyaculé en su espalda. Fue grandioso.
Ese fue nuestro primer encuentro, pero durante cuatro meses follábamos cuando sus padres no estaban. Ella seguía con su novio y ya habíamos comenzado con infidelidades nuevamente, hasta que por los exámenes finales de mi carrera, estaba en último año, nos separamos. Ella se acercó más a su novio y terminamos, aunque siempre guardé una esperanza de volver a metérsela en esas carnes suaves y jugosas.
Como digo, dejamos de vernos pero a los dos años me llamó para comunicarme que se casaba. Yo me sentí extraño y obviamente se casó y no fui invitado. Por su hermano sabía de ella, supe que tuvo un hijo, que su esposo era un bodrio y que este año por su trabajo viajaba a la ciudad donde vivo. Pensé que podría verla.
La llamé y quedamos en salir pero terminamos quedándonos el apartamento de su hermano, allí charlábamos de su vida y otras cosas, cuando la miraba sentían que aún había fuego y no tardamos mucho en besarnos. Esa noche fueron solo besos, que lengua tenía la tía, la metía y retorcía que daba gusto. Lo único que pude hacer fue llegar a mi casa y hacerme una paja, pues me dolían los huevos pensando en ella.
Comencé a llamarla todos los días, hablamos de cosas graciosas, de cuando vendría, si es que nos juntábamos y entonces me comentó que su esposo viajaba al sur y que podríamos almorzar juntos. Yo solo pensaba en el postre. Un día después me llamó cuando estuvo cerca de mi trabajo y salí más contento que perro con un hueso, almorzamos pescado, un vinito y helado de postre, luego nos dirigimos a mi casa. Le pregunté si quería fumar un cigarrillo, acepto gustosa, mientras fumábamos nos comenzamos a besar, terminando en el segundo piso, sobre la cama. Nos abrazábamos, nos besábamos, tocaba todas sus partes hasta que le saqué la blusa y quedaron esas hermosas tetas a la vista, luego pasé mi mano por su espalda y con ella misma retiré el sujetador. Sus pechos apuntaban al techo y descansaban hacia los costados, sus pezones eran rosados. No aguanté mucho y comencé a chuparlos, morderlos, besarlos, con mis dos manos los agarraba, y luego con una mano cogí uno de sus pechos, mientras la besaba en la boca, y con mi otra mano recorría su coño sobre el pantalón hasta que cuando noté que empezaba a gemir, apreté aún más fuerte y ella continuaba con sus movimientos para sentir más mis caricias. Entonces abrí su cierre, bajé un poco su braga y vi que tenía una tremenda mata de pelos que impedían llegar a su raja.
De tanto intentarlo logré por fin introducir un dedo en su húmedo coño, solté su teta y le bajé el pantalón, arrastrando su braga, y con mis piernas terminé de bajárselo completamente. Era mía y ella lo sabía, estaba en mi cama desnuda, con sus piernas abiertas, emanando olores a hembra. Entonces me saqué la camisa y giré colocándome de costado, su culo sobre mi verga y mi mano entre sus piernas, metiendo dos dedos en su mojado chocho. De pronto ella agarró una de sus tetas y se la metió en la boca. Era increíble verla tan caliente, chupándose el pezón. Agarré su mano libre y junto a la mía, hice que se tocara. Por lo que he visto existen distintas formas de pajear a una mujer y a ella le gustaba fuerte, con tres dedos en su raja y mi mano sobre su clítoris, me soltó mi mano, se revolvía para ambos lados y noté que faltaba poco para su primer orgasmo. Su cara estaba desencajada, abría las piernas y apretaba mi mano, hasta que se corrió entre jadeos,
Rápidamente me bajé los pantalones e intenté clavársela, pero fue cuando me dijo que estaba en sus días y podía quedar preñada. No me gusta follar con forro, fue mi respuesta pero tuve que acatar si quería joderla y me puse el condón, luego abrí sus piernas, apunté y todo adentro, empecé meterlo con fuerza, ella se quejaba y gemía, con mis manos sobaba sus tetas, agarraba su culo, la besaba, el sudor caía, todo era calentura. Seguimos por un buen rato hasta que le dije:
– Te la saco.
Me miro agarrándose una teta y me dijo:
– ¡No, métela, méteme tu polla, no la saques! – y al preguntarle el por qué, añadió – ¡Estoy caliente y quiero tu verga!
Para mi era el fin de tantas pajas, para ella el comienzo de una infidelidad, su marido en otra ciudad y ella en mi cama con sus piernas abiertas y mi polla en su interior, pero no quise correrme ya que debe haber una mejor manera que con condón, quise bajarme y besarle el coño pero me dijo que no, que le gustaba estar llena de jugos antes, entonces me saqué el condón y la abracé, terminando mi tarea con tres dedos nuevamente en su almeja y ella corriéndose nuevamente.
Al rato la abracé por su espalda, sintiendo el sabor a transpiración, sus tetas estaban mojadas, su raja también, seguí tocando y apretando su cuerpo contra el mío, el sudor empezó a correr por su espalda, mojando su culo y como yo aun tenía el miembro duro, empecé a deslizarlo por la raja de su culo, no faltando mucho para llegar a su agujero. Allí hice un poco de presión y me sorprendió más aún al notar que empujaba sus anchas caderas hacia atrás. No había duda, quería que la enculara, pero no podía entrar, me estaba cansando, pensaba que no podría, hasta que sentí que la cabeza de mi verga estaba en su interior, era como si me hicieran una paja con dedos, y ella me decía:
– Despacio mi amor, nunca lo hecho por ahí.
– No puede ser – dije yo – pero no te preocupes lo haré despacio.
Mentí y de un golpe seco la enculé chocando mis huevos con su carne. Lo hice rápido por si se arrepentía, pero me dejó hacer hasta que la giré boca abajo y empecé el metisaca. Su culo era estrecho, parecía verdad que era virgen, sus gemidos eran gritos ahogados, mordía la almohada, y sus manos agarradas a las sabanas. Aumenté la fuerza hasta que ya no pude más descargando toda mi leche acumulada, le llené su negro y estrecho culo con leche. Cuando me salí, aunque sé que hay que sacarlo despacio, todo lo hacía con brutalidad, queriéndole hacer pagar por tanto tiempo perdido entre ambos.
Luego nos besábamos y descansamos un rato hasta que nos duchamos. A mi me dolía la polla de tanta estrechez de aquel culo que rompí. En la ducha le pasé jabón y champú por su espalda y no faltó mucho para que estuviera listo de nuevo, pero lo mío era su coño y fue así como me senté y ella abrió sus piernas para dejar su dulce raja frente a mi cara.
Quien iba pensar que en una tarde la vi chuparse las tetas, me entregó su culo y abría sus piernas para que le chupase el coño. Como reflexión puedo decir que cada hembra lleva una puta dentro, solo hay que darle la oportunidad para que se exprese.
Nos seguimos viendo y me ha entregado su culo nuevamente, pero eso son otras historias,
Saludos.