Relato erótico
Cornudo y decepcionado
Aunque los cuernos le pillaron por sorpresa los gozo como un cerdo. Lo que más le impactó es ver que su mujer “aceptaba” cosas que a él le negaba.
Miguel – HUESCA
Me llamo Miguel, somos de Huesca, lo que narro a continuación me pasó realmente y hoy lo cuento pues me ha parecido bueno compartirlo. Con mi mujer llevamos seis años de casados. Tiene 25 años, mide 1,69, es atractiva y tiene un cuerpo que atrae las miradas de todos los hombres.
Nuestra vida sexual es satisfactoria, pero hay algunas fantasías que aun no he podido realizar. Me gusta correrme en su cara y me gustaría verla mientras se la folla otro tío.
Cada vez que yo le pedía algo de eso, ella se negaba y terminábamos siempre en la relación tradicional, o sea la aburrida. Yo la intentaba convencer de que si me corría en su cara lo disfrutaría mucho, pero jamás accedió a eso y cada vez que me hace una mamada está vigilando que no salga la leche. También me gustaría practicar sexo anal pero eso ya es mucho pedir, se enfada si se lo pido. Aunque la verdad es que no nos va mal como pareja.
Un día llamó mi amigo de la infancia que también es amigo de Pilar, dijo que necesitaba buscar donde vivir unos días pues iban a reformar su piso, que si yo le alquilaba una habitación para quedarse unos días. Accedimos los dos sin problemas ya que la relación entre nosotros como amigos era muy buena.
A los pocos días me di cuenta de que mi mujer actuaba de una manera rara. Le costaba mucho dormirse y estaba nerviosa. Una noche me desperté al cabo de un par de horas de meterme en la cama y vi que Pilar no estaba. La primera noche no me extrañó, pero la segunda me mosquee. La noche siguiente me di cuenta de que comprobaba si estaba dormido, le hice creer que si y se fue.
Nuestra habitación está en el segundo piso y la de invitados en el primero. La seguí y vi que entraba en la habitación de Juan, me asomé despacito y no podía creer lo que estaba viendo. No le gustaba el sexo anal, pero con Juan no protestaba. La tenía a cuatro patas, la sujetaba por el pelo y se la estaba metiendo por el culo. Estaba muy cabreado y me fui a mi habitación para no pelearme con nadie. Lo que me sorprendió es que se me había puesto la polla dura como un palo.
Al cabo de un ratito hice ruido e hice ver que me despertaba, casi al momento, llego mi mujer con un vaso de agua, como si nada.
Por la mañana, y antes de irme a trabajar, le dije a Pilar que llegaría tarde pues tenía una reunión de empresa y al acabar nos íbamos a cenar.
Esa noche di vueltas por la ciudad hasta las nueve de la noche y fui a mi casa. Cuando llegué, sin hacer el menor ruido, apagué el móvil por si acaso, me dirigí despacio y allí estaban ellos con la puerta cerrada, pero yo me asome por la ventana que da a la cocina y vi como él la tenía agarrada del cabello y ella trataba de no emitir ningún jadeo. Tenía los ojos entreabiertos y se notaba que estaba disfrutando como una loca, los labios separados, y de vez en cuando se los mordía lujuriosamente.
Juan estaba arrodillado mientras la penetraba, a los pocos minutos, él decidió cambiar de posición y se apoyo por completo sobre mi mujer. Tenía la polla totalmente introducida en su coño su pecho estaba apoyado por completo sobre la espalda de mi mujer. Ella estaba totalmente excitada, sin poder controlarse para nada.
Comenzó a aumentar el ritmo de la follada, le pasó los brazos por debajo de las axilas abrazándola al revés y a mí se me puso la polla dura. De pronto él salió de dentro de ella de golpe y le dio la vuelta para sentarla sobre él. Ella no opuso resistencia y en muy pocos segundos cabalgaba sobre su polla, la cual ahora quedaba por completo a mi vista y podía ver como los labios del coño se dilataban para dejar entrar ese tremendo elemento.
Pilar continuaba saltando sobre aquella polla, lanzando gemidos aunque muy silenciosos, hasta que me dio la sensación de que estaba a punto de correrse, pero en el momento cumbre, vi algo que me dejó perplejo y excitado a la vez, él la empujó para sacársela de encima y en el mismo empujón ella cayó boca arriba sobre el colchón, se le acercó arrodillado y comenzó a echarle todo la leche en la cara. Cerró los ojos, la leche se le escurría pero él seguía vaciando sus huevos y continuaba cayendo leche a chorros. Eso me excitó tanto que casi acabo corriéndome.
Mi asombro fue que lo que ella tanto me negaba, ahora no parecía disgustarle.
Cuando trató de salir de esa posición sumisa, él, en un rápido movimiento, le sostuvo la cabeza y le penetró la boca con la polla toda bañada en leche. Mi mujer, ahí si que quiso rechazarlo, pero no pudo. A los pocos minutos, no le molestaba y le estaba dejando la polla completamente reluciente y sin rastro de la corrida.
Yo me corrí dentro de los pantalones viendo esto. Mi mujer lo miró mal, como diciéndole que no lo volviera hacer pues, por lo visto, eso no le gustó para nada, pero él la agarro por los pelos y le sujetó la cabeza hacia atrás mientras le decía:
– No protestes, que eso te gusta, yo no soy tu estúpido maridito que hace lo que tú quieres, golfa.
Ella le pedía que no la tratara así pero él le contestó:
– Tú quisiste hacerlo conmigo, acuérdate, antes de casarte y como te gustaba.
Juan le dijo que si seguía protestando, le perforaría el culo hasta el fondo. Esto me hizo pensar que esos dos ya follaban antes de que nos casáramos. Entonces ella le hizo un gesto provocativo, como diciéndole, atrévete hazlo… Luego ella le hizo un ademán de desprecio y eso lo acabó de decidir, por lo que la agarró más fuerte y la puso boca abajo en el colchón, pero ella comenzó a decirle:
– ¡No, eso no… no lo hagas…!
Pero él no se detuvo, todo lo contrario, comenzó a pasar la polla por sus nalgas, hasta que se le volvió a poner dura como una piedra.
Ella trataba de salirse del colchón pero él la sujetaba y en voz baja le dijo:
– Déjame y verás lo bueno, pero hay dos opciones, o te aguantas y te penetro o se entera tu marido por tus gritos, pero que yo te penetro eso no lo evita nadie.
Comenzó a besarle el culo, se lo llenaba de saliva y metía sus dedos y pasaba suavemente la cabeza de la polla por su agujero, el cual no se dilataba y ella apretaba los dientes con pavor. De pronto ella emitió un pequeño grito de dolor. Le acababan de desvirgar su precioso culo. Empezó a moverse lentamente dentro de su culo. Podía ver su cara de perfil, intentaba que eso pasara rápido pero no, esa polla entraba y salía plácidamente por su culito ya dilatado. Ella ya gritaba de dolor, pero al mismo tiempo gemía. Juan le preguntó qué opinaba ahora y ella, con pequeños gemidos le dijo:
– Adelante, sigue, pero suave.
De una buena embestida terminó de metérsela hasta el fondo. Pilar gemía de dolor, pero parecía que disfrutaba. Estuve a punto de ir a “defenderla”, pero me excitaba tanto verla en esa situación que no hice nada. Él, sin sacársela, se sentó en el colchón levantándola a ella y haciéndola cabalgar sobre su polla, pero en ese momento fue cuando no aguantó más y gritó de dolor. Yo no atiné a moverme ya que cada minuto me excitaba más, y él se quedó en silencio y quieto unos segundos, pues al parecer también le dolía la polla, pero a los pocos segundos continuó haciéndola cabalgar, ella sentada sobre su polla, frente a él y yo le veía la cara de felicidad.
Después de unos minutos así, él siguió sentado pero le dio la vuelta sobre la polla, sin sacársela, quedando ella de espaldas a él pero todavía penetrada. Juan le dijo que se moviera y ella, dolorida, lo hizo. Yo la veía de frente, veía sus gestos, sus ojos llorosos, sus labios quebrados, sus tetas pero nunca estuve seguro si era dolor o placer, aunque creo que ambos. Ella abrió un poco las piernas dejándome ver su coño.
En un momento observé que fruncía el ceño y lentamente comenzó a correrse sobre él. Estaba claro que él con su polla, la había hecho gozar. Ella tenía que controlar el dolor, pero no podía, sus ojos se cerraron y se corrió por completo dejándome ver como de su coño salía su largo orgasmo. El final se acercaba ya que a él se lo veía bastante satisfecho, y le dijo que ya podía salirse y ella sin perder tiempo así lo hizo, pero él se empezó a masturbar delante de ella que supuso lo que le esperaba, más leche en su cara.
Ella ahora se negó y el no hizo nada, seguía masturbándose, por lo que ella pensó que había quedado libre, pero cuando se dio la vuelta lentamente para levantarse e irse, él la tocó muy suavemente en el hombro y ella cerró los ojos, como si supiera lo que le esperaba.
Se dio la vuelta y sin dudarlo se dirigió a su polla y comenzó a masturbarlo para terminar pronto con todo, pero él se negó y siguió haciéndose él la paja.
La boca de mi mujer estaba a unos pocos centímetros de la polla, ella tenía toda la cara llena de leche, ya que ninguno se había ido a lavar.
Entonces él comenzó a acelerar su masturbación hasta que ella acercó su boca cuando ya salía. Cerró los ojos y esperó ese líquido caliente el cual fue a dar nuevamente en toda su cara. Ella se llevó toda la leche que pudo a la boca, tratando de evitar su mirada.
Como él ya se había corrido antes, ahora era menor la cantidad de semen, y cuando terminó ella se alegró, pero él le dio su último golpe diciendo:
– Quiero que la tragues.
Ella hizo un esfuerzo sobrehumano y tragó toda esa leche, provocándole nauseas pero se la tragó. Luego ella se levantó y se dirigió a la puerta como para ir al baño, y yo me metí rápido detrás de la lavadora. Miré el reloj y eran las 10,30. Ella salió despacio, se metió en la ducha, yo volví a mirar hacia adentro y vi como Juan se estaba pajeando con las bragas de Pilar. Esto sucedió hace muy poco y no me da pena contarlo ya que me excita mucho.
Felicidades por vuestras revistas. Un beso.