Relato erótico

Conversaciones calientes

Charo
6 de enero del 2020

Solía bromear con sus compañeros de trabajo con alguna que otra broma con referencia al sexo. Una de sus compañeras le miraba y sonreía, pero de aquí no pasaba la cosa. Una tarde se quedaron los dos solos a trabajar hasta tarde.

Paco – BARCELONA
Amiga Charo, esta experiencia que te cuento empieza en un ambiente de trabajo, en el que somos un montón de compañeros ya que es una agencia de seguros. Yo siempre ando metiéndome con la gente y sobre todo con las chicas, haciendo comentarios relacionados con el sexo, pero sin malicia, solo para hacerme el simpático, pero claro, así todos los días se conoce que al final se acaba calentando el ambiente.
Una de mis frases sexuales más utilizadas es ” a tomar por culo, que es bueno para la vista” Y me había dado cuenta que una de mis compañeras, Eugenia, me miraba y sonreía.
Un día en el que nos quedamos, los dos solos, a trabajar hasta tarde, empezamos a hablar de sexo con toda naturalidad, confesándome que a pesar de sus 27 años, nunca había probado el sexo anal, pues le daba miedo el dolor. Yo intentaba convencerla de que solo hacía falta tener ganas y un compañero con un poco de tacto. Seguimos hablando un rato más, como si nada, pero claro el trabajo nos hizo ir a cada uno para su despacho.
A los quince minutos de separarnos, yo iba hacia la fotocopiadora, que quedaba cerca del despacho de Eugenia, cuando empecé a oír unos leves gemidos, me acerqué lentamente y entre las cortinas pude verla, con las piernas sobre la mesa, una a cada lado, y una mano bajo la blusa y otra bajo su tanga rojo. La muy guarra se estaba masturbando después de nuestra conversación y la imagen que estaba viendo me ponía muy cachondo por el morbo de ser pillado espiando. Al final saqué mi polla, que estaba dura como un palo, y empecé a sobármela mientras Eugenia continuaba tocándose el chumino.
Yo, cada vez más cachondo y eso que soy una persona muy tímida, en un momento de valentía, pues para mí lo que me estaba sucediendo era como un sueño y en un sueño uno nunca es tímido y sí un valiente, decidí entrar a ver qué pasaba. Abrí la puerta de golpe e incluso antes de que se sobresaltase, le dije:
– Eugenia, ¿o sea, que antes calentamos el horno y ahora vamos cada uno por su cuenta a apagarlo?
Eugenia, bajó sus piernas, intentó taparse como pudo y con voz y dijo:
– Yo… yo…
– No te preocupes, es normal, mira yo como estoy – le dije enseñándole mi polla en todo su esplendor.
– Eso no está bien, somos compañeros, tú estás casado y yo tengo novio, no es correcto – me contestó.
– No es nada malo, si es algo que los dos queremos, además yo no puedo irme así para casa, que no me cabe la polla en el pantalón – razoné.
Yo me iba acercando lentamente y Eugenia lentamente se iba echando para atrás en la silla y cuando llegué a su lado lo primero que hice fue pasar lentamente mi mano por su chocho y lo encontré muy húmedo. Ella estaba inmóvil, no decía que sí, ni que no, así que había que continuar. Me puse de rodillas y empecé a chupar aquel chichi que tan húmedo estaba y que tenía totalmente depilado. Separé sus labios con las manos y empecé a pasar mi lengua, deteniéndome en su pequeño clítoris, haciendo círculos con mi lengua sobre aquella pepitilla, de vez en cuando lo mordisqueaba suavemente y con mi mano derecha empecé a meterle uno de mis dedos en el coño.

Le debía estar gustando pues me cogió la cabeza con fuerza y me obligaba a chupar aquella almeja, y empezó a gemir y a decirme:
– Chupa cabrón, ¿esto el lo que querías no? ¡Así, chupa, me gusta, no te
pares, no te pares come, come coño!
Como yo veía que estaba muy caliente y ya se había desinhibido, empecé a chupar con más ganas y a pasar lametones largos desde el inicio de su coño hasta el final, deteniéndome antes de llegar a su ojete, pero muy cerquita. Notaba como se arqueaba todavía más cuando mi lengua se acercaba a su ojete, como queriéndome obligar a que llegase a su virgen culito. Como vi que eso es lo que deseaba, pues aunque no soy muy experto eso se nota, el último lametón se paró en su ojete, lo chupé con ganas muy lentamente, y volví a notar su respiración entrecortada y su presión otra vez en mi cabeza indicando que no quería que parase.
– ¿Qué me haces cabrón, que me haces que nadie se atrevió… aaah… que gusto… chupa, cabrón, límpiame el ojete… oooh… no pares! – gritaba.
Poco a poco su ojete se iba lubricando y entonces pasé mi lengua a su coño otra vez, pero mi mano me dediqué a pasarla de su chocho a su ojete, a fin de lubricarlo todavía más, luego empecé a meter un dedo y ella se estremeció, seguí con ese juego unos minutos más hasta que Eugenia se levantó de golpe y me dijo:
– ¡Déjame tu polla, cabrón, yo también quiero chupar!
Me levanté, me senté en la silla y empezó a chupármela como una loca. Se la metía toda en la boca hasta tenerla toda dentro, chupaba con fuerza y yo estaba que me retorcía de gusto en el sillón, viendo también como Eugenia terminaba de sacarse la blusa, y pude ver así unas enormes tetas, morenas, con unos pezones negros que parecían de chocolate. Acerqué una de mis manos para empezar a sobarla y ella seguía chupando, mientras con su mano izquierda la tenía en su entrepierna, viendo yo como se metía dos dedos, a veces hasta tres, con un ritmo incluso violento.
Yo estaba en la gloría, Eugenia comiéndome la polla como nunca, pero no quería correrme pues mi única fijación era poder follarle el culo, así que le dije que parase, que quería follarla. Eugenia se incorporó y se sentó en la mesa con las piernas abiertas y con su coño encharcado de tantos humores. Me levanté y acerqué mi polla lentamente a su coño y empecé a frotárselo de arriba a abajo antes de metérsela.
– ¿No querías metérmela? – me dijo – ¡Pues métemela, cabrón, déjate de tonterías!
Me cogió la polla con la mano y la dirigió a la entrada de su chumino, puso las manos en mis cachas y me atrajo hacia ella. Ya estaba dentro y empecé un metisaca rítmico. Entraba muy suave, estaba cachondísima y yo ni os cuento. Pasé a follarla más fuerte y empezó a entrecortase su respiración, sus ojos casi en blanco, a clavar sus uñas en mi culo…

– ¡Así… aaaah… así no pares… no pares… aaah… me voy a correr… no pares! – exclamaba.
Yo seguía follándola duramente, hasta que consiguió correrse, se relajó y yo sacándole mi polla, le dije:
– Eugenia, baja de la mesa y apóyate con los brazos en ella, ponme el culito bien en pompa, que quiero ver como te entra toda en el coño.
Eugenia titubeó un poco, como temiéndose lo que podía pasar, pero lo hizo. La vista de aquel culo bien en pompa me ponía aún más cachondo, cruzó los brazos y apoyó la barbilla en ellos, su culo todavía se elevaba más, cogí mi polla y empecé a follarle el coño violentamente, agarrado a sus caderas, embestidas grandes y fuertes solo se escuchaba el chasqueo de nuestras carnes y sus jadeos, luego reduje el ritmo de las embestidas, seguían siendo profundas, pero muy despacio, hasta que me cogí la polla con mi mano derecha y empecé a pasársela por el culo, del coño al culo, se la metía en el coño y se la pasaba por el culo, con mi mano izquierda separaba sus cachas para ver mejor su culo, que se apretaba y dilataba al ritmo de mi polla, estaba mojadísima y su culo bien lubricado. Me puse a follarle el coño de nuevo pero con mi dedo gordo de la mano izquierda empecé a metérselo en el culo al ritmo que le follaba el coño. Ella no decía nada, solo gemía. Era el momento. Cogí mi polla y la puse en la entrada de su ojete y muy despacio empecé a hacer un poco de presión. Lentamente notaba como su ojete quería dejarme paso, yo seguí muy despacito, pero el miedo se apoderó de Eugenia, sacó sus manos de debajo de su barbilla y las puso en mis piernas para que no siguiese cuando todavía no había entrado ni mi capullo.
– Tranquila, relájate, si ves que te duele mucho yo paro – le dije.
– No, no por favor me va a doler…
– Déjate hacer, relájate, lo haré muy despacio – insistí.
Saqué mi polla y se la volví a meter en el coño, la follé un poco y cuando ya se había relajado, volví a apoyarla en su culo y empecé de nuevo a metérsela muy despacio. La sacaba un poquito y volvía a empezar, se la pasaba del coño al culo para así lubricarlo todavía más, ella estaba más tranquila, así que cogí aire y empecé a metérsela de nuevo despacio, pero sin retroceder. Cuando tenía dentro el capullo entero, se sobresaltó y se quejó un poco, sus manos volvieron a mis piernas, pero no me paraban, solo que no quería que pasase de ahí, empecé un metisaca lento y suave, después de un ratito sus manos se retiraron, y empezó a gemir muy suavemente, y yo empecé a metérsela un poquito más, continuando con mis embestidas lentas y suaves, pero cada vez mas adentro. Sus gemidos empezaron a hacerse más ruidosos y su respiración se volvía a entrecortar, y cuando creí que iba a volverse a correr, decidí acelerar un poco el metisaca. Ya no se quejaba, empecé más fuerte y más fuerte, yo veía como mi polla desaparecía totalmente en su culo. Empezó a jadear fuertemente
– ¡Sí, fóllame, fóllame cabrón, me estás rompiendo el culo, fóllame…! – exclamó de pronto.
Yo cuanto más oía esto más fuerte la follaba y cuando ella empezó a correrse, yo fui detrás. Me corrí como nunca, acabé y me eché sobre ella sin sacarle la polla. Nos quedamos así, inmóviles, sin hablarnos, hasta que mi polla se fue saliendo ella sola de su culo, chorreando semen y me fui al baño a limpiarme un poco como pude ya que solo había un lavabo. Cuando regresé Eugenia ya no estaba.

Me fui a casa pensando en lo que había sucedido que no sabía si había sido realidad o un sueño. Al día siguiente, cuando llegué al trabajo, ya estaban todos en la oficina incluida Eugenia.
Yo no sabía qué hacer y como no hice ninguna de mis bromas, los compañeros me dijeron qué me pasaba y yo argumenté que me dolía la cabeza y la cosa se quedó ahí hasta que a lo largo de la mañana coincidí con Eugenia en la fotocopiadora y en voz baja me dijo:
– Me duele el culo, pero fue magnífico.
Así descubrí que no había sido un sueño.
Bueno Charo, espero que te haya gustado mi experiencia y otro día te contaré como siguió esta aventura.

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