Relato erótico

Compartir es bueno

Charo
18 de febrero del 2020

Llegaban de cenar, tomar unas copas y con ganas de echar un buen polvo. Al entrar en el portal oyeron unos gemidos y fueron a ver qué pasaba. Era una parejita que se estaba metiendo mano. Les invitaron a ir a su casa y utilizar la habitación que tenían libre.

Rodrigo – Alicante
Queridos amigos de Clima, somos Rodrigo y María, una pareja muy liberal de La Coruña, que vuelve a escribiros para contaros una nueva experiencia vivida con nuestra jovencita vecina Ana, que después de varios meses, en los que ella pescó un noviete, se dieron las circunstancias para un nuevo encuentro… pero vayamos a la historia.
Era la madrugada de un sábado, que en nuestra ciudad era festivo y María y yo regresábamos a casa a eso de las dos de la noche, después de cenar y tomar unas copas con el cuerpo caliente y ganas de echar un buen polvo. Durante todo el recorrido, María no dejó de sobarme la polla y decirme cosas como:
– Te voy a comer el rabo hasta dejarte los huevos sin leche y después me comerás el coño, me follarás, me darás por el culo y te correrás en mi boca.
Como comprenderéis mi polla no podía estar más dura y tiesa. No deseaba otra cosa que llegar a casa y poder follármela por todos sus agujeros. Aparqué el coche, nos dimos un buen morreo y nos dirigimos al portal de casa con una de sus manos sobándome el paquete, para que no se me enfriara, decía. Abrimos el portal y al subir unas escaleras que daban acceso al ascensor, oímos unos murmullos que provenían de las escaleras que llevan a un pequeño sótano situado a un lateral del ascensor, donde hay un cuarto de limpieza y un almacén donde se guardan trastos de los vecinos. Pero más que murmullos eran suspiros y respiración alterada. Asomamos la cabeza y vimos a nuestra vecina Ana dándose un buen lote con un muchacho de su edad, unos 21 años. María y yo nos miramos y ella me dijo, acercando su boca a mi oído:
– ¿Les invitamos a subir?
Sin esperar respuesta, ella tosió débilmente y les dijo, cuando miraron:
– Tenemos una habitación vacía y si queréis seguro que estaréis más cómodos.
Ana nos miró a los ojos y después, le dijo al muchacho:
– ¿Te apetece?

– Vale – contestó él.
Los cuatro nos metimos en el ascensor y allí dentro, en un espacio tan reducido, se notaba una tremenda carga sexual, una pareja joven caliente después del lote de las escaleras y una pareja más veterana, que solo pensaba en meterse en la cama para darse una buena ración de sexo. Llegamos a nuestro destino y nada más traspasar la puerta de casa, María les indicó la habitación y metiendo la mano en el bolso le entregó a Ana dos condones diciéndole al oído:
– Disfrutarlos.
Después de pasar todos por el cuarto de baño, cada pareja se metió en su habitación a desprenderse de la carga erótica del momento. María y yo nos desnudamos en unos segundos y le faltó tiempo para arrodillarse y empezar por comerme la polla. Era una mamada increíble y sabiendo que Ana y su novio, en la habitación de enfrente, estarían haciendo algo parecido, todavía le ponía más.
– Me encanta comerte la polla – me dijo María – ¿Como la tendrá el novio de Ana? Me gustaría tenerla en mi boca con la tuya y sacaros la leche a los dos.
– Y a mí me gustaría verte follando con él mientras le como el coño a Ana – le respondí.
Yo estaba súper caliente y la lengua de María estaba haciendo un excelente trabajo, no podría aguantar mucho más y así se lo hice saber.
– Me voy a correr en tu boca. ¿No es eso lo que querías? ¡Sigue… así… así… me voy… me corro… toma mi leche…oooh…!
Derramé una buena cantidad de leche, que ella se tragó con sumo placer. Luego salí de la habitación hacia el cuarto de baño y vi que la puerta de la otra habitación estaba un poco abierta y conociendo a Ana sabía que no la había cerrado aposta, por si nos apetecía mirar. La abrí un poco más y como la luz de la lámpara pequeña estaba encendida, pude verlos. Ana estaba en la postura del perrito y su novio le metía la polla con fuerza hasta los cojones y en una de estas ella giró la cabeza hacia la puerta y me vio con la polla en la mano, medio morcillona, pero con la otra mano puse un dedo sobre mi boca haciendo la señal de silencio. Cuando el chico retiraba la polla del coño de Ana, ella le decía:
– ¡Dame fuerte, méteme la polla, la quiero dentro… hazme correr, me gusta tu polla, dame tu leche… así, así… córrete en mi coño… me voy a correr… aaah… córrete conmigo… ahora, sí… me corro… me corro…!
El chaval no pudo aguantar más y dando un fuerte empujón dijo.
– ¡Toma mi leche!
Ana se dio la vuelta, le sacó el condón, con la mirada hacia mí, supongo que para ver como me la meneaba, y se tragó toda la leche de él sacando su lengua para relamerse los labios y lamer también el capullo que estaba frente a ella.

Cuando me di la vuelta tenía la polla a tope, estaba dura y tiesa como nunca y así entré en la habitación empalmado como un burro. Miré hacia la cama y vi a María desnuda sobre ella, con una mano frotándose el coño ya húmedo y con la otra pellizcándose los pezones. Estaba como una gata en celo.
– ¿Te gustó lo que viste? – me preguntó y al contestarle que sí, añadió – Acércate y ponte debajo que te voy a cabalgar hasta que me llenes el coño de leche mientras me cuentas lo que viste.
Obedecí como un corderito y poniéndose encima, cogió mi dura polla y se la metió en el coño dejándose caer lentamente.
– ¿Cómo tiene la polla el chaval… es más grande que la tuya… es más gorda…?
Yo respondía a las preguntas mientras ella hacía su trabajo, subía y bajaba exprimiendo mi polla, contraía los músculos de su coño como si tuviera una boca allí abajo. Su coño chorreaba y mi polla agradecía esa suavidad, tanto que yo no aguantaría mucho más sus envestidas. Así estábamos cuando oímos que se cerraba la puerta de la calle.
– Ana y su novio se marchan – dije yo.
– Pero Ana no – me dijo mi mujer.
Miré hacia la puerta y la vi, estaba preciosa, apoyada en el marco de la puerta, desnuda, con esos pechitos tan deliciosos que tiene, ese coñito que yo ya había chupado hasta hacerla orgasmar, es mirada pícara. Me encantaba esa chica, María lo sabía y la invitó a pasar diciéndole:
– Ven, Rodrigo tiene la polla dura y fuerte, tendrá para las dos.
Yo no estaba tan convencido de eso, pero me pareció bien. Entonces Ana dijo:
– Me voy a lavar la boca, todavía tengo el sabor a la leche de Miguel.
– No importa – le dijo María – dentro de un rato tendrás dos sabores en tu boca, anda pon tu coño en la cara de Rodrigo para que te lo chupe mientras yo le quito la leche que luego nos beberemos.
María seguía cabalgando y yo chupando aquel coño delicioso llevando a Ana al orgasmo.
– ¿Me dejarás chupar su polla cuando se vaya a correr? – preguntó Ana a María – ¿Me dejarás beber su leche?
Ellas se besaban y suspiraban, pero su respiración se agitaba cada vez más. Yo ya no aguantaría más, estaba a punto de reventar y así se lo dije.
– ¡Me voy a correr! – exclamé – ¡Bebed mi leche, quiero ver como tragáis, como os pasáis la corrida de una boca a otra!
María me descabalgó, se arrodilló y terminó de hacer su trabajo con la boca.

A su lado Ana esperaba su turno y entre las dos me hicieron un buen ordeñe. Reventé con una abundante corrida que fue a parar a sus caras y bocas, que ellas golosamente se tragaron y saborearon.
Nos quedamos los tres abrazados y dormidos. Cuando abrí los ojos eran las doce del mediodía y Ana ya no estaba.
Muchos besos de María y míos y si hay una segunda parte ya os la contaré.

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