Relato erótico
Cambio de idea
Es una mujer madura y según nos cuenta es muy feliz con su marido. Él le insistía en hacer un intercambio de parejas y al final fueron a un club swinger. Él folló con una mujer, pero ella no lo hizo con su pareja, dijo que no. No volvieron nunca más hasta que por una casualidad algo pasó.
Maribel – Murcia
Me llamo Maribel, soy una mujer de 55 años, casada y muy enamorada de mi marido. Mi marido es un cachondo que siempre tiene ganas de que estemos jodiendo. Hace algunos años que mi marido no cesaba de proponerme que fuésemos a un club de intercambio pero yo siempre le decía que no me apetecía que otro hombre me la metiera. Al final, como tanta era su insistencia y asegurándome que solo quería conocer como era el ambiente en un club de intercambio, decidí complacerle. Así fue como estuvimos en uno cinco veces. Yo tenía muy claro que no me la iban a meter y solamente dejé que me besaran y me tocaran mientras bailábamos con otras parejas.
En una ocasión Vicente, mi marido, estaba muy cachondo con la mujer de la pareja con la que estábamos, y yo le dije que si quería se la podía follar, pero que su marido a mí no. Así fue como vi como Vicente se la metía a otra. Sería por el morbo que me produjo, que dejé que el marido me magreara hasta el extremo de chuparme una teta y luego tocarme el coño. Terminé corriéndome con la paja que me hizo. Como yo no quería que esto llegase a más, dejamos de ir al club, aunque mi marido seguía insistiendo, sobre todo cuando leíamos los testimonios y experiencias de vuestra revista Clima. No paraba de decirme como le gustaría ver como otro hombre me follaba, que iba a sentirse el cornudo más satisfecho del mundo.
– ¡Estás loco! – le decía yo – ¿Por qué quieres ver como otro hombre me la mete…?. Pues no, no quiero.
Como he dicho al principio, éramos muy felices después de treinta años de matrimonio, pero como hay un refrán que dice “nunca digas de esta agua no beberé”, pues bien, esto es lo que me ha ocurrido a mí, al fin. En la oficina donde trabajo hay un compañero, más joven que yo, que siempre me ha piropeado, diciéndome que si soy la abuela más guapa, que suerte tiene mi marido de tener una mujer tan maciza como yo y cosas parecidas. En el mes de mayo, con motivo de que la empresa cumplía sus veinticinco años, nos dieron una fiesta a todos los empleados. Podíamos ir con nuestras parejas pero mi marido, por su trabajo, no pudo acompañarme aunque me animó a que me lo pasase bien. Incluso me dijo una burrada cuando me iba.
– ¡Joder, chata, con lo buena que estás, hoy te la meten!
La fiesta la dieron en un hotel. Era cena y baile, con canapé y barra libre. Casi todos iban con sus parejas, excepto Vicente, el chico de los piropos, ya que está divorciado, y yo. En la cena se puso a mi lado, hablamos y así llegó la hora del baile. Al principio bailé con varios de los compañeros, pero al final Vicente fue mi pareja. En esta ocasión me pareció una persona más agradable que otras veces. Entre baile y baile tomábamos unas copas y cada vez, cuando bailábamos, me iba apretando más hasta que me besó en el cuello varias veces, mientras que sus manos me apretaban las cachas del culo dejándome sentir, al mismo tiempo, la dureza de su entrepierna. Yo me sentía muy excitada y cuando puso su boca en la mía, yo la abrí para que él metiera su lengua que yo aprisioné con la mía.
Aunque la luz de la pista era muy tenue, nos desplazamos a un rincón más alejado de posibles miradas. Una vez allí, me subió un poco la falda y empezó a meterme la mano por los muslos.
Yo no sé si fueron los efectos del alcohol o que necesitaba que un hombre me metiera mano, pero la cuestión es que me abrí de piernas para facilitar que su mano me llegase al coño por encima de la braga que, dicho sea de paso, yo notaba muy mojada. No sé cómo se las arregló, pero noté que me bajaba las bragas para, enseguida, meterme un dedo, que rápidamente fueron dos, hasta lo más profundo de mi coño. Me abracé a su cuello para no caerme ya que tuve un orgasmo como no recuerdo haber tenido nunca. Vicente me apoyó en una columna y tal y como me tenía, se sacó una hermosa polla que, al ver yo como intentaba metérmela, le dije:
– ¡Vicente, por favor, aquí no, nos puede ver algún compañero!
– Pues vamos a solucionarlo enseguida – me contestó.
Salimos a recepción y pidió una habitación. Nada más entrar en ella, me quitó la blusa y la falda. Me encontraba con una teta fuera del sujetador y las bragas a mitad de los muslos. Le ayudé a desnudarse y me tumbó en la cama. Abriéndome de piernas, metió su cara en mi coño. Yo creía morirme de gusto a cada lamida que me daba y no sé las veces que me corrí. Luego se fue dando la vuelta hasta que su polla quedó en mi boca. Era la segunda polla que yo mamaba pero, cuando se corrió, me tragué toda su leche. Sin descansar, me puso a cuatro patas, se situó detrás de mí y con un fuerte pollazo, me la metió toda en mi encharcado coño a la vez que con una mano me cogía una teta y con la otra me pajeaba la pipa. Después de este polvazo, caímos rendidos hasta que, a las cinco y media de la madrugada, me llevó a casa. Tres días después quedamos en vernos en un apartamento y allí le dije:
– Vicente, lo he pasado muy bien contigo, pero yo quiero a Vicente y no voy a romper un matrimonio de treinta años por un rato de placer pero, discretamente, no me importa que, esporádicamente, echemos un polvo.
Como yo esperaba, estuvo completamente de acuerdo y así nos fuimos viendo de vez en cuando hasta que en uno de esos encuentros, le conté que Vicente me había dicho varias veces que le gustaría ver como otro tío me follaba y poder hacer, también, un trío. Vicente, mientras me la tenía bien metida en el coño, me contestó:
– ¡Eso sí que es maravilloso, que el cornudo de tu marido disfrute contemplando cómo entre él y yo te follamos en un fabuloso trío!
– Pero es que eso me da miedo – dije – Me vais a matar entre los dos… de gusto, se entiende.
Mi marido, días después, insistió en lo mismo, mientras jodíamos, diciéndome:
– Cariño, como me gustaría ver como otro te folla…
– ¿Y si te dijera que ya me han follado? – me atreví a decirle.
– Esto no me lo creo hasta que no lo vea – insistió él – Tú, aunque estás muy buena, no sabes follar con otro.
Esa misma noche, mientras hacíamos de nuevo el amor, le conté a mi marido, con pelos y señales, todo lo que había pasado en ese tiempo. Vicente estaba como loco de alegría, besándome y comiéndome todo el cuerpo. Entonces le conté todo a Vicente y este me propuso pasar las vacaciones del mes de julio en un apartamento que tiene en Torrevieja.
Mi marido aceptó encantado y como ellos no se conocían, invitamos a cenar a Vicente y después nos fuimos los tres al club de intercambio de parejas que habíamos conocido tres años atrás. Allí bailé con los dos y tanto Vicente como mi marido no dejaron de magrearme a base de bien. Incluso cuando me tenían entre los dos, en la pista, se nos acercó una pareja y la chica, muy joven, empezó a tocarme el coño y mi marido a ella. Yo estaba muy cachonda así que pasamos a los reservados y allí, por primera vez, mi marido contempló como a su mujercita se la follaba otro.
Aquella noche, en casa, mi marido parecía otro. Me besaba con pasión y durante el resto de la noche me echó dos polvos como hacía años no me los había echado. Todo eran palabras de admiración, diciéndome lo que había disfrutado contemplando cómo me corría mientras otro hombre me follaba. El primer día de vacaciones y nada más llegar al apartamento, me puse a arreglarlo pero desnuda, ya que ese fue el capricho de los dos. A la hora de acostarnos, Vicente dijo a mi marido:
– Vicente, si quieres te acuestas tú con tu mujer…
– No – contestó él rápidamente – Nos acostamos los tres juntos.
Imagínate como terminó todo. Yo les decía que iban a matarme con tantos polvos pero, aparte del placer que me daban, el contemplar la cara de felicidad que ponía mi marido, me hacía sentir la más feliz de las mujeres.
– Vamos a tener que hacer un trío – me dijo días más tarde Vicente – con la obligación y el derecho que tiene tu marido de desvirgarte el culo.
Así fue como una noche, preparándome y con mucho cuidado, mi marido me dio por el culo a la vez que Vicente me la tenía metida en el coño. Por supuesto, después se cambiaron. Han sido unas vacaciones de fábula, pero tanto Vicente como Vicente cada vez quieren más. Ahora dicen que les gustaría poner un tercer hombre en nuestros encuentros ya que, añaden, me queda la boca libre. Yo me he negado, pero…
Animo a las mujeres que, como en mi caso, su marido las anima, que no lo duden. Si al marido le gusta llevar cuernos, que ellas los disfruten.
Besos húmedos para todos.