Cambio de actitud

Desde hace un tiempo sus relaciones sexuales se limitan a su “follamigo”. Hasta ahora, quedaba satisfecha y, no necesitaba a nadie más. Unos problemillas sin importancia han “limitado” sus relaciones. Ella cree que además el interés de su amigo no es el de antes.
Susana – Ibiza

Soy Susana, la del chochito caliente y ahora más que nunca pues tengo la desgracia de que mi “follamigo” se haya puesto enfermo y no puede hacer el esfuerzo de eyacular, al menos hasta dentro de cuarenta días. Ya sabéis que soy una zorra calentorra pero también soy una chica enamorada y mucho, así que lo respeto. Aunque no lo veo mucho, quiero contar las veces que he estado con él durante estos cuarenta días, no tan espantosos como había pensado.
Una mañana, que había quedado con él, nada más presentarse en casa y tras darle el beso apasionado de bienvenida, le pregunté cómo se encontraba.
– Mejor, pero el médico dice que no fuerce la próstata pero si quieres, te puedo comer el coño – me contestó.
Me dio un beso húmedo en los labios, yo le metí la lengua en la boca todo lo que pude y luego, apartándome, me subí el vestido hasta enseñar mis gordos y desafiantes pezones apuntando hacia él.
Me agarró las tetas con las dos manos, acercó su boca y me los lamió suavemente hasta que yo le dije:
– Muérdelos, cariño… – y cuando lo hizo, empecé a gemir – ¡Oooh… sí, mi amor, sí… así…!
En el acto empezó a chorrearme el coño. Estaba súper empapada cuando él me bajó las bragas y al ver mi coño afeitado sonrió complacido. Acabé de quitarme las bragas, él se arrodilló ante mí, en el suelo y yo, sentada en el sofá, puse los pies en sus hombros y él hundió su cara en mi chorreante coñito. Pasaba la lengua por toda mi raja y yo no paraba de gemir hasta que le cogí una mano y la llevé a mi teta, que las tenía a punto de reventar. Luego le tomé de las orejas apretando su cara contra mi chorreante coño y así me corrí en su boca, gritando:
– ¡Oooh… cariño… oooh… cariñooo… aaah…! – mientras él se tragaba todos mis jugos.
Al acabar de correrme y tras tranquilizarme un poco, me lavé el coño y me fui para mi casa quedando con él en vernos unos días más tarde.
El día de la cita llegué yo la primera, como siempre, me desnudé por completo y me puse al leer, tendida en la cama, mientras lo esperaba. Al llegar entró en la habitación y se tendió a mi lado, vestido. Yo empecé a abrazarle tocándole el pecho y el estómago por dentro del jersey. Al final él, excitado, se quitó los pantalones y el slip por lo que yo pude cogerle la polla mientras ahora él me besaba el cuello y las tetas.
– Que piel tan suave tienes, cariño – me decía.

Estas palabras y sus caricias, cada vez más íntimas, me estaba poniendo cachonda perdida y no pude evitar preguntarle:
– ¿Puedo chupártela un poco?
– Sí, pero no me hagas correr – dijo.
Me la metí en la boca toda entera, notando como se iba poniendo dura entre mis labios. Se la iba comiendo muy despacio, deteniéndome a veces para pasarle la lengua por todo el capullo, hasta que él me hizo poner a cuatro patas, con el culo en pompa y me la metió por el coño acariciando, al mismo tiempo, mi inflamado clítoris y diciéndome:
– Córrete, córrete por favor.
Cuando me estaba diciendo esto por tercera vez, exploté en un gran orgasmo que me hizo berrear como una guarra:
– ¡Oooh… oooh… sí, que gusto más bestia, sigue, empuja… no pares… aaah…!
Cuando me la sacó, me tumbé en la cama, pero él, sin dejarme descansar, metió dos dedos en mi encharcado coñito. Me los metía hasta el fondo y luego se dedicaba a mi pepitilla, acariciándola suavemente, ofreciéndome un placer increíble.
– Así, muy bien, así… – decía mientras yo no paraba de gemir.
Acerqué mis labios a los suyos, metí mi lengua en su boca y me corrí.
Días más tarde, le mandé un mensaje con el móvil diciéndole que me quedaba a dormir en el piso por lo que, cuando terminara de trabajar, viniera a encontrarse conmigo. Arturo hace turnos y aquel día tenía el de las once de la noche hasta las seis de la mañana por lo que, mientras sale y llega al piso, son las siete. Yo estaba dormida, desnuda como mi madre me trajo al mundo, y desperté en sus brazos mientras me daba apasionados besos. Se desnudó también y se metió en la cama, a mi lado. Cuando le cogí la polla, sonriendo, me dijo:
– Quiero que sepas que esta es toda tuya – se la masajeé y él añadió – Tú sigue que si luego me corro y me duele, es mi problema.
Sin soltársela, me la metí en la boca. Arturo gemía y más cuando le comía los huevos o le lamía el capullo, rodeándolo con mi lengua, y así hasta que vi que la tenía muy dura.
Acabé de rodillas, con el culo en pompa, lamiéndole la polla todo lo larga que era, se la chupaba, mordisqueaba e iba del capullo hasta los huevos.
– Esto no me lo habías hecho nunca – me dijo – ¿Dónde lo has aprendido?
– Te quiero, tú me has petado el culo y por ti hago lo que sea – le respondí, siguiendo con esta manera de acariciarle y mamarle la verga pero procurando que no se corriera.

Estaba notando como mi chochito se iba empapando cada vez más así que me puse encima de él y le dije:
– Estoy muy cachonda, cariño, no me puedo aguantar más.
Él me puso la mano por debajo, me tocó la raja y poniendo los dedos en mi inflamado clítoris, dijo:
– Córrete así, deja que te masturbe y te corres con mis dedos.
Al poco rato de esta caricia tan íntima, no tuve más remedio que correrme exclamando:
– ¡Oooh… sí, me viene… aaah… que gusto… oooh… sí, sí…!
Mientras me tumbaba en la cama, quedándome dormida en el acto, él se vistió y se fue al banco. Pero al despertar, como yo aún estaba cachonda perdida, cogí un vibrador, lo puse en marcha y me entretuve en pasármelo por la pipa y meterlo en mi empapado coño hasta que me corrí de nuevo.
A pesar de estos momentos de placer con mi amigo, pienso que Arturo cada vez está más despegado de mí y eso me hace sufrir mucho. Me da la impresión que me quiere dejar. Estoy harta de hacerme pajas ya que, por culpa de Arturo, no voy con ninguno de mis amigos e incluso sé que alguno de ellos se ha enfadado conmigo pero, menos mal que hace unos días me encontré con uno de ellos, Julio. Iba en su coche y al verme paró y me saludó.
– Hola Susana, cuánto tiempo hacía que no te veía…
Al invitarme a subir, acepté pero diciéndole que luego, me llevara a casa. Me lo prometió y fuimos a un pub situado a las afueras. Tomamos unos refrescos y luego, al llevarme a casa, muy animada, le dije:
– ¿Por qué no nos paramos un poco antes de llegar?
Él, emocionado, aceptó y se metió por un camino de tierra llegando a un descampado, paró el coche, puso música suave y antes de que bajara el respaldo de mi asiento, yo y me había desnudado por completo.
– Venga – le dije al ver que él me miraba asombrado por mis prisas – no te quedes ahí parado como un tonto y quítate la ropa.
Ya desnudo, me cogió las tetas y me las chupó mientras yo le cogía la polla que, tras pajeársela un poco, se le puso como un palo. Al ver esa maravilla de verga, me la metí en la boca mientras él me cogía la cabeza y con las manos acompañaba mis movimientos. Al ver que ya estaba a punto de caramelo, me aparté, le puse un condón y me tumbé, toda espatarrada, para que me la metiera.
– Tienes un buen coño – me dijo – y como lo tienes afeitado se te ve perfectamente todo el agujero.
Se arrodilló en el suelo y pegando su boca a mi coño, empezó a comérmelo. Me metía la lengua en el chorreante agujero y se tragaba mis jugos provocándome un gustazo enorme que no me dejaba parar de gemir y de pedirle que me la metiera. Al final, haciéndome caso, me la metió de golpe hasta el fondo.

Él estaba encima de mí y yo toda espatarrada, con un pie en el volante y otro en el cristal. Cuando vio que yo estaba a punto de correrme, me sacó su polla y me comió de nuevo el coño para que me corriera en su boca. La verdad es que lo consiguió fácilmente haciéndome gritar:
– ¡Sí… oooh… me corro, cariño, me corrooo… así, así… aaah…!
Entonces, sin dejarme descansar, mientras aún me agitaba toda por el placer sentido, me la metió otra vez en el coño hasta los huevos. Yo quería correrme con la picha dentro y así se lo dije.
Julio se restregaba y yo le cogía del culo para apretarlo hacia mí y así hasta que me proporcionó otro orgasmo y casi en el acto se corrió también él. Luego, más tranquilos, nos vestimos y me llevó a casa.
Ahora que he decidido dejar a Arturo, me voy a volver más golfa.
Volveré para contaros más historias con mi nuevo o nuevos “follamigos”. Un beso.