Relato erótico
Amores del pasado
Fue un amor de la adolescencia, pero aún la recuerda con cariño y como no, con morbo. A veces piensa que pasaría si la volviese a ver.
Esto, amiga Charo, me sucedió cuando estudiaba y me atraía muchísimo una chica que se llamaba Marina. Medía aproximadamente 1,65m. Morena, delgada, pero con unas tetas muy grandes, tanto que algunos de la escuela decían que eran siliconadas pero yo, más adelante, comprobé que no. No tenía un culo muy bueno, pero su cara era cachondísima. Era una de esas mujeres que emanan sexualidad. Teníamos 18 años.
Desde el primer año se convirtió en mi obsesión. Ella sabía que tenía unas tetas hermosas porque siempre se vestía con blusas apretadas que las dejaban ver en toda su magnitud, además de que se arreglaba muy bien, por lo que siempre estaba hermosísima.
Yo era muy tímido y la verdad no me acercaba mucho, si bien cruzaba algunas palabras con ella y la observaba durante la clase. Algunas veces observaba que ella me estaba mirando también. Por mucho tiempo, y todavía ahora, me masturbo pensando en ella.
El primer año, no pasó nada. Yo solamente fantaseaba como un loco al ver como sus pechos se apoyaban en el pupitre.
Sin embargo, el siguiente año fue el de la suerte. Cerca de Navidad, yo estaba con un amigo en la escuela, ella llegó, nos saludó y nos dio un abrazo felicitándonos por la Navidad. Ese ha sido uno de los mejores momentos de mi vida, ya que cuando nos dimos el beso en la mejilla y me abrazo, pude oler su aroma que era completamente excitante y también sentir su cuerpo junto al mío. Sé que ella deliberadamente presionó sus grandes tetas contra mi pecho. Esos segundos quería yo que se hubieran convertido en horas.
Después de ese incidente, empezamos a hablar más. Un día ella nos invito a mí y a unos amigos a su fiesta de cumpleaños. Desde luego que fuimos. El cabrón de uno de mis amigos le llevó un ramo de rosas y yo, que no se me había ocurrido llevarle nada, casi me muero de los celos. La fiesta fue más o menos como todas. Bebida, conversación, algún bailoteo y nada más. Así hasta que, al rato, ya nos teníamos que ir y nos despedimos.
Yo fui el último en despedirse, estábamos en la cocina y allí me despedí de ella, pero al darle el abrazo ella se pegó otra vez a mi cuerpo. Llevaba un vestido muy pegadito al cuerpo y estaba buenísima, sus grandes tetas se dibujaban perfectamente y los pezones, largos y tiesos, se le marcaban a través de la ropa. Al darme el beso en la mejilla, casi nos besamos en la boca, nos separamos, nos miramos a los ojos y ella me dijo:
– Gracias por venir.
Yo le dije que estaba encantado, que me caía muy bien y al oír eso, me dijo:
– Oye ¿me podrías ayudar mañana a estudiar historia?
Sabía que yo era muy bueno en esa clase y le contesté que sí, quedando en vernos por la mañana. Obviamente cuando llegué a mi casa, me masturbé salvajemente pensando en Marina.
Al otro día fui a su casa tempranito, a eso de las nueve de la mañana y no había nadie en su casa. Me abrió la puerta y casi me desmayo. Iba vestida con unos shorts y con una blusa negra de seda que le hacía resaltar las tetas, se veía que no llevaba sujetador y que los pechos no le colgaban nada, a pesar de lo voluminosos que eran.
Entré en la casa con una cara de panoli tremenda y por supuesto se dio cuenta de que yo no podía dejar de mirarle las tetas. Nos sentamos en la mesa y empezamos a repasar los apuntes. Yo, obviamente, lucía una erección total y hasta estaba sudando sintiéndome un poco mareado. Cada vez que la miraba la cara, me le quedaba mirando los labios y ella, después de unos minutos, me dijo inesperadamente:
– Siempre me has gustado.
Yo no sabía ni que hacer ni que decir, pero tras tragar saliva, le pregunté como un tonto:
– ¿En serio?
– Me has gustado desde la secundaria – me dijo entonces.
Yo, la verdad, no me acordaba de ella, porque no estaba tan desarrollada, y a eso yo le dije que la verdad era que a mi me encantaba y que me moría por besarla. En ese momento mi corazón estaba a mil y hasta sentía gotitas de sudor caer de mis axilas. Ella me acercó su carnosa boca y nos besamos tiernamente con lengua, naturalmente, y luego empezamos a hacerlo más profundamente, lamiéndonos encías, paladar y entrecruzando nuestras lenguas. Después de estar así un buen rato, me cogió una mano y la puso sobre una de sus tetas. Yo sentía que me iba a correr, pero ella me apartó, se levantó y se sentó en mis rodillas, yo le quité la blusa y pude ver por primera vez esos hermosas y morenas mamas, con un pezón largo y puntiagudo, que chupé por un rato mientras ella gemía.
Luego me dijo que fuéramos a su habitación y cuando llegamos, me empezó a desnudar y al aparecer mi tiesa polla, sin dudar ni un segundo, se la metió en la boca, mamándomela de maravilla, tanto que no pude evitar eyacular a los quince segundos. Entonces nos echamos sobre la cama y ya desnudos los dos, nos empezamos a tocar por todos lados, le acaricié el coño y le metí un dedo con cierto temor por si era aún virgen pero ella, al notarlo, me dijo:
– Tranquilo, no soy virgen aunque sí será la primera vez que lo haga con un hombre, pues mi mejor amiga me rompió el virgo con un consolador.
Yo tampoco era virgen, ya que me había follado a nuestra asistenta como tres veces, antes de que mis padres, al enterarse, la despidieran. Pero esa es otra historia que quizá cuente algún día. Total que yo la estaba masturbando en la cama mientras nos besábamos apasionadamente y nos lamíamos el cuello, ella el pecho y yo sus tetas. Para con esto yo no había tardado nada en tener otra erección y ella, al verlo y de un solo movimiento, se subió encima de mi y se metió mi polla poco a poquito en el coño. Notaba como iba abriendo camino mientras ella gemía y movía las caderas y se tocaba los pechos.
Una vez que llegué hasta el fondo, los dos gritamos de placer y ella se empezó a mover muy excitada, mientras yo no dejaba de lamer y tocar sus tremendas mamas. Al cabo de un rato los dos nos corrimos y nos quedamos tirados en la cama todo sudados. Al cabo de una hora, después de haberlo hecho otras dos veces, oímos que llegaba su madre y nos vestimos rapidísimo.
Desde ese día teníamos relaciones sexuales cada vez que podíamos y ella empezó a tomar la píldora para que no se embarazara, pero cortamos después de un año y medio debido a que yo me iba a otro país. Ahora, han pasado cerca de 13 años desde esto que cuento todavía sigo calentándome muchísimo cuando pienso en ella. La verdad es que la extraño y si tuviera la oportunidad de volver con ella, lo haría.
Hace poco la llamé por teléfono y al contestar ella, le cambié el nombre y me contestó que creía que tenía el número equivocado. Oí llorar a un niño y en el acto me decepcioné. Ojala yo fuera el tío que está ahora con ese bombón.
Saludos.